Mi mujer me está comiendo el culo, cosa que me gusta, me encanta, y me cae bien.
Un hombre pierde una apuesta con su esposa y ella le exige a cambio que él se deje penetrar el culo por ella, cosa que poco a poco a él le va gustando, y aceptando. .
Mi mujer me está comiendo el culo, cosa que me gusta, me encanta, y me cae bien.
Mi esposa y yo somos una pareja algo fuera de lo común, y desde hace un buen tiempo, ocasionalmente tomamos, lo que nosotros llamamos un pequeño descanso, o sea si yo tengo una relación fuera, ella no se molesta, y viceversa.
Pero lo que me ha hecho mi esposa, no tiene nada que ver, con que nos acostemos con otras personas.
Dentro de nuestra relación hay una cosa que a mí me encantaba hacerle a ella y era darle por el culo.
Ya que tiene unas hermosas y bien paradas nalgas que, para serles franco, fue lo primero que me llamó la atención cuando la conocí.
Claro que también practicamos sexo oral, y cuanta rara posición se nos ocurre, pero el año pasado estábamos en nuestra cama, después de haberle comido sabrosamente su culo, hablando ella y yo.
Por razones que no voy a enumerar, en medio de nuestro intercambio de ideas, como prefieran llamarle, en ese instante al momento de levantarse para ir al baño mostrándome descaradamente su bello, y abierto culo.
Me propuso una apuesta, que si yo ganaba podía hacer con ella lo que me diera la gana, aunque realmente lo único que nos faltaba hacer era mantener un trío, pero con otra mujer, además de ella.
Pero en el caso de que yo perdiera, me tocaría a mí complacerla en todo lo que a ella se le ocurriera, así fuera lo que fuera y por espacio de un par de meses.
La realidad es que perdí, y como a la semana estando en la cama, mi mujer me recordó la apuesta, y yo le dije que sí, que ella había ganado, y tenía todo el derecho de exigirme lo que se le antojase.
Fue cuando la escuché, decirme que le diera el culo, yo la verdad es que me quedé bruto y sin idea, no entendí a que ella se refería, en principio.
Después de que me lo repitió, y tomándolo a broma le dije, si como no, cuando tú quieras darme por el culo, lo puedes hacer.
En ese instante la vi que sacó un juguete de los suyos, un consolador de doble cabeza, e introduciéndose frente a mí por todo su coño, se enterró parte de esa oscura cosa de goma, para después con unas finas correas ajustárselo a su cuerpo.
Al terminar de hacer eso, mi mujer se paró frente a mí, con ese buen pedazo de verga de goma colgándole de su coño.
Yo me sorprendí al ver eso, al tiempo que ella con una sádica sonrisa en su rostro me dijo. “Bueno ahora te toca a ti, ponerte en cuatro patas, querido.”
Yo al principio comencé a negarme, pero de momento ella tan solo me dijo. “Si no quieres cumplir con tu palabra, es tu problema, pero te juro que más nunca me vas a volver a tocar mi culo, ni mi boca, ni mi coño con tu verga.”
Conociéndola como la conozco, supe de inmediato que ella no estaba jugando, que lo que me estaba diciendo era bien capaz de cumplirlo.
Resignado le dije. “Está bien, tú ganas, haz lo que quieras con mi culo.” En ese momento su rostro, cambió por completo.
Yo aun pidiéndole que no me fuera hacer daño, me fui colocando en cuatro patas, mientras que mi esposa suave y lentamente comenzó a pasar sus dedos por sobre mi esfínter, embadurnándolo con algo de vaselina.
Así que a medida que ella fue haciendo eso, al mismo tiempo de manera lenta y suave, me fue enterrando alguno de sus dedos dentro de mi culo.
Yo me encontraba completamente recostado boca abajo, con mis piernas bien abiertas, mientras que ella continuaba haciéndome eso, y diciéndome que en un futuro cercano sería bueno que me depilase todo el cuerpo, en especial mis nalgas.
