METAMORFOSIS 274
Voces.
La Noche de las Barricadas es una fecha legendaria en la historia de la posguerra, para entonces, el número de estudiantes manifestantes en la ciudad había alcanzado casi los 40.000, los hechos ocurridos en los días 10 y 11 de mayo de 1968 fueron parte de una serie de protestas y disturbios que se desencadenaron durante uno de los momentos más intensos de lo que se conoce como los eventos de mayo de 1968 en la ciudad luz, estos eventos fueron una manifestación de descontento generalizado con el gobierno, la sociedad, la cultura y las estructuras de poder establecidas, y marcaron un punto culminante en una serie de movimientos estudiantiles, obreros y políticos en todo el país, allí se encontraba de observador el agregado militar Gustavo Adolfo Pozzo Buonanote, tenía reservas por la seguridad de su familia pues vivían cerca de los disturbios, también se encontraba cerca la escuela, en esos días no hubo asistencia a clases, le recordaba lo ocurrido en el país de la canela en el que le tocó vivir en aquellos estragos de 1948, casi veinte años después, cuando era un cadete recién graduado y le tocó vivir ese infierno en las calles, ahora debía proteger a su mujer e hijo, caminaba presurosos por esas calles centenarias, llevaba puesto el uniforme de agregado militar, ingresó al edificio de la milicia, tomó un teléfono, dijo unas frases fluidas en el idioma galo, no hubo contestación desde el otro lado del teléfono, se preocupó mucho, dijo a un edecán que lo acompañase, era un compatriota puesto a encargo del gobierno de su país, tomaron un jeep y fueron presurosos a su casa, las calles parecían escenarios dantescos, en su uniforme se impacta una mezcla de un líquido nauseabundo de pintura, de reojo miraba y seguía atento, las protesta eran intensas, rápido en cuanto llega salta al jeep tocando la puerta, allí se encontraba ella, le abrazaba preocupada por su hijo que se encontraba en la escuela, le dijo que los universitarios iban a sacarlos de la escuela para que los acompañen en las manifestaciones, el sector cada vez se hacía más beligerante, al escuchar ese lamentable comentario se despidió de ella regresando al jeep, le dio una dirección para ir de inmediato a ese lugar, las calles se estaban convirtiendo en intransitables, lograban esquivar objetos lanzados a sus humanidades, se notaba la inconformidad de los jóvenes, iba en búsqueda de su hijo, Carlos Gustavo Eleuterio nacido en el país de la canela en abril 1952, el militar supo de la existencia de su hijo meses antes de venir a este país, ahora con dieciséis años cumplidos era un joven con piel muy parecida a los jóvenes del viejo continente, la relación padre e hijo era medianamente cordial pues el militar dedicaba más tiempo a su preparación en su carrera militar, el descuido por su esposa hizo que el tiempo pase, sólo tenían a ese hijo, poco se comunicaban con sus familiares en el país de la canela, el jeep iba a toda prisa, anhelaba llegar al “école” donde estudiaba su hijo, en su delante vio la fachada con banderas y humo habiendo una marea humana que salía del predio, llegaba la policía, el adolescente de dieciséis años llevaba un madero, se preparaba para el combate contra las fuerzas del orden, de pronto vio la figura del militar mirando a todos lados, el adolescente opta por esconderse, por un extremo de las instalaciones la policía había tomado capturados a algunos jóvenes, delante suyo se aproxima un policía quien luego le toma del hombro sacándole de su escondite, intenta someterlo con el garro y escucha una voz autoritaria, al dar vuelta ve la figura del militar uniformado, baja su garrote y observa la presencia de aquel descendiente de los Romanov e hidalgos españoles, el adolescente estaba quieto, viendo discutir a los dos uniformados, el militar lo abraza pero el joven instintivamente muestra rechazo, era natural el desapego, estaba en la edad de rebeldía, se mostraba inquieto, miraba de reojo al madero, su deseo es crear violencia, logra escapar al verlos distraídos, corre y corre en las empedradas calles de la ciudad luz, se agita, escucha detrás su nombre, no hace caso, avanza lo m{as que puede, debe ver a alguien, eso está en su mente, parece un recorrido sin final, la angustia se incrementa mientras se incrementa la respiración, sigue escuchando detrás su nombre, en español, luego en francés, en la mente del adolescente aparece la imagen de una preciosa jovencita, de sus labios sale un nombre “!Élise¡”, el madero era el material que le permitiría llegar a ella para protegerla, ya faltaba poco para llegar, le importaba ella, el amor de su vida, en mal momento se encontró con los dos uniformados, más, ver a su padre, faltaba un par de centenar de metros para llegar, logra cruzar la calle, atrás quedan los uniformados en la otra orilla de la acera de esa bocacalle, lo ven perderse en aquella maleza de ese frondoso parque, crece la angustia del militar que no da crédito estar pasando por esa situación, le molestaba la desobediencia de su hijo, lejos estaba de suponer que el adolescente estaba enamorado, que su razón de vida era aquella chiquilla, para él no había otra aspiración de vida que no sea el amor y la compañía que se daban, al fin se veía la puerta de aquella casa, agitado se inclinó para respirar mejor, deseaba poder verla, tocaba insistentemente, de pronto una ventana se abre, aparece el rostro de un niño de siete años, el adolescente le pregunta por ella, el niño se limita