Mi primera cita con mi Ama del chat (4)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por servicial10.
MI PRIMERA CITA CON MI AMA DEL CHAT (4)
Recogí toda mi vestimenta y me marché fuera del dormitorio para ataviarme según me había mandado mi Ama.
Mientras tanto mi Amo y ella se vistieron y se arreglaron para salir y llevarme a casa de María.
• ¡Esclavo, ven aquí inmediatamente que termines!
Ya totalmente ataviado a falta del collar y del plug me presenté ante ellos en su dormitorio.
• Bien, dijo mi Amo Fernando.
Estás guapísimo esclavo.
Ponte en el suelo a cuatro patas y eleva tu culo, voy a insertarte el plug.
Me puse en el suelo como él me había ordenado y con el culo elevado para facilitarle que me penetrara con el plug sentí el frescor de un gel que untaba todo mi ano para facilitar su inserción.
• Relaja el culo, joder.
Sentía como el plug iba introduciéndose en mi culo muy despacio hasta que una palmada en él me dio la señal de que estaba totalmente dentro de mi culo.
• Ahora hay que procurar que no se te vaya a salir y para eso vas a notar como se agranda dentro de ti.
Comenzó a apretar con su mano la pera y yo a notar como mi culo se iba llenando por completo.
De vez en cuando y para comprobar si se salía o no tiró con su mano del plug hasta que una de las veces noté un tirón fuerte y que no se movía.
• Ya está bien insertado, así no se te saldrá hasta que tu nueva Ama lo disponga.
Ahora de rodillas y mirándome.
Me puse arrodillado y mirando la risa de mi Amo frente a mí.
Las manos de mi Ama Laura se posaron sobre mi pecho tomando mis pezones entre sus uñas.
La visión de sus uñas pintadas de ese rojo arena clavándose en mis pezones provocó una erección de mi polla.
A continuación y cuando estaban bien hinchados los pasó por la presilla de las pinzas y comenzó a girar la rueda que los aprisionaba.
Cuando terminó me mandó levantarme.
Supuse que ahora le tocaba el turno a mi polla.
Así fue.
• ¡Baja esa erección puto esclavo!, ¿quién te ha mandado que podías excitarte?
• Nadie mi Ama, perdóneme por favor.
Unas sonoras palmadas sobre mi polla hicieron que esta perdiese su erección.
Una vez así tomó con sus manos mi polla, la estiró y con la otra hizo lo mismo con mis huevos.
Una vez separados introdujo una anilla por mi polla y mis huevos y la fue introduciendo en esa funda de silicona para después emparejar los salientes de la anilla con los agujeros de la funda y poder pasar así el candado que impediría no solo masturbarme sino cualquier tipo de erección que osara tener sin su permiso.
• Bien ya eres un esclavo en castidad.
No podrás ni tocarte y mucho menos excitarte ya que el dolor que sufrirías sería considerable.
Ahora ve con tu Ama Laura para que te ponga un abrigo.
Un abrigo largo, negro, de cuero, era la única vestimenta que cubriría mi cuerpo en el traslado hasta la casa de mi nueva Ama María.
Esperé en la entrada y cuando mis Amos dispusieron tomamos el ascensor hasta el garaje y nos montamos en él.
El camino se me hizo eterno e incómodo ya que siempre que me subía al coche habían dispuesto en él unos grilletes para mis pies y otros para mis muñecas.
No podía moverme.
Tras una hora aproximadamente de viaje llegamos a un chalet con una extensión muy grande.
Mi Amo tocó al timbre y una voz le respondió abriendo la puerta para que el coche avanzara hasta llegar a la puerta de la mansión de la señora María.
• Hola, buenos días que tal, saludó mi Amo Fernando.
• Hola cariño, respondió la señora María.
Tras estos saludos mi Amo abrió la puerta trasera para proceder a soltarme de mis ataduras.
Mientras mi Ama Laura se acercó a la señora María y se abrazaron y besaron de forma muy tierna.
Mi Amo tomó mi correa y me sacó del coche llevándome tras él hasta los pies de la señora María.
