Mi primera cita con mi Ama del chat (5)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por servicial10.
MI PRIMERA CITA CON MI AMA DEL CHAT (5)
Así los dos, me habló muy relajadamente.
• Nada, tienes muy buena disposición.
Me gustaría comprarte para mí.
No sé si estarás en venta porque por el dinero no sería problema.
Es algo que más adelante le plantearé a tus Amos.
¿Te imaginas que tu perra vida dependiera exclusivamente de mí?, ¿Qué te parecería, Nada?.
• Como usted muy bien ha dicho esa decisión no depende de mí sino de mis actuales Amos.
Personalmente le diré que no me importaría pasar a ser de su propiedad y servirle.
• Me alegro mucho de que lo desees y de que tengas muy clara tu condición aunque no puedas decidir sobre ello.
Por eso te digo que eres un esclavo que tiene muy clara su condición y eso es difícil de encontrar hoy por hoy.
• Gracias mi Ama María me hace usted sentir muy orgulloso como esclavo.
La ceniza de su cigarrillo la dejaba caer constantemente en mi boca.
Cuando vi que su cigarrillo estaba a punto de consumirse procedía a generar suficiente saliva y dejarla sobre mi lengua.
Era muy posible que también lo apagara en mi boca y debía protegerme.
• Prepara tu lengua Nada.
De su boca echó en la mía una abundante cantidad de saliva que recogí con mi lengua a la espera de su deseo de apagarlo en ella.
A continuación le dio unas últimas chupadas a su cigarrillo para introducirlo en mi boca.
Poco a poco vi como su mano se introducía en mi boca sujetando el cigarrillo aún encendido con sus dedos y apastándolo contra mi lengua hasta que estuvo apagado y me lo enseñó.
• ¿Ves la colilla apagada?.
Así ya no huele mal.
Ahora la echaré en tu boca y tú ya sabes lo que has de hacer.
• Si mi Ama María, gracias.
• ¡Cierra tu boca cerdo, y trágatelo todo!.
Ya sabes que me gusta un esclavo aseado y aunque seas un puto cerdo debes estar siempre limpio para mí.
Cerré mi boca y me dispuse a ir masticando la colilla de su cigarrillo para tratar de comerlo como me había mandado.
Ella siguió echada en el sofá y mirando la hora de su reloj.
• ¿Qué vas a prepararnos hoy para almorzar, Nada?.
Creo que deberías ya de empezar.
Ya te he dicho que María José sale a las tres de trabajar y más o menos sobre las tres y cuarto llegará y ha de estar todo ya dispuesto.
• Si mi Ama María, con su permiso voy a empezar a prepararlo todo.
Me fui a la cocina.
Primero preparé unos entremeses a base de canapés variados.
Como primer plato una pasta al roquefort y de postre un tiramisú.
La mesa se fue completando.
Unos posavasos, sus copas, la cubitera con el vino tinto elegido por mi Ama María.
Para cada una la vajilla completa con el fin de que no se mezclaran los sabores de un plato a otro.
Todo estaba preparado.
Solo faltaba la amiga de mi Ama, María José.
Me presenté ante mi Ama María para indicarle que ya estaba todo preparado.
• Uy que tarde es ya.
¿Cómo no me has avisado, Nada?.
Bien, vamos a la habitación para vestirte adecuadamente.
Le acompañe tras ella y al llegar, abrió la puerta que daba acceso a la habitación especial de la casa.
Una vez allí me mandó desnudar.
Tomó del armario un liguero de cuero y unas medias de rejilla.
Después tomo una faldita de cuero negra que dejaba mi culo al aire y expuesto y con una abertura delantera con una funda de cordones por donde debía de introducir mi polla.
Mi torso decidió que se quedara con el sujetador de cuero que había llevado todo el día puesto.
Por último eligió unos zapatos de tacón alto negros para ultimar mi vestimenta.
Me maquilló perfectamente.
Entonces me mandó acercar donde Ella estaba sentada.
Comprobó que mi polla estaba dentro de la funda y procedió a ajustarla tirando de los cordones muy fuerte.