a mover negativamente la cabeza y de inmediato cierra la ventana al escuchar acercarse a una masa de estudiantes armados con objetos inadecuados, un grupo se acerca a él, les pregunta por ella, si la han visto, uno de ellos se acerca tomándole de los hombros, le dice que está en buen recaudo, el adolescente le pide la dirección, quiere verla, otro cabizbajo lo abraza de los hombros apartándole del grupo, iba a decirle algo y de pronto se escuchan las sirenas, los estudiantes se ubican en posición de defensa tras hacer una improvisada barricada, comienza el combate, el adolescente como buen descendiente de familias de realeza lidera la escaramuza, iban ganando, al verse vencidos los carabineros restriegan armas, esperan órdenes, el militar se acerca a presenciar la masacre, no lo podía creer, su hijo, su hijo, caído en combate, desgarrador, ver ese cuerpo ensangrentado con heridas de bala, a punto estuvo de enloquecer, al detener los disparos fue a su lado, aún articulaba palabras, “¡Élise!”, “¡Élise!”, “¡Élise!” “¡ve por ella!”, “¡Élise!”, “¡dile que nunca la he dejado de amarle!” “¡Élise!”, el militar desconocía la existencia de esa mujer, ahora le interesaba llevarle a un hospital, le marcó corriendo presuroso al primer auto, su uniforme se manchó de sangre, no importaba, la vida de su primogénito valía la pena, ya había perdido a un hijo y ahora perder a otro sería desastroso, el muchacho no dejaba de decir ese nombre, pronto llegaron al hospital militar, fue atendido de inmediato, el militar quedaba con la ropa de su hijo, pensaba en su mujer, dentro de la ropa vio la foto de una dulce adolescente muy bonita de piel caucásica, ojos cafés, pelo castaño claro, leyó el mensaje puesto “mi amor, pase lo que pase, siempre serás el amor de mi vida” estaba fechada 14 de febrero de 1966, sonrió, su hijo tiene una noviecita desde sus catorce años, no lo sabía, como también muchas cosas, lamentaba ahora no haber estado con él, ya había perdido de estar presente en su nacimiento y de haber perdido parte de su infancia, agradecía de su esposa el haber siempre acercarles, tiempo después el adolescente fue operado de urgencia, se había complicado su cuadro, tiempo después un dolido galeno le daba la infausta noticia, había perdido a su segundo hijo, al llegar la esposa se escuchaba gritos desgarradores aquella acción de barricadas se había cobrado a otra víctima anónima; las exequias fueron muy publicadas, lamentaban la pérdida del hijo del agregado militar, una corta vida de dieciséis años se había marchitado, el gobierno mandó sus condolencias y sugirieron darle todas las facilidades para expatriar el cuerpo de inmediato, el militar acepta, ya no tiene sentido seguir en ese país que le recordaría la muerte de su hijo, la esposa aprueba de igual manera y al día siguiente muy sellado el féretro parte en avión con los esposos de ruta hacia el país de la canela, la familia muy triste hizo un sentido velorio, triste Carlos Felipe del Olmo bendijo el féretro, parte de una rama sálica de su familia de cierta lejana rama de sangre noble, el cuerpo del adolescente fue sepultado en el panteón Del Olmo en aquel pueblo rural donde están enterrados sus bisabuelos padres de su abuelo Carlos Felipe del olmo, aquel abuelo que en un tiempo fue víctima de un atentado a bala, siendo niño Carlos Gustavo Eleuterio fue de la mano de su madre Amanda a la cama del hospital donde estaba Carlos Felipe del Olmo, del niño escucho decirle “¡abuelito, recupérate, te quiero mucho!”, esas palabras nunca las olvidará aquel hombre descendiente de hidalgos españoles, en sus meditaciones quedaba a ciencia cierta que sin duda Carlos Gustavo Eleuterio nació para salvarle la vida.
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La hebilla con esas letras iniciales “D” brillaba reflejándose en el rostro de aquel hombre que estaba atento y sorprendido, alzaba la mirada a ver a la mujer de treinta y cuatro años, salió presuroso a su jeep, a kilómetros de distancia la esposa estaba recostada en la cama con siete meses de gestación, miraba constantemente el reloj, se preocupaba al pasar las horas, llamó a la criada para que vayan a ver a su esposo seguramente estaría borracho en la cantina, tiempo después fue informada de que había tomado el camino de retorno a casa, que pronto llegaría, así fue como quedó dormida a la espera, amanece y puede observar a su lado a su marido profundamente dormido, se levanta a caminar un poco reteniendo el aire campestre que de acuerdo al médico le había orientado a que estuviese en la estancia hasta la venida del parto, dejó a su hijo en el internado, estaba triste, en parte por no verle, pasado el mediodía su sorpresa fue de mayor agrado al verle llegar a su hijo quien precisamente en esos días ya cumpliría los ocho años, justo ese fin de semana, al despertar el hombre luego de una resaca vio con agrado la llegada del niño, continuaba tratándole igual que siempre e inclusive estaba más cariñoso pues en ese fin de semana cumpliría los ocho años de vida, le pidió a la mujer que le recordase agradecer al internado por haberle dado permiso de estar con ellos, que en pronta visita económicamente premiará a la autoridad y clérigos profesores por tal adecuada deferencia, se vistieron y fueron al pueblo tomados de la mano, se notaba la mirada de agrado de los transeúntes, la pareja de esposos y el hijo iban bien arreglados aquel sábado, la esposa estaba feliz por esa agradable acción de su esposo