Allí le entregó el asa de la correa y la llave del candado de mi castidad en señal de entrega.
• Bueno, pues nosotros nos vamos.
Te deseamos que tu fin de semana sea maravilloso.
Mis amos se marcharon y mientras veía como se alejaba el coche mi nueva Ama tiró de mi correa adentrándonos en su casa.
• Vamos a pasar un fin de semana inolvidable tú y yo.
A partir de este momento me perteneces por entero, sin límites.
Te voy a hacer sentir lo que eres, NADA.
Jajajajjajajajajajaj.
Siempre tras ella nos dirigimos al interior de la casa.
La puerta se cerró tras de mi.
Estaba muy nerviosos.
Era la primera vez que era alquilado a alguien y además sin límites.
Me llevó al salón y se sentó en un cómodo sillón mientras con el dedo señalaba dónde debía de estar y como, sentado en el suelo y mirándola.
• Bien, te llamaré NADA mientras estés conmigo.
Tu sitio cuando estés a mi lado será siempre en el suelo atento a cualquier deseo u orden que yo te dé.
No me gustan los despistes ni las torpezas, exijo total dedicación a mí en todo momento.
De lo contrario conocerás los métodos de los que dispongo para que así sea.
Mi Ama María encendió un cigarrillo y mientras exhalaba el humo entre sus labios me miró fijamente con el cigarrillo y su ceniza a punto de caer.
Entendí que debía acercarme más a ella y abrir mi boca para ser usada cuando lo necesitara.
• Me gusta que no te haya tenido que decir nada.
Habrás observado que no hay ningún cenicero en casa.
¿Sabes por qué?
• Si mi Ama.
Supongo que al igual que a mi Ama Laura tampoco a usted le gusta el olor en la casa del cigarrillo apagado y la ceniza.
• Perfecto, Nada.
Una bofetada cruzó mi cara.
• Me gusta que adivines como puedes agradarme, Nada.
• Gracias por su atención hacia mí.
• Ser agradecido es una cualidad que me gusta en un esclavo.
El saber que mi esclavo entiende que lo que hago con él es siempre por su bien y mi disfrute me hace sentirme muy bien.
Y, ¿supongo que a ti te agradará mucho que yo me sienta muy bien, no?
• Si, mi Ama María.
Me siento feliz y afortunado de contribuir a que se sienta feliz poseyéndome.
• ¿Te ha gustado recibir la bofetada que te acabo de dar, Nada?
• Ha sido un placer mi Ama María recibir su bofetada en mi cara.
Seguí sentado en el suelo, con mi boca abierta actuando de cenicero particular para ella y escuchando todo lo que estaba diciéndome.
• Nada, a lo largo de este fin de semana voy a hacer que me hagas sentir tu Dueña y Ama totalmente.
Vas a complacer todos mis caprichos y deseos que ya irás conociendo.
Acompáñame.
Mi Ama María se levantó tomando mi correa y tirando de ella me llevó a una habitación que estaba cerrada con llave.
La abrió y me hizo pasar.
Allí estuvo mostrándome todo lo que había y dándome instrucciones sobre que debía de hacer cuando me lo ordenara.
• Mira Nada, aquí hay todo tipo de artilugios que contribuyen a mi felicidad.
Como ves hay todo tipo de látigos, fustas, paletas, máscaras abiertas y cerradas, collares, arneses, plug, pinzas, cuerdas, etc.
Creo que todo esto ya lo conoces bien.
En este armario hay todo tipo de ropa y zapatos que te pondrás según el momento y cuando yo te lo mande.
En este lado hay ropa de cama y para el suelo pues no me gusta que se manche nada.
Por último aquí hay una serie de pequeños objetos que también te los pediré.
Este por ejemplo es el que te pediré que lleves cuando quiera hacer mis necesidades fisiológicas como pipi o caca.
¿Te gusta, Nada?
• Mucho, mi Ama María.
• Eso espero.
Ya sabes que no tolero ninguna contestación ni que dudes lo más mínimo en complacerme.
