Mi fantasía me lleno de realidad 1ª Parte (esclavoMadrid)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por esclavoMadrid.
Lllevaba puestos unos zapatos de charol negros, con un fino tacón de unos 12 ctm. De largo y una braguita negra, Se levanto despacio, sus caderas, sus pechos y su esbelta figura fueron recorridas por mis ojos, de fondo casi imperceptible, sonaban sus pasos, sin dejar de mirarme se acerco a mí
Tenía el pelo moreno, largo, liso y un flequillo recto, sus ojos y las cejas daban armonía a su rostro perfecto. La voz de Raquel sonó de repente a mi lado como despertándome de un sueño y me susurró, “…Esta es Bea”.
Bea a su vez, me rozó dulcemente la cara con su mano, aproximando lentamente su boca a la mía y sin dejar de mirarnos, note sus labios unirse a los míos, cerré los ojos y absorbí mentalmente ese momento, enormemente sorprendido, pude llegar a decir al abrirlos, “encantado”.
Me percate entonces de que llevaba puesto un collar muy fino de charol negro, con una pequeña argolla que colgaba justo en medio. Las dos sonrieron, y me quede mirando a Raquel con cara de bobo. Su mano tiro de la mía y Bea hizo lo mismo con la otra, me deje guiar por la casa de nuevo, me la enseñaron casi en su totalidad, salvo donde iban a parar unas escaleras que había en la primera planta. La casa estaba exquisitamente decorada, con mucho lujo, clásica, pero sin estar en exceso recargada, detalles como los cuadros y las alfombras posiblemente Persas, así como los muebles, indicaban que estaba en un casa singular, quizás las velas la hacían más acogedora y misteriosa.
Me llevaron hasta el comedor, donde una gran mesa de madera noble, probablemente hecha de palo de rosa y finamente tallada, estaba adornada por un candelabro que dejaba caer su tenue luz por la estancia, iluminando la porcelana, cubiertos y copas de pie largo de cristal, para dos personas, completaban el ajuar de la mesa.
Me sentaron en la silla de madera con alto respaldo, Raquel se acerco a mi oído y me dijo, “…confía en mi”, yo estaba quieto, de repente vi un pañuelo que tapo mis ojos, y note como se anudaba en mi nuca, no dije nada. Mis pulso se acelero, casi podía oír mi corazón, respire profundamente para relajarme y mi sentido del oído se agudizo, pues oí perfectamente como las dos de alejaban dejándome sólo.
Por un breve instante pensé en quitarme el pañuelo perfumado con el mismo olor de Raquel y salir de allí, pero mi curiosidad y excitación me tenían paralizado, los pasos resonaron acercándose de nuevo, oí la silla que estaba en frente y como se sentaban en ella, sonó una campanilla. La que me sirvió la cena sabia que era Bea, su aroma lo tenía clavado en mi interior, a pesar de que el perfume del pañuelo me embriagaba. La voz de Raquel sonó al otro lado de la mesa.
“Deberás cenar con los ojos tapados y no derrames nada, saborea y siente, si tiras algo serás firmemente castigado”.
Sus palabras retumbaron en mi mente, “!castigado!”, nunca había hablado con ella de mis deseos ocultos, como podía saberlo, de golpe mi mente se lleno de dudas, preguntas, miedos y me bloqueo aún más, pero no dije nada, sólo asentí con la cabeza.
Bea nos sirvió la cena, un vino tinto con cuerpo y aroma, y una comida cargada de especias, me fueron relajando, poco a poco, la cena transcurrió tranquila, hasta que volvió a sonar la voz de Raquel.
Llega el postre mi querido “esclavo”, como sonó esa palabra en su boca y como penetro en mi mente, es algo que todavía me transporta a ese preciso instante, pero de nuevo, ni siquiera me moví.
Escuche un ruido metálico proviniendo del lado de Raquel, un sonido más fuerte, que supe era una cadena, golpeo el suelo, la silla se movió, sus pasos y la cadena rozando el suelo se acercaron a mi despacio, no puede controlar del todo mi respiración y el sudor, que se incremento gracias a la cena, empezó a aflorar en mi frente, note algo frío en mi cuello, y sus manos abrochándolo, algo se engancho y el “click” de un candado cerrándose unió el collar a la cadena, la cual callo en mi entrepierna, su voz dulce y cálida me susurro, “tranquilo, sólo pasará lo que realmente deseas que pase”. Se alejo de nuevo a su silla y sentí a Bea pasar junto a mi, la cadena se tenso, lo que me indico que debía levantarme, me paro con sus manos ya estando de pie, y empezó lentamente a desnudarme, la ropa caí a mis pies, y yo, ya no era capaz de controlarme, mis piernas flaqueaban, mi pulso acelerado al igual que mi respiración, me delataron, ella lo noto y sus manos recorrieron mi piel ya desnuda, acariciándola en una muestra de cariño, que me hizo calmarme, cuando tiro de mi calzoncillo hice un leve amago de pudor, imaginaba a las dos mirándome y a través de mi pañuelo me ruborice.
