Mi Primera Violación (No consentida)
Como el tomar una mala decisión puede cambiarle a una la vida para siempre..
Hola a todos, gracias por su atención. Les contaré la experiencia que me tocó vivir hace tiempo, casi dos años ya.
Me presento, mi nombre es… bueno, en realidad mi nombre no importa, actualmente tengo 28 años y los hechos que estoy a punto de narrarles sucedieron cuando recién acababa de cumplir los 26, soy profesionista y tengo un cargo ejecutivo a nivel gerencia en una empresa lo bastante importante como para tener diferentes sucursales a todo lo largo y ancho de la República Mexicana. Soy casada desde hace 5 años y mi matrimonio va viento en popa como desde el primer día, mi marido tiene algunos negocios tanto en la capital como en el interior de la República, razón por la cual viaja seguido; por mi parte y debido a mi trabajo paso mucho tiempo en la oficina y visitando clientes y proveedores y en varias ocasiones he tenido que salir a altas horas de la noche por la carga de trabajo. Bueno ya saben mi edad y mi profesión, ahora paso a describirme, soy una chica delgada, de tez morena clara, tengo unos grandes ojos cafés y mi cabello de color castaño es largo y lacio; mido 1.70 mts y peso alrededor de 56 kgs., soy una chica linda tanto de cara como de cuerpo, hecho por el cual muchos hombres y alguna que otra mujer voltean al verme pasar y no son pocos los que me dicen algo pícaro a mi paso. Nosotros vivimos en la CDMX, que es la capital de la República Mexicana y mi oficina se encuentra en uno de los municipios aledaños al norte de la capital, es una zona industrial que francamente se ve terrorífica por las noches, es solitaria y algo oscura.
¿Han escuchado decir que en ocasiones el universo conspira contra alguien para que algo suceda? Pues yo no lo creía hasta que me sucedió a mí. Para ir y regresar de mi casa a la oficina viajo en mi propia camioneta, mi marido tiene su propio auto, pues resulta que una semana antes del día de los acontecimientos, mi camioneta, de la nada no quiso andar más y hubo de llevarla al taller para su mantenimiento, desgraciadamente el daño fue lo suficientemente grave como para tenerla por allí por más de una semana, durante ese tiempo acordé con mi marido que él me llevaría a mi oficina por las mañanas y cuando pudiera pasaría por mí por las tardes, en caso que no pudiera yo regresaría en taxi de sitio o de aplicación, cosa que hicimos sin ningún contratiempo los primeros días. Por esas fechas mi marido ya tenía planeado un viaje de varios días para atender unos negocios en el interior de la República y un día antes del día fatídico me llevo por la mañana a mi oficina y de allí se dirigió al Aeropuerto para su viaje, por la tarde pedí un taxí y me dirigí a casa sin ningún contratiempo. El día fatídico comenzó de manera normal y fue realmente muy ajetreado, tanto que cuando me di cuenta ya eran las tantas de la noche, realmente no me di cuenta del paso del tiempo y ya pasaban de las 9 de la noche. Cansada y fastidiada di por terminado el día y me dispuse a dirigirme a casa, por lo cual abrí la aplicación de mi celular y pedí un taxi, pero desafortunadamente todos cancelaron, tal vez por la hora, tal vez por la zona o tal vez por la conspiración del universo, al ver esto, levante el auricular y me comunique a la caseta de vigilancia de la empresa para que solicitaran un taxi del sitio que se encuentra en la esquina, pero a los 2 minutos el oficial marco para informarme que no había taxis y que no esperaban que llegara alguno ya a esa hora. Desilusionada, cansada y algo frustrada, tomé la peor decisión de mi vida, saldría caminando hasta la carretera con la idea de tomar un taxi en una base de taxis que se encontraba allí. Cuando el oficial de seguridad vio mis intenciones se opuso a que saliera sola, me sugirió que esperara un momento a que llegara un taxi al sitio de la esquina pero ya estaba yo resuelta y no tuvo más remedio que aceptar y abrirme la puerta para que yo saliera.
A partir de allí las cosas se sucedieron a un ritmo infernalmente rápido, no había yo caminado más de 2 calles cuando ya estaba arrepentida de haber tomado esa mala decisión, la zona por la que iba estaba oscura y con mucho esfuerzo lograba ver a dos pasos de distancia donde estaba, en cierto momento sentí como se me erizaban los cabellos de la nuca y entonces todo ocurrió. Sentí un fuerte golpe en la parte lateral de mi cabeza y aunque no perdí completamente el conocimiento si quedé algo atontada, sentí como dos personas me sujetaban o más bien cargaban por ambos antebrazos y me ponían una bolsa de trapo sobre mi cabeza, me llevaban en vilo y mis pies arrastraban por el piso, ya no caminábamos por la banqueta, caminábamos por lo que supuse era un baldío debido a que sentía el roce de hierba alta en mis piernas. Todo sucedía en cámara lenta, por lo menos para mí y finalmente entré en un pozo oscuro y perdí momentáneamente la consciencia.
