Mi tía y sus amigas.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Ya mi tía me había dominado por varios meses, lo cual me agradaba sobre manera. Teníamos encuentros varias veces al mes, dado que vivíamos separados.
Un día, estando en mi apartamento, mientras me probaba varias prendas con las que solía lucir ante mi tía, sonó mi celular. Supe que era ella al ver su nombre en la pantalla, a lo cual contesté. Comenzó a hablar con las preguntas obligadas, pero al poco cambio su tono familiar por el de su desatada lujuria.
__ ¡Quiero meterte el falo que ahora mismo frotó con resbaladizo lubricante y tengo ajustado a mi arnés! – Dijo mi tía del otro lado de la línea.
__ ¡También yo ardo en deseo, tía!
Tras decir esto, tuve una seria erección, y mirándome al espejo, tal y como vestía, con un vestido ceñido al torso sin hombros, y calzando un par de botas negras altas. Comencé a sentir un vivo deseo de ser dominado. Empecé a jadear mientras mi tía me refería nuestro último encuentro, donde me dominó y penetró casi toda una noche. Mi pene casi estallaba cuando aquellas imágenes pasaban una a otra por mi mente. Sostenía el celular y con la otra mano me acariciaba el ano depilado. Nuevamente, tras un poco de cachondeo por teléfono, mi tía recuperó su tono familiar, pidiéndome un favor.
__ Sabes, debo un favor a tres amigas. Te imaginarás lo que te propondré. Si estás de acuerdo, iré por ti en una hora. Ya decidirás si acudir o no.
Respondí a mi tía que la esperaría, más no acepté inmediatamente, sino que más bien, aguardé a que llagase y lo platicaría con ella. Al cabo de una hora y quince minutos arribó. Abrí la puerta, y la miré con tremendo deseo. Vestía tras su abrigo, un body de látex color negro, que le ajustaba perfecto al cuerpo, y usaba un par de altos tacones del mismo color. Nos besamos como siempre, en la boca, y ella en su familiaridad para conmigo, me tocó la entrepierna. Una vez al pasar, tomó asiento en una parte del sofá, y cruzando las piernas, me propuso lo siguiente:
__ Te he dicho que debo un favor a varias amigas. Pues bien, ellas tienen las mismas ideas liberales, y les encanta dominar. Sin embargo, lo hacen en secreto, por lo cual rara vez se juntan a actuar sus perversos deseos. Mi propuesta pues, es que seas tú quien satisfagas a mis amigas. Yo estaré junto a ellas, y por lo tanto contigo.
Ya vestido de un modo diferente, con un vestido floreado strapless y mis tacones color rojo, además de que usaba una alaciada peluca negrísima, me incliné ante mi tía y avanzando a gatas ante ella, le dije que iría adonde ella desease. Ella me sujetó por el mentón, con sus manos enguantadas, y paseando su lengua sobre mis labios, sonrió maliciosamente. Me puso de pie, y abrazándome por la cintura, me besó profundamente, hasta que su lengua se perdía en la profundidad de mi boca.
Salimos juntos de mi apartamento, y puesto que no había nadie, no causamos sorpresa alguna entre los vecinos. Además, yo soy delgado y blancuzco, y mi perfil afilado, me hace ver afeminado, aprendí a maquillarme gracias a mi tía, de manera que realmente parecía una chica. Pronto nos subimos en su auto, y en poco más de media hora, tras salir a un pequeño poblado en las afueras de la ciudad, llegamos a una bella estancia en el campo, propiedad de una de las amigas de mi tía. Puesto que estaba en las afueras del poblado, nadie podía observar al conjunto de ardientes damas. Nos recibieron tres señoras como de cuarenta y tantos años, guapas eso sí. Dos de ellas eran poseedoras de un esbelto cuerpo, como el de mi tía, y la otra era algo robusta, pero de partes muy excitantes. Una era rubia, y vestía un corpiño de látex y calzaba sandalias de tacón alta cristalinas. Sobre su cuello, a modo de vampiresa, tenía ceñido una gargantilla abstracta de hule negra, y sus ojos lucían sombra azul oscura. Sus piernas se ocultaban tras un par de leggins grises casi como una segunda piel. La otra igual esbelta, vestía más elegante, pues usaba un vestido largo entallado strapless todo negro de spandex, y ocultaba sus manos en unos guantes de cuero muy atractivos. Tenía el pelo teñido de rojo, y lo había recogido en un tocado alto sobre su cuello. Se veía alta, con sus tacones de charol.
