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Dominación Hombres, Gays, Incestos en Familia

Mi dócil sobrinito bebé IV

Redescubriendo a mi cuñado como parte de la familia.
Dormí muy profundamente esa noche, y cómo no, si tenía a mi lado a Caramelo y a José Carlos, ambos parecían angelitos durmiendo, Caramelo estaba sobre mi pecho y yo lo tenía pegado a mí con mi brazo por su espalda, sujetándolo del culito que todavía chorreba el semen de José Carlos. Me levanté al baño a mear y vaciar mis intestinos y me di una ducha breve para despertar, cuando regreso a la habitación José Carlos se había despertado y estaba montado sobre Caramelo restregándole su pico en la rajita de mi sobrinito, quien boca abajo y completamente desnudo se movía siguiendo el juego y el vaivén del adolescente, una culiada bastó para que ya se hiciera un putito y pidiera más pico, por ahora de su nuevo hermanito mayor.

Me acerqué y José Carlos ni se inmutó, todo lo contrario, fue cosa de que me viera y agarrara de la cintura a Caramelo, levantando el culo y ensartándole el pico de un solo envión para adentro, mientras no quitaba la vista de mis ojos de forma desafiante, sin decir nada empezó a bombear al niño cada vez más fuerte, el que cual estropajo solo se dejaba y emitía unos quejidos débiles de entre dolor y gusto.

Yo no podía soportar tal insolencia de ese mocoso, así que le asenté tal cachetada en su rosada mejilla que llegaron a saltar las babas al darle vuelta la cara, pero el malcriado no soltó a Caramelo, sino que le ensartó el pico con más fuerza, tanto que el niño dio un gritito al sentir la rudeza de la enculada. Fue otra y otra cachetada y otra y otra enculada, tal escena hizo que se me parara el pico con una dureza que ya dolía, así que sin más se la metí en la boca a José Carlos tomando con una mano su lastimada cara hasta hacer que se atragantara, no recuerdo haberla metido tan adentro en la garganta del muchacho, que hizo que se ahogara con unas arcadas que castigué con otra bofetada ¡Traga, puto! Le dije y el masoquista, no se cómo lo hizo, pero se la metió entera quedando la cara y el cuello inmóvil al estar envigado por dentro, solo movía sus ojos que no dejaban de lagrimar. Sin embargo, el muy puto no soltó a Caramelo, que casi desmayado recibió la electrizante y múltiple descarga de José Carlos que a su vez tragaba mis mocos descargados directo al esófago. Mi sobrinito quedó con el culo muy dilatado, dispuesto a seguir recibiendo pico por siempre y mi amado José Carlos a seguir recibiendo mis caricias y golpes que el puto disfrutaba como enajenado.

El resto del día la pasamos como la nueva familia que somos, después del desayuno salimos de shopping y de vuelta se me ocurrió pasar por donde había comprado los juguetes para mis niños, solo entré a mirar, mi objetivo era otro, presumir de ellos ante el dueño de la tienda, quien no pudo disimular su admiración “que hermosos niños tiene, amigo” me dijo, ambos agradecieron el saludo y nos retiramos.

Dejamos a José Carlos cerca de su casa, vivé con una tía y un familión medio hacinados desde que llegó de su país, y si bien no se preocupan mucho de él, aun es menor de edad, así que mejor así por ahora. Con Caramelo nos fuimos de vuelta a nuestra casa, era la tarde del domingo y solemos tomar las onces todos juntos en la casa, mis papás, mi hermana y sus hijos, Caramelo y yo. No hicieron muchas preguntas, salvo las típicas de qué tal el tiempo en la costa y esas cosas. Esta vez estaba también en la cena Atilio, el ex de mi hermana, no lo veo mucho, ya que es transportista y viene solo a veces a ver a sus hijos, aunque últimamente más seguidos, al parecer están en un remake. Nunca he tenido mala onda con Atilio, es más, cuando éramos cuñados nos llevábamos bastante bien.

En un momento, al levantarnos de la mesa se me acerca Atilio y me dice si podemos hablar, pero solos. Me sorprendió mucho y ahora después de esta vorágine desde que descubrí el amor hacia mis niños, anda uno muy alerta y perseguido. Así que con la guata hecha un nudo le dije que por supuesto que vaya a mi habitación en una media hora. Rápidamente ordené, que no quedara nada a la vista y mandé a Caramelo a jugar al patio con sus primos, al poco rato llegó Atilio, venía serio, pero con una actitud amable. Sofía (mi hermana) se fue con mi suegra al supermercado, me dijo, me quedé yo solo con los niños.