• Estas preciosa, Nada.
Creo que a María José le gustarás mucho.
Jajajjajajajaj.
• Gracias mi Ama.
Salimos de la habitación dejándola abierta.
Mi Ama María se sentó en su sillón y yo me postré a su lado.
Mientras fumaba un cigarrillo sonó el timbre de la casa.
• Nada, ¿no lo has oído?.
¡Ve y abre la puerta!.
Una fuerte bofetada en la cara acompañó sus palabras.
Me dirigí a abrir la puerta.
Era María José.
Le hice pasar al comedor siempre tras ella y arrodillado me quedé frente a Ellas.
Estuve muy pendiente de ambas mientras se saludaban y se besaban abrazándose y acariciándose muy tiernamente.
• Esta perra es mi esclavo por este fin de semana.
Creo que te gustará como nos sirve.
Lo he alquilado a unos amigos para probarlo y sinceramente me estoy cuestionando en comprárselo para mi.
• En principio me gusta tu perra.
Es educada y muy correcta.
Te he de dar las gracias por acordarte de mí.
Hace tiempo que no dispongo de un esclavo y ya lo echaba en falta.
• Tenemos todo el fin de semana para nosotras hasta que vengan sus amos a recogerlo el domingo por la noche.
• ¿Me estás invitando a quedarme todo el fin de semana en tu casa?
• Por supuesto, yo además de invitarte para que disfrutes y goces de ser servida como te mereces, es porque yo también te echo de menos y me apetece pasar tiempo contigo.
Sus bocas se unieron en un beso fuerte dejando entrever como sus lenguas se movían en la boca de la otra.
Se amaban mucho y eso era evidente.
Después se levantaron y cogiendo mi correa me llevaron al dormitorio.
• Vamos a cambiarnos cariño, estaremos más cómodas.
A María José se le ocurrió montarse a horcajadas sobre mí en lugar de ir andando.
• ¡Qué buena idea has tenido, cielo!.
Que nos lleve como un burrito de carga.
Jajajjajajajajajajaj
A cuatro patas y sujeto y tirado de la correa de mi collar avancé como pude hasta los pies de la cama del dormitorio.
Allí me descabalgaron y sentadas en la cama
• Los zapatos, perro y nos traes la ropa para estar cómodas.
• Si mis Amas.
Cada una me indicó lo que deseaba que les trajera.
Mi Ama María eligió un corpiño de cuero negro bien ajustado, unas medias de rejilla del mismo color y unas botas altas por encima de la rodilla además de unas braguitas de encaje preciosas.
María José, su amiga y mi nueva Ama pidió unos botines de tacón alto y fino con unas medias negras con una braguita que llevaba ajustado un pene de tamaño considerable y por último una cazadora de cuero negra también muy ajustada como mi Ama María.
Una vez vestidas tomaron otra correa para llevarme ambas tras de Ellas.
Las dos tiraban cada una de su correa enganchadas a mi collar.
Las seguí a cuatro patas por el pasillo hasta llegar a la habitación especial.
Una vez entramos
• Marijose ya conoces la habitación, elige lo que te apetezca para empezar a disfrutar.
Luego ya sabes que lo que desees no tienes más que pedírselo y a seguir.
María José se acercó a Ella y se besaron apasionadamente.
Mientras yo permanecía a sus pies con la cabeza agachada.
Sentí un tacón clavarse en mi espalda.
Sabía que no podía dejar entre ver el dolor que me estaba causando.
Pasado un rato mi Ama María tomó una fusta y María José un látigo largo de tiras trenzadas.
Nuevamente salieron de la habitación dirigiéndose al comedor.
Se sentaron haciendo con sus tirones de ambas correas que me sentara con la cabeza echada entre Ellas.
• Cariño, no me apetece ni verle la cara ni que tampoco nos vea.
• ¿Has oído, asqueroso perro de mierda?
• Si mi Ama María.
En seguida.
Arrastrándome por el suelo, como el perro que era, me fui nuevamente a la habitación a buscar algo para mi cara y así complacerlas.
