Mi tío el macho alfa me transformara en su putito – Capítulo: 2
Tío Roge comienza a entrenarme y educarme para ser una niña buena desde el primer día..
♥Capítulo 2♥
Al siguiente día fue mi madre quien me despertó a eso de las nueve de la mañana, golpeando suavemente mi puerta, normalmente me levantaba a las 6:30 para poder bañarme, vestirme y desayunar antes de entrar a la escuela a las ocho de la mañana.
Pero en época de vacaciones me podía dar el lujo de dormir más, aun así, lo más tarde que me levantaba en verano eran las ocho u ocho y media de la mañana.
Por eso cuando mamá me despertó de repente, me senté en la cama completamente confundido y atontado. Los recuerdos de la noche anterior eran confusos, vergonzosos y abrumadores.
“¡Buenos días cariño! ¿Ya estás despierto?”. Mamá preguntó mientras abría la puerta de mi cuarto.
Con los reflejos de un gato tomé mi frazada del suelo, donde Tío Roge la había arrojado, y rápidamente me cubrí hasta el cuello escondiendo mi piel desnuda.
“¡No entres a mi cuarto sin permiso!”, chillé con mi aguda y dulce voz.
Mamá se detuvo de golpe mirándome extrañada, nunca antes le había gritado de aquella manera, y tampoco era común que yo escondiera mi cuerpo de ella.
En parte era culpa de mamá, pues como ella misma había dicho la noche anterior, desde hace algún tiempo mi cuerpo había comenzado a cambiar, y ahora me daba vergüenza que ella viera mis núbiles tetitas, mis hinchados y rosados pezones, o mis gordas y redondas nalgas.
“¡No me hables de esa manera jovencito!”. Mamá me regañó muy molesta. “No creas que puedes comportarte como una princesa mimada solo porque pareces una niña”.
Mis emociones ya estaban al límite, mi mente luchaba contra los vulgares recuerdos de la noche anterior, trataba de convencerme a mí mismo de que todo lo ocurrido en la madrugada había sido un sueño.
Me negaba a aceptar que tío Rogelio había entrado a mi habitación, me negaba a aceptar que me hubiese exhibido casi completamente desnudo ante él y que gracias a eso me hubiera excitado a tal punto que tuve mi primera erección frente a él.
No quería creer que aquella extraña visita nocturna me había “obligado” a masturbarme, y peor aún, que la manera de masturbarme hubiese sido acariciando mis sensibles pezones y penetrando mi húmedo y apretado anito con mis dedos. Estaba seguro que esa no era la manera que los otros niños lo hacían.
Escuchar a mi propia madre decir que yo parecía y me comportaba como una niña mimada, fue demasiado, las lágrimas comenzaron a brotar de mis bonitos ojos grises, y de un momento a otro ya estaba llorando y sollozando patéticamente.
Mamá corrió a abrazarme y yo me acorruqué contra ella aún envuelto en mi suave frazada, asegurándome de mantener escondida mi femenina figura, no quería darle otra razón para que pensara que yo parecía una niña.
“Lo siento, lo siento cariño… No quise decir eso, no es tu culpa, no llores mi niño bonito”. Mamá estaba peinando mis rubios y sedosos cabellos. “Estoy algo estresada y nerviosa porque tu tío Rogelio regresó a casa anoche… tú sabes que él no es mi persona favorita”.
Ahora era un hecho, Tío Roge había vuelto, lo de anoche no había sido un sueño. Al pensar en ello un escalofrío recorrió mi pequeño cuerpo. Pero, ¿temblaba de miedo? ¿De emoción?
Continué sollozando unos minutos más tratando de calmarme, no solo mis caderas se habían vuelto más anchas, no solo mi piel se había vuelto más suave y cremosa, no solo mis tetas estaban creciendo de manera extraña, no solo mi cola había engordado hasta parecer el culo de una yegua, encima de eso, desde que había cumplido los diez años había perdido el control de mis emociones.
Podía comenzar un día cualquiera sintiéndome feliz y burbujeante, y solo hacía falta que viera la escena triste de alguna comedia romántica, o que alguno de mis compañeritos de clase fuera malo conmigo y me pondría a llorar como una Magdalena.
Odiaba sentirme así, ser tan sensible y delicado, tan frágil y emocional, pero no podía evitarlo, desde que había entrado a la pubertad mi mente era un caos.
Por fin dejé de lloriquear, y pude controlarme, aún así mamá seguía acariciando mi cabeza tiernamente.
“¿Ya estás más tranquilo bebé?”, asentí lentamente, con mi rostro enterrado en el abundante pecho de mi madre, “Vístete y baja a la cocina, tu abuelita quiere darte instrucciones para hoy”.
“¿Instrucciones?”, susurré intrigado.
“Entenderás cuando bajes. Apresúrate, tu abuelita y yo debemos abrir la Boutique”.