Cosa que, hasta esos momentos, jamás había pensado en hacer, ya me estaba acostumbrando a sentir algunos de sus finos dedos, entrando y saliendo de mi esfínter, cuando me dijo que iba a terminar de introducirme el resto de su mano.
No lo podía creer, pero no sentía ningún dolor, todo lo contrario, en cierta forma o manera para mí era algo bien agradable el que mi esposa me estuviera haciendo eso, con sus propios dedos.
Pero al pasar un buen rato me dijo. “Querido ya es hora, así que prepárate, para que sientas los que yo siento cuando tú me empujas tu verga por mi culo.”
La verdad es que me puse algo tenso, por no decir que bastante, ella retiró sus dedos embadurnados en vaselina, y de momento que comienzo a sentir sobre mi abierto esfínter esa cosa algo dura, que ella usando sus caderas presionaba contra mi cuerpo.
A medida que ella me fue enterrando todo su juguete, lentamente comencé a sentir como ella me iba penetrando, con esa cosa.
Lo cierto es que ella tuvo mucha más consideración conmigo, que la que yo he tenido con ella.
Ya que sin prisa alguna fue enterrándome todo eso, sin que sus manos dejasen de acariciar mi cuerpo, en especial mis nalgas, además me fue diciendo, lo rico que se sentía ser la que lo estuviera haciendo, que ahora comprendía lo mucho que a mí me gustaba, darle por su culito a ella.
Cuando sentí todo sus bien formadas y paradas tetas, al igual que su plano vientre, pleno contacto con mi espalda, supe que había terminado de enterrarme toda su verga de goma.
Por un rato ni mi mujer ni yo nos movimos, como dándonos tiempo a que mi culo se acostumbrase a la presencia de ese duro intruso dentro de mí.
Con su boca comenzó a mordisquearme las orejas y la nuca, al tiempo que suavemente me decía lo sabroso que era para ella, mí culo.
Yo aún me mantenía quieto, con un miedo increíble a moverme, por temor a que me doliera.
Pero a medida que ella continuó acariciando de lado mis nalgas, besando y mordisqueando mi nuca, y diciéndome todas esas cosas.
Yo comencé a relajarme, y lentamente al tiempo que mi esposa comenzó a moverse sacando toda su verga de goma, de mi culo.
Yo tímidamente también, al igual que ella lo hacía cuando la tengo bien clavada con mi verga por su culo, comencé a mover mis caderas.
Sus brazos me sujetaron pegándolos a mi cuerpo, pasando bajo mis axilas, tal y como yo en la mayoría de las ocasiones la agarró a ella.
Y sujetándose de mis hombros, cuando su verga de goma estuvo a punto de salir de mi culo, volvió a enterrármela completamente, y así continuó haciéndolo sucesivamente, sacando y metiendo su verga dentro de mi culo, una y otra vez, y cada vez con mayor fuerza y velocidad.
Al tiempo que yo ya estaba moviendo mis caderas, con fuerza restregándolas contra su pequeño cuerpo de mi esposa, como buscando sentir más y más dentro de mi toda su verga de goma.
Mi mujer al tiempo que me enterraba una y otra vez aquel enorme aparato de goma negro, ella por su parte, además como también tenía metido dentro de su coño, la otra mitad de su juguete.
Cada vez que disfrutaba de alguno de sus múltiples orgasmos, me clavaba sus uñas en mis nalgas, y me decía entre sus gemidos y resoplidos, lo sabroso que era todo eso para ella.
La verdad es que no pude contenerme, y a medida que mi mujer me daba por el culo de manera tan gratificante, comencé a masturbarme, procurando detenerme de cuando en cuando para no eyacular, pero lo cierto es que después de un buen rato, no pude aguantarme más, y finalmente me vine.
