Mi fantasía me lleno de realidad 2ª Parte (esclavoMadrid)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por esclavoMadrid.
Note el cuerpo desnudo, sudoroso, y caliente de Bea abrazándose y fundiéndose con el mío, sus pechos se aplastaron contra mi espalda, su sudor hacía que resbalara y se apretara más aún, nuestras piernas caminaban en armonía, mientras nuestra Ama guiaba los pasos de sus esclavos, di entonces las gracias espontáneamente a Raquel, supe que sonrió, ocultando su sorpresa.
Tranquilo esclavo te queda mucho que saber, paciencia ya tendrás tiempo de ser agradecido.
Las dos me trasportaban, pues me sentía llevado en volandas, bajamos las escaleras, mi corazón latía con fuerza, pero la tensión de la cadena y el cuerpo de Bea calentaban mi espíritu.
Después de los escalones, note bajo mis pies, el suave tacto de una alfombra, Bea se detuvo tirando de mi, nos quedamos quietos, se separo, y note sus manos desatando el nudo del pañuelo, la cadena se aflojo y callo.
Me costo un instante recobrar la vista, me dolían un poco los ojos después de tanto tiempo, abrí y cerré, mientras Raquel me miraba.
Estaba desnuda, y llevaba puesta unas botas de piel negras que recorrían sus hermosas piernas, dejó que mi curiosidad e intriga exploraran la habitación, carente de muebles, con paredes de ladrillo visto, en algunas de ellas colgaban cadenas o había grandes argollas de hierro, en una esquina, lo más parecido a un potro de madera de la edad media, y en la otra una cruz de San Andrés, había un gran mueble de madera maciza repujado con cajones, en su parte superior se hallaban un motón de objetos, del techo colgaba una cadena gruesa, y la luz era trasmitida por candelabros probablemente de plata que se hallaban en varios rincones de la estancia, la gran alfombra que pisaba cubría por completo el suelo de la habitación.
Acércate al medio, justo debajo de la cadena me indico, Bea cogío unas esposas de cuero negro del mueble y me ato las muñecas a la cadena, mi cuerpo se fue tensando con el ruido de un motor que no había visto, cuando casi estuve de puntillas paró. Bea se arrodillo a mi lado, y me sujeto las piernas, después de haberme colocado unas pinzas de metal unidas por una cadena en mis pezones, que una vez colgando estiro de ellos. Deje de ver a Raquel pues se hallaba a mi espalda.
Ahora me darás las gracias esclavo, y contarás uno por uno.
La fuerza de Bea se incremento juntando mis piernas, su boca engullo por completo mi miembro, y note como su lengua recorría con devoción mi sexo, cuando estaba en esos momentos perdido en los ojos de Bea, que me miraba con deseo, el látigo de mi Ama me recordó al instante donde estaba y quién era mi Señora, uno tras otro, conté los latigazos certeros que flagelaban mi espalda y mi culo, mientras su esclava, me deleitaba con una felación que me hacía soportar el dolor y lo trasformaba en puro éxtasis de placer, incremento su ritmo, la fuerza de la succión, y su saliva caía por las comisuras de sus labios, y como si de una danza se tratara, los movimientos rítmicos de mi cuerpo acompasados por la música que dirigía mi Ama, hacían que con cada caricia de su látigo, mi miembro se introdujera con más fuerza en la boca de su anfitriona.
Debido a los azotes de mi Ama, no era capaz de concentrarme en lo único que deseaba intensamente, llegar a mi orgasmo, que por fin aliviado, se acercaba, justo entonces Bea saco mi polla de su boca, dejo de chupar y el látigo paro de silbar. La mire con fuego en los ojos, sin entender como podía parar, cuando intente moverme para llegar a sus labios, el dolor fue más intenso y recorrió mi espalda en su totalidad.
Que haces esclavo, te correrás cuando yo te de permiso, ni antes, ni después, autocontrol mi querido esclavo.
Cómo pretendía en esos momentos, después de todo el tiempo que llevaba y de cómo me había deleitado con aquella excitante sensación a manos de su esclava, que no anhelara tener un orgasmo. Suplique y pedí me que dejara, pero mis palabras fueron acalladas después de siete latigazos.
Bea se levanto, volvió a sonar el ruido del motor y me desato.
¡De rodillas esclavo!, besa mis botas con devoción, y tu también, le dijo a su esclava.