Mamá se marchó y me quedé solo, tomé una larga y profunda respiración y decidí que la noche anterior no había pasado, todo había sido un mal sueño, una pesadilla y nada más.
Aunque fue difícil convencerme de ello cuando vi mi reflejo en el espejo de cuerpo completo que estaba colgado en la puerta de mi closet, mi blanca y rosada piel estaba cubierta de costras secas y blanquecinas, me sonroje al recordar el abrumador orgasmo de la noche anterior y como, vergonzosamente, me bañé con mis propios jugos.
Suspirando tomé una muda de ropa limpia para darme una ducha en el baño que estaba al final del pasillo del segundo piso, mi habitación y la de Tío Roge estaban pegadas una a la otra divididas solo por una delgada pared.
Me asomé al pasillo asustado de encontrar a Tío Rogelio levantado, no sabría cómo reaccionar si tuviera que enfrentarme semidesnudo y cubierto de semen seco a ese enorme macho tan temprano en la mañana, Gracias a Dios el pasillo estaba completamente vacío, no obstante, caminé de puntillas, tratando de hacer el menor ruido posible, apretaba mi toalla y mi ropa contra mi pecho desnudo, aplastando mis vergonzosas tetitas de niña y mis rosados pezones.
Cuando estuve frente al cuarto de Tío Roge pude notar que su puerta estaba entreabierta, dejando completamente a la vista el interior.
Ahí estaba él dormido, enorme, majestuoso, imponente.
Su cuerpo era bien grandote y peludo como el de un oso, incluso sus pies colgaban fuera de la cama por ser tan alto. Tío Roge dormía como yo, semidesnudo, solo usaba un par de ajustados boxers.
Todo su cuerpo estaba cubierto de espeso y varonil vello negro. Tío Roge no creía en afeitarse el cuerpo y decía que solo las mariconas se depilaban.
Sus piernas eran gruesas y musculosas. Su poderoso pecho estaba cubierto de ese espeso y varonil vello que bajaba sobre su fuerte y bien definido six pack, hasta formar una línea de pelo que se adentraba en sus calzoncillos.
Siempre usaba una cadena gruesa de oro colgada al cuello y un reloj dorado en la mano izquierda que era gigante y exagerado.
Su magnífico cuerpo era la epítome de la masculinidad, recuerdo pensar: “¡Así es como luce un macho, un hombre de verdad!”.
Cada poderoso músculo se marcaba perfectamente debajo de su oscura piel tan diferente a la mía, gruesas venas surcaban su peluda figura.
Su brutal y fiero rostro era atractivo, y su bestial cuerpo era magnífico, pero lo que llamó mi atención de inmediato fue la gigantesca erección que amenazaba con romper los delgados boxers blancos de mi tío.
Me quedé pasmado admirando aquella enorme tienda de campaña, la tela era tan delgada y aquel pene era tan enorme que podía apreciar perfectamente la silueta de aquella enorme anaconda, incluso podía ver las gruesas venas que surcaban el largo miembro viril.
Mis ojos recorrieron el grueso y largo tronco que acababa en un bulboso y gordo glande en forma de hongo. En la punta de esa hinchada y bulbosa cabezota había una mancha de humedad que lograba transparentar la tela.
¡Aquel enorme miembro parecía ser tan largo como la regla de acrílico que yo usaba en la escuela!
Aquello no podía ser cierto, un pene humano no podía medir treinta centímetros ¿verdad?, simplemente no podía ser cierto, mi propio pene no media más de cinco centímetros.
Pero no era solo el gigantesco pene lo que me tenía asombrado, sus genitales eran tan enormes que incluso podía adivinar el tamaño de sus testículos, el calzoncillo se apretaba contra dos pesadas bolas del tamaño de huevos de gallina, ver aquellos enormes testículos me hizo sentir inferior y poco hombre, mis propios testículos se negaban a descender y mi rosado escroto estaba completamente vacío y pegado a mi pubis.
Sin decidirlo conscientemente entré a la habitación como atraído por un imán, y un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando el intenso olor de Tío Roge golpeó mi nariz, aquella vulgar combinación entre colonia para hombre y sudor de macho abrumó mi mente.
Era el mismo intenso, amargo y masculino almizcle que había olido la noche anterior, solo que cien veces más intenso.
Pude sentir el efecto de aquel aroma al instante, mis pezones se irguieron como por arte de magia, mi penecito, se puso duro de un salto, tan duro que el diminuto glande casi tocaba mi pubis, y mi apretado ano de nuevo se puso a latir, a calentarse y a babear.
Un femenino gemidito escapó de mis gruesos labios, me sentía completamente idiotizado por la presencia de Tío Roge, su increíble altura, sus poderosos músculos, aquella piel mulata cubierta con grueso vello negro, su gigantesca erección, y ese intenso aroma a macho, me provocaban reacciones y sentimientos que me confundían y me fascinaban.
Estuve admirando a ese poderoso y primitivo macho durante al menos diez minutos, mis ojitos grises