al pedir el permiso del internado para que el niño próximo a cumplir los ocho años estuviese con ellos disfrutando de la fiesta que prepararon, fue fastuosa con muchos invitados, una de las mejores fiestas que recuerde el pueblo, sin lugar a dudas que el patrón de esas extensiones de tierras había tirado la casa por la ventana, no se había fijado en gastos, le llevó a las caballerizas y delante de los invitados le regaló un pony, se escucharon los aplausos y las algarabías, el patrón y Segismundo habían organizado el evento, trajo payasos, bailarinas y orquesta para celebrar en grande, jubiloso alzaba las manos a brazos extendidos, “¡todo para mi hijo!” “¡todo para mi heredero!” exclamaba gustoso ante los invitados que gustosos aplaudían el gesto de padre amoroso, los niños hijos de peones sentían envidia y deseaban tener un padre así, el niño estaba rodeado de todas las comodidades de la época, estaba muy feliz al celebrar los ocho años, “¡esperen a que cumpla los diez!”, “¡esto será el doble!” “¡lo mejor de lo mejor que ojos hallan visto por estos lugares!”, “¡luego nos iremos a ese parque de diversiones del país del norte!” ya en forma discreta uno de los más felices de verle fue Segismundo, quedaba al cuidado del niño, pues de súbito luego de la fiesta al día siguiente el patrón había recibido una llamada urgente de que se necesitaba de su presencia en la capital, apenado informaba a su esposa e hijo que ese lunes tocaba de ir a la capital, ya vendría lo más pronto posible para estar con ellos y salir de paseo por las propiedades, pero ya había pedido al internado una semana libre para que el niño pueda pasarla en la estancia en compañía de su madre y deseaba que le aproveche al máximo, se despedía con besos a su esposa, mimos y caricias paternas a su hijo y le dio un par de besos en el vientre del hijo que estaba por nacer, los empleados lo acompañaron en el jeep que iba manejando Segismundo a quien el patrón confiaba el cuidado de sus seres queridos, una vez que se sentó su sonrisa cambió de gesto en súbita forma, tomaría viaje a la capital, su viaje continuaba muy pensativo, al regresar Segismundo el patrón le dijo que cuide a su esposa e hijos, que no se separen de ellos bajo ningún pretexto, el fiel muchacho asentía “¡así será patrón!” el terrateniente hizo un puño apretando los dientes y con sobria seriedad viéndole a los ojos de forma sincera y algo amenazante en sus gestos, así era como le palmeaba los hombros, “¡así se habla!”, “¡diles que pronto estaré con ellos!”, “¡diles que los amo!”, al llegar fue lo primero que les dijo, ellos respondieron con cariño y agradecimiento, la patrona le pidió a Segismundo que cuidase del niño, de ser posible que durmiese cerca de la casona, el muchacho aceptaba de buena gana, estaba feliz pues toda esa semana la pasarían divirtiéndose por las propiedades, y fue así que cabalgaban hacia ese apartado lugar, la cascada del arroyo, entraron en la cabaña se abrazaban manoseándose los cuerpos, “¡mi amor!” “¡te extrañaba!” el niño de ocho años sonreía “¿de verdad, me extrañabas?” “¡sí, mi amor!”, “¡mucho!”, “¡mucho!”, le sacaba la ropa a Joaquín Lupercio “¡te ves hermoso!” contemplaba de pleno ese cuerpo desnudo, ese pene que se ponía tieso, ese culo voluminoso, “¡lindo!” ahora las manitos presurosas de Joaquincito iban desabotonando la camisa y pantalón, se acuclilló para bajar el calzoncillo y como resorte brota de la tela ese grueso pene erecto venoso y se mostraba depilado, las dos manitos se deslizaban con las puntas de los dedos por los testículos y pene depilado, miraba y sentía con gusto esa piel “¡lo depilé por tí!”, “¡sé que te gusta verlo así!”, le hacía rozar por sus mejillas, por sus labios, por su frente, pasaba la nariz para olerlo, estaba bien tieso, cruzaron las miradas llenas de amplia sonrisas, el glande ahora rozaba la garganta hasta en parte llegar a las tetillas donde le daba de roces circulares con el glande dejando rastro de hilillos de líquido preseminal a causa del deseo, “¡te extrañaba!” “¡mírale bien!” “¡está contento de verte de nuevo!”, “¡mírale, desea penetrarte!” “¡quiere sentirte dentro!”, “¡te extrañaba!”, “¡desea jugar contigo!”, le acaricia el pelo al niño que no dejaba de sonreír de manera cómplice y picaresca, abre la boca sosteniendo el pene cuyo glande roza el paladar llegando en parte a la garganta, “¡Cuánto esperé este momento mi Joaquincito!”, “¡anda!”, “¡chupa!” “¡así!” “¡así!”, “¡succiónalo!” “¡ah!” “¡así!” “¡así!” “¡succiónalo!”, le acariciaba el pelo y los dedos gordos pasaban por esas cejas bien definidas que le hacían un rostro precioso a Joaquincito, “¡sigue!”, “¡sigue!”, “¡mi amor!”, “¡mi amor!”, “¡no te detengas!”, “¡sigue!”, “¡sigue!”, la cabeza se movía adelante y atrás, adelante y atrás, el clima hacía que los cuerpos suden, el nene dejó de chupar pene y a la orden de Segismundo se dejó llevar de la mano, era señal de obediencia y a la vez de seguridad pues el niño confiaba en él por el cariño y la seguridad que le prodigaba, vieron esa cascada, para ese tiempo el agua estaba un poco turbia, se lanzaron al agua uno detrás del otro, llegaron a abrazarse y besarse, las piernas de Joaquincito rodeaban las caderas de Segismundo, “¡así quería tenerte, los dos reían, los bracitos del nene rodearon a los del muchacho!”, sentía cómo el pene entraba en parte por el culo, su carita se apoyaba sobre el hombro de quien seguía penetrándole, como un coro exclamaban al mismo tiempo “¡ah!”, “¡ah!”, “¡ah!”, el