Mientras besaba la pierna que me tocaba, miraba de soslayo a mi compañera de juegos, alce la vista y contemple el monte perdido, estaba abierto, caliente, y su olor llego enseguida a mi agudizada nariz, mire a mi Ama, me sonrió con ojos impasibles, y me dijo, de rodillas, a cuatro patas camina hasta el potro.
Deje atrás a Bea y Raquel que de nuevo había agarrado mi correa, me coloco en el potro una vez me quito mi collar, fue una sensación rara, como si me desposeyeran de algo que era mío. Cuando me vi inmóvil, me quito despacio las pinzas que torturaban mis pezones, el dolor que se siente después de tiempo con ellas es grande, pero gratificante, si no fuera por que después jugo con ellos un rato, y ese dolor si que es sobrecogedor .
Bea se acercaba a cuatro patas, y de su boca colgaba un arnés negro, que coloco perfectamente acoplado a las caderas de mi Señora, mientras yo contemplaba la escena atónito, al ver que ella también iba provisto de otro, y de que sabía en todo momento lo que tenía que hacer, sin que Ella la dijera nada en absoluto, me pregunte a mi mismo, ¿Cuantos habrían caído en sus garras antes que yo?
Me agarro el pelo con dulzura, y su consolador se introdujo muy despacio en mi boca abierta, pero profundamente llego hasta su interior sin detenerse. Raquel, ya me sujetaba las caderas y me decía.
Ahora eres mío, dame las gracias y pídeme que folle tu culito.
La orden no se hizo esperar, y me vi penetrado en un instante por aquellas dos mujeres, que estaban demoliendo todos mis pudores y prejuicios con una facilidad que se me hacía irreal.
Me follaron, sintiendo un placer que nunca antes había experimentado, deseaba mi clímax tanto, que suplique y suplique, dando gracias, lo que hizo que mi Ama se esmerase todavía más en su cometido.
Pasado un rato, cuando ya no podía más, me soltaron, me tumbaron en la alfombra boca arriba. Raquel cogío mi polla, se sentó encima de ella, introduciéndosela dentro despacio, con calma, estaba empapada, sus deseos húmedos hicieron que mi miembro duro, penetrara su Reino con facilidad, Bea había cogido dos velas encendidas, y dándole una a nuestra Ama se sentó en mi boca, mi cuerpo fue dibujado con cientos de pinceladas calientes, que hacían que contra mi voluntad, mi cuerpo reaccionara, dando placer con mis movimientos a ambas. Mientras mi Ama se corría cabalgando sobre mi, yo deleitaba a Bea, lamiendo todos sus jugos y chupando su esencia, hasta correrse ella también en mi boca, yo no sabía por que no conseguía llegar al orgasmo. Intercambiaron las posiciones, y limpie con celo la vagina de mi Señora, sus jugos empaparon mi boca sedienta de su agua, mientras ahora si, Bea hizo que explotara, convulsionando mi cuerpo con cada gota que salía de mi miembro
Su boca succiono despacio sin dejar que ninguna escapara, y mi Ama a su vez se sentó con más fuerza sin dejarme respirar, sujetando mis brazos, cuando recobre el aliento, me perdí en un inmenso placer que me dejo exhausto. Raquel se echo atrás sin soltarme y Bea subió como una leona por mi cuerpo, con una sonrisa en sus labios, sus ojos me advirtieron de lo que iba a hacer, cuando ya se sellaron nuestros labios, fue tarde, note su lengua y mi semen introducirse en mi boca, me beso larga y profundamente y al final cerré mis ojos, deseando que todo aquello no se borrara de mi mente y volviera a pasar de nuevo.
Acabe acurrucado en las piernas de Raquel, después de besarme y darla las gracias por la velada tan maravillosa que me había ofrecido, supe en ese preciso instante que era suyo para siempre, en cuerpo y alma. Mientras Bea, se tumbo a mi lado, besando a mi Diosa del amor y dando gracias también.
Permanecimos un rato los tres encima de la alfombra con nuestras almas expuestas y la sonrisa en los labios, sin mediar palabra, sintiendo y grabando en nuestro fuero interno aquellos momentos.
Me quede a dormir en su casa agradecido y soñando, que aquella noche no fue un sueño, si no la realidad de una velada que nunca olvidaría.
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