Mi compañera de gimnasio
Coincidí con Liana una chica de mi escuela en el gimnasio al que voy, y lo que me enteré de ella es algo que no olvidare mas.
Esta es una anécdota real que me enteré el último mes, pero voy a contarla a modo de relato para que tenga más sentido.
Empecemos en que nunca me imaginé que un gimnasio pudiera ser tan… entretenido, yo tengo 16 años y en el auge de que ahora todos los pendejos están entrenados yo no quería ser menos que mis compañeros de escuela y es por eso que me anoté en un gimnasio cerca de mi casa.
Lo que no me esperaba es que en ese gimnasio estaba Liana. Una chica de 15 años de mi escuela, lo que era raro ya que yo vivo bastante apartado del resto de mis compañeros y era extraño verla ahí, ella es de esas chicas que parecen demasiado frágiles para estar en un gimnasio lleno de fierros y testosterona. Era chiquita, flaquita, con un cuerpo diminuto que casi parecía quebrarse con cada esfuerzo, literalmente creo que ella mide menos de 1,50cm. Tenía esa cara alegre, de sonrisa fácil, tan dulce que uno no podía evitar mirarla dos veces. Se notaba que no estaba ahí para convertirse en fisicoculturista. Más bien parecía una muñequita en medio de un lugar que no terminaba de encajar con ella.
Yo conozco a su novio, Lucas, lo conocía apenas de vista de la escuela. Un pibe simpático, de esos que saludan siempre aunque no te conozcan bien. Bajito, flaco, con una presencia más bien tímida. No éramos amigos ni mucho menos, pero me caía bien.
Pero acá viene el problema en el gimnasio estaban Castro y Fabricio.
Castro era mi profesor y además el gerente del gimnasio.
Un tipo imponente de 40 años, de casi dos metros de altura, piel negra y músculos como montañas. Soberbio, seguro de sí mismo, con esa risa de quien sabe que impone respeto apenas entra a un lugar. Siempre encontraba la forma de humillar un poco a los que no estábamos a su nivel físico, aunque a mí —por suerte o por simpatía— siempre me trató bien. Incluso, a veces, me contaba cosas que tal vez no debería.
Fabricio, el otro entrenador, no se quedaba atrás.
Moreno, igual de grande y marcado que Castro, también su edad ronda los 40 años, es el tipico tipo de brazos venosos que parecían estar a punto de estallar. Vanidoso hasta el cansancio, siempre hablando de sus conquistas, de su físico, de su supuesta vida llena de mujeres que conquistó. A su manera, era un reflejo de Castro, solo que quizás un poco más descarado.
Un viernes a la tarde, cuando el gimnasio estaba casi vacío, terminé quedándome después de mi rutina, charlando un poco con Castro en la recepción. Teníamos buena relación, así que me invitó a sentarme mientras él cerraba algunas cuentas en la computadora. Fabricio andaba dando vueltas también, acomodando todo antes del cierre.
Fue ahí, entre risas y comentarios tontos, que el tema surgió.
—¿Viste a la pendejita esa, Liana? —dijo Castro
—¿Qué pasa con ella? —pregunté
—Esa nenita no es tan inocente como parece, eh… —intervino Fabricio, cagándose de risa
—. Se hace la tímida pero con 15 años es la más puta de todas.
Me reí incómodo, pensando que exageraban, pero ellos se miraron entre sí y luego a mí, como preguntándose si contarme o no.
—Ya cayó, bro. —dijo, Fabricio orgulloso
—. A la muñequita ya la atendimos entre los dos.
Me quedé mirándolos, sorprendido,
—¿Cómo que entre los dos? —pregunté, haciéndome el desentendido aunque el corazón ya me latía más rápido.
—Lo que escuchaste —rió Fabricio, dándome un codazo
—. Esa chiquita se la aguanta más de lo que parece… Le encanta que la traten como lo que es: una putita para jugar.
—¿Querés ver algo que no le podés contar a nadie? – dijo Castro con una sonrisa
Me reí, nervioso, pero asentí. No sabía bien qué esperar.
Fabricio desbloqueó su celular, buscó entre sus archivos y me lo extendió sin decir nada.
En la pantalla apareció una foto.
Era Liana.
La imagen era explícita.
Una foto sacada por Castro en el espejo. Donde ambos estaban penetrando a Liana. uno en su vagina y el otro desde el orto. Liana estaba sentada sobre las piernas de Castro, completamente desnuda, su pequeño cuerpo diminuto contrastando violentamente con el tamaño monstruoso de los entrenadores. Una de sus manos estaba sobre el pecho enorme de Castro, mientras Fabricio la sujetaba del cabello, inclinándola hacia atrás. Mientras le daba por su culito
Me quedé mirándola, casi sin parpadear, mientras Fabricio pasaba a la siguiente.
Otra foto.
Ahora Liana estaba de rodillas chupando la verga de alguno de los dos, una foto tomada desde arriba apuntando en la joven carita de la chica, donde un enorme pedazo de carne era casi tan grande como su cara.
—Te dije que era una putita escondida —se burló Fabricio, volviendo a apoyarse contra el escritorio—. Nos suplicaba que no la dejáramos ir, que ella se iba a encargar de tenernos a nosotros dos bien satisfechos si nos seguíamos juntando con ella
Castro soltó una carcajada ronca.
—Se hacía la tímida, ¿viste? Pero cuando la empezás a trabajar… no sabés lo rápido que se entrega. Esa carita de buena no sirve para nada. Si ya a esta edad es una putita en unos años la tenemos grabando videos porno para nosotros.
No podía creer lo que estaba viendo.
Las fotos seguían, una donde Eliana se encontraba en primer plano chupándole la verga a Fabricio, mientras se ve a Castro dándole por detrás.
Castro me dijo que varias veces lloraba y gritaba del dolor, era obvio que un cuerpo tan chiquito sufriría ante cosas tan grandes. Pero ellos me lo contaban orgullosos, como si hubieran conquistado un trofeo más.
Sé muy bien que hasta el día de hoy que ellos le siguen dando a la pendejita, y me encuentro en el dilema si decir algo o no a su novio, no soy tan amigo de él pero debería saberlo. Además está el hecho que me choca que son dos tipos de 40 años metiéndose con una nena de 15, pero bueno serán lo que sea pero ellos dos siempre me trataron bien
Al ser una historia real estoy dispuesto a contar mas detalles o información de lo sucedido, un saludo
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!