Cuando llegué me levanté y estuve buscando.
Por fin lo encontré, era una máscara de látex negro con dos aberturas, una para la nariz y otra más amplia para la boca, ambas con cremallera.
Cogida con mi boca me presenté ante Ellas ofreciéndosela.
Mi Ama María la cogió de mi boca y se la entregó a su amiga María José.
• Toma cariño, te concedo el honor de ponérsela.
María José la tomó y yo levantando mi cabeza vi como muy despacio fue acoplando la máscara a mi cabeza.
Una vez ajustada desabrochó las dos cremalleras y me propinó unas sonoras y fuertes bofetadas.
• ¡Puto perro de mierda!, me encanta abofetearte y no oírte rechistar.
Así ha de ser un buen esclavo.
Ahora fue mi Ama María quien levantando su brazo dejó caer su palma de la mano sobre mi cara haciéndome caer al suelo.
• Jajajajajajajajajaajaj.
Aún no hemos empezado a ocuparnos de ti.
Jajajajajajaja.
Oí como se encendían un cigarrillo a la vez que los tacones repiqueteaban en el comedor indicándome que se habían levantado.
Efectivamente el tirón de las correas así me lo confirmó.
• ¡Ponte de pie!, te vamos a llevar a un sitio donde estés más a gusto.
Jajajajajja.
Fui tras de ellas a ciegas, sin saber donde era conducido.
Un bofetón de no se quien me empujó contra la pared.
• Separa bien las piernas y los brazos, mantenlos abiertos.
Ambas procedieron a esposarme a los extremos de una cruz de madera que sabía que estaba anclada a la pared.
Mi pene seguía enjaulado y una de ellas me lo cogió entre sus manos, lo apretó y me hizo pegarme más a la cruz.
• No te preocupes María José, ya verás como él mismo nos va a ayudar para ser atado.
Jajajajajjajajajaja.
Solo tienes que cogerle por su polla y apretar, es instantáneo.
• ¡Y eso!.
He visto la funda que le tienes puesta pero no sabía que fuera tan eficaz ni porqué lo es.
• Pues porque interiormente tiene unas puitas muy efectivas que al apretarla con mi mano le hacen recordar que todas las cosas que le mando se han de hacer bien.
¿Verdad Nada?.
Volvió a apretar con su mano la funda de mi pene mientras Maríajosé terminaba de esposarme de pies y manos a la cruz de madera.
Ya no podía intentar cerrar mis piernas y por supuesto tampoco podía quejarme.
Ya bien atado a la cruz me quitaron la funda de mi cabeza pues querían que las mirara.
Ambas se colocaron frente a mi, mi Ama María con su fusta hacía que silbara en el aire sus movimientos y su amiga calculaba la distancia a la que debería ponerse para azotarme con su látigo.
La primera fue mi Ama María que con su fusta inició unos azotes sobre la funda de mi pene cada vez con más intensidad.
Su forma de hacerlo era acercarse a mi lado y mientras me miraba muy de cerca me echaba el humo del cigarrillo de su boca en mi cara y a la vez me daba fustazos en mi miembro así como en mis muslos, huevos y piernas.
Al ir a terminar su cigarrillo me mandó abrir la boca, me escupió dentro de ella y lo apagó para después sentarse en el sofá y dejar paso a su amiga Mariajosé.
Ésta me soltó las ataduras y me mandó ponerme de espaldas.
Así ya, me volvió a atar a la cruz y midiendo la distancia a la que debía ponerse procedió a azotar todo mi cuerpo.
Sus latigazos iban dejando su marca en mi piel.
Eran intensos e iban acompañados de risas e insultos.
• ¡Que buena piel tiene tu esclavo!.
Me encanta ser la primera en marcar una piel virgen.
¿Te gusta María el color que está tomando?.
• Sigue así cariño.
A mi personalmente me gusta más sonrojada y que las marcas se mantengan bien en su cuerpo durante bastante tiempo.
Jajajjajajajajajaj.