nene con sus brazos se aferraba más a los hombros mientras los labios del muchacho besaban parte de la altura de la espalda, unieron sus labios al sentir el pene en parte dentro del culo, “¡te quiero Segismundo!”, unieron las frentes, “¡yo también te quiero Joaquincito!” “¡no lo olvides nunca!”, “¡aunque estés lejos de mí siempre te recuerdo!” el nene pujaba “¡te recuerdo así como ahora!” “¡metiéndolo!”, “¡metiéndolo!”, se abrazaron fuerte, estaban a medio del cauce de esa caída de cascada, los cuerpos giraban sobre el agua como si fueran una noria, estaban muy felices en su reencuentro {intimo, la semana aún empieza y tendrían mucho tiempo para estar juntos, “¡vamos allá!” estiraba el brazo indicando el lugar, fueron hacia allá, entraron y vieron el sitio, por detrás lo abrazaba Segismundo con su cuerpo encorvado, así se dejaba llevar por los roces del pene en su culo, le chupaba la oreja haciendo que el cuerpo se haga piel de gallina, “¡la vamos a pasar muy bien aquí por un rato!”, ahora le pasaba la lengua por el cuello, “¡ven!” “¡vas a ser mi mujer!”, le fue acostando sobre esa roca plana allí estaba abierto de piernas alzadas a los hombros, “¡sé que te gusta que te coja así!”, “¿verdad?”, el niño acostado asentía, el pelo tenía gotas de agua que también caían en el resto de ese cuerpo de niño hermoso, “¡te voy a ser que te guste!”, lo agarra bien de las caderas y comienza el vaivén de la penetración, “¡vas a ser mi mujer!”, “¡mi mujer!”, los pies se agitaban al aire, era fuerte y seguidas las embestidas, hizo un alto “¡mira este lugar, nunca lo olvides!” “¡cuando estés a solas siempre recuerda que aquí te hice mi mujer!”, “¡piensa en esto que te hago!”, “¡piensa en lo rico que te hago sentir!”, “¡piensa!”, “¡piensa!”, el nene cerraba los ojos, su cuerpo se movía al movimiento del vaivén de caderas de Segismundo, cerraba los ojos, se limitaba a sentir el ser penetrado por el culo, de pronto saca el pene, agita un poco, estaba bien erecto, “¡ahora abre la boca!”, “¡anda!”, “¡ahora quiero darte por ah{i!”, “¡por ahí!”, el pene entra en esa boca y empieza a salivarlo, “¡lo depilo para que lo sientas mejor en tu boca!” “¡más sabroso!”, se notaba el deslizamiento del tronco por los labios que succionaban, “¡lo haces cada vez mejor!”, las caderas se movían, “¡prueba de tu culo!”, “¡chupa!”, “¡chupa!”, así lo deslizaba poco a poco rítmicamente, le hizo hasta el cansancio, se puso en pie agitando el pene, su respiración era muy acelerada, reía viéndole acostado a piernas abiertas, “¡que deliciosos labios tienes mi amor!”, se acercó acostándose sobre el niño, le besaba con intensidad, las lenguas se rozaban y se chupaban, le hizo dar vuelta para besarle la espalda, los hombros y los glúteos, “¡te amo Joaquincito!”, “¡te amo!” le besaba los glúteos “¡qué bien se ve tu culo!” se acuesta y roza el pene entre la rajita y lo va metiendo, el niño pujaba por el peso de Segismundo y porque el pene iba entrando, abría la boca y cerraba los ojos, era una danza de los testículos sobre los glúteos, en su mente pedía más y más de eso, “¡te voy a preñar!” “¡te voy a preñar!” “¡te voy a preñar!”, relajado se dejaba meter el pene de forma seguida al movimiento intenso, se apartó sentándose a un lado de él, “¡ahora siéntate sobre mí!” “¡dame tu culo!”, se notaba los pies descalzos del niño sobre las piedrecillas del lugar húmedo, sus manitos se posaban sobre los muslos y el resto del cuerpo iba acoplándose a la entrepierna de ese adolescente, ya sentado empezó el vaivén circular del culo sobre el pene en un juego cadencioso, el nene podía sentir de mejor forma ese pene entrando en su culito, “¡dame más de ti!” “¡dame más de ti!” le decía al niño a ojos cerrados y sintiendo la tibieza de ese culito, luego lentamente lo separó para acostarle, tomarle de las piernitas rellenas llevándolas al pechito de ocho años, se veía el culo descubierto listo para que el pene se acerque y se introduzca, “¡ah!”, “¡ah!”, es apostura gustaba a Segismundo, con su pecho tocaba las piernas pegadas al pecho del niño, comenzaba a mover las caderas, “¡te voy a preñar!” “¡te voy a preñar!”, el movimiento rápido hacia agitar esos cuerpos, trataba que entre lo más posible en el culito, los testículos rozaban los glúteos, la pelvis de Segismundo rozaba los agitados testículos de ese niño precioso, “¡Joaquincito!” “¡Joaquincito!” “¡te estoy dando por el culito!” “¡por el culito!”, “¡ah!”, “¡ah!”, “¡ya te voy a preñar!” “¡ya verás!” “¡ya!”, “¡ya!”, “¡ya!” “¡Joaquincito!” “¡Joaquincito!” “¡ya casi!” “¡ya casi!” se fijó más sobre el cuerpo del hijo del terrateniente, de pronto dentro de su culo sintió el deslizamiento del semen, se quedaron quietos, sólo se escuchaba el respirar acelerado de eso cuerpos, lentamente Segismundo se acostó sobre el niño, unieron las frentes, “¡si hubieses sido mujer de seguro haríamos hijos hermosos!” “¡como tu mi amor!” se besaron por un buen tiempo, se puso en pie y le llevó de la mano viendo los alrededores de ese lugar, fueron saliendo del lugar, se bañaban en el cauce, se veía nubarrones, era señal de las últimas lluvias, fueron a ver la ropa en la cabaña, el niño tomó su calzoncillo, sintió que Segismundo le abrazaba por detrás, “¡antes de irnos, dame tu culo aquí!” le besaba el pelo húmedo, “¡quiero hacerte mi mujer aquí!”, “¡te amo!”, el nene apoya las manos sobre el catre improvisado, su postura es como la de perrito, detrás Segismundo le abre el culito y le va punteando y metiendo