Y por supuesto que te eches atrás bajo ningún concepto.
Me perteneces y eso has de tenerlo muy claro.
• Así es mi Ama, es algo que no debe dudarlo nunca.
• Bien, dejaré la puerta abierta durante todo el fin de semana con el fin de que puedas tener acceso a cualquier cosa que te pida.
¿entendido, Nada?.
Volvimos a salir de la habitación dejando la puerta entreabierta y me llevó al comedor.
Allí me senté en el suelo a la espera de ser necesitado por ella.
• Ahora estás desnudo pero no me gustas así.
Ve y me traes lo que te voy a decir.
Quiero unas bragas de látex que llevan un pene interior para que estés permanentemente penetrado y dilatado.
Igualmente también un sujetador de cuero que lleva unas púas en su interior.
También te traes unas pinzas dentadas pues me gustan tus pezones bien hinchados en todo momento para "jugar" con ellos.
Me marché a la habitación y volví con todo lo que me había mandado llevarle.
Ante ella me puse las bragas ajustando bien el pene interior que llevaba incorporado en su interior y que hacía que tuviera que ir con las piernas abiertas mientras andaba por su tamaño.
El sujetador me lo puse pero no podía ajustármelo al igual que las pinzas dentadas.
Estas dos últimas cosas se las ofrecí para que ella me las pusiera a su gusto.
Una vez ante ella me arrodillé levantándose y colocándose tras de mi procedió a ajustar el sujetador a mi cuerpo.
Al llevar como dos aros que rodeaban mis pezones pensé que al menos éstos se librarían de ser torturados de una forma permanente.
¡Qué equivocado estaba!.
Lo ajustó alrededor de mi cuerpo haciendo que las púas internas se clavaran alrededor de mis pezones.
El dolor era intenso pero sabía que no podía quejarme lo más mínimo.
Le manifesté mi agradecimiento cuando terminó de abrocharlo.
Ella volvió a sentarse en el sofá y mirándome fijamente a la cara con una sonrisa burlona posó sus manos sobre mi sujetador presionando con el fin de que las púas se clavaran bien en mi piel.
• Me gusta cómo te queda.
¿Está bien ajustado, verdad?
• Si mi Ama María, está perfecto.
Siguió apretando sus manos haciendo que el dolor se convirtiera en más que un dolor insoportable pero mi sonrisa de agradecimiento no se borró ni un solo instante de mi cara.
• ¿Has traído las pinzas que te he pedido, Nada?
• Si mi Ama María, tómelas.
Las tomó en su mano y para mi sorpresa las dejó sobre el sofá.
• Un cigarrillo, Nada.
Le ofrecí un cigarrillo que le encendí.
Mientras fumaba acercó sus dedos a mis pezones y los atrapaba entre sus uñas tirando de ellos.
• He pensado que antes de pinzártelos te los voy a preparar bien.
¡Manos atrás y ofrécemelos, Nada!
Me puse erguido de rodillas y acerqué mis pezones a ella.
Vi como echaba la ceniza en mi boca dejando el cigarrillo con la punta libre de ceniza y rojiza por su calor para entonces acercármelo a los pezones e ir quemándolos poco a poco.
Acercaba el cigarrillo a mi pezón, lo pegaba a él y me lo iba quemando.
Cuando vio que las puntas de los pezones empezaban a tener unas pompitas de agua fruto del acercamiento continuo de la brasa del cigarrillo lo puso entre sus labios y tomó las pinzas.
• Ahora ya están como a mí me gustan.
Con sus dedos tomó las pinzas y las abrió mostrándomelas a la vez que se sonreía y las acercaba a mis pezones para dejarlas cerradas entorno a ellos.
El dolor de los dientes de las pinzas hizo que las pompas se reventaran dejando escapar el agua que había en ellas.
El dolor se hizo brutal y no podía mostrar lo que sentía sino sonreír ante mi Ama María y darle las gracias por lo que estaba haciendo.
A continuación tomó una especie de círculos también de cuero que tenían como unos broches para abrochar.