Su brazo se alzaba ante mi cuerpo dando señales de descargar unos latigazos certeros e intensos.
Así hasta que toda mi piel rezumaba escozor.
Entonces mi Ama María que había estado contemplando como era azotado desde su posición cómoda en el sofá, se levantó me hizo dar nuevamente la vuelta en la cruz y ahora frente a ellas y mirándolas a los ojos ella procedió a pinzarme los pezones para después retarle a su amiga María José si era capaz de arrancar las pinzas con su látigo.
El dolor tan intenso no lo había experimentado hasta ahora.
Realmente Mariajosé disfrutaba infringiéndome dolor, mucho dolor.
Las marcas de su látigo iban quedándose en mi piel.
Mirándole a la cara me di cuenta de que no solo gozaba sino que su excitación iba a más conforme la intensidad de sus latigazos se hacía más intensa.
Mientras era azotado una y otra vez hasta que consiguió arrancar las pinzas de mis pezones observé como la mano de mi Ama María se deslizaba por detrás, entre sus piernas y se dedicaba a ir masturbándola muy suavemente con sus dedos.
Sus dedos salían de su coño totalmente brillantes y húmedos.
Su amiga María José conforme más placer obtenía de María iba aumentando la intensidad de sus azotes con el látigo.
Así lo notaba yo.
Sus piernas llegó un momento en que flaqueaban.
Su orgasmo estaba llegando.
Mi piel así lo adivinaba.
Cuando estuvo satisfecha dejó caer el látigo y dándome la espalda se fue al sofá y se sentó junto a mi Ama María besándose apasionadamente a la vez que la mano de Maria José cogía la de mi Ama María llevándola a su pene negro de latex que llevaba ajustado a su cintura.
Mi Ama María se levantó y se sentó a ahorcajadas sobre ella insertándose el pene en el interior de su vagina.
Los movimientos de ambas eran acompasados, intensos, se notaba que disfrutaban mucho la una de la otra.
• Después volveremos a dedicarnos a él.
¿Te das cuenta como nos hemos excitado con su sufrimiento y entrega?
• Si, muévete más deprisa, me gusta sentirte sobre mí.
Atado a la cruz observaba las manos de mi Ama María José la cogían por la cintura ayudando a los movimientos acompasados que hacía que el pene negro se deslizara entre los labios de mi Ama María y se perdiera en su interior.
Me estaba excitando con esta visión.
Sin embargo algo debía hacer pues no me estaba permitido excitarme sin su permiso.
Pronto acabarían y si se daban cuenta, el castigo sería aún mayor.
Mi polla luchaba por escaparse de la funda aún sabiendo que eso era imposible además del dolor que me estaban causando las puitas que del interior de la funda.
Los gemidos de ambas continuaban excitándome más y más.
Mi Ama María apoyándose en los muslos de María José se elevaba dejando el pene negro totalmente fuera de su cuerpo para después y de forma brusca se dejaba caer insertándoselo totalmente en su coño.
Sus gemidos si hicieron muy sonoros, estaban alcanzando uno orgasmo brutal.
Después, tras alcanzarlo, ambas abrazadas se separaron, se sentaron una junto a la otra, se miraban y se besaban.
Los cuerpos de ambas brillaban por el sudor, sus manos recorrían el cuerpo de la otra con fuerza, con intensidad, como queriendo fundirse la una en la otra.
Mientras tanto mi polla pugnaba por escapar a pesar de incrustarse todas las puítas en su piel.
El dolor y el placer eran máximos para mi llegándolos a confundir.
Por un lado mi flujo seminal blanquecino y de otra el color rojizo del mismo que daban fe de que las puítas de la funda estaban realizando muy bien la función para la que estaban puestas allí.
Ambas ya relajadas y abrazadas me miraban mostrando una sonrisa irónica y despreciativa.
María José se levantó entonces del sofá y desató las correas que me mantenían atado a la cruz.
Después tomó la correa de mi collar y dándome un fuerte bofetón me mandó postrarme ante Ella a cuatro patas.