La tercera dama, se ataviaba con un conjunto más atrevido. Usaba un par de guantes largos de látex transparentes bien ceñidos a sus brazos. Calzaba unas botas altas casi hasta el total de sus piernas y su torso se ajustaba bien sobre un delantal transparente de látex. Era su cabello negro puesto en un peinado alto, y sobre este, usaba una tiara de enfermera. Al verme, esta última avanzó a mí, y me tocó por la entrepierna. Me sujetó por la cintura, y con cierta malicia me paseó sus dedos de la mano derecha sobre mis mejillas. Besé con cierta cortesía sus manos enguantadas, y decididos todos, entramos en la casa. Era aquella, una especie de recinto dedicada a los gustos desmedidos de las amigas. Se veía por doquier, decoraciones de atrevidas pero dulces sensaciones. Se apostaba frente a la sala de estar, una vitrina con una gran variedad de falos y dildos. Los sillones eran de negro vinyl, adaptados para el sexo húmedo.
La primera dama en proponer sus deseos, fue la rubia, quien colocándome un collar alrededor del cuello provisto de una cadena, me ordenó seguirla. Me llevó a la cocina, donde sobre una mesa, se apostaban varios platos con restos de comida y algunas copas ya sin vino. La rubia, propinándome una soberana nalgada, me ordenó limpiar aquello. De un cajón extrajo un par de guantes rosas de hule, y una cofia de vinil. Mientras yo me colocaba los guantes, ella me ponía la cofia de hule sobre mi peluca. Me dijo que le gustaba mi cuello y con cierta lujuria me besó justo ahí. Entonces, ella sacó otros guantes pero de negro color y me abofeteó tiernamente con ellos. Me dirigió al fregadero, donde yo limpiaba los trastes, y ella tras de mí, comenzaba a sobarme las nalgas. Acercó una silla, y tomando asiento justo detrás de mí, empezó a frotarme el ano.
Eso me causó una completa delicia. El placer me hizo jadear, pero entonces, cuando aquello era una dulce sensación, la dama rubia me puso de boca al suelo sobre sus piernas, y alzando mi vestido, comenzó a propinar me una tanda de nalgadas, sentí un ardor fuerte, pero muy placentero. Luego, con delicia y calma, me penetró con los dedos de sus guantes, lo cual me puso muy ardiente. Sentía pasear su dedo índice por mi ano, y justo en plena sesión, me ordenó lamerle su vagina ya húmeda. Mi lengua se adentraba en sus partes blandas, y ella apretaba sus manos en mi nuca estremeciéndose de placer.
Después, subí a sus piernas, donde simulamos que me penetraba, y yo, rodeando mis brazos por su cuello, comencé a moverme hacia arriba ya abajo y de atrás hacia adelante. La rubia disfrutaba aquello, y jadeábamos cuando nuestras entrepiernas se encontraban. Poco después, me subió a la mesa, donde me ordenó ponerme a gatas, y puesto abierto de piernas, comenzó a humectarme el ano con lubricante. Acto seguido, se humedeció por igual sus guantes, y con malicioso deseo, empezó a hacerme un fisting delicioso. En breve, tenía casi todo su antebrazo en mí, y dado que mi tía me había penetrado igual por muchas sesiones, aquello no me resultaba ninguna dificultad. Extraía una mano y penetraba con otra, y yo jadeaba como una loca. En eso, arribaron las otras damas, incluida mi tía, portando sobre sus cinturas, largos y gruesos dildos. Mi tía, tomó asiento sobre una silla, y acariciando su falo, me invitó a montarla. Con el permiso de la primera dama, fui a donde ella, y colocándome sobre sus, sentí dulce cuando el falo entraba lentamente en mí. Al poco, subía y bajaba, mientras observaba el rostro lujurioso de las otras damas, que entre ellas se besaban.
Mi tía era experta en hacerme el amor, y me penetró con salvaje deseo. Pero tocó el turno a otra dama, la del vestido elegante, quien de la mano me llevó a un curato cerrado, y observé con lujuria, un sillón reclinable de ginecología. Me subí a él, y una vez atado, la dama se quitó los guantes de cuero, y se puso en su lugar unos de látex largos de negro color. Los frotó con lubricante, y una vez húmedos, acarició mi ano, y poco a poco introdujo su brazo. Veía como su antebrazo se perdía en mi caliente cavidad, mientras mi pene se alzaba en una soberana erección. Mi vestido lo ocultaba, pero una dama y mi tía me despojaron de este. Fue ese un fisting muy delicioso.
Después, me llevaron entre todas, a un cuarto totalmente blanco donde solo había una cama de vinil, con sabanas del mismo material. Allí, me ordenaron colocarme un body de látex negro, y uno guantes hasta la muñeca del mismo color. El body tenía aberturas para la entrepierna, de modo que me coloqué un dildo hueco. Nos humedecimos los ahulados cuerpos con lubricante, y ya en la sesión, penetré a la robusta dama por adelante, mientras otra de ellas lo hacía por atrás. Disfrutaba aquella multitud ardiente. Después, penetré a mi tía en la posición de misionero, mientras una dama me introducía su falo. Al final, dado que mi falo era eyaculador, envíe a todas las damas, sendos chorros donde ellas, se deleitaban con tan delicioso placer. Después, entre ellas, me masturbaron de mil modos, penetrándome, abofeteándome, eyaculando en mí, hasta que mi pene explotó sobre sus ardientes caras.
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