Realmente no sé cuánto tiempo transcurrió, lo cierto es que un fuerte dolor en la cabeza me hizo abrir los ojos y encontrarme en un sitio poco iluminado tumbada sobre una mesa rústica de las que habitualmente se elaboran en los edificios en construcción. Efectivamente, me encontraba en una especie de bodega a medio construir, había maderas, arena y bultos de cemento esparcidos por todos los rincones.
Tardé un momento un darme perfecta cuenta de mi situación, había sido golpeada por 3 tipos que ahora me observaban parados alrededor mío, reaccioné intentando levantarme pero 2 de ellos me sujetaron de los brazos fuertemente y el tercero se acercó a mí empuñando un cuchillo que zigzagueo macabramente frente a mi cara, lo reconozco, en ese momento pensé que me matarían y terminé orinando y eso me hizo darme cuenta que ya no traía puesta mi tanga ni mi falda tampoco.
El del cuchillo se dirigió a sus compinches: “jejejeje miren a esta putita, se acaba de orinar, ¿será de placer?” Los otros rieron a rienda suelta, lo cual hizo que del terror pasara a una ira furibunda. “Desgraciados, déjenme en paz, déjenme ir” atiné a decirles.
El del cuchillo y al parecer el líder del grupo se dirigió a mí: “Pendeja, ¿es que no te has dado cuenta de que no estás en situación de pedir nada? Eres nuestra por todo el tiempo que nosotros queramos tenerte y a ti solo te toca decidir cómo vas a recibir lo que te vamos a dar, por la buena o por la mala. Así que decídelo muñeca, tienes 3 segundos para decidirte, a nosotros no nos cuesta nada tasajearte y cogernos tu cuerpo, no sería el primero, ¿verdad chicos? Jajajajaja”.
Me sentí aterrorizada ante estas palabras y pensé que eran los últimos momentos de mi vida, afortunadamente pude controlarme y traté de conservar la poca calma que aún me quedaba, si quería salir viva de este trance debía tener la mayor calma posible y no darles ningún tipo de pretexto a esos tres fulanos que sin dudar podrían matarme allí mismo.
“¿Entonces qué dices linda?” me pregunto el del cuchillo. Yo sólo acerté a afirmar con la cabeza.
“¿Si qué pendeja? ¿Si qué?” me contesto enojado y acercando el cuchillo a mis ojos.
“Que ace…ace…acepto lo que ustedes quieran” respondí tartamudeando sin querer.
“Jajajajaja, ¿escucharon muchachos? Aparte de buenísima es inteligente la putita esta”.
Sentí que la sangre bullía en mis venas, pero ya me había serenado y procuré disimular al máximo mi indignación. Como les había comentado, en cierto momento mientras estuve inconsciente aprovecharon para quitarme falda y tanga, también mi blusa estaba abierta y ante ellos estaban expuestos mis pechos aun sujetos por el bra, a cada uno de los lados de la mesa sobre la cual estaba yo tendida me observaban los 2 tipejos que parecían seguir órdenes del cabecilla, mientras que el del cuchillo se colocó a mis pies y con sus piernas separó las mías, mostrándome el cuchillo me pregunto: “¿el brasier te lo quitamos por las buenas o con ésta cosita?” pregunto mostrándome el cuchillo. “Po..po…por las buenas, por las buenas” contesté. “Excelente preciosa, así me gustan mis putitas, que sean inteligentes” dijo y luego se dirigió al que estaba a mi derecha: “Quítaselo, no lo rompas para que lo pueda usar cuando terminemos con ella y se vaya a su casa”. Sentí alivio, me dio la esperanza de que no me matarían. El tipo aludido ni tardo ni perezoso se abalanzó sobre mis pechos, y me desabrochó el brasier dejando mis tetas al aire. El tipo quedó impactado por el volumen de mis tetas y se abalanzo sobre ellas, las apretaba fuertemente y pellizcaba mis pezones, luego de un rato se agachó y comenzó a chupármelas alternadamente, yo percibía su olor corporal desagradable signo de no haberse bañado en algunos días, al mismo tiempo el cabecilla del grupo separó más mis piernas y supe que se había agachado cuando sentí su aliento caliente en mi vagina y su lengua hurgar en mi interior, un escalofrío recorrió toda mi médula espinal y contra toda mi voluntad surgió un gemido de mi boca, se me puso piel de gallina y mis pezones se endurecieron. “Mira cabrón, a esta putita le está gustando” dijo el apestoso dejando de succionarme las tetas, para luego regresar a ellas como si de un bebé se tratara. El cabecilla solo emitió un gruñido sin dejar de lamerme el clítoris. Escuche una sonrisa estúpida a mi izquierda, entreabrí mis ojos y vi la cara repugnante del tercer tipejo observándome muy cerca de mi rostro, se había hecho del cuchillo y acercándomelo al rostro advirtió: “Zorra, me vas a dar la mejor mamada de verga, o aquí te mueres hija de la chingada, no se te ocurra hacer nada estúpido, ¿oiste?”