Ella continuó dándome por el culo, salvajemente, hasta que, al fin completamente agotada, se quedó completamente quieta sobre mi cuerpo.
Luego sentí como extrajo todo su miembro de goma de entre mis nalgas, dejándome recostado, boca abajo sobre la cama, con mis piernas y culo bien abiertos.
Mientras que ella se fue al baño, y seguramente mientras se daba una buena ducha, aprovechó el momento para limpiar muy bien, tanto su coño como su juguete.
Cuando ella salió de la ducha, se acercó a la cama y dándome una ardiente nalgada, me dijo. “Mi amor quiero que lo repitamos en otra ocasión.”
Fue cuando dejó caer esa cosa que estaba usando como verga, frente a mi cara, lo cierto es que al principio me pareció mucho más grande, largo y grueso de lo que en realidad era.
Mentalmente lo comparé con mi verga, y resultó ser un poco más pequeño y delgado que el mío propio.
Pero cuando lo tenía completamente dentro de mi cuerpo, llegué hasta pensar que eso era tan grande largo y grueso, como el de un caballo.
Después de aquella primera ocasión, en que mi esposa debido a la apuesta que hicimos me dio por el culo usando uno de sus juguetes, lo seguimos repitiendo, en un sinfín de oportunidades, en las que a medida que fueron sucediendo, yo sin mucho esfuerzo por parte de mi esposa, la complacía gustosamente, en sus atrevidos, y fuera de lo común, de sus pedidos.
Debido a ello fuimos a sex-shop y adquirimos otros juguetes, la gran mayoría de ellos, más grande, largos, y gruesos, que aquel que usamos por primera vez.
Además de eso cuando una noche, en que ambos regresamos algo bebidos de una fiesta, me propuso que me depilase todo mi cuerpo, sin dudarlo acepte de inmediato.
Por lo que ella me indicó que me desnudase totalmente, para luego recostarme sobre la cama, y ella con sus manos, con la ayuda de una crema que olía a frutas cítricas, comenzó a depilarme, hasta que no me dejó ni un solo pelito, del cuello a la punta de mis pies.
Al terminar de hacerlo, vi como ella se enterraba parte de su juguete, y como se lo aseguraba a su cuerpo gracias a unas finas correas de cuero, quedando aquel gran trozo de verga colgando entre sus piernas, ese en particular era de color carne, casi del mismo tono de piel de ella.
Lo que con lo bebido y mareado que yo me encontraba, ya que ella a medida que fue depilando todo mi cuerpo, me fue sirviendo varios tragos de güisqui en las rocas.
Bueno eso en parte, en cierto momento me hizo pensar o creer que a mi esposa le había crecido una buena verga.
Pero una vez que terminó de ajustar su juguete a su cuerpo, como yo me encontraba recostado boca abajo sobre la cama, esperando que me penetrase.
Cuando en lugar de eso, abriendo sus piernas tomó asiento en la cama frente a mi cara, quedando su juguete a la altura de mi boca, por lo que cuando ella me dijo. “Ponte a mamar.”
Simplemente la obedecí, por lo que a medida que yo chupaba esa tremenda cosa de goma, al mismo tiempo se la empujaba a ella dentro de su coño, una y otra vez.
Hasta que ella agarrándome por mi cabeza, presionó mi rostro contra su coño, al punto que prácticamente me tragué casi por completo todo su juguete, al hacerla disfrutar de un tremendo orgasmo, tras el cual y sin demora, volvió a penetrarme divinamente por el culo.
Al principio o desde que comenzamos manteníamos ese tipo de relación muy ocasionalmente, una o dos veces al mes, pero a medida que el tiempo fue transcurriendo, el que mi mujer me diera por el culo, se hizo tan común y seguido, como era el que yo le diera por el coño o por el culo a ella.
Ya llevábamos varios meses practicando ese tipo de sexo, cuando una noche, antes de que nos acostásemos me propuso que me pusiera algunas de sus prendas íntimas, al principio me negué, diciéndole que me quedarían sumamente pequeñas y que quizás hasta se podrían romper.