Le serví un trago y empezamos a hablar de nada en concreto, hasta que tras un silencio me dice: Mira, tal vez no sea nada serio, yo sé que hay cosas que son parte de la curiosidad de los niños… se notaba que no encontraba cómo plantear las cosas, yo solo lo escuchaba con el ceño fruncido. Se trata de Caramelo, continuó. Me terminó contando, lleno de complicaciones que había encontrado hace un mes a Caramelo y sus hijos “jugando” a tocarse “tal vez sean solo cosas de niños” volvió a justificar. Bueno, pausó, Caramelo se arrodilló y le chupó el pene a Ítalo, el mayor de sus hijos de 9 años. Hablaba entrecortado y siempre excusando la situación. Remató con que solo fue un instante “yo no les dije nada, no quise contaminar con mi visión de adulto, sexualizada, algo que tal vez no es de preocuparse” … ¡Weón, se lo estaba chupando! Pensé para mí, pero moderé mi discurso en la misma línea que él lo había llevado.

Atilio es un hombre interesante, no es gordo, pero sí grueso y en algún momento de mi etapa de hetero curioso, fantaseé con él, sobre todo después de separarse de mi hermana y, a decir verdad, la conversación sobre mi Caramelo me había calentado, ese putito incipiente siempre hace que me caliente cuando él está de por medio. Noté que mi excuñado estaba algo nervioso y no era solo por el tema que había concluido con dejarlo así, que no es necesario que nadie más se entere y veamos como se van dando las cosas. De ahí se pasó a que es necesario abrir la mente y desprenderse de prejuicios. “Ataduras” dije, acercándome a Atilio lo suficiente hasta sentir algo de su calor, él no se alejó. Mientras yo pensaba en mi Caramelo chupándole el pico a su primo y luego a su tío Atilio, me imaginé que lo tenía como su contextura, no muy largo pero grueso y con una cabeza brillante y sin circuncidar.

Hablándole ya casi en el oído, le dije que los niños no tienen ataduras, hacen las cosas que les gustan sin complicarse. Atilio asintió a mi afirmación. Quizás debemos ser un poco como ellos, agregué, acercándome lo suficiente como para rozar su mejilla con mis labios, el se giro lento y nerviosamente hasta que nuestros labios acabaron rozándose, encontrándose en un beso caliente y hasta desesperado entre dos machos alfa. Sentí su boca húmeda y su lengua enredarse con la mía, sus labios gruesos me comían la boca y los míos la suya. Nuestras manos buscaron entre las piernas los picos de cada uno encontrándolos duros y ya mojando la ropa interior. Nos apretamos fuertes nuestras vergas como a mi me gusta, al borde del dolor. Rápidamente nos desabrochamos los pantalones y liberamos la presión que tenían restregando nuestras vergas entre sí, era un juego de dominación, tratando de voltear al contrincante, pero ninguno cedió. Nos tiramos en la cama con desesperación, despojándonos de la ropa sin dejar de luchar con besos mordidos y agarrones en nuestras bolas y vergas, quedamos desnudos y en un movimiento de guerra nos giramos quedando la cara y boca de uno frente a la verga del otro, iniciando un desenfrenado 69, sentía como esa boca de macho se atragantaba con mi pene y al mismo tiempo el palpitar de las venas de su pico en mi boca y garganta. Con mis manos agarré esas nalgas duras y fuertes y muy velludas de un hombre robusto y él las mías, también trabajadas, redondas y más lampiñas, nos apretamos casi doliendo y después de un rato acabamos simultáneamente el uno en la boca del otro, era la primera vez que sentía el semen en mi boca, pero no dudé en tragármelo todo y Atilio hizo lo mismo.

Quedamos exhaustos tirados en la cama mirando el cielo. Él se incorporó, se vistió ordenando su ropa a la ligera, nos miramos con la calentura todavía en nuestros ojos. “No podemos impedirles a nuestros niños que disfruten de esto tan rico” dijo con una mueca pervertida que me encantó. Por supuesto que no, agregué, debemos ser sus mentores y guías, aunque ellos ya empezaron, ahora tenemos que sumarnos nosotros. Él se agacho y me besó con un beso tierno pero caliente. Sabía que tú eras de los míos, agregó. Somos de los mismos, le dije, correspondiéndole el beso y guiñándole un ojo.

Justo en el momento que Atilio se iba, entró como una tromba Caramelo a nuestra habitación, arrancando de su primo que lo perseguía y que entró detrás de él. Atilio frenó a su hijo levantándolo en brazos, Caramelo a su vez se tiró a los míos, en el apuro no di cuenta que yo aún estaba desnudo, exhibiendo aun morcillona mi verga al aire.  Ítalo se sorprendió y avergonzado ocultó su cara en los hombros de su papá, quien se retiro de la habitación sin antes cerrarme un ojo como despedida.

@cairo1310

171 Lecturas/24 junio, 2025/0 Comentarios/por Cairo
Etiquetas: baño, cuñado, hermana, hermanito, hijo, mayor, primos, semen
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