. Yo solo acerté a asentir con la cabeza. El muy desgraciado ya la tenía afuera y sujetándola me la acercaba a mi boca, por instinto apreté mi boca y lo único que conseguí fue un tremendo golpe en el rostro que me hizo ver estrellas. “Estúpida, te dije que no hicieras pendejadas” gritó el de la sonrisa estúpida. Las lágrimas me caían incontrolables por el rostro y abrí mi boca resignada a hacer lo que ese loco me pedía, pero pensé que tal vez podría yo controlar un poco la situación y agarré con mi mano su pedazo de carne y me lo introduje poco a poco la boca, no quería que el llevara el control e intentara cogerme la boca salvajemente, pensé que tal vez si lo hacía correctamente lo haría terminar rápidamente y quedaría satisfecho, por supuesto me equivocaba, tan concentrada estaba en darle una buena mamada para que terminara pronto, no me di cuenta de que el cabecilla ya se había incorporado y de pronto sentí como me perforaba la vagina ese bruto desgraciado, por instinto cerré la boca y lastimé al de la sonrisa estúpida y me gané otro fuerte golpe en el rostro. “Hija de la chingada, serás estúpida. ¿Me quieres dejar lisiado? me gritó. Yo sollozaba y sollozaba sin poder contenerme. “Tranquilo cabrón, no quiero que la muelas a golpes, mira que está cooperando” dijo el cabecilla al de la sonrisa estúpida. “Pero ésta estúpida me mordió la verga, la muy condenada” se defendió el estúpido. “Déjense de pendejadas y disfrutemos a ésta rica hembra” terció el sujeto hediondo al tiempo que con fuerza giraba mi rostro hacía él y al instante me penetraba la boca con su pene completamente erecto y el cual era de proporciones bastante grandes, al segundo o tercer penetración sentí arcadas y fue un milagro que no vomitara, y así estuve por algún tiempo, siendo penetrada vaginalmente por el cabecilla y penetrada oralmente por el hediondo, el de la sonrisa estúpida solo sonreía y golpeaba y pellizcaba mis pezones, a momentos bajaba a succionarme los pezones, pero lo de él era golpear y se dio vuelo con mis tetas.
Pasado cierto tiempo ocurrió algo inesperado, tuve un orgasmo, fue el primer orgasmo que tenía en mi vida sin estar realmente disfrutando del sexo, si hay algo que deleita a los hombres con los que he estado incluyendo a mi marido es el hecho de que yo soy multiorgásmica, y aún en esta desagradable situación no dejé de ser así, desgraciadamente para mí eso jugo en mi contra porque esos malandrines creyeron que realmente estaba disfrutando lo que me hacían y más ímpetu ponían en sus acciones.
El cabecilla me bombeaba cada vez con mayor fuerza y ritmo, yo sentía su pene como crecía más y más en mi interior y de pronto con un fuerte gemido explotó inundándome con sus jugos que se mezclaron con los que involuntariamente se formaban en mi interior, bombeó por un rato más y por fin se detuvo para recuperar su respiración y fuerza, por fin salió y al instante sentí como se derramaba parte de sus fluidos por mi vagina y llegaba a mi ano. “Hermosa Zorra, qué deliciosa y apretada estás, qué ganas de cogerte a diario” me dijo el cabecilla. El de la sonrisa estúpida aulló y se abalanzo hacia mi entrepierna, pero el hediondo se interpuso en su camino y tomó el lugar de su jefe. “Es mi turno putota, espero que te puedas tragar mi verga, ya viste que es la más grande y gruesa de las tres que te vas a comer esta noche” me advirtió el hediondo. El cabecilla ya se encontraba a mi costado y sin miramientos me tomo de los cabellos y me obligo a acercarme a él y meterme su pene en la boca. “Ahora límpiamela perfectamente perra, quiero tener la verga lustrosa para cuando te la meta por el culo” amenazó el cabecilla. Mi estrés se elevó al máximo, inocentemente pensé que con una corrida les bastaría a cada uno. Y mientras le limpiaba el pene al jefe de la banda el hediondo hacia intentos por penetrarme la vagina y el estúpido a los suyo, a golpearme y pellizcarme las tetas y los pezones.
