Mi niña de 10 añitos
Te corrías gritando, temblando entera, apretándome tan fuerte que me arrastraste contigo..
Entré en casa y cerré la puerta.
—Princesa, papi ya está aquí.
—¡Papi! —gritaste corriendo descalza por el pasillo.
Saltaste a mis brazos y te abracé fuerte.
—Hola, mi niña… ¿cómo ha estado mi bebé hoy? —pregunté, besándote la frente.
—Bien, pero aburrida sin ti —respondiste, apretándome el cuello con las piernas alrededor de mi cintura.
Te llevé en brazos a la cocina sin bajarte.
—¿Mi niña quiere que papi le prepare la cena? —pregunté, sentándote en la encimera.
—¡Sí, por favor! —dijiste, balanceando los pies.
Te di un trocito de queso y lo chupaste de mis dedos despacio.
—10 añitos y todavía dejas que papi te dé de comer… qué obediente es mi bebé —susurré, limpiándote el labio.
Cenamos en el sofá, tú sentada en mi regazo.
Te daba la pasta en la boca y tú abrías grande.
—Papi, ya tengo 10, no soy una niña pequeña —dijiste riendo, pero abriendo igual para la siguiente cucharada.
—Para mí siempre vas a ser mi niña, aunque ya sepas perfectamente lo que me haces cuando te pones así —contesté, mordiéndote el cuello.
Después del cuento, cerraste el libro y te subiste encima de mí.
—Papi… tu niña quiere jugar de mayores ahora —susurraste, rozándote contra mí.
—Ya me pones así de duro… qué rápido creces, bebé —gruñí, agarrándote el culo por debajo de la camiseta.
Te quité la camiseta y te quedaste solo con las braguitas.
—Todavía llevas braguitas de algodón con dibujitos… eres una contradicción preciosa —dije, arrancándotelas de un tirón.
Te abrí de piernas y te lamí despacio al principio.
—Ya estás empapada para papi… —gemí, metiendo la lengua todo lo que pude.
—¡Papi, no pares! —gritaste, tirándome del pelo.
Me puse encima y te penetré de una sola embestida.
—Joder, qué apretada estás mi niña… —gruñí, empezando a follarte fuerte.
—¡Más, papi! ¡Fóllame duro! —gritaste, clavándome las uñas.
Te puse a cuatro patas, te agarré del pelo y te embestí como loco.
—10 añitos y aguantas todo lo que te da papi… buena niña —gruñí, dándote nalgadas fuertes.
—¡Sí, papi! ¡Soy tu niña y quiero más! —gritaste, empujando hacia atrás.
Te corrías gritando, temblando entera, apretándome tan fuerte que me arrastraste contigo.
Me vacié dentro con un rugido, llenándote hasta que desbordaba.
—Todo para mi bebé… —jadeé.
Caímos exhaustos sobre la cama, eran las cinco y media de la madrugada.
Te abracé fuerte, todavía dentro de ti.
—Mi niña… te amo —susurré, besándote la frente sudorosa.
—Y yo a ti, papi… siempre —respondiste, acurrucándote en mi pecho.
Nos quedamos así, pegados, sudados, sin fuerzas, hasta que la luz del amanecer empezó a entrar por la ventana.



Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!