• ¡Eres un puto perro a nuestro servicio, y como tal solo puedes estar a cuatro patas!.
Jajajajjajajajajaj
• Así es, perro de mierda, confirmó mi Ama María.
Me arrastró con la correa hasta ponerme frente a las dos y arrodillado en el suelo.
• María tengo el coño chorreando, la corrida ha sido brutal.
• Ya lo se, cariño.
Si te sientes incómoda pues ya sabes, disponemos de este puto esclavo para todo.
Tirando de la correa, acercó mi cabeza al coño de su amiga María José.
• ¡A dejar bien limpio el coño de tu Ama María José!, ¡vamos!.
Mi boca se pegó a su coño.
Antes había visto el flujo blanquecino que rezumaba su coño.
Ahora no solo lo estaba lamiendo con mi lengua sino que su olor era muy intenso también.
Mi boca empezó a impregnarse de un flujo espeso, de sabor muy especial mezcla de dulce y salado.
Mientras lo hacía sentí en mi espalda el chocar de las tiras de cuero del látigo.
Los azotes se hacían intensos aunque los gemidos de placer eran ahogados por mi Ama que la besaba pegando su boca a la suya.
De pronto sentí un tirón de la correa.
Era la señal para que me separara de su coño y dejara de limpiarle con mi boca.
Ya satisfecha, mi Ama acercó su cara al coño de María José y para comprobar con su lengua que lo había hecho bien.
El deseo que dejaba entrever mi Ama al pasar con intensidad y muy despacio su lengua por los labios del coño de María José provocaba en mi una nueva excitación que debía controlar antes de que cualquiera de Ellas pudiera darse cuenta.
• Te lo ha dejado perfecto, es un esclavo muy obediente y perfeccionista en todo lo que se le manda.
Bueno, ahora dedícate a mí, esclavo.
Tiró de la correa de mi collar haciendo que me desplazara hasta donde ella estaba sentada.
Allí posó sus manos sobre mi cabeza haciendo que estuviera totalmente pegado a su coño.
• Así, perro.
No eres nada, solo sirves para obedecer y servir.
Jajajjajajjajaj.
Allí, entre sus piernas, bien aprisionado me dediqué a lamérselo por completo a la vez que con la punta de mi lengua me detenía en su clítoris haciéndole gemir de placer.
Mientras lo hacía, María José se levantó del sofá y tomando el mango de su látigo procedió a azotar mi espalda y mi culo haciendo que mis marcas volvieran a adquirir su tono rojizo, como le gustaba a Ella.
Cuando mi Ama María me separó de Ella, María José volvió a su lado dejando el látigo sobre mi espalda.
• ¡Siéntate y echa la cabeza sobre el sofá, entre las dos!.
Así echado entre las dos procedieron a unir las muñecas con los tobillos usando unos brazaletes.
De todos ellos colgaban unos mosquetones que permitían unirlos.
Mi boca permanecía abierta y ofrecida.
Cada una de Ellas se dedicó a uno de mis pezones, retorciéndolos, clavándole sus uñas y haciendo que se tornaran hinchados y rojizos.
• ¡Qué maravilla de esclavo!.
Entiendo que te hayas planteado su compra.
Es muy difícil encontrar hoy en día un esclavo tan completo.
Mira su boca abierta todo el rato.
¿Tendrá sed?
• El domingo cuando vengan a por él les plantearé su compra.
Es posible.
¿Tienes sed mi perrito?
Asentí con la cabeza pues de sobra sabía que no podía hablar salvo que me concedieran Ellas permiso para hacerlo.
Entonces vi como mi Ama María José se colocaba sobre mi cara riéndose y comenzando es dejar caer saliva abundante en mi boca que iba tragando a la vez que la saboreaba.
Después fue mi Ama María la que propuso un juego con Ella.
• Vamos a echar una apuesta.
Le vamos a poner frente a nosotras y desde aquí, sentadas en el sofá, vamos a escupirle lanzándole unos escupitajos a la cara.
Le escupiremos diez veces cada una y ganará la que más escupitajos consiga meter en su boca.
(Continuará)
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