Mi primera vez con una verdadera mujer…
Un joven narra como fue su primera experiencia con una verdadera mujer, después de haber estado comiéndole el culo a un par de amigos que se travestían..
Mi primera vez con una verdadera mujer…
Cuando era mucho más joven, en la urbanización donde vivíamos la mayoría de los chicos con que me crie, era varones, salvo uno que le encantaba que le hiciéramos de todo, o mejor dicho casi de todo.
Era un chico de contextura algo gruesa, sin llegar a ser gordo, simpático y buena gente, su madre se la pasaba trabaja que trabaja todo el día, y en ocasiones gran parte de las noches, en la oficina de un ministro, de no sé qué ministerio.
Nuestro amigo siempre nos pedía que lo tratásemos a solas, como a una chica además de dejarnos entrar a su fabulosa casa, y de servirnos lo que se nos antojará comer, se vestía completamente de mujer, sin olvidar o pasar detalle alguno.
Él muy condenado, hasta usaba una abundante y llamativa peluca roja, al principio únicamente nos quedábamos en su casa, pero con el pasar del tiempo, fue ganado confianza y un buen día comenzó a salir a la calle así vestido.
Claro que eso trajo sus consecuencias, al ver a esa fabulosa chica, acompañada de unos cuantos muchachos, los más grandes, quisieron aprovecharse de la ocasión y en varias ocasiones hasta tuvimos que pelear para protegerlo.
El colmo era que nuestro amigo deseaba que los otros chicos la conocieran tan íntimamente como la mayoría de nosotros la conocíamos.
Pero después caía en cuenta de que lo más probable era que aparte de que también le dieran por el culo y lo pusieran a mamar, seguramente le dieran una tremenda paliza, además que le contasen a todo el mundo que ella realmente era él.
Pero por lo general en ocasiones estando a solas y en otras con nuestro grupo entero, a manera de un show nudista, se iba quitando parte de la ropa, al ritmo de la música.
Ya cuando se encontraba en pantis y sostén, era que nosotros le metíamos mano, es decir, nos lo cogíamos por turnos, al mismo tiempo que él o mejor dicho ella se dedicaba a mamarle la verga a cualquiera del grupo.
Como era lo suficientemente robusto, sus pechos realmente parecían un par de grandes tetas, y cuando se paraba completamente desnudo frente a nosotros se las arreglaba para ocultar su pequeño miembro entre sus gruesos muslos.
Así que para el resto de los chicos como para mí prácticamente era como estar con una mujer.
Nuestro amigo en su papel de chica disfrutaba intensamente que la penetrásemos uno tras otro, parecía que hasta lloraba, pero de alegría, cuando como en mi caso estaba colocado tras ella, enterrándole mi verga, entre sus grandes y pálidas nalgas.
Reía, gemía, lloraba, gritaba, y hasta gruñía como un animal del placer que sentía, cosa por la que otro de los chicos del grupo, un buen día le dio por probar.
Al principio, como era más delgado, cuando comencé a meter mi verga entre sus nalgas, lloró de dolor, pero cuando algo asustado le dije que se la iba a sacar, fue que se puso bravo exigiéndome que continuase.
Al poco tiempo después de eso, ya no tan solo teníamos a la gorda dentro del grupo, sino también a la flaca.
En ocasiones mientras a uno le daban salvajemente por el culo a uno, el otro le mamaba la verga al resto de los presentes, pero siempre, siempre, nuestra preferida era la gordita, ya que en todo momento parecía más ser una mujer.
Mientras que la flaca, el pobre no pasaba de ser, una mala pero efectiva caricatura de lo que es una mujer.
Pero no era de mi encuentro con ellos dos que les quiero hablar, y de lo mucho que todos disfrutábamos el cogérnoslos.
No que va, yo estaba un día jode que jode, con nuestros dos amigos, cuando al salir de la casa de la gorda, se me ha pegado un fuerte dolor en el costado derecho, pienso que era como si me hubieran dado una puñalada, pero por abajo de mi barriga.
A duras penas llegué a casa, ardiendo en fiebre, y un sinfín de otros síntomas, perdí el sentido por el dolor, y al despertarme me encontraba en la sala de recuperación de la clínica cercana a casa.