el pene por el culo, le hacía suspirar y ala vez gemir, las caderas se movían, lo tenía bien agarrado dándole pene, cerraba los ojos sintiendo su pene deslizándose en ese culito y exclamaba “¡así!” “¡así!” “¡siempre así!” “¡siempre así!”, “¡eres lo más hermoso que me ha pasado en la vida!” “¡te amo!” “¡te amo!” lo embistió hasta el cansancio, así estuvo unos segundos con el pene metido, “¡así lo hacen los perros!”, “¡así prendidos quedan los que se aman!”, “¡como tu y yo mi amor!”, ya no tenía semen que depositar pero le dejaba la sensación latente en el culo del niño, “¡vírate Joaquincito!” lo puso acostado apiernas abiertas y así tomaba el penecito agitándolo hasta ponerlo durito, “¡qué suave y lindo es!” se lo lleva a la boca y la succiona por unos cuantos minutos haciéndole suspirar al pequeño, los deditos de los pies se movían al sentir ese tipo de sexo oral, agitaba la punta d ela lengua en el punto del glande salido, posteriormente se quedaron acostados de perfil viéndose los penes, luego de eso el niño orinaba en el rincón, acostado desde ese catre improvisado contemplaba las líneas que definían ese hermoso culito que se había gozado, de retorno sintieron la lluvia, al llegar los esperaba una buena comida, Segismundo recibía una orden de la patrona de que la mañana del día siguiente irían al pueblo por provisiones, iría con su hijo, esa orden había dejado el patrón para cumplir adecuadamente, el adolescente asintió y se despidió, se miraron de forma cómplice entre Segismundo y Joaquincito, el niño sube a ducharse y a cambiarse de ropa, se asoma a la ventana y por unos instantes desde ese balcón ve los alrededores, vio cargando cestos a Segismundo y al cruzarse miradas discretamente Segismundo se lleva la mano a la entrepiernas a manosearse el pene vestido, esto sin que lo viesen hacerlo, mientras que Joaquincito correspondía metiéndose la mano por detrás de su ropa humedecida, le daba a entender a Segismundo que ese pene que se manoseaba siempre estará dentro de su culito por eso seguido el dedo medio de su mano punteaba su culito vestido, Segismundo entendía el mensaje y sonreía, el niño entraba a su habitación quitándose la ropa y así quedándose desnudo iba a acostarse a su cama con sábanas de temática infantil Disney de la época comparada en la capital, mira el techo pensativo de todo lo vivido con Segismundo, era el chico que más amaba, por el trato sutil, por la sinceridad de sus palabras, por la forma de mimar y cuidar, estaba feliz pues toda esa semana estaría con él, siempre lo extrañaba estando a solas al dormir en ese internado, en verdad siempre pensaba en ese pene y anhelaba el sentir de ese pene dentro de su culito, de pronto sus meditaciones se diluyen al escuchar que la puerta se abre lentamente, alcanza a ver la presencia de ese muchacho de Alexander hermano de Segismundo, para ese entonces ya contaba con diez años de edad, estaba muy agitada su respiración, entraba cerrando la puerta, sus ojos eran a vista de ese cuerpo desnudo abierto de piernas, mientras caminaba lentamente se iba apartando las sandalias, tenía los pies polvosos, seguía caminando lentamente y ya se apreciaba en ambos la amplia sonrisas descritas en sus rostros, alzaba los brazos sacándose la remera sudorosa lanzándola a un costado junto a la pared, sólo quedaba el short, se notaba la punta de lanza del pene amoldado en la tela, hizo un alto, se bajaba el short, el pene sale como resorte mostrándose ante los ojos de Joaquincito, el short quedaba junto a la remera, atrás quedaban las sandalias polvosas, sus muslos quedaron al filo de la cama, se estiraba el pene y lo agitaba delante del niño que seguía acostado en la cama con sus manos apoyadas en la nuca, sus ojos cafés estaban viendo ese movimiento de manos, “¡mira!”, “¡quiere jugar!” Joaquincito sonreía viendo ese pene, “¡está duro!” lo pasaba por el pecho, el roce hizo que el hijo del terrateniente estirase la mano tocando el glande “¡si!” le decía mirando al rostro “¡está duro!” sonrieron, le miraba al hijo del patrón a la vez que ahora agitándolo con su mano el pene rozaba el pecho y las tetillas “¡como a ti te gusta Joaquincito!”, el nene dejaba que le pase el pene por el cuello, las mejillas, la frente, la nariz y cuando llega allí empieza a oler, “¡huele rico!” “¿verdad Joaquincito?”, “¡sí, Alexander!” “¡huele rico!” sin dejar de sonreír Alexander vio que Joaquincito voluntariamente se daba un giro en la cama de cara a las almohadas, mostraba su culo voluminoso, las líneas hermosas del cuerpo complementaban con la belleza de su rostro, en verdad que ese niño era muy precioso, lentamente Alexander se posa sobre Joaquincito, queda acostado totalmente sobre su cuerpo, Joaquincito lo deseaba, quería comerse el pene del otro hermano, sintió ese desliz del pene en su culito, sintió la respiración en su nuca, sentía además el golpe de la respiración, ese olor a sudor característico de esa edad le turbaba, sentía una sensación a gusto de que estuviese sobre su cuerpo, la nariz la rozaba en el paredón de la oreja, “¡vamos a jugar al papá y a la mamá!” Joaquincito sonreía, “¡vas a ser mi mujer ahora!”, el pene seguía rozando y punteando el culito de ese niño precioso, se hizo a un lado, “¡vírate!” al girar el cuerpo Alexander se sienta apenas en el pecho, el pene queda cerca a la boca “¡abre!” “¡vamos!” “¡abre!”, obediente lo hizo, el pene entraba, era de grosor menor al que había probado del hermano anteriormente, pero tenía un sabor