Realmente ese tipo hediondo tenía el pene más grande y grueso de los tres, realizó varios intentos por metérmelo hasta el fondo y por fin lo logró, yo gemía involuntariamente del dolor que me producía tener tremenedo pene perforándome hasta el fondo, desgraciadamente el hediondo pensaba que yo gozaba y más se excitaba y arremetía en sus embestidas, sentía como sus testículos golpeaban mis nalgas, mientras el pene del cabecilla que por un momento había perdido su rigidez, nuevamente se encontraba en completa templanza. “Mira cómo se pone la verga nomás de imaginarme como te la voy a ensartar por el culo” me dijo, yo imploré piedad con la mirada, pero el no tuvo compasión. “Mira jija de la chingada, hasta ahorita has sido inteligente y hasta lo has gozado, hazte a la puta idea de que o dejas que te hagamos todo lo que te queramos hacer o aquí mismo te carga la chingada” sentenció. Desgraciadamente él tenía razón, si de verdad quería salir con vida de ese trance no tenía más remedio que aceptar y soportar. El hediondo llego a su clímax y al igual que su compinche terminó dentro de mí inundándome aún más que su jefe, después de un rato de bombeo convulsivo terminó saliéndose de mí. El de la sonrisa estúpida aulló, era su turno y mis tetas por fin descansaron de sus torturas. Intercambiaron lugares, el hediondo por segunda ocasión introducía su tremendo pene en mi boca y me veía obligada a limpiárselo.
El de la sonrisa estúpida hizo algo no previsto, se agachó a la altura en que se encontraba mi vagina y comenzó a limpiarla con la lengua, fue algo inesperado que me tomó por sorpresa y me hizo gemir cuando tomo mi clítoris con sus dientes y con su lengua me lo estimulaba.
“¿Ya viste al asqueroso éste? Se está tragando nuestros mecos. ¡Qué asco!” le gritó el hediondo su jefe, a lo que el otro contestó: “Déjalo, ya ves que éste wey siempre ha estado bien pinche loco” Y el de la sonrisa estúpida no les prestaba atención solo se concentraba en limpiarme la vagina y lo reconozco, a darme placer con el oral que estaba haciéndome. “Bueno Carlos, ¿ya terminas o qué? Estamos esperando para cogerle su culito a la zorra” preguntó el hediondo. “Pendejo, no digas nombres, a esta zorra la dejaremos viva así que no debe conocer nuestros nombres” gruñó el cabecilla. Reconozco que sentí que mi alma regresaba nuevamente a mi cuerpo. El tal Carlos a regañadientes dejó de hacer lo que estaba haciendo justo antes de que yo llegara a un nuevo orgasmo, se incorporó y de un solo movimiento me incrustó su pene hasta el fondo, no fue difícil ya que su compañero con sus dimensiones me había distendido un poco la vagina, tampoco tardó en venirse, fueron unas cuantas embestidas y al igual que sus compañeros terminó entre gemidos de placer y satisfacción.
“Espero que la puta ésta se esté controlando para no tener bebés, sino menudo problema para el maridito que no sabrá al hijo de quien va a mantener, jajajajaja” dijo el hediondo y mi estrés se disparó al máximo nuevamente, ¿cómo sabían que estaba casada? ¿sólo fue un decir y realmente sabían cosas de mi? En esos momentos un posible embarazo no me preocupaba porque precisamente me controlaba para no quedar embarazada, lo que me preocupaba realmente era que me contagiaran alguna enfermedad de porquería. “Jajajajajajaja” rieron los compinches al comentario de su jefe. “Nosotros mismos no sabríamos de quién es el bebé si mandamos a esta putita embarazada hoy a su casa, jajajaja” dijo el hediondo. “Bueno linda, si te sale idiota el niño ya sabes que es de Carlos, jajajajajaja” dijo el jefe. Carlos, el estúpido solo sonreía y asentía con la cabeza.
“Bueno cabrona, ya sabes que sigue, ¿verdad? Y por supuesto no te opones, ¿cierto?” me preguntó el hediondo. Yo asustada ante lo que se aproximaba asentía y negaba al mismo tiempo, y el energúmeno me soltó un bofetón que me hizo que se oscureciera mi vista por un momento. “¿Sí o no qué pendeja?” me gritó en la cara. Yo no acertaba a contestar, no sabía cómo decirle que contestaba con un “si” a su primera pregunta y con un “no” a la segunda pregunta, y el parecía dispuesto a cruzarme nuevamente la cara cuando intervino su jefe: “Ya cabrón, no la chingues, si se te pasa la mano la vas a matar como a la culera del otro día, solo hay que cogérnosla y dejarla viva, tal vez en un futuro vuelva a ser nuestra, al fin sabemos dónde encontrarla”, lo amonestó el jefe. “Es más rómpele el culo tu primero, para que nos lo dejes bien abierto para nosotros, jajajaja” sentenció el jefe.
Yo estaba exhausta, muerta de miedo por lo que había dicho el jefe, ¿en verdad sabían quién era yo y dónde encontrarme? Más que el miedo a ser cogida analmente por tres tipejos de la peor calaña era el temor a estar a merced de ellos aún estando en la “seguridad” de mi casa.
