Mi esposa y yo, cambiamos de papeles y algo más…
Una pareja comienza a tener juegos sexuales, hasta que la esposa convence al esposo que se vista de mujer, eventualmente ella lo penetra, y poco a poco a él todo eso le va gustando, hasta que un día vestido de mujer conoce a un hombre mayor que se enamora de él..
Mi esposa y yo, cambiamos de papeles y algo más…
Somos un matrimonio que llevamos varios años de casados, pero no nos consideramos una pareja común y corriente, ya que desde que éramos novios nos dimos cuenta de que tanto ella como yo somos personas de mente abierta.
Ella no se considera dueña de mi cuerpo, ni yo tampoco me considero dueño del suyo, por lo que, si nos place en algún momento llegar a tener relaciones con otra persona, las disfrutamos abiertamente.
Sin que por ello el amor que nos sentimos mutuamente se vea lesionado o disminuido.
En ocasiones tanto ella como yo también le damos rienda suelta a nuestras fantasías, con la completa colaboración tanto mía como de parte de ella.
Algo que a mí me encanta, es que mi esposa se vista como una puta barata, y tras recogerla en la calle, o en algún bar de mala muerte, vamos a algún motel o hotelucho barato, donde no me canso de ponerla hacer, todo lo que se me antoja, aparte de penetrarla en las más variadas posiciones, por su depilado coño, también la pongo a mamar y desde luego que no puede faltar que le dé por el culo, mientras que la trato como a toda una puta, cosa que como me dice ella le encanta.
Mientras que ella durante un buen tiempo sus fantasías se limitaban a cambiarme el nombre, y tratarme como si yo fuera su amante y no su esposo.
Hasta que un día me dijo que tenía una nueva fantasía, que consistía en que yo me vistiera de mujer a la hora de que tuviéramos sexo.
Al principio me costó trabajo aceptar cumplir su fantasía, pero finalmente y desde luego que, con su ayuda, terminé no tan solo vestido de mujer, sino que me depiló todo mi cuerpo, me maquilla, y hasta escoge algunas de las bellas prendas íntimas que me hace usar, aparte de las calurosas pelucas que definitivamente me dan un aire bien femenino, además que ella comenzó a tratarme como si realmente yo fuera una chica.
Lo cierto es que la transformación es tan exitosa que, en ocasiones, no es tan solo cosa de mantener sexo, sino que salimos a cenar, de compras, vamos al cine y en par de ocasiones hemos ido algún pub, para distraernos, como si fuéramos un par de amigas íntimas.
Pero hace par de meses atrás, a mi mujer, un día en que yo sabrosamente la tenía en cuatro patas, clavándomela por el culo.
Se le ocurrió decirme, que a ella le gustaría hacerme lo mismo a mí. Yo me comencé a reír, ya que, en nuestras relaciones, hasta me ha introducido los dedos por mi esfínter, al tiempo que se dedica a darme una tremenda mamada.
Pero para hacer lo que ella deseaba, le faltaba la herramienta principal, por lo que ni le di mucha importancia a su deseo.
Pero como a la semana, un día en que me tocó a mí ser su mujer, me llevé tremenda sorpresa, ya que cuando mi esposa salió del baño, entre sus piernas colgaba un grueso pene de goma negro, casi tan largo y grueso como el mío, pegado a su cuerpo, gracias a unas correas.
Al yo ver eso, no me quedó más remedio que cumplir con la parte de mi trato, por lo que cuando comenzó a actuar como un hombre, yo de inmediato continúe actuando como si fuera una mujer.
Esa primera vez, ella fue mucho más cortes y delicada de lo que he sido yo con ella en esos momentos, cuando deseo clavármela por el culo.
Me trató como si fuera su amante, hasta me orientó sobre cómo mantener una higiene completa de mi ano, por medio de cánulas lavativas, y uno que otro laxante.
Así que en el instante en que comencé a sentir ese grueso vergón de goma, pegado a mis nalgas, yo continúe actuando, de la manera en que yo sabía que a ella le encantaba.
Pero cuando me ordenó que me pusiera en cuatro patas, pensé negarme en hacer eso, pero finalmente ya recostado con mi torso pegado al piso, sentí como esa cosa de goma negra se abría paso entre mis nalgas.
El dolor fue algo en lo que nunca me había puesto a pensar, por lo menos hasta ese momento.
A medida que me fue penetrando, y aunque sé que me tuvo mucha consideración, el dolor iba en aumento, pero al mismo tiempo, comencé a descubrir un raro placer, que mi esposa me provocaba a medida que me penetraba.
Mientras que, en mi esposa, se operó un cambio total en su manera de actuar, por lo menos al momento en que manteníamos sexo de esa manera.
Mi mujer definitivamente disfruta tremendamente, el penetrarme por el culo, mientras que yo por mi parte también disfruto bastante, el vestirme y actuar de mujer para ella, así como dejar que me penetre las veces que ella lo desee.
