Mi Primera Vez
Fuera la solemnidad.
Fuera la solemnidad
Cada noche tomo mi ordenador y comienzo a recordar las veces en que he tenido el placer de compartir mi cama con alguien. En realidad no han sido muchos, pero en el mundo existen miedos y prejuicios que nos impiden a las mujeres disfrutar nuestra sexualidad en forma libre y consciente. Me llena de ira saber cómo es mal vista una mujer con parejas sexuales cuando, por otro lado, un hombre que constantemente tiene encuentros es todo un suceso que se debe celebrar.
Mi vida sexual comenzó a los 15 años y medio, como si fuera un juego y sin darle mucha importancia. He escuchado sobre el interés que ponen amigas a ese momento, la belleza de la ocasión, el esmero de los varones por hacernos sentir especiales y que sea inolvidable pero, a decir verdad, nunca me ha llamado esa idea y no recuerdo que alguna vez haya sucedido. Por el contrario, apenas y recuerdo mis primeras veces.
Cuando estudiaba la preparatoria cursé el turno de mañana. El campus lo ubicaron cerca de mi casa pero aun así nunca llegaba temprano. En distintas ocasiones, el guardia de la puerta que toma apunte de la hora de llegada, atento al timbre, cerró el portón y me negó la entrada.
Cuando tuve novio la situación no cambió. Me tomaba el tiempo necesario y aunque seguía tarde no regresaba a casa, sino que nos íbamos a la de él para estar un rato recostados frente a la televisión.
Entre la inocencia y desinterés por el sexo pasábamos las mañanas con películas de superhéroes en su cuarto. Pasaban las horas y nosotros abrazados sobre la cama esperábamos que llegara su madre a casa para bajar un rato y despedirnos para irnos a la mía.
Una de los mañanas, enterados de que no estaría, nos evidenciamos la intención por llegar a más.
En ese entonces yo era más delgada de lo que soy ahora: Pesaba apenas 45 kilos, mis rodillas parecían dos piedras, el cabello muy desarreglado; pero eso sí, tenía ya mis tetas muy bien desarrolladas.
En un torpe movimiento Álvaro me besó, entre angustiado e impaciente pasó sus manos por mi vientre y las subía hasta el pecho, apretando sin cuidado mis pezones que en ese entonces eran muy sensibles.
¿Me amas? Aún recuerdo que le pregunté al oído. ¡Qué estúpida! Claro que contesto que sí y en ese momento me hizo caer en confianza.
Sus besos eran buenos en la medida en que no tenía un referente, y algunos años después lo confirmé durante un reencuentro. Me pasaban sus labios suaves por el cuello con desesperación. Yo me preocupaba por las marcas y me movía para acelerarlo, después su lengua fue bajando hasta los pechos. Parecía un bebé hambriento.
Ya sin blusa lo daba por ganado y ante ello bajó hasta mi cintura para desabotonar el pantalón. Por simple reflejo le agarré las manos y vi que se asustó. Le ayudé a hacerlo y con pena, medio nervioso, bajó la vista mientras lo estiraba hasta los tobillos.
Ahí estaba yo ahora. Recostada en su colchón. Mi piel blanca combinaba con sus sábanas y se perdía. Mi bikini color rosa con líneas celestes le excitaban más y sin pensarlo lo tomó para quitármelo.
Estaba en ese punto muerta de nervios. Sería mi primera vez y aquello no estaba planeado. Vinieron a mi mente muchas cosas: El dolor, enfermedades, un embarazo, pero todo se borró cuando Álvaro comenzó a rozar mis labios vaginales con su pene. Su miembro no era muy grande, lo sé hoy que he conocido tantos, pero al ser el primero logró sacarme un susto.
Con la boca cerrada apretando mis labios con los dientes sólo lo escuché decir que me la iba a meter. Asentí con un ligero movimiento de cabeza y cerré los ojos mientras entraba.
Qué locura, yo estaba esperando a que terminara de entrar cuando de pronto escuché un gemido leve. Abrí los ojos para darme cuenta que me veía con vergüenza y miedo.
Había eyaculado, dentro de mí y yo ni siquiera sentí nada. ¿Terminaste? Le pregunté sorprendida y respondió que sí jadeando mientras bajaba su cabeza para descansarla en mi pecho.
¡Eres un pendejo, Álvaro! Le grité al quitarlo de un golpe.
No había sangre, sudor, dolor. Nada. Tomé mi ropa interior, el pantalón y mi blusa para ir al baño a cambiarme.
Esa fue mi primera vez. Lo hicimos dos o tres veces más sin éxito. Terminamos y después de un tiempo nos vimos en una ocasión. Fue distinto el sexo, gracias a mí.
Si Ximena, las historias de la primera vez pueden buenas o malas y a veces exageradas; es tu caso es anecdótica, porque él se apuró demasiado…
Saludos.
Hola mi primera vez gozando con un hombre fue con cambio de roles la verdad disfrutamos muchísimo ambos debo decir que nunca antes había tenido experiencia anal solo lo había hecho con mi mujer pero aquella experiencia fue sensacional además no me siento más ni menos hombre Haber disfrutado de aquello como así también todo ser humano es dueño de su cuerpo y puede hacer lo que quiera con el igual no hay que dejar de pensar que la vida es tan corta que personalmente pienso que si tienes alguna fantasía de cualquier índole hay que hacer lo posible por hacerla realidad buen eso gracias aquellas personas que lean está reseña y entiendan el mensaje