Mi hijita, ingenua pero muy social 3
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Tercera parte.
Susanita, nuestra hijita, ya tenía 5 añitos y no tardó en desarrollar sus habilidades sociales que había heredado de mí. Todas las tardes mi hija se las pasaba en el bar con su abuelito en su despacho mientras yo hacía mis labores de camarera, a mi suegro le encantaba pasar tiempo con ella cuidándola.
No era extraño para mi encontrarme a mi hija besándose con su abuelito o sentada sobre su regazo. Pero había cosas que no se podían permitir de ninguna manera.
-¡¿Susana que te he dicho?! -Exclamé al ver lo que sucedía ese día en el despacho.
Mi hija asustada soltó rápidamente la tableta de chocolate que con toda certeza le había proporcionado a escondidas su abuelo. Debía estar siempre muy atenta para que mi suegro no la consintiera en exceso.
-Perdón mami…. El abuelito dijo que podía comerla si hacíamos caballito…
Mi suegro apenas me prestó atención, sostenía por la cintura a mi hijita sobre él moviéndola rápidamente haciendo galopar a mi pequeña.
-¡Oh, ya….yaaa…! -Gimió mi suegro parando en seco y aliviado.
Levanté a mi niña del regazo de su abuelo y traté de limpiar las manchas que habían quedado en su faldita antes de volverle a poner sus braguitas.
De vez en cuando también pasaba el rato en el bar haciendo travesuras o simplemente molestando a los clientes. Por suerte ellos se lo tomaban bien y agradecían la compañía de mi pequeña.
-Disculpad, si os molesta la nena la llevo con su abuelo, es que no para quieta. -Les dije a los 3 hombres mientras les servía la cuarta ronda de bebidas.
El hombre que en esos momentos agarraba a mi hija del trasero, claramente confundido por el alcohol, dijo alegremente:
-¡Déjala mujer, si tu nena nos está animando la tarde!
Otro de ellos le subió la faldita y dándole un suave cachete en sus pequeñas nalgas la animó a beber de su copa. Una hora después me la encontré dormidita sola en la mesa y oliendo mucho a alcohol.
-Esta nena no tiene remedio…. -Me dije a mi misma mientras se la llevaba de nuevo a mi suegro al despacho.
Esa noche tocaba hacer inventario y me extrañó bastante que mi suegro no me llamase al final de mi turno para que le echase una mano. Nada más entrar al despacho mi suegro me hizo una señal para que no hiciese ruido, mi pequeña estaba totalmente dormidita.
-Perdona Lolita, sabes que con el inventario me estreso mucho. -Dijo mi suegro sentado en el sofá del despacho moviendo la cabecita de mi hija arriba y abajo.
-Es culpa mía, he tardado un poco más de la cuenta cerrando, deja ya sigo yo.
Con un pañuelo limpié las babitas que había soltado mi princesa y la dejé a un lado del sofá dormidita mientras yo continuaba.
Cuidar de nuestra princesa nos quitaba mucho tiempo a mi marido y a mí, por suerte podíamos contar con el padrino de la pequeña los fines de semana para que cuidase de ella. Cada sábado por la mañana yo me encargaba de llevarla a casa de Don Carlos quien desde un momento se ofreció encantado de cuidarla un día cada semana.
-Aquí la tiene Don Carlos, como siempre la recogeré mañana por la tarde. Muchas gracias por hacernos el favor. -Le decía ofreciéndole la manita de mi nena.
-El favor me lo haces tu Lolita, esta zorrita me hace mucha compañía -Decía pasándole a mi hija el pulgar por su dulce boquita. -Niña, ya sabes lo que tienes que hacer antes de entrar.
Mi hija sabía bien lo que tenía que hacer para poder pasar a la casa de Don Carlos, como hacia conmigo de pequeña el hombre siempre exigía comprobar si llevaba braguitas.
-Hoy no quiero mami… -Dijo por primera vez mi pequeña tirando de su faldita para no mostrarlo.
Don Carlos muy sorprendido agarró la faldita de mi hija y se la subió bruscamente revelando lo que quería ocultar.
-¡No lleva bragas, esta zorra no lleva bragas! -Exclamó furioso Don Carlos mientras inclinaba a mi hija para tener a mano sus pequeñas nalgas. El primer azote fue seco y bastó para hacer sollozar a mi pequeña.
-¡No sé cómo ha podido pasar esto Don Carlos, se me ha debido olvidar ponérselas esta mañana! -Dije muy avergonzada ante tal descuido.
Tras varias nalgadas más que dejaron el culito de mi hija completamente colorado, Don Carlos hizo entrar a mi pequeña y ya más calmado me dijo:
-A las zorritas como vosotras hay que enseñaros desde pequeñas a tener un mínimo de decencia o a la mínima acabáis de putas en la calle.
-Lo se Don Carlos disculpe, le prometo que no volverá a ocurrir, gracias por preocuparse tanto por nosotras.
El hombre maduro asintió y mientras se bajaba la bragueta cerró la puerta de su casa para ocuparse de mi princesa.
(Comentad si queréis que continúe, besos.)
Tal vez al cuidado del padre, se distrajo con sus amigos viendo el fútbol y a uno que se ofreció cuidarla se le olvidó ponérselas
asi deben ser tratadas las niñas desobediente, bien hecho Don Carlos por golpear sus nalgas y dejarlas roja
Uff esa «ingenuidad» con la que cuentas las cosas, debes seguir contando más aventuras también en la calle o en algún centro comercial con ella
Continúa la historia amigo, me encanta cómo está narrada, ya ansió la siguiente parte