“Bueno cabrona levántate de ahí pues” me grito el hediondo. Yo hice el intento de levantarme, pero todo me dio vueltas a mi alrededor y creí caer en un pozo profundo. Sentí como entre 2 manos detenían mi caída y me apoyaban sobre la mesa en la cual estaba pero ahora boca abajo, con los pies separados en el piso, mis pechos apretados contra la mesa y mis nalgas expuestas a sus lascivas miradas, yo ya no trataba de oponerme, yo sabía que sucedería a continuación y también sabía que cualquier cosa sería pretexto para que me siguieran lastimando, así que solo los dejé hacer. No pasó mucho tiempo y una fuerte nalgada me hizo estremecer y recuperar en algo mi consciencia, “¡Pero que ricas nalgas tiene esta cabrona!” escuché que decía el jefe. “¡Y qué culito tan apretadito, algo me dice que vamos a estrenar, jejeje” añadió el hediondo. De Carlos, el estúpido solo escuche sus risas. Sentí manos acariciando mis nalgas y un dedo hurgando entre ellas, el dedo se hundió en mi vagina que seguía escurriendo el semen de los tres individuos para luego salir y buscar entrar a través de mi ano, cosa que fue logrando poco a poco, ahora con el tiempo esa cosa les agradezco, el que hayan dilatado primeramente mi ano antes de penetrarme, quiero creer que fue con esa intención, la verdad no sé por qué lo hicieron. El del dedo, nunca supe quien fue, se dedicó por un tiempo a dilatar mi ano, e intercalaba el ano con mi vagina, tal vez con la finalidad de lubricarse el dedo y lubricarme mi ano. Otras manos acariciaban mis nalgas, mi espalda, mis piernas, yo los dejaba hacer sin rechistar, sólo esperaba el momento de ser penetrada.
De pronto, por detrás mío y junto a mi oído derecho escuché en un susurro: “Putita, acaríciate las tetas, anda se buenita” el cabecilla era quien me lo pedía. “Con una mano que se acaricie las tetas y con la otra que se masturbe la panocha, que lo haga o la madreo” corrigió el hediondo. “Ya escuchaste chiquita, hazlo o no podría detenerlo si comienza a golpearte” me advirtió el jefe con una risita. No tuve más remedio que obedecer, y con gran esfuerzo me logré incorporar un poco y con mi mano izquierda tome mi teta y comencé a estrujarla y con la derecha comencé a masturbarme, aún en esas circunstancias estaba disfrutando y no tardé en venirme nuevamente y lo hice a chorros. Los tres aullaron al mismo tiempo, estaban completamente enajenados y calientes. Temblando me dejé caer sobre la mesa intentando recuperar las fuerzas, mis piernas temblaban al igual que mis brazos. Tumbada boca abajo como estaba sentí como me tomaban con ambas manos de la cintura y me elevaban las nalgas un poco, sentí de inmediato la punta del pene de alguno de ellos buscando la entrada de mi ano y al encontrarla me lo clavo de un solo golpe, era el hediondo, de inmediato reconocí las dimensiones, las lágrimas brotaron de mis ojos sin remedio, yo sentía que me partía en 2 el muy cabrón pero no podía hacer otra cosa más que aguantar, las embestidas eran salvajes, brutales, las nalgadas caían sobre mis ya adormecidas nalgas, las risitas del estúpido sonaban a mi espalda por la derecha, el jefe de la banda se colocó frente a mí con su pene completamente erecto en su mano derecha y me dijo: “Te ves hermosa y muy cachonda, por Dios que eres la puta más hermosa que hemos cogido en la vida, por eso es que vas a vivir, para poder repetir la experiencia en un futuro nada lejano”. Yo sonreí por el hecho de saber que viviría, pero él pensó que otra era la razón. “Ven chicos, hay que tratar bien a las damitas para que disfruten y quieran repetir” les dijo. El estúpido sonrió y el hediondo me propinó por enésima vez otra nalgada más fuerte y dolorosa.
El hediondo me embestía fuertemente, hacía rato que mi ano se había dilatado completamente y aceptaba sus grandes proporciones en su interior, frente a mi continuaba el jefe del grupo que me observaba morbosamente y se masturbaba suave y lentamente, casi frente a mi rostro. Lo miré intencionadamente como para que me lo pusiera en la boca con la idea de hacerlo venir y no llegara a penetrarme, pero no cayó en la trampa. “No pequeña zorra, me estoy reservando para penetrarte ese rico culito que tienes” me dijo burlonamente.