Al principio, nos habíamos acostumbrado a realizar esos juegos una o dos veces al mes, pero con el tiempo pasamos a mantener ese tipo de relación unas dos y hasta tres veces a la semana.
En las que después de que salimos de compra, o regresamos de ver alguna película, ella me comienza a acariciar y a besar por todo mi cuerpo, a medida que sus manos me acarician profusamente todas mis nalgas.
Para después de un rato de juegos y caricias pasa a penetrarme como a ella le encanta y a mí me gusta.
Pero recientemente un día en que después de que me vestí con un lindo conjunto color rosa, algo atrevido, y me maquilló estupendamente, salimos de compras a un centro comercial, mientras nos detuvimos a tomar un café, y a observar a las demás personas.
Mi esposa se dio cuenta de que un hombre de unos cincuenta años no me quitaba la vista de encima, y comenzó a vacilarme diciéndome que había hecho un levante.
De momento no la tomé en serio, pero el hombre no dejaba de verme, así que siguiéndole el juego a mi mujer le dije, que si me lo proponía lo podía tener rendido a mis pies, en cosa de par de semanas.
Ella tomó en serió lo dicho por mí, y me apostó que a que no me atrevía conquistarlo, y acostarme con él.
En ese momento como que no pensé en las consecuencias, y rápidamente le respondía que sí me atrevía.
Después de que llegamos al acuerdo que, si yo ganaba, ella haría lo que a mí se me antojara, por espacio de un mes, y desde luego que si yo perdía me correspondería hacer lo que a ella se le antojara por espacio de un mes.
De inmediato le pedí que se fuera a caminar sola por el centro comercial, para que me diera oportunidad de tratar de conocer al tipo ese, sin que ella lo distrajera.
Una vez que mi esposa se levantó de la mesa y se alejó, me quedé pensando en que lio me había metido, pero como ya la apuesta estaba hecha, no podía echarme para atrás. Así que después de pagar los cafés, me levanté de la mesa y comencé a caminar en dirección al señor ese que no dejaba de mirarme.
Pensé en pararme frente a él y de frente preguntarle seductoramente si me conocía, pero a medida que me fui acercando a él, me entró un miedo olímpico de hacer el ridículo, que en lugar de detenerme continué caminando, estaba tan y tan nervioso, que justo al pasar a su lado, como aun no tengo un dominio completo de los zapatos de tacón, di un pequeño tras pies, y sin intención alguna, terminé entre sus brazos.
Bueno resultó ser que el caballero, es viudo y según él, soy el vivo retrato de su difunta esposa.
Esa tarde paseamos por todo el centro comercial conociéndonos, intercambiamos números de teléfonos, al mismo tiempo que me preguntaba a mí mismo, hasta donde llevaría esa apuesta, ya que eso de acostarme con el viejo ese no era algo que realmente me llamase la atención.
Por lo que cuando finalmente me volví a encontrar con mi esposa nos marchamos a casa y le dije que había decidido perder la apuesta.
Cuando le explique que no tenía corazón para hacerle eso a ese viejo, ella en un tono triunfante me dijo. “Está bien, la primera tarea que vas hacer, será invitar a tu conquista para que venga a cenar a casa, y aquí le dirás toda la verdad, y después veremos qué pasa.”
Yo no podía creer lo que mi mujer me había propuesto, pero como le di mi palabra, apenas pude invité por teléfono a él para cenar a casa, yo no pensaba vestirme de mujer, sino recibirlo vestido de hombre, disculparme mil y una vez, y dar por terminado eso.
Pero mi esposa haciendo uso del poder que yo le había dado al decidir perder la apuesta, me ordenó que me vistiera lo más bonita que pudiera ponerme, que ella por su parte me ayudaría a pedirle disculpas al señor ese.
Él llegó puntualmente a nuestra casa, le presenté a mi esposa como mi compañera, cosa que a él por lo visto no le extrañó para nada.
Así que después de cenar, contrario a lo que yo pensaba mi esposa se desapareció, dejándome a solas con él, quien sin perder tiempo comenzó a tratar de besarme, mientras que yo discretamente trataba de eludirlo, hasta que, ya no pudiendo más, le dije. “Tengo que confesarte algo bien serio.”
Acto seguido le dije. “No soy una mujer verdadera.” Él se me quedó viendo con los ojos extremadamente abiertos, y continué tratando de explicar lo inexplicable.
Al terminar de hablar esperaba que se pusiera sumamente molesto y se retirase de casa, quizás hasta que tratase de golpearme, pero jamás se me ocurrió que me tomase entre sus brazos y me plantase un tremendo beso en la boca.
Yo estaba más que confundido, y a medida que continuaba besándome, no pude o mejor dicho no quise oponer resistencia alguna, a sus besos y caricias.