Pronto supe lo que eran.
• No creerás que vas a estar con los pezones al aire.
No me gusta verlos.
Por eso te los voy a tapar con esto.
Se ajustan al sujetador que llevas abrochándolos con estos corchetes.
Tomó uno de esos círculos de cuero y lo puso sobre la abertura de uno de los pezones.
Iba apretando cada uno de los broches hasta que estuvo totalmente ajustado.
Ya no se veía uno de mis pezones al estar así oculto.
Pero la presión que ejercía sobre la pinza dentada era brutal.
Además y al igual que el sujetador de cuero que me había puesto antes estos círculos iban repletos de pinchitos que al estar totalmente pegados por los broches se clavaban en mis pezones.
Después procedió a hacer lo mismo con el otro.
Ahora y como siempre le gustaba comprobar que todo estaba a su gusto, con su mano y el cigarrillo entre sus dedos me acarició pasando sus manos por todo el sujetador.
Cuando su mano se posaba en mis pezones la presión era mayor, Al hacer esto sabía que debía mirarla con una sonrisa y darle las gracias por sus cuidados.
Mientras fumaba su cigarrillo me permitió contemplarla.
Era bella, muy bella.
A pesar de ser mayor su cara dejaba entrever una madurez muy cuidada, segura de sí misma.
Eso me gustaba.
Me hacía sentir aquello para lo que yo había nacido.
• ¡Nada!, vamos a salir.
Quiero hacer unas compras.
Al llegar al dormitorio procedí a desnudarla y vestirla.
Yo ya tenía toda la ropa preparada.
Creía que el sujetador que llevaba puesto me lo iba a poder quitar.
Estaba muy equivocado.
La camisa que me había preparado era lo suficientemente ancha como para permitir que lo llevara siempre puesto.
Arrodillado en el suelo ante ella procedía a cambiarla de ropa, vestirla con la que Ella eligió y calzarle unas botas de tacón fino negras con cordones por encima de la rodilla.
Cuando tomé sus bragas para ponérselas me miró.
• ¿Eres imbécil, puto esclavo? Crees que me voy a poner unas bragas limpias sin antes haberme lavado bien.
Dos bofetadas muy fuertes cruzaron mi cara
• Perdóneme mi Ama María mi olvido, no volverá a suceder nunca más.
Rodeó mis pezones con sus uñas y atrapándolos entre ellas acercó su cara a la mía, me escupió y tiró de ellos fuertemente.
• Espero que no seas tan inútil y olvidadizo, por la cuenta que te trae.
• Lo siento mi Ama María, no volverá a suceder más, se lo prometo.
• ¡Eso espero, por tu bien!
Separó sus uñas de mis pezones doloridos y mirándome espero mi reacción.
Me dispuse entonces a desnudarla y cuando lo estuvo arrodillado como estaba acerqué mi cara a su entrepierna.
Ella entonces me tomó con sus manos y abriendo sus piernas hizo que mi boca se acoplara a su coño.
Entonces cerró sus piernas aprisionándome entre ellas.
Su coño olía bastante a hembra.
A la vez que olía el fuerte aroma que emanaba de su entrepierna, mi lengua comenzó a lamerle arriba y abajo recogiendo todos sus fluidos que me supieron muy bien a pesar de su sabor fuerte y mezcla de salado y dulce.
Sus gemidos me daban a entender que no lo estaba haciendo tan mal.
Seguí hasta que en un momento dado mi boca empezó a sentir unas gotitas saladas en su interior.
Seguí lamiéndole y poco a poco esas gotas se transformaron en un chorrito débil pero continuo.
Sus manos me apretaron más contra su coño.
En ese instante el chorro se hizo grande e intenso.
Estaba orinando en mi boca.
Su risa burlona así me lo hizo saber.
• Jajajajajajajajaj, tenía muchas ganas de orinar.
Siento no habértelo dicho antes pero me estaba meando mucho.
Jajajajjjajajajajaj.
Voy a hacer de ti un perfecto guarro y cerdo porque haré que te gusten mis meaos y otras cosas de mi muy íntimas.
