Mi Cogida Furtiva con Juan
El ser insoportable.
El ser insoportable
Esa tarde sentí el arrepentimiento como una idea real en el mundo. La culpa y el asco se habían unido sobre un solo hombre, pero no lo culpo.
Este relato es un intento por olvidar un mal paso. Nunca me había sentido en realidad molesta conmigo por las decisiones que he tomado pero en ocasiones una debe reconocer que no todo cuanto hace es bueno, sobre todo en cosas relativas a su sexualidad.
Conocí a Juan por casualidad a causa de algunos problemas que tenía con mi servicio de cable. Sabía bien, por recomendaciones de una tía, que él se dedicaba a solucionar asuntos de la empresa a escondidas para ganar un extra a su salario.
Es importante decir que, para ser honesta, me he reconocido siempre como una mujer atractiva, más del promedio, y eso me ha valido para sacar algunos provechos en mi vida económica aunque antes de que esto se confunda debo aclarar que nunca he vendido mi cuerpo.
Pues bien. Yo pasaba la mayor parte de mi tiempo en casa. Viví una relación opacada por los constantes celos infundados y sumergida en una presión enorme por intentar día tras día demostrar mi compromiso. Hoy sé que nada de cuanto hice fue suficiente y, aunque no lo justifico, fue el impulso inicial para hacer ciertas cosas.
Juan se había comprometido a venir a visitarme a casa para ayudarme. Fue puntual a su llegada y sin mucho esfuerzo dejó listo el desperfecto. Esa tarde me despedí normal, nada adicional a lo que ocupaba, aunque quedó grabada en mí la mirada que dio al final.
Pasó el tiempo y, a voz de él, casualmente lo veía seguido cerca de casa. Me platicaba, porque llegaba a saludar, que tenía asuntos que atender ahí y yo hacía como que creía. Pasaron los días de esa forma y mientras avanzaba el tiempo conversábamos de forma más confiada intentando, por su parte, acercamientos que yo no traté de evitar.
Como decía, a ese momento de mi vida estaba harta de la situación marital, el hombre con el que vivía ya no despertaba en mí el mínimo interés y mi única salida al mundo durante las tardes en que trabajaba era con mi madre, que ya se veía además también fastidiada de mí, por ello Juan fue justo lo que ocupaba.
Él me contaba que al igual que yo tenía problemas dentro de su matrimonio. No había complacencia y la distancia era evidente. Sin preocuparse de más llegaba todas las tardes a su casa desde el trabajo y de inmediato se ponía a descansar.
A este punto agrego que era un tipo nada atractivo. Mayor que yo por diez años lo veía como un verdadero señor: Moreno, cara ancha, barriga sobresaltada y un aroma poco agradable. Sin duda, nada de lo que acostumbré antes, pero había algo más y en eso se basa mi actitud: Era muy complaciente. Dada la falta de atención para él en su casa, estaba ansioso siempre de encontrar cariño en otros lugares y, al ver la forma en que me buscaba y las promesas que hacía, sumado a mi exceso de tiempo libre, no dude en tomar juego por un tiempo.
Así pasaron varios días y yo disfruté de sus regalos, detalles y palabras. En realidad no era un caballero pero sabía cómo hacer para llenar el vacío en mí. En distintas ocasiones me propuso escaparnos alguna tarde, irnos por ahí a algún motel, encerrarnos y darnos el placer que necesitábamos pero nada de eso corría en mis planes porque mi mente no concebía la idea de tenerlo desnudo junto a mí.
Sucedía entonces que poco a poco empezó a desinteresarse, no iba a verme todos los días como semanas anteriores y sus mensajes o llamadas eran menos frecuentes. Me preocupé. Comencé a dar un poco a su lado. Acepté algunas invitaciones a los lugares que proponía pero ahí comenzaba a llorar en forma descontrolada por alguna situación que inventaba, haciéndole creer que yo quería pero que no era momento. Esto volteó la situación y me dio más tiempo para no estar sola.
Una tarde al fin, cerca del mediodía, estaba al teléfono con un ex novio. Él era el tipo del que nunca hablas pero se mantiene en la mente, sabes que en cualquier momento puedes tenerlo pero, contrario a ello, en ese instante no era posible a causa de un viaje. Qué pena, pensé mientras acariciaba mi entrepierna, porque estaba muy excitada y no soy de las que les complace la masturbación.
En el intento por encontrar una solución, tomé mi celular, cuando de pronto suena el timbre de la puerta. Bajé y era Juan.
Chocaron mis ideas. ¿Qué hacía? Nada se pierde, me decidí.
Apenas abrí la puerta y lo invité a pasar, lo que le sorprendió como pude verlo en su cara porque nunca lo había hecho y al tiempo que cerré la puerta lo abracé por la espalda. Él no podía perder ni un instante, menos aún con la experiencia que tenía conmigo y me besó como no lo había hecho antes, aunque yo sintiera el mismo disgusto inicial.
No supe y nunca lo haré, si él en realidad reacciona así o sólo fue la emoción de tenerme, pero el juego previo fue terrible. Sus manos grandes y duras me tomaban por los brazos y lo tosco de sus movimientos me hizo reaccionar. Ya estaba ahí, así que había que terminarlo. Lo llevé a la habitación, le bajé el pantalón y excusándome con mi excitación me senté sobre él, levantándome apenas el vestido para que me penetrara.
Por fortuna no pasaron ni 15 minutos cuando logré hacer que se viniera. Tiempo que yo aproveché para fantasear con mi ex. Mientras me movía arriba recordé en todas las veces que lo habíamos hecho, incluso durante la misma semana de su boda y como si fuera una venganza me aceleré en cada movimiento provocando el orgasmo del amante en turno.
Su venida fue brutal y agradecí a los cielos por ello. Le pedí que saliera de prisa pues no tardaba en llegar mi pareja y lo encaminé a la puerta. Nunca me volví a acostar con él. Seguimos saliendo un tiempo pero jamás lo repetimos.
Poco después comencé una relación con otro hombre, ya separada y sin el temor de ser acusada y dejó de hablarme por completo.
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