Mi mujer manda en casa 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Conoce mis pelotas mejor que yo, sabe si están llenas o si me acabo de masturbar, es imposible engañarla. Con lo cual me ha prohibido masturbarme sin su autorización.
Si se va de viaje ella o yo y estamos separados algunos días me obliga a llenar unos tarritos con la leche de cada día, y como no llegue a la rayita que ella me marca me puedo ganar una paliza, con lo cual a veces termino con dolor de pelotas y agotado de toda la que me tengo que sacar. También me ordena estar siempre con todo mi cuerpo depilado y con buena forma física y fuerte de manera que debo ir al gimnasio para que cumpla como un buen macho.
Le encanta controlarme mis orgasmos hasta el punto máximo. Una vez me tuvo 9 dias sin eyacular, tenía mis pelotas hinchadas y a punto de estallar. A ella además le encantaba ponerme a prueba, durante los 2 primeros días me follaba y me costaba un montón aguantarme pero con grandes esfuerzos y con su fusta y sus amenazas de “cómo te corras cabrón te hincho a ostias” conseguía contenerme.
Después ella estaba todo el día con tacones paseándose delante de mí, cuando veía la tele me hacía masajearle los pies o cuando estaba viendo algo yo y me cambiaba el programa y me quejaba, me ganaba un par de bofetones y me tenía durante un rato a cuatro patas sirviendo de mesa para que ella apoyara los pies en mi espalda. Todas estas situaciones y muchas que ella provocaba causaban en mí una profunda excitación que hacían que mis pelotas y mi polla estuviesen a punto de reventar.
Ella cada cierto tiempo tocaba mis pelotas para comprobar que la lechita estaba en su sitio. Al noveno día para celebrar mi esfuerzo y mi disciplina me invitó a cenar a un restaurante elegante. Ella iba vestida con un traje rojo precioso y unos tacones super sexis. Yo iba que no podía más. Cuando nos sentamos en el restaurante el uno frente al otro, ella empezó a acariciarme mis pelotas con sus pies, y ella veía mi cara de placer contenido y sufrimiento.
Cuando veía que estaba muy excitado, se ponía su sandalia y me clavaba el tacón en las pelotas controlando la situación. Finalmente, tras torturarme un rato con ese juego, me dijo que fuera al baño que me esperaba allí. Cuando entré me esperaba con las bragas bajadas y de espaldas para que me la follara por detrás. “Hazme gozar cabrón” me dijo, yo que no necesitaba preliminares, le metí mi rabo caliente, incluso ella dijo, guau como estas, lo tienes tan grande y caliente que parece que va a reventar.
Y así fue, a los 2 minutos no pude más y me empezé a correr de una manera descomunal, estuve casi un minuto soltando leche, ella me decía “así me gusta que le des toda la lechita a tu ama”. Después de semejante corrida acumulada de 9 días quedé extasiado, pero ella me dijo, bueno yo también quiero orgasmos. Yo le dije “mi ama no pude aguantarme y no se si tardará mucho en levantarse de nuevo”. Ella dijo, “tu vas a cumplir por cojones, creo que después de esto habrá que ponértela dura a ostias sino no se te levanta”. Se sentó en el lavamanos y me dijo que la descalzara y agarrara una sandalia con cada mano y que no se me ocurriera soltarla o me mandaba al hospital de un palizón. Cogió mi cinturón y me lo amarró al cuello usándolo a modo de collar con correa y empezó una somanta de bofetones con sus pies, me golpeaba una y otra vez y me traía cada vez hacía ella tirando del cinturón.
Las bofetones se oían perfectamente en aquel restaurante elegante puesto que era uno de esos sitios pequeños y acogedores. Al poco tocó a la puerta uno de los camareros y preguntó si ocurría algo, mi mujer abrió la puerta y le dijo, “le estoy dando a mi marido unas cuantas ostias para que se porte como un hombre, hay algún problema o quiere que se las de en mitad del restaurante?”, el camarero se quedó estupefacto y dijo, “si…claro… ejem ,entiendo… continúe usted señora”.
Después de eso se me puso dura de nuevo y me follé a mi mujer de tal manera que tuvo 4 orgasmos. Ella me decía “así me gusta que me metas ese rabo y te portes como un hombre”. Como postre y siguiendo su costumbre se sentó en mi cara y se la tocó. Después me hizo lamer todo y dejarle su coño reluciente. Cuando salí del baño con mi cara hinchada la gente no paraba de mirarnos, y los camareros me miraban como diciendo pobre pringado al pagar la cuenta mientras ella iba delante con sus preciosos tacones.
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