original a sal de sudor, los testículos rozaban en la nariz expidiendo un olor a sudor penetrante, “¡me gustas Joaquincito!”, “¡me gustas muchísimo!”, “¡eres el niño más precioso de estos lugares!” le daba besos en el pelo golpeando su respiración allí, “¡tienes un rostro muy bonito!” “¡tu culito es el mejor de todos!” al escuchar esas frases dulces y halagadoras se encorvaba para que el pene ingrese más, así salía más ensalivado, se mostraba el glande que le daba movimientos circulares en los labios, estaba gusto ante esas sensaciones, de pronto se escuchan que lo llaman a Joaquincito, instintivamente se hizo a un lado, “¡me están llamando!”, Alexander lo toma del cuerpo, “¡espera!”, “¡espera!” le hace girar, mostraba su culo, “¡antes, déjame darte por el culo!” “¡deja!” “¡deja!” el pene se deslizaba, estaba muy tieso deslizándose por ese culito, se apartó diciéndole al agite de su miembro “¡Joaquincito, maña a esta hora jugamos!” “¿quieres?” el niño asentía mientras se ponía el pijama y la camisa e iba directo al cuarto de su madre que le llamaba, Alexander esperó a que entre para dirigirse a la salida de la casona rural, allí pasó un buen tiempo con su madre en el cuarto escuchando música por la radio, su carita se posaba sobre el vientre de su madre escuchando las pataditas de ese ser en gestación, era un vientre de forma en punta, el nene suspiraba hondo dando besitos en el vientre de su madre “¡mi hermanito!” la madre sonreía acariciándole el pelo “¡sí hijo, tu hermanito!” “¡va a ser muy precioso como tú!”, “¡ya pronto estará con nosotros!”, continuaba acariciándole el pelo, pensativa le decía a su hijo “¡tu padre dice que hacemos hijos bonitos!” le miró a l hijo sonriente “¿tú que crees, Joaquincito?”, el nene asentía con amplia sonrisa posando su carita en el vientre de la madre, “¡ya quiero que nazca para marcarle!” continuaba acariciándole el pelo, ahora el rostro de la mujer se puso serio, mirando por la ventana le decía a su hijo “¡es tu hermano!”, “¡serán verdaderamente hermanos de padre y madre!”, pasó las manos por la mejilla “¡y serán hermosos como tu hermano mayor!”, seguía acariciándole el pelo “¡ustedes son hijos de un amor verdadero!” “¡por eso eres bonito!”, el nene recordaba lo que había hecho antes con Alexander y con Segismundo, esas mismas palabras, le retumbaban la cabeza, alimentaban su ego, “¡ve a dormir hijo precioso!” “¡mañana temprano debemos ir al pueblo por provisiones!” “¡tu padre vendrá en tres días!” “¡debemos darle una sorpresa!”, “¡a su regreso le preparamos algo!”, “¿verdad que sí me ayudarás?” el nene asentía “¡sí, mamita!”, le dio la bendición y un beso en la frente y el niño responde besándole la mano, “¡cierra la puerta!” el nene asentía y sale de la habitación, iba muy pensativo, al abrir la puerta vio a un sonriente Segismundo metido en la cama de Joaquincito, estaba cubierto por una suave sábana con motivos infantiles comprada en la capital del país de la canela, sin decir palabras el niño se sacaba la ropa delante de Segismundo, quedó desnudo en su delante, “¡ven, acuéstate!”, lentamente sus pies descalzos se desplazaban sobre el entablado de la habitación, alzó la sábana para que ingrese, se abrazaron dándose besos intensos y apasionados, la penumbra se diluía un poco en ese cuarto tras la presencia de la luz de luna, “¡me escapé para verte!”, unieron las frentes “¡pasaré la noche cuidando tu sueño!” se besaban apasionadamente, “¡vine a jugar contigo!” rieron “¡toda la noche!” frotaban sus narices, “¡mi niño bonito!”, “¿quieres que me quede?” el niño le rodeó los brazos por el cuello “¡sí!”, “¡quédate!” le besaba “¡sí!”, “¡quédate!”, continuaron besándose, “¡ven!” “¡dame tu culito!”, sonrieron, el niño se encorva en el extremo de la cama mostrándole el culito, las manos rozaban esos glúteos, “¡lo tienes bien bonito, Joaquincito!”, le agarra de los hombros sujetándole para poderse mover de mejor forma esos cuerpos desnudos, el pene punteaba el culo, pensó mejor en sentarle en el extremo de la cama, el de pie mostraba su pene erecto, “¡abre!” le dijo en tono de orden a lo que Joaquincito obediente abre la boca y se mete el glande para humedecerlo, satisfecho de sentirlo en la boca lo lamía con gusto, se mostraba el brilloso glande, que ahora entraba por ese culito abierto de piernas, “¡voy a preñarte por el culo mi niño precioso!”, estaba dándole pene hasta el cansancio, la piel del nene estaba rojiza, los cuerpos desnudos se movían armónicamente, “¡me gustas mucho!”, “¡mucho!” el momento y el lugar eran perfecto para amarse, Joaquincito se dejaba, deseaba que lo cogiese así, la pelvis chocaba con los glúteos, el niño fruncía el rostro al entrar el pene y luego se relajaba teniendo adentro y cuando lo iba sacando despacio, los cuerpos empezaban a sudar y mucho, le tenía clavado al niño, “¡así!” “¡así!” “¡te tengo!” “¡te tengo!”, se afanaba en darle pene hasta el fondo “¡más!” “¡más!” en silencio Joaquincito recibía las embestidas de pene de Segismundo, se enamoraba más en cada encuentro de ese pene del hijo de peón, estaba muy complacido recibiendo las embestidas, pujaba desde adentro en toda la intensidad de su culo para recibir esas embestidas del pene ensalivado por su boca, “¡eres muy bonito, Joaquincito!” “¡muy bonito!” le decía al embestirle con mucha fuerza, de reojo Segismundo vio el baño, se detuvo sacando el pene, se puso en pie junto a la cama, “¡ven!” “¡vamos allá!”, “¡quiero preñarte allá!” señalando con la mano el