No tienen que ser el Doctor Gregory House, para darse cuenta de lo que me había pasado fue un ataque de apendicitis.
Mis padres me dejaron hospitalizado, y a los pocos días a punto de darme de alta, les comunican que por seguridad me debían dejar en observación un par de días más.
Me cambiaron de habitación, y de momento entra esa tremenda enfermera alta con grandes tetas, apenas cubiertas por el ajustado uniforme, y un culo de infarto, que se le notaba fácilmente apenas se medió inclinaba, o sencillamente caminaba.
Pero si bien es cierto que su cuerpo era tremendamente llamativo y por demás provocativo, aunque su cara era más fea que una patada en los testículos a medianoche en un oscuro callejón.
Para colmo, su cabello teñido de un color entre rojo y amarillo lo tenía tan reseco, que parecía que hubiera recibido una descarga eléctrica.
Además, usaba unos espejuelos bifocales de montura de alambre, que hacían que su gran nariz aguileña sobresaltase más aun, de labios sumamente delgados, dientes brotados y disparejos.
Con toda la piel de su cara llena de marquitas, y manchas color café, como a quien le ha dado lechina o sarampión muy fuerte.
Aparte de eso sus cejas se unían, sus saltones ojos parecían ser algo vidriosos, con grandes bolsas oscuras bajo ellos, seguramente debido al trasnochos constantes.
Ha y para completar, sobre sus labios tenía gran cantidad de vello facial, que daba la impresión de ser un bigote sin afeitar de varios días.
Pero aparte de eso, esa enfermera, era un alma de Dios, sumamente simpática, alegre, jovial, en fin, con decirles que, a los pocos minutos de conocerla, a pesar de su rostro, como que me enamoré de ella.
Bueno no precisamente enamorado, como quien dice enamorado de verdad, pero si me había enganchado.
Mis padres a eso de las 8:00 de la noche se fueron a casa, cuando ella regresó con su carro de servicio, y revisando mi récord, me preguntó cuándo me había bañado, realmente si un enfermero, el día anterior me habían pasado una esponja mojada, pero dejando que yo mismo me la pasara por las aéreas más íntimas de mi cuerpo.
Tras revisar mi herida, en un tono que no me podía negar, me dijo. “Quítate toda la ropa.”
Yo como un autómata así lo hice, aunque lleno de mucha vergüenza, fue cuando ella animadamente, me dijo. “No te preocupes por mí, que te aseguro que no es la primera vez que veo a un hombre como tu desnudo, y de seguro y así espero que tampoco sea la última. Además, se nota que la has estado usando para algo más que simplemente orinar.”
Sus palabras tenían algo que me hicieron sentir algo excitado, quizás por decirme hombre en lugar de chico o muchacho, así que una vez que terminé de desnudarme, ella colocándome una bata, me condujo al baño de mi habitación.
Yo pensaba que me iba a bañar yo solo, pero al ver y sentir que ella agarró una gruesa esponja y a medida que el agua caliente fue cayendo sobre mi cuerpo, comenzó a tallarme la espalda, me quedé en silencio, dejando que ella hiciera lo que tuviera que hacer.
Aunque por dentro estaba deseosísimo de acostarme con esa mujer a pesar de su feo rostro, no tenía el valor ni tan siquiera de insinuárselo.
De momento sentí ya no la esponja sino su propia mano agarrando, y enjabonándome mis nalgas, me puse nervioso, su melosa voz me ordenó que separase las piernas, y sentí como sus dedos, se fueron deslizando entre mis nalgas y continuaron hasta agarrar bolas, sus dedos comenzaron prácticamente a jugar con mis testículos, y cuando menos lo esperaba su otra mano me agarró la verga.
Yo estaba entre sumamente excitado, y reflejo de eso era mi verga parada al tope, y al mismo tiempo confundido y hasta avergonzado por la misma erección.
A todas estas yo había mantenido la mirada fija al techo, pero al voltear a ver a mi enfermera me doy cuenta de que prácticamente estaba tan desnuda como lo estaba yo.
En mi vida había estado tan y tan cerca de una mujer completamente desnuda, y para completar que me estuviera jalando tan buena paja como ella me la estaba haciendo en esos momentos.
Yo creo que estuve a punto de venirme cuando ella hábilmente me ha dado un ligero golpe en mis testículos, haciendo que mi erección desapareciera en un instante.