Carlos, el de la risa estúpida pregunto a sus compañeros: “¿Y si le hacemos lo que a la maestra del pueblo de Zapopan?, jejeje”. El jefe giró su cabeza a izquierda y derecha y eligió un sitio. “Allí, sobre esos bultos de cemento es buen lugar” dijo y volteando hacia el estúpido añadió: “Ve y recuéstate”. El estúpido obedeció y tiro su humanidad boca arriba sobre unos bultos de cemento apilados a un costado de la habitación, su pene completamente erecto y de color rojizo palpitaba al ritmo de su corazón. El hediondo de un tirón sacó su pene y me produjo un terrible dolor, me tomo de los cabellos y me obligó a caminar hacia donde se encontraba el estúpido. “Móntate en el bueno de Carlitos” me gritó. Gire mi cabeza buscando al jefe, lo miré pidiendo clemencia pero él solo se encogió de hombros. “Te dije que te subieras en él cabrona” me grito nuevamente el hediondo mientras me tiraba un golpe en la cabeza, casi caigo al piso, pero logré sujetarme al cuerpo del idiota y obedecí, pasé mi pierna por encima del estúpido, tomé su pene con mi mano derecha y lo dirigí hacia la entrada de mi vagina, me fui sentando poco a poco hasta que entró completamente en mí. “Excelente perra, ahora muévete” grito colérico el hediondo. Yo comencé a moverme lentamente y recibí otro golpe al costado de mi cabeza. “Muévete rico, ¿qué no lo estás disfrutando?” dijo en medio de carcajadas el hediondo. Comencé a moverme con más ritmo, comprendí que tenía que agradarlos, el hediondo no dudaría ni por un instante el matarme allí mismo. El estúpido me tomaba de las tetas y las estrujaba fuertemente y las golpeaba, yo tomé una de sus manos, la derecha y la dirigí hacia mi vagina y lo insté a que jugara con mi clítoris y así lo hizo, su mano izquierda la tome entre las mías y con ella me acaricié las tetas controlando sus movimientos. “Así perra, ¿ves como no te cuesta nada ser complaciente?” ladró el hediondo. Yo me movía cada vez más rápido y con intensidad, sintiendo como en mi interior se estaba gestando otro orgasmo más y ocurrió lo inevitable, otro orgasmo estalló con toda intensidad y mis fluidos salieron en grandes cantidades mojando todo a nuestro alrededor. Sentí desfallecer, me dejé caer con la respiración agitada sobre el cuerpo del estúpido aun con su pene clavado en mí. Unas manos, las del hediondo, me tomaron por la cintura y me sujetaron fuertemente, sentí la punta de su pene buscando mi entrada trasera y yo sin fuerzas no opuse resistencia, por fin la encontró y me la clavó sin miramientos hasta el fondo, mi primera vez siendo penetrada por partida doble. El que marcaba el ritmo era el hediondo, Carlos el estúpido poco movimiento podía tener, yo casi tendida sobre de él y con mis tetas casi a la altura de su rostro aprovecho para chupármelas. Era una sensación bastante placentera aún para las circunstancias tan bizarras en que me encontraba. El jefe se aproximó a mí y me colocó la punta de su pene en mi boca, entendí, abrí la boca y comencé a mamárselo. Después de un rato de salvajes embestidas el hediondo me tomo del cabello y tiro hacia atrás haciendo que me encorvara y alejando mis tetas de la boca del estúpido y mi boca del pene de su jefe, estuvo clavándomelo por un largo rato hasta que en cierto momento chilló y descargó su semen en mis intestinos, primera vez que me inundaban de semen los intestinos. El hediondo se recargó sobre mi aun con su pene dentro de mí y entre ambos aplastamos por un largo rato al siempre risueño estúpido que en esa posición le era imposible moverse.
Pasado un rato, el hediondo se incorporó y de un tirón se salió de mí dejándome completamente dilatado el ano y listo para que lo poseyera su jefe, que ni tardo ni perezoso ocupó el lugar de su compinche. “Pero qué ricas nalgas tienes cabrona, y qué delicioso culo se te ve” se dirigió a mí. No le fue difícil penetrarme, su compañero había dejado el camino muy abierto. Comenzó a bombearme primero suavemente y después de rato salvajemente, confieso que a pesar de las circunstancias estaba gozando en ese momento y hacía intentos fallidos por no demostrarlo, por más que me esforzase en reprimirla sentía en mi interior esa sensación conocida, tendría un nuevo orgasmo, maldecí a mi cuerpo por reaccionar de esa manera, estaba yo siendo humillada y golpeada, estaba siendo violada, cogida en contra de mi voluntad y aun así mi cuerpo lo disfrutaba y había llegado a varios orgasmos. “Nuestra putita está a punto de venirse” exclamó el estúpido, “puedo sentirlo”. Se había dado cuenta ese tipo y me abandoné a esa rica sensación y exploté nuevamente, otro inmenso chorro de fluido salió de mi vagina inundándolo todo. También el estúpido terminó y sentí el fluir de su semen en mi interior, sentí sus espasmos muy claramente en lo profundo de mi vagina. Al poco rato perdió su erección y su pene salió de mí. El jefe seguía bombeándome salvajemente pero no llegaba a terminar, se detuvo y sacó su pene de mi ano. “Levántate pequeña, deja que Carlitos le ceda su lugar a su hermano” me ordeno el jefe.
