Mi amigo me dijo. “A ver si hoy, me dejas que te lo meta.”
un joven y su amigo comienzan a masturbarse juntos, y poco a poco van profundizando más en la relación hasta que su amigo y eventualmente otros le dan por el culo y lo ponen a mamar..
Mi amigo me dijo. “A ver si hoy, me dejas que te lo meta.”
En el pueblo, cuando era niño, yo tenía un amigo, y compañero de clases, que me invitaba a su casa, fuera del pueblo a jugar, pero al ir creciendo, comenzamos a meternos en una poza, cerca de su casa.
Donde también aprovechábamos para ver una que otra revista porno, por lo general yo me quedaba completamente desnudo, ya que no tenía más ropa que la que cargaba puesta, y no la quería ensuciar.
Luego de nadar un rato, ocultos bajo las ramas de unos árboles, nos poníamos a ver varias de esas revistas porno, y comenzamos a hacernos la paja.
Pero cierto día, en que yo estaba ya del todo desnudo, vi que mi amigo, también se quitó su traje de baño, y mientras veíamos las revistas, nos volvimos hacer la paja, solo que, en esos momentos, al él no tener nada puesto, me fijé que su miembro era mucho más grande, grueso, y largo, que el mío, lo que en cierta manera me causaba envidia y admiración.
Así continuamos reuniéndonos, hasta que un día mi amigo, me propuso que yo le hiciera la paja a él, al mismo tiempo que él me la hacía a mí, cosa que desde que me la propuso, yo estaba loco por hacer.
Por lo que a medida que él manoseaba mi pequeño pene, yo manoseaba su gran verga, y cuando él comenzó a masturbarme, yo también comencé a masturbarlo a él.
Y así seguimos haciéndolo, hasta que, en cierta ocasión, mientras estábamos mutuamente haciéndonos la paja.
Mi amigo comenzó a tocar mis nalgas, yo no le puse atención, hasta que sentí uno de sus dedos, rozando el hueco de mi culo.
Cuando se lo reclamé, lo que me dijo fue. “Es que tú tienes unas nalgas tan bien formadas, y tan redonditas, que provocan agarrarlas. Contrario a las mías que son tan planas, como una tabla.”
Esa tonta excusa, como que me bastó para que yo lo dejase seguir tocándome las nalgas, además, yo disfrutaba tanto agarrando su caliente verga, entre mis manos, que le dije que estaba bien.
Y así seguimos, yo dejándome agarrar las nalgas por mi amigo, al mismo tiempo que lo masturbaba.
Pero como a la semana siguiente cuando nos volvimos a ver en nuestro escondite, cuando ya habíamos comenzado a disfrutar de nuestro juego, de momento que me pidió que le mamase su verga, a lo que de inmediato le dije que no.
Que, además, ni tan siquiera se la había lavado. Fue cuando se metió en la poza, y frente a mí se enjuagó su parada verga.
Aunque yo seguí diciéndole que no, que una cosa era que le hiciera la paja, y me dejase agarrar las nalgas, y otra muy diferente, el que me pusiera a mamar.
Pero mi amigo insistió tanto, que finalmente me convenció, y la verdad es que yo como que no me pude resistir, y comencé a chupar, y chupar, toda su verga.
Eso lo hicimos por un rato, hasta que, de momento, sentí un raro sabor dentro de mi boca, la cosa es que en ese momento terminé tragándome todo el semen de mi amigo.
Bueno eso lo volvimos a repetir en varias ocasiones, así que mientras yo mamaba su verga, él se las arreglaba, para seguir agarrándome el culo, e ir penetrándome con sus dedos, a lo que yo no me oponía.
Hasta que finalmente, cuando un día me dijo. “A ver si hoy, me dejas que te lo meta.” Yo no pude decirle que no.
Al fin y al cabo, le había hecho un sin número de veces la paja, lo había dejado que me agarrase las nalgas, y hasta me había puesto a mamar su verga, al tiempo que me introducía sus dedos dentro de mi culo.
Esa tarde él estaba bien preparado, trajo algo como grasoso, y por un buen rato antes de enterrarme su verga, primero se dedicó a dilatar mi culo, con sus dedos.