La escuché decirme cual, si fuera una seductora maestra. “Relájate, no te pongas ansioso, disfruta el momento, como lo hago yo. Deja que yo te diga, lo que tienes que hacer.”
Así de esa manera me volvía a sorprender cuando tras retirar el jabón de mi flácido pene lo comenzó a lamer con su lengua, cual si fuera una barquilla de vainilla.
En cuestión de pocos segundos y a medida que ella se la fue introduciendo dentro de su boca, mi verga se volvió a poner bien dura, y a medida que ella me la continuó mamando, yo completamente pegado a la pared de la regadera, disfrutaba de lo que ella me estaba haciendo.
Hasta que de nuevo estando a punto de venirme, me volvió a dar un ligero golpe en mis testículos.
Fue cuando sacando mi verga de su boca me dijo. “Vamos a ponernos cómodos de verdad.” Tal y como estábamos salimos del baño, yo iba tras ella agarrado de su mano, ella puso un letrero de no molestar por orden del médico.
Le pasó el seguro a la puerta, y tras eso me llevó a la cama diciéndome. “Ahora quiero que me hagas lo que yo te hice a ti, y si lo haces bien, te voy a premiar.”
Yo como que no entendí lo que ella me decía, hasta que, acostándose en mi cama, separó las piernas dejándome ver todo, para mí, su hermoso y llamativo coño.
Yo estaba tan y tan excitado por lo menos mentalmente, que cuando entendí que ella quería que le mamase el coño, no lo pensé dos veces y prácticamente enterré toda mi cara entre sus muslos.
La enfermera, me volvió a decir que tomase las cosas con calma, y tras respirar y oler el aroma de su coño, volví a enterrar mi cara en él.
Con mi boca y lengua fui siguiendo sus suaves instrucciones, chupa un poquito más arriba, ahora eso que tienes entre tus labios es mi clítoris, medio mordisquéalo suavemente, y todo lo que me iba diciendo yo en la medida de mi entendimiento procuraba hacerlo al pie de la letra.
Yo quizás por el mismo aroma de su coño, el que se lo estuviera mamando de la manera que ella me iba diciendo, sentía mi verga a punto de estallar.
Cuando hábilmente ella no sé cómo se las arregló, pero con los dedos de sus pies me ha dado un suave pellizco a mis bolas, haciendo que nuevamente mi erección bajara.
Por su parte ella comenzó a mover su coño restregándolo contra mi cara, con fuerza hasta que de momento sentí que por un breve instante que ella se quedó, como paralizada.
A los pocos segundos reaccionó ayudándome a parar, y dirigiendo mi verga al centro de sus piernas.
Pero antes de llegar a penetrarla me dijo respira profundo, cálmate, que esto no es una carrera de velocidad sino de resistencia.
A medida que la fui penetrando, el deleite que fui sintiendo fue extraordinario, yo comencé a comportarme como si me hubiese acostado con ella infinidad de veces, algo dentro de mi cambió definitivamente, me sentía el amo del mundo teniendo a esa mujer bajo mi cuerpo, moviendo sus caderas de manera única y extraordinaria.
Aunque en varias ocasiones me jaloneó o golpeó mis bolas, haciendo que la tremenda excitación que sentía se disipase un poco, hasta que finalmente no pudiendo aguantarme más felizmente me vine completamente dentro de su sabroso coño.
Después de eso, me indicó que terminase de bañarme, y me acuerdo de que me quedé dormido como un tronco, apenas ella se vistió poniéndose su ajustado uniforme, y tras darme un beso salió de mi habitación con su carrito de medicamentos.
La siguiente noche, repetimos la dosis, y al tercer día me dieron de alta aun en contra de mi voluntad.
Yo me las arreglé para seguir viendo a la enfermera durante un tiempo, el mismo que no volví a tener contacto con mis amigos, posteriormente comencé a salir con otras mujeres de distintas edades, y en ocasiones hasta evitaba volver a tropezarme con la gorda y la flaca.
Luego me enteré de que a ellos dos habían salido con otros chicos que, tras usarlos, como les dio gusto y gana, a los dos les han dado una tremenda paliza, dejándolos abandonados en medio de una carretera, atados a un árbol únicamente vestidos con ropa íntima de mujer.
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