Hice lo que se me ordenaba, me incorporé para permitir que “Carlitos” el estúpido se levantara y diera su lugar al que ahora sabía que era su hermano. El hediondo se tumbó donde momentos antes estaba su hermano y quedé asombrada debido a que presentaba una potente erección, ¿cómo era posible eso? Su recuperación era sorprendente, parecía hipnotizada por esa visión, realmente no podía creerlo. Mi asombro y mis pensamientos fueron interrumpidos por una estruendosa nalgada por parte del cabecilla, comprendí e hice lo que esperaban de mí, me monté sobre el hediondo y con sumo cuidado fui sentándome sobre ese enorme pene de dimensiones y rigidez colosales. Sentí cada centímetro, cada milímetro de ese tremendo falo rozar por mis paredes vaginales, sentí como mi vagina iba amoldándose a su rígida estructura, y supe que lo inevitable sucedería nuevamente, en la parte interna y baja del vientre sentí ese delicioso cosquilleo precedente de los más deliciosos orgasmos que una mujer pudiera tener. No sin esfuerzo logré aceptar todo ese instrumento en mi interior y comencé a moverme, el hediondo me atrajo hacía si y comenzó a mamarme las tetas, en esa posición mi ano quedó expuesto a la vista del jefe que no perdió la oportunidad y lanzando un escupitajo a mi ya dilatado ano me introdujo su miembro en su totalidad, directo hasta el fondo. Me sentí invadida completamente, sentí que no quedaba ningún resquicio por donde entrara nada, ni el aire. Fueron unos momentos realmente salvajes, ambos embestían mis orificios sin tregua ni piedad, yo pensé que me destrozarían, pensé que quedaría invalida para siempre, afortunadamente no fue así. La primera en venirse fui yo, estallé en un grandioso orgasmo causa de los dos descomunales falos que me penetraban salvajemente y las mamadas que el hediondo le proporcionaba a mis tetas, el siguiente en venirse fue el hediondo, sentí su pene crecer aún más y sentí que me destrozaba, a los pocos instantes también su jefe se vació en mis intestinos, y allí quedamos los 3 sin fuerzas, apilados en un amasijo de cuerpos sudorosos, pegajosos por todos los fluidos que habían corrido entre nosotros. A mi costado las sonrisas estúpidas de “Carlitos” me recordaban mi situación y me hacían temer por mi suerte. ¿Qué planeaban hacer conmigo estos malandrines? ¿De verdad me dejarían con vida? ¿Podría volver a ver mi marido, a mis padres, a mis hermanos? El miedo se mezclaba con la furia, el enojo por haber disfrutado un poco con la situación, enojo por haber tenido orgasmos ante la cruenta situación que estaba viviendo, ¿con qué cara miraría a mi marido, a mi familia, a mis conocidos?
Esos pensamientos fueron interrumpidos por el jefe, que saliéndose de mi se incorporó y gruñó: “Por Dios, que deliciosa hembra nos acabamos de coger, ¿a poco no chicos?” y luego dirigiéndose al estúpido: “Pendejo, ¿por qué no te has vestido? Apúrate ve por la camioneta, nos vamos ya”. El estúpido reclamo: “Pero… pero… yo no le cogí el culo. Falto yo”. El jefe con cólera se enfrentó a él: “¡Que te apures, vístete y ve por la camioneta, nos vamos!”
Ya para entonces, tanto el hediondo como yo nos habíamos incorporado, el hediondo ya se estaba vistiendo, yo buscaba por todos lados mi ropa. El jefe al ver mi confusión se dirigió a un rincón y detrás de unos bultos de no sé qué sacó mis pertenencias. “Anda, vístete tú también que nos vamos” me dijo y yo quedé atónita, “Apúrate te digo” repitió. Una fuerte nalgada me hizo reaccionar, era el hediondo quien dijo: “La pendeja pensará quedarse aquí, jajaja”
Como pude me vestí, pero mi tanga no estaba entre mis pertenencias, ya vestida me dirigí hacia un rincón esperando a que los malhechores se marcharan, pero el jefe volteo hacía mi cuando un claxonazo sonó afuera y me dijo: “Venga, vámonos”. Yo sólo atiné a preguntar: “¿A dónde? Usted prometió que….” El jefe me interrumpió: “No pensarás quedarte aquí sola, ¿qué vas a hacer? Aquí no pasa ni un alma a esta hora, nosotros vamos para el D.F. te acercamos a casa” Palidecí e involuntariamente comencé a temblar. “Jajajaja, te dejaremos en un sitio de taxis muy seguro a la entrada de la ciudad, no es bueno que una chica hermosa y buenísima ande sola en la noche por estas calles tan solitarias y peligrosas, creo que eso ya lo descubriste, ¿no?” se burló el jefe. “Venga, vamos a la camioneta” dijo y yo obedecí. Llevaba todas mis pertenencias, eso rogaba.
