Mi primera vez
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Narradorsintabues.
Tenía doce años.
En ese entonces, mi cuerpo era muy delgado, media no más de un metro y cincuenta centímetros.
Era liviano, creo que contaba con unos 35 kilos o casi llegar a 40 kilos.
Tenía vello corporal sin embargo mi madre me mantenía depilado cuerpo entero.
Mi culo siempre fue más bien pronunciado como de una niña, mi pene se mostraba bastante más grande que la media de los muchacho de esa edad.
Yo era virgen, hasta que mi madre me vendió al vecino.
El era un hombre corpulento, enorme casi un metro y noventa centímetros.
Más de cien kilos y espectacularmente velludo.
Han pasado más de veinte y cinco años desde que ese hombre violó mi virginidad.
Ahora tengo 38 años, bisexual, tengo una hija de veinte y cuatro años y otra de veinte y dos años.
Son prostitutas (ese es otro tema).
Aún tengo erecciones al recordar los momentos que pase con él.
Fue durante el verano.
Recuerdo el calor sofocante de su casa.
Una casa bastante grande de un piso y jardín trasero amplio bien cuidado.
Tanto su casa y jardín era mi responsabilidad de mantenerlo bien cuidado y limpio.
El barrio es pobre y olvidado por las autoridades por las bandas de narcos que dominaban y aún lo hacen.
Mi madre acordó el valor de mis servicios sexuales sin decirme palabra.
Me envío a su casa con el pretexto que debe entregarme un dinero.
Toque su puerta, me invita a pasar y cierra de un golpe.
El sonríe y noto que esta desnudo con una impresionante erección.
Con un brazo rodea mi cintura, fácilmente me lleva a su habitación.
Se sienta y me recuesta en su regazo, baja mi short y comienza a golpear mi trasero con fuerza.
Con su enorme mano abierta me nalguea hasta hacerme llorar y suplicar que se detenga.
Trato de zarfarme pero su fuerza es tremenda.
Me retiene sin problemas.
Por algunos minutos continúa y me dice al oído.
“Eres mío, ofrecí a tu madre un dinero que no podía resistir.
Te usaré de sirviente y mi putito por muchos meses.
” Con eso empieza a reír a carcajadas.
Saca mis prendas, dejándome de pie desnudo.
Contempla un momento mi cuerpo, saca un aceite corporal de su cómoda, y lo aplica en todo mi cuerpo, cubriéndome con ese aceite aromatizado a vainilla.
Sus manos recorren mi cuerpo deteniéndose en mi pene y ano.
Con sus caricias mi pene reacciona y se erecta con sus masajes en mi glande y testículos, mientras su otra mano recorre gentil la zona de mi ano.
Yo ya sé que va a suceder.
Por años mi madre me enseñó todo sobre el sexo con hombres, mujeres y animales.
Por lo que hice lo que siempre me repetía.
“Abre tus piernas y levanta el culo”.
Eso hice.
Me besa los labios, intensamente.
Masturba mi pene y estimula mi ano.
Me hace acabar en su mano y su dedo medio en mi interior.
Mi dueño, unta mi semen en mi ano y su pene.
Veo su poderosa erección.
Un garrote.
Eso es lo que veo.
Un garrote venoso, palpitante.
Me sube a su cama, me acomoda como una perra, abre mis nalgas, giro mi cabeza para mirar que hace con mi culo, siento su pene penetrar mi virginidad.
Fue doloroso.
Intenso dolor.
Intente escapar.
Pero su fuerza impidió que pudiera hacer algo.
Sus manos estaban firmes en mi cintura jalándome hacia él con energía.
Supongo que no notó mi intención de zafarme.
Mi cuerpo no entrega ninguna resistencia.
Ahí estaba yo, mi primera relación sexual.
Mi virginal ano.
Penetrado por un enorme hombre de 40 años.
El dolor disminuyó y el placer fue incrementando, mi pene quedo en reposo por la eyaculación anterior.
El líquido preseminal de mi pene mancha bastante las sábanas de la cama.
En cada embestida siento su pene en lo más profundo de mis intestinos.
Un dolor punzante cada vez que embiste hasta que mis nalgas toca su cuerpo.
Mi dueño me hace girar y coloca mis pies en sus hombros, yo extiendo mis brazos hacia la cabecera de la cama y mis gritos de dolor se transformaron en placer .
Con eso acaba dentro de mis entrañas.
Siento su semen.
Queda rendido sobre mi cuerpo.
Retira su pene con suavidad curiosamente limpio.
Un momento después, su semen comienza a ser expulsado de mi ano.
Siento el líquido entre mis nalgas y quedo recostado a su lado.
Lloro.
Lloro en silencio.
Él me abraza.
Me consuela.
Me dice cosas tiernas.
Me hace sonreír.
Soy su mujercita.
Así empieza mi sumisión y convertirme en su juguete.
Me hace vestir ropa de niña.
Ropa interior y falda.
Ocuparme de su hogar, nuestro hogar.
Esos meses fue lindo.
Lo recuerdo con ternura.
Tuve mucho sexo con él y sus amigos.
Mantuvimos relaciones por muchos años, pero el recuerdo más preciado fue esos meses en que viví para él.
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