baño, “¡vamos!”, entraron al baño, estaba muy oscuro, decidieron abrir la puerta para que algo de luz de luna entrase, se sienta y sobre él lo sienta al pequeño Joaquincito, “¡aquí vas a sentir más rico!”, lentamente el nene se iba sentando sobre el pene que iba metiéndose por el culito, las manitos se apoyaban firmemente a los muslos, empezaba a besar por el cuello y por la nuca, pujaba mientras el pene entraba todito por su culo, “¡ya está!”, luego venía el vaivén de sus caderas, se venía el galope, lo estaba disfrutando a plenitud, “¡siente con esto que te estoy metiendo que eres mi mujer!” “¡mi mujer!”, “¡mi mujer!” cada vez se incrementaba el movimiento de los cuerpos, cerrando los ojos exclamaba “¡eres lo más precioso que me ha pasado en la vida!” “¡contigo Joaquincito soy feliz!”, “¡muy feliz!”, “¡tu culo me pertenece!”, le dio pene en esa postura hasta el cansancio, “¡te amo Joaquincito!”, “¡te amo!”, el niño se limitaba a escucharle, mordía los labios cerrando los ojos sintiendo ser embestido su culito, le alzaba sacándole el pene, se dirigieron a la ducha, disfrutaban mucho pasándose las manos por sus cuerpos desnudos enjabonándose, Segismundo quedaba lavando los pies del pequeño, recorría sus manos en la espalda del pequeño hijo del terrateniente del lugar, el hijo del patrón Valdés, con las manos le gustaba recorrer cada parte de él, le lavaba su pequeño miembro haciéndole espumas de jabón en donde se perdía “¡lo tienes chiquito!” “¡pero es precioso como todo tú!” “¡mi niño bonito!”, así le iba llevando esa espuma de jabón por la separación de los glúteos, el pene ya estaba muy erecto, él sonreía mientras le sujetaba con seguridad, quería probar en cada rincón de su cuerpo, casi lo logra pues le pedía que moviera sus manos, después que lo probara, sin objeción obedeció, muy experto, mamaba de del pene, mientras mi dedo medio se hundía dentro de él, era glorioso, pero no quería venirme de nuevo, así que lo alzaba y sujetándole con los brazos se besaron, bajo el agua de la ducha, el agua se escurría por esos cuerpos desnudos, se inclinaba para llevarse el pene a la boca “¡así patroncito!” “¡así, chupa, chupa, chupa!” “¡así!”, “¡así!” deliraba sintiendo lo delicioso del sexo oral que Joaquincito le estaba dando, “¡vamos a terminar el juego allá!” una vez que se quitaron el sudor duchándose regresaron a acostarse de perfil en la cama, sus deslizamientos suaves de las piernas de uno sobre los muslos de otro se daban de buena sensación, se miraban y se tocaban los penes, uno más grande que otro, un lampiño y otro con vello púbico por la diferencia de edades, pese a aquello primaba la atracción y el deseo, “¡te voy a coger como a ti te gusta, Joaquincito!” las piernas rodeaban las caderas de Segismundo, así lo sostenía bien con el agarre, el culo bien puesto y descubierto empezó a sentir la entrada del glande, Joaquincito gemía, “¡te voy a hacer mi mujer!” “¡te voy a preñar por el culito bonito que tienes!” “¡mi Joaquincito, mi amor!” “¡mi amor!”, el nene sentía más la presencia del pene en su culito, más de mejor forma que otras posturas, as{i los testículos chocaban con los glúteos, el vello rozaba los testículos lampiños de Joaquincito, todo parecía una danza armónica, las embestidas se hacían potentes, no hay duda que Segismundo disfrutaba plenamente de ese culito de niño precioso, se sentía dominado, estaba pasivo, cerraba discretamente los ojos para sentir al fin ese semen dentro de su potito, se escuchó un largo suspiro, Segismundo había terminado de comerse ese culito, “¡ahí te dejo la prueba de mi amor!”, “¡si fueras hembra me darías un hijo!”, “¡seguramente un niño bonito como tú!”, “¡no como…!” Segismundo se detuvo, el niño no dio interés de lo último expresado, se dejaba estar por esas embestidas, estaba feliz siendo sometido por el hombre al que amaba, sí, al que amaba, su cuerpo a la distancia lo pedía, sus pensamientos sólo era para aquel hijo del peón viudo, estaba feliz siendo encimado por su macho al que se entregaba plenamente, se quedaron quietos, hacían uno solo así pegaditos, el pene aún duro estaba dentro de ese culito, “¡nunca me cansaré de hacerte esto!” “¡nunca!” “¡nunca!” le decía mientras su cara se posaba sobre el pelo sedoso de ese precioso niño, “¡eres lo más lindo que he visto en mi vida!”, “¡Joaquincito!”, “¡Joaquincito!”, “¡Joaquincito!”, empezó amover al pelvis a ritmo lento sin sacar el pene, salía el líquido que se deslizaba por los muslos, se guía moviéndose el pene en el culo “¡eres mío!”, “¡eres mío!”, “¡eres mío!”, seguía deslizándose el pene en el culo, “¡mío!”, “¡mío!”, la cara se deslizaba acariciándose con el pelo del niño que sentía esa suave penetración lubricada con semen, le había llenado de un grueso semen y así quedaron esa noche acostaditos abrazados de perfil, el cansancio hizo que se quedasen dormidos, la puerta quedaba con seguro, rato después se escuchaba el cantar de gallos anunciando el nuevo día, aparecía el alba, el primero en abrir los ojos fue Segismundo, el olor a semen era evidente, rápidamente fue al baño a limpiarse el semen del pene, instantes después estaba junto a él el pequeño Joaquincito que miraba atento a ese pene que su culito se había comido horas antes, ahora se miraban atentos los penes, “¡vamos por las sábanas!” las dejaron en remojo, la nariz de Segismundo pasaba por el colchón, olía una mancha dejada de semen en la tela, “¡rápido, trae esa colonia!” rociaron la parte manchada, de nuevo pasó la nariz, el