Era una camioneta tipo pick up de doble cabina color rojo, algo destartalada, no me hubiera sorprendido que fuera robada. Al volante estaba “Carlitos” el estúpido, en el asiento del copiloto se sentó el hediondo, en la parte de atrás el jefe me hizo entrar primero y después subió él. Yo temblaba aterrada, ¿qué pensarían hacer conmigo? ¿por qué no me habían dejado allí? ¿de verdad me acercarían a casa? ¿qué tanto sabían de mi?…
Esas y más dudas cruzaban por mi cabeza, yo temblaba y temblaba sin poderme controlar. No sentía el retumbar de la camioneta en el camino de terracería, tampoco me percaté cuando tomamos la autopista con dirección a la Ciudad de México. El cabecilla de la banda me sacó de mi ensimismamiento, «Ya chula, deja de preocuparte, haremos lo que te dije. Te dejaremos en el primer sitio de Taxis que se nos cruce para que abordes uno y te dirijas directo a tu casa, ¡pero derechito a tu casa sin hacer escalas, eh!” bromeó el tipejo. Yo me esforcé en sonreír. “Pero ya sabes nena, nada de denunciarnos a la policía, ¿vale? Tenemos datos exactos de ti y tu marido y si nos denuncias ya sabremos donde ir por ti y tu maridito”. “Nooo, no, no, lo juro, no diré nada, lo juro, lo juro” grité. “Lo sabemos hermosa, sabemos que eres una chica inteligente y que esta experiencia tan deliciosa la vas a guardar en lo más profundo de tu corazón, jejeje, pero no te preocupes igual y algún día volvemos a encontrarnos y repetimos esa experiencia tan agradable, ¿no crees?” yo sentí náuseas y con mucho esfuerzo me contuve para no vomitar.
La camioneta se detuvo y me percaté que estábamos a unos pasos de un sitio repleto de taxis. Intenté abrir mi portezuela pero por los nervios o no sé qué cosa no pude abrir, una sonrisita del jefe me taladró los nervios. “Por acá pequeña, baja por acá” dijo abriendo su puerta y descendiendo de la camioneta. Me tendió la mano y me ayuda bajar y sosteniendo mi mano con fuerza se acercó a mí y susurrándome casi al oído me dijo: “Recuerda cabrona, nada de pendejadas o te juro que se carga la chingada a tu familia, luego a tu maridito y al final a ti, no lo olvides, estaremos vigilando”. “Se lo juro, no diré, no diré nada de nada, se lo juro” imploré. “Esta bien zorra, ahora camina con calma, sin prisas, aborda el taxi que está en la punta y ve a tu casa. Te prometí que vivirías y lo cumplo. Yo cumplo mi palabra. Anda” Asentí con la cabeza y me dirigí hacia los taxis, y al pasar a su lado me apretó la nalga con una de sus manos. No hice caso y continué caminando. A mis espaldas alcancé a escuchar: “Qué ricas nalgas, pronto me las comeré de nuevo, jejeje”. Llegué al taxi que estaba al principio de la fila y lo abordé.
“Buenas noches, señorita, ¿a dónde la llevo?” saludo el taxista, pero yo solo observaba como pasaba a nuestro lado la camioneta con los tipejos que me habían ocasionado la experiencia más bizarra de mi vida.
“Señorita, ¿se encuentra usted bien?” preguntó el taxista sacándome de mi estupor.
“¿Qué? ¡Ah sí, perdón!” acerté a responder. “Estoy bien, solo algo distraída”. El taxista me miraba un tanto extrañado.
“Por favor lléveme a…..” le indique mi domicilio y partimos rumbo a mi casa. El trayecto fue relativamente rápido y sin contratiempos. Yo miraba para todos lados vigilando que no nos estuviera siguiendo la camioneta destartalada, afortunadamente eso no ocurrió o por lo menos yo no me percaté de que nos siguieran. Al llegar abrí mi bolso, saque el monedero, pagué el servicio y descendi del taxi, con las llaves de la puerta en la mano me acerqué, abrí y entré a casa, subí a mi recamara, entre al baño y no pude contener por más tiempo las náuseas y vomité. Después del vómito llegó el llanto incontrolable, llorando abrí las llaves de la ducha, llorando me desnude frente al espejo, por Dios, 2 tremendos moretones tenía en el rostro, igualmente contemple mi cuerpo golpeado y abatido, mis tetas y más específicamente mis pezones completamente rojos y adoloridos, llorando entre a la ducha y el agua caliente fue incapaz de aliviar mi dolor, mi rabia, mi vergüenza y mi sentimiento de culpa. Estuve bajo el chorro de agua por mucho tiempo, incapaz de moverme, el dolor de todo mi cuerpo cada vez era más intenso, no podía moverme ni un milímetro, tuve que hacer un gran esfuerzo para cerrar las llaves de la regadera, tomar la toalla y secarme, salir de la ducha, envolverme en mi bata y dirigirme al tocador donde saqué la caja de analgésicos, tomé 4 de golpe con medio vaso de agua, y tuve que hacer otro gran esfuerzo para dirigirme a mi cama, donde me tumbé y casi de inmediato caí dormida. Desperté casi 20 horas después, más machacada aún, más abatida, más triste y desanimada, con muy pocas ganas de seguir viviendo…
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