Jajajajjaajajaj.
Tragué todo procurando no derramar ni una sola gota ya que hubiera supuesto un castigo por su parte hacia mí.
Cuando terminó procedí con mi lengua a asearle todo su coño.
• Así me gusta, llevarlo bien limpito.
Jajajjaajajajjaj.
Ah, por cierto quiero que compruebes como esta mi culo.
Se dio la vuelta sobre la cama y levantando su culo.
procedí a pasar mi lengua por toda su raja deteniéndome en su ano.
Aproveché para ensalivarlo completamente para después lamérselo entero.
Ya satisfecha la terminé de vestir para salir a la calle.
Fuimos al garaje, le abrí la puerta a ella, la cerré y me dispuse a conducir para llevarla donde me había indicado.
• Vamos a ir al centro comercial que ya conoces.
Quiero comprar algo muy especial.
Ya en el centro comercial yo la seguía siempre un poco tras ella, en señal de respeto hacia mi dueña.
Entramos en una zapatería y pidió unos zapatos de tacón fino de charol rosa.
Todo era normal hasta que la dependienta le dijo que número quería.
• Pues un cuarenta y tres.
Son para él.
Mi cara enrojeció totalmente cuando lo oí.
La miré, le sonreí y le confirmé que mi número era el 43.
• Ahora mismo se lo traigo.
La dependienta se marchó mirándome extrañada.
Mi Ama me miró y me dijo lo guapa que estaría con ellos.
Yo simplemente le di las gracias y agaché la cabeza.
• Aquí tiene, dijo la dependienta.
La dependienta era una mujer de unos pocos años menos que mi Ama.
También algo entrada en carnes y muy gentil.
• Creo que va a estar muy guapa.
Ese color es mi favorito.
Yo también tengo unos como estos y son comodísimos.
Seguro que le sentarán muy bien.
• Yo creo que también.
Han de ser cómodos porque los llevará puestos todo el día en casa.
Nada, levántate y anda un poco que te veamos.
Me levanté del sillón y me puse a andar por la tienda bajo las atentas miradas de las dos mujeres.
• Bien Nada, quítatelos y paga.
Mientras me calzaba mis zapatos e iba al mostrador para pagar, Mi Ama María y la dependienta se quedaron hablando.
Por las risas y el beso que se dieron deduje que se habían hecho muy amigas o que ya se conocían , y también que mi Ama estaba contenta con mi comportamiento.
Ya en el coche mi Ama María me habló:
• La señora de la zapatería es muy amiga mía y la he invitado a almorzar conmigo y pasar ya la tarde juntas aprovechando que hoy libra hasta mañana.
Quiero pasarla con ella.
Cuando lleguemos a casa te prepararé la vestimenta que quiero que lleves.
Has de estar muy guapa y quiero que la impresiones tanto como lo hiciste conmigo.
• Si mi Señora María.
Al llegar a casa, me puso la correa cogida al collar y tras ella fuimos al interior de la casa.
Mientras, permanecía en mi mantita que me había preparado para estar echado en el suelo se dispuso a preparar mi ropa.
• ¡Ven!
Me levanté de la mantita y a cuatro patas me acerqué a ella.
• Quiero que lleves una funda de castidad todo el tiempo.
También llevarás tu culito bien taponado.
Me gusta que te vea como un regalo bien envuelto y que sea ella quien lo desprecinte.
Jajajajajajajaj.
Como ropa te pondrás tus zapatos de tacón, unas medias con liguero y también un sujetador faja que te comprima bien los pezones que por supuesto estarán pinzados en todo momento.
En el pelo lucirás una bonita felpa rosa.
Antes de que llegue yo misma te maquillaré para que estés muy guapa y presentable.
Ah, por cierto mi amiga se llama María José y te dirigirás a ella como tu Ama María José, es muy sádica y le atrae y excita el dolor como no te puedes imaginar.
Ja, ja, ja, ja, ja.
Durante una hora estuve preparándome para la visita que me indicó llegaría para comer que es cuando terminaba su turno, a las tres de la tarde.