Luego descubrí que mi mujer, se había tomado el trabajo de comprarme algunas prendas íntimas de acuerdo con mi talla, y quizás por lo morbosa de la situación finalmente acepté ponérmelas para ella.
Esa noche en particular mi mujer disfrutó como loca, de ponerme a mamar su juguete y darme por el culo, como una salvaje.
Y no les voy a negar que yo también lo disfruté otro tanto, sobre todo cuando ella, me decía que yo me había convertido en su putita personal.
Por lo que en ocasiones el que me vistiera de mujer para que mi esposa se sintiera mucho mejor, era algo que yo hacía voluntariamente.
Además, yo se lo bien que ella se sentía al dejarla que me diera por el culo, es algo así como un ejercicio de poder, si de poder joderme comiéndome el culo, aunque fuera con una verga de goma.
Aunque continuábamos manteniendo nuestras relaciones normales, y ocasionalmente aprovechábamos para tomar un descanso uno del otro.
Cuando me propuso que hiciéramos un trio, lo primero que pensé era que ella deseaba que trajésemos otro hombre a casa, para que ella se acostase con él.
Por lo que de manera muy sutil me negué, hasta que la escuché decirme que su idea era traer a una amiga, y que mientras yo se lo enterrase a su amiga o a ella, ella y su amiga harían cosas de chicas.
Lo cierto es, que eso de ver dos mujeres teniendo sexo lésbico, siempre lo he disfrutado, hasta con cierto grado de envidia.
Por lo que cuando mi esposa me comentó que nos encontraríamos en el Pub, con su amiga ese viernes en la noche, comencé a soñar despierto con todas las cosas que ellas dos podrían hacer frente a mí.
En el Pub conocí a su amiga, que fue compañera de habitación de mi esposa cuando ambas estudiaban en la universidad.
Así que gran parte de toda la noche aparte de beber y bailar con las dos, escuché por boca de su amiga, lo liberal que era mi mujer antes de casarse.
Del Pub nos fuimos a casa, y durante el trayecto ambas, se fueron cayendo a besos, y profundas caricias, mientras que yo conducía.
Al llegar a la casa tras servirnos algunos tragos, besarnos, continuar tocándonos, y acariciándonos entre los tres.
Mi esposa finalmente nos condujo a nuestra habitación, en la que no sé qué momento decoró, como si fuera un harén persa o árabe.
Entre ambas siguiendo un tonto juego, me han quitado toda la ropa, y sin mucho esfuerzo nuestra invitada se dio cuenta de que yo no tenía un solo pelo o vellosidad sobre mi cuerpo.
Entre las dos en un abrir y cerrar de ojos me han vestido de mujer, y de igual forma, se puede decir que prácticamente me violaron, bueno para el caso me sodomizaron, ya que su amiga al igual que mi mujer cargaba entre sus piernas uno de esos juguetes, así que mientras se lo mamaba a una la otra me daba deliciosamente por el culo, tratándome como si yo fuera una puta cualquiera.
Si bien es cierto que también pude enterrarle mi verga a la amiga de mi mujer, no es menos cierto que no lo disfruté tanto como yo esperaba.
Ya que mi intención era darle por el culo, pero finalmente ella nada más aceptó a que se lo enterrase dentro de su peludo coño, el cual debí mamárselo hasta el cansancio mientras que mi esposa me clavaba una y otra vez su divina verga de goma.
Ahora lo que me preocupa es que mi esposa quiere que repitamos lo del trio, pero en lugar de que nos acompañe su amiga, me ha estado insinuando que quizás para variar sería bueno que nos acompañase un conocido suyo.
Cosa a la que yo no me opongo, pero temo que como que le estoy agarrando el gusto a eso de que me sigan dando por el culo y me traten como a una puta…
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!