Estaba completamente desnudo y el frío metal recorrió mi pecho despacio, dejando caer la cadena con cautela hasta llegar a mis genitales, la erección fue casi inmediata, por dentro quería salir corriendo, pero mis pies parecían de plomo y mi cuerpo no reaccionaba al unísono con mi mente.
Sonó de nuevo aquella voz penetrante, distinta a la que habitualmente conocía de Raquel y dijo “No esclava, átale las manos a la espalda”.
Bea se alejo, volvió y mis brazos y muñecas fueron firmemente atados, muy despacio, las cuerdas poco a poco fueron tensadas y ejerciendo la presión justa sobre mi piel, inmóvil allí en medio delante de ellas, me sentía completamente indefenso y a su vez me cuestionaba como podía dejar que aquello me estuviese pasando, pero mi deseo, mi ardor muchos años contenido me impulsaban a seguir.
Tiro de la cadena y me llevo hasta el borde de la mesa, se subió encima y supe que se había tumbado, el bloqueo de mi mente no me dejo escuchar, y me sobresalte al notar las manos de Raquel en mis partes, ato mi miembro erecto y mis testículos, y los unió a la cadena de cuello. La presión que empecé a sentir me hizo doblarme, pero su mano agarro mi pelo y me puso recto de nuevo. Acerco su boca a mi oído, sentí su aliento caliente escapando con las palabras, mi piel y mi cuerpo se erizaron por completo…
”Muy bien, sigue así esclavo, pues ahora eres mi esclavo y me llamarás Señora, vas a tener que comerte todo el postre, o probarás por primera vez mi látigo, ¿Lo has entendido?”. “Si Señora”.
El chasquido del látigo rompió el silencio golpeando el aire. “Si mi Señora debes decir, ¿Cómo se dice esclavo?”.
“Si mi Señora”.
Note una mano agarrando la cadena, y su fuerza hizo que siguiera la dirección marcada, pues mis testículos se tensaron, note el cuerpo de Bea ya cerca de mi cara y el olor inconfundible del chocolate, la oía respirar. Cuando me disponía a comer, Raquel me dijo, “…no, no querido, con la lengua sólo y muy despacio, ¿lo has entendido?”.
Empecé a lamer el chocolate que se extendía por el cuerpo de Bea, note el sabor dulce y el salado de lo que supe era su sudor, sabía que estaba en su tripa, pues note su respiración profunda al contacto con mi lengua, busque rápidamente sus pechos a ver que me encontraba, y en ese momento empezó a quemarme la lengua, ¡uf, era chocolate caliente! y ella ni siquiera gemía, por eso estaba sudando, pensé. Jadee como un perro intentando que mi lengua no se quemara, y la risas llenaron la habitación, pero mi ansia hizo que volviera a buscar sus pechos que reclamaban mi boca. Buscando sus pezones, el sabor cambio, y la nata fría alivio mi lengua, sus pezones duros fueron limpiados meticulosamente y sin darme cuenta chupe golosamente uno de ellos, notaba perfectamente su excitación
Perdí el control de todo mi cuerpo y mi mente se libero, empecé a lamer y succionar con celo. La mano de mi Ama se introdujo por detrás de mis piernas y me agarro los huevos, ya de por si doloridos, hizo que me doblara apoyando mi cara en el cuerpo de Bea, haciendo salir un quejido de dolor de mi boca.
“Que parte no has entendido esclavo, te acabas de quedar sin postre”.
Ni mis súplicas, ni mis lamentos, enmendaron mi error, pero mi cara que estaba manchada, fue limpiada esta vez por la lengua de mi Señora, dejando su saliva y su olor impregnados en mi cara, la erección que tenia en esos momentos, las ganas de follar que se estaban apoderando de mi eran enormes, pero allí estaban ellas, despacio, con calma, sin ninguna intención aparente de deseo incontrolable, lo que me exasperaba aún más, mi excitación iba en aumento y trate de liberarme de mis ataduras inútilmente. Raquel me abrazo por detrás, me rodeo con sus brazos y busco mis pezones, pinzándolos con sus dedos, jugando poco a poco, la presión en aumento me hizo estarme quieto, apretó tanto que me tuve que morderme el labio.
Bea ven, dijo Raquel, muérdeselos.
Mientras notaba el contacto de los labios de su esclava, Ella mordía mi oreja, me decía:
Ahora vas a saber, lo que llevas toda la noche preguntándote… a dónde van a parar esas escaleras oscuras, ¿Estas dispuesto?
Si, mi Señora. El placer que sacudía en esos momentos mi cuerpo y mente, me hacían querer seguir sin preguntar, que me deparaba aquella mágica noche.
Bea seguía mordisqueado mis pezones, de vez en cuando lamía y jugaba con ellos, Raquel había soltado mi oreja, me cogio la cadena y la ordeno desatar mi miembro y mis brazos dormidos, fui notando como recobraban vida, y el hormigueo se hizo mayor, casi insoportable, aquella esclava sabía atar muy bien, no cambia duda.
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