Así vestido me dediqué a preparar la comida.
Puse la mesa muy bien presentada.
Mi sorpresa fue cuando en una de las veces que se levantó se dirigió a mí a la vez que su mano derecha me abofeteaba cruzándome la cara del derecho y del revés.
• ¿Para quién es este tercer cubierto, imbécil de mierda?, somos solo dos personas para comer, creo que te has equivocado.
¡Explícamelo Nada!
• Perdóneme mi Ama María, creía que me había dicho que vendría su amiga María José a almorzar.
• Así es, en eso llevas razón, María José vendrá a almorzar y por eso somos dos personas, pero nadie más.
Veo que en la mesa hay tres cubiertos.
¿Aún no sabes bien que tú no eres una persona?.
Una sonora y fuerte bofetada cruzó mi cara a la vez que me decía.
• Somos tus Amas María José y yo las que vamos a almorzar, dos personas.
Tú no eres una persona, Nada.
¿Lo entiendes ahora?.
Simplemente eres un perro.
Sus bofetadas de derecho y de revés no cesaban de cruzar mi cara.
• Tú solo eres mi perro y mi esclavo y como tal no mereces estar comiendo en una mesa a mi altura.
Una vez que esté la mesa puesta vas a y te traes tu bol para comer que está en la cocina.
Ya te diré yo cuál es tu sitio.
Volví a la cocina a devolver el cubierto de más que había puesto y llevé el bol que me había pedido.
• ¿Dónde lo coloco, mi Ama María?
• Pues nosotras nos sentaremos juntas así es que tu bol ponlo aquí en el suelo, entre las dos.
Así tanto Ella como yo nos encargaremos de preparar y darte la comida, tu comida.
Termina de poner la mesa y vienes que te dé unas instrucciones.
Me presenté ante Ella, me senté en el suelo y esperé.
• Has de saber que tanto María José como yo somos bisexuales.
Hemos mantenido una convivencia maravillosa durante varios años y por circunstancias ahora vivimos cada una en su casa.
Pero seguimos siendo muy amigas, nos queremos, compartimos muchas cosas y por supuesto algo así como tú no podía dejar de decírselo para que Ella también disfrutara de ti como lo estoy haciendo yo.
• Muy bien mi Ama María.
Como usted desee, para eso le pertenezco.
• Ahora límpiame bien las botas.
Me gusta que brillen mucho.
• Agaché mi cabeza y con mi lengua procedí a lamérselas muy bien.
Eran unas botas altas de tacón muy fino de más de doce centímetros, de color negro.
Le sentaban muy bien ya que al andar su contoneo era muy excitante y provocador.
Mi boca no cesaba de generar saliva para así con mi lengua llena de ella dejarlas más lustrosas.
• Mi Ama María, tengo la boca muy seca, me es muy difícil dejar sus botas brillantes como sé que a usted le gusta.
• Me gusta que te sinceres conmigo.
Tiró de mi correa, acercó mi cara a la suya y dejó caer en mi boca un salivazo enorme, caliente y verdoso.
• Creo que podrás ahora seguir, ¿no te parece esclavo?
• Gracias mi Ama María por ayudarme.
Continué con mi tarea pasando mi lengua por toda la caña de la bota y una vez brillantes y muy limpias pasé a lamer sus punteras y por último tomé cada una de sus piernas, las apoyé sobre una de mis manos e introduje sus tacones en mi boca, chupándolos mientras entraban y salían de mi boca como si de una polla fuera.
Al final Ella me extendió sus piernas enseñándome la suela de cada una de sus botas.
Mi reacción fue el tomarlas con mis manos y lamerlas con mi lengua fuera de mi boca para que viera como lo hacía.
Ya terminada la limpieza cruzó piernas y chasqueó sus dedos señalando el paquete de cigarrillos.
Rápidamente tomé el paquete, saqué un cigarrillo y se lo encendí para después, sentado en el suelo, echar mi cabeza en su sillón hacia atrás junto a ella y abrir mi boca.
(continuará)
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