En cierto momento me comentó que yo le recordaba tanto a su difunta esposa que el hecho que yo fuera un hombre en nada cambiaba lo que sentía por mí, siempre y cuando me vistiera y comportase como toda una mujer.
Yo no salía de mi confusión, ya que a medida que fue diciéndome todo eso, continuó besándome y acariciando mi cuerpo, y pude sentir el grueso y cálido bulto que se había formado dentro de su pantalón.
Entre los besos y caricias, en el sofá en que ambos nos encontrábamos sentados, medio de la sala, suavemente me fue quitando la falda que yo estaba usando, sin soltarme ni un solo instante se colocó tras de mí, y sentí sus gruesas manos como me fueron bajando los pantis que yo tenía puestas en ese momento, hasta que mis nalgas quedaron totalmente expuestas ante sus ojos.
Luego sentí sus gruesos dedos explorando mi esfínter, mientras que yo a pesar de que sabía que Yadira se encontraba en casa, comencé a desear intensamente que me penetrase, en ese mismo lugar.
A los pocos segundos, comencé a sentir lo duro y caliente de su glande, presionando contra el cerrado orificio de mi cuerpo.
A medida que sujetándome por las caderas, me fue penetrando, sentí un placer inconmensurable, tan es así que al abrir mis ojos vi parada frente a nosotros dos a mi esposa, ligeramente oculta, de pie, con sus piernas bien abiertas, observándonos desde el pasillo que va a la cocina, su falda la mantenía recogida en la a la altura de sus caderas, y sin sus pantaletas puestas, a medida que no nos quitaba la vista de encima, ella se introducía los dedos dentro de su coño, con fuerza, una y otra vez.
Cosa que no me importó en lo más mínimo, ya que en sus ojos pude ver que ella estaba disfrutando de eso, tanto como yo lo estaba haciendo.
Ya una vez que el miembro del estuvo completamente dentro de mí, su verga comenzó a entrar y salir de mi cuerpo una y otra vez, mientras que yo aparte de mover mis caderas, con mucho sentimiento y sabor, apretaba y soltaba mi esfínter una y otra vez.
Aunque ser penetrado por mi esposa era toda una experiencia gratificante para mí, en nada se comparaba con lo que en esos momentos mi amante me estaba haciendo.
Creo que fue la primera vez en mi vida, que intensa y realmente desee ser toda una mujer, me sentía tan y tan seguro y protegido entre los brazos del, que ni ganas si quiera me dieron de masturbarme, simplemente disfrutaba todos y cada uno de los fuertes apretones y empujones que me daba.
Al tiempo que yo gemía y suspiraba profundamente de placer, y le pedía que me diera más y más duro, moviendo mis caderas intensamente.
No sé cuánto tiempo pasamos, teniendo sexo en el sofá de la sala, bajo la satisfecha mirada de mi esposa, quien no dejaba de penetrar sus dedos dentro de su coño, pero cuando él estuvo a punto de venirse y me lo comunicó, yo no sé dé donde se me ocurrió decirle, que me lo pusiera en la boca, y sin misericordia alguna apenas sentí su grueso y caliente miembro entre mis labios me dediqué a mamar y chupar todo su miembro, hasta que una oleada de caliente semen inundó toda mi boca, semen que sin complejo alguno, después de saborearlo intensamente, me he tragado gustosamente.
Por un largo rato permanecimos quieto, yo con su verga dentro de mi boca terminando de chupar y tragándome todo lo que salía de su miembro, mientras que él acariciaba mis nalgas.
Al terminar, apenas pude de manera bien discreta sin dejar que me viera mi pene, me volví a vestir, mi amante se arregló la ropa, y a los pocos segundos apareció mi esposa, como si no se hubiera dado cuenta de nada de lo ocurrido.
Él se marchó, no sin antes quedando de acuerdo conmigo en que lo iría a visitar a su casa, una vez quedamos a solas me dijo. Mi amor, te has graduado.” y de inmediato me pidió que le contase todo lo sucedido, con lujo de detalles.
Al principio me dio una gran vergüenza, pero a diferencia de con, a medida que le fui contando toda la experiencia por la que recién y había pasado, en lugar de penetrarme ella a mí, yo la penetré a ella divinamente por su depilado coño, luego tras un largo rato de salvaje sexo ambos disfrutamos, de un tremendo clímax.
Mi amante continúa visitando y teniendo sexo conmigo, ocasionalmente salimos a pasear como si fuéramos una parejita de novios, cuando no es que nos vamos directamente a su apartamento, donde yo actuó como si fuera su mujer, en todos los aspectos.
Esto sin que, por ello, mi esposa se incomode para nada conmigo o con él, por su parte, trajo a casa y me presentó a un chico gay que al igual que a mi le encanta vestirse de mujer, y que mi mujer se lo clave por el culo salvajemente.
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