olor a semen había desaparecido dando paso a ese olor de colonia infantil, se acostaron en el colchón dando vueltas como jugar a las luchitas, el niño quedó encima, se dieron piquitos, “¡Joaquincito, te quiero mucho!” le decía mirándole fijamente a los ojos, se abrazaron “¡te quiero!”, “¡te quiero!” se besaron “¡este va a ser siempre nuestro secreto, de amor!”, “¡te amo Joaquincito!” “¡te amo!” el niño sonriente asentía, “¡yo también te amo Segismundo!” se besaron apasionadamente, “¡dame tu culo!”, voluntariamente el niño se acostó en el extremo de la cama, abrió con sus manos el culito, Segismundo sonreía ante la voluntad del niño para que lo penetrase, el erecto pene empezó a rozar la rajita, iba ensalivado un poco, así fue metiéndole hasta alcanzar el ritmo de penetrada con cogida maravillosa, el tiempo apremiaba, ya mismo salía el sol completamente, se detuvo cambiándole de postura ahora acostados sobre el colchón inclinados a piernas en hombros, así lo cogía en esa postura que le gustaba al niño, los piecitos se agitaban al aire ante las embestidas de Segismundo, “¡recuérdame siempre así, cogiéndote!”, “¡cogiéndote!” el niño a ojos cerrados con el placer reflejado en el rostro exclamaba “¡sí!”, “¡sí!”, “¡sí!” “¡Segismundo!”, “¡Segismundo!”, “¡sí!”, le seguía penetrando con la pelvis moviéndose, sus testículos rozando el culo, el penecito pegado en el vientre llegando a rozar el ombligo de Segismundo que le decía “¿siempre me recordarás?” el nene respondía “¡sí!”, “¡Segismundo!”, “¡siempre!”, “¡siempre!”, “¡siempre!” fue en ese instante que el semen quedaba dentro el culito del niño, Segismundo se detuvo a respiración acelerada, sentía ese cuerpo infantil como suyo, estaba complacido, se apartó entrando al baño, le siguió Joaquincito, juntos se limpiaban los penes, le marcó, el niño rodeaba los brazos en el cuello, le fue bajando, el pene estaba erecto y entraba de nuevo en ese culito, “¡recuérdame así!”, “¡cuando estés en ese internado!” “¡recuerda que así te lo hago!” “¿me lo prometes Joaquincito?”, suspiraron corto “¡sí Segismundo!” “¡ah!” “¡ah!” “¡lo haré!”, “¡lo haré!”, se movía duro, le dio pene hasta que pudo en esa postura, estaban felices haciéndolo de esa manera, vieron la presencia del sol, se miraron al espejo en esa postura uniendo los rostros, “¡mira Joaquincito!” unieron las mejillas viéndose en el espejo “¡te amo Joaquincito!”, lentamente le puso en el suelo, Segismundo se vistió rápidamente, “¡te espero con tu mamá en el Jeep para ir al pueblo!” el niño asentía, se dio una ducha, era costumbre por esos tiempos de calor, salió a desayunar con su madre, se le notaba radiante de felicidad de lo que dio cuenta su madre poniéndose muy feliz, pensó que era por la semana de vacaciones que pasaría en la estancia, agradecía a los clérigos por la deferencia, le dijo al niño para comprarle algo en el pueblo y llevarles en el retorno a la capital, ella tenía pensado viajar con el niño para que el doctor la viese, deseaba verle de nuevo al padre del hijo que llevaba en las entrañas, ya sabía de su paternidad, estarían esperando su tercer hijo, ya se lo había dicho tiempo atrás evidenciándose en su vientre, la noticia era de gran felicidad para el ex senador, el nene estaba impaciente, deseaba ir al pueblo a comprar juguetes que su madre se lo había prometido, subieron en el jeep, la esposa del patrón iba en la parte de atrás, el nene iba junto a Segismundo, manejaba con cuidado para no importunar el vientre de la patrona con movimientos bruscos, alguien subido a un árbol agitaba un espejo, otro a cierta estaba prevenido del acercamiento del jeep, ese hombre estaba encaramado en lo alto de un frondoso árbol, estaba amarrado a una de las ramas, bien sujeto como cazador esperando a su presa, y fue en ese instante al cruzar debajo que deja caer dos MK2 “piña”, el estruendo fue dantesco, no quedaron sobrevivientes pues los cuerpos fueron mutilados instantáneamente, el jeep quedó destrozado, los tres murieron al instante, a lo lejos un hombre de campo le pasaba los binoculares a la mujer de hebilla brillosa al sol, reía viendo ese dantesco escenario, lentamente bajó los binoculares, le entregó al hombre, respiró hondo viendo la columna de fuego y humo, “¡ya está!” decía palmeando el hombro, “¡ya está!”, caminaba tomada de la mano, “¡ahora te toca a ti!” miraba hacia el horizonte, respiraba hondo, “¡allá voy!”, “¡infeliz!”, “¡me faltas tú!”, a kilómetros de distancia un alocado y perturbado terrateniente gritaba a vi va voz, no podía creer lo que le había pasado a su esposa e hijo, era lamentable, muy lamentable, la prensa, radio y la naciente tv se adhirieron a la solidaridad en las noticias que vertían al público, se especulaba que fueron las activas guerrillas insurgentes, condenaban el hecho, cómo era posible que gente inocente fallecieran de esa indigna manera, por varias semanas el terrateniente recibía condolencias y apoyo, demostraba su expresión facial de agradecimiento, pero al estar a solas sentado en su sillón su rostro era serio y pensativo, hasta se podía decir que se emitía una mueca de sonrisa irónica dibujada entre pena con dolor y resignación, tiempo después se ve al clérigo en su recorrido por el lugar tratando de sorprender a los muchachos, entra al cubículo y observa con sorpresa la inscripción adicional:
O 8=> <=8 JL (+)
O 8=> <=8 RH
(+) JL 8=> <=8 RH
FIN DEL DUCENTÉSIMO SEPTUAGÉSIMO CUARTO EPISODIO


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