Así que cuando se colocó tras de mí, y comencé a sentir la cabeza de su verga, como se iba enterrando dentro de mi culo, el dolor no fue tan grande, pero el placer que luego sentí si lo fue.
Bueno con el tiempo, mi amigo siguió haciendo conmigo lo que le daba la gana, mientras que yo disfrutaba de todo lo que él me hacía, ya fuera moviendo mis nalgas, o chupando su verga.
Hasta que una tarde, justo cuando él me tenía bien clavado, llegó otro chico que estudiaba con nosotros, y me encontró dejando que mi amigo me diera por el culo.
Se lo podrán imaginar, a ese chico al principio se lo tuve que mamar, y luego dejarlo que me penetrase, para que no le fuera con el chisme al resto de nuestros amigos.
Pero, poco a poco, la mayoría de nuestros compañeros de clase, amigos, y chicos del pueblo, fueron descubriendo, que a mí me encantaba, dejar que me dieron por el culo.
Por lo que ya al finalizar ese año, todos en la escuela superior, o sabían por referencias, que a mí me gustaba que me dieran por el culo, o personalmente ya me lo habían metido, o por lo menos, me había puesto a mamar, sus vergas.
Un día, llegó un nuevo estudiante, alto, moreno, con un cuerpo bien atlético, y estando en el baño de varones, vi que también era dueño de una tremenda verga.
De la cual me enamoré, pero no me atrevía ni tan siquiera a insinuarle nada, por miedo a que me rechazase, o me golpease.
Pero como mi amigo, había hecho muy buena amistad con el recién llegado, un día en que me tenía bien ensartado por el culo, me preguntó si me gustaría sentir la verga de aquel chico entre mis nalgas.
En ese preciso momento, él me tenía bien clavado, con toda su verga dentro de mí, y yo estaba tan excitado, que sin pensarlo le dije que sí.
Mi amigo me dijo que él se encargaría de todo, y como a la semana me dijo que, al llegar a la poza, después de quitarme la ropa, me pusiera un viejo vestidito de su hermana, y que esperase acostado, sobre la hierba, haciéndome él dormido, o para los efectos la dormida, por lo menos hasta que ya tuviera toda la verga de ese chico dentro de mi culo.
Desde luego que obedecí a mi amigo, y apenas llegué me desnudé, y me puse únicamente aquel vestidito, sin más nada abajo, luego me acosté, y cuando sentí que ellos habían llegado, me hice el dormido, o mejor dicho la dormida.
Mi amigo levantando la falda del vestido se dirigió al chico y le dijo. “Vez como te dije, se quedó dormido, y le puse este vestidito de puta.”
A los pocos segundos, comencé a sentir como el nuevo chico, separó mis piernas, me agarró las nalgas, y comenzó a enterrarme su tremenda verga.
Aunque yo procuré aguantar lo más que pude, llegó un momento en que fue tanto el dolor, que comencé a pedirle que me lo sacase.
Pero eso lejos de quitarle al nuevo chico las ganas, como que mis gritos, y mi llanto, lo excitó más, y más, al punto que sin consideración alguna terminó de enterrarme toda su verga dentro de mi apretado, y adolorido culito.
Lloré, grité, y hasta supliqué que me lo sacase, pero que va era como si le hubiera dicho todo lo contrario.
Sentí como su tremenda verga, se abrió paso entre mis nalgas, y después de un rato, yo mismo comencé a mover mis caderas, y a pedirle que me diera más y más duro.
Después de esa ocasión, en muchos otros momentos, me volvió a enterrar toda su sabrosa verga, cuando no era que también me ponía a mamar su verga, pero eso sí, yo siempre tenía que vestirme de nena.
Cuando terminamos de estudiar en el instituto, mis padres, que al aparecer escucharon un chisme sobre mí, y sin tan siquiera preguntarme, o consultarlo conmigo, me exigieron que entrase a la academia militar.
Lo que ellos ignoraban, es que fue peor el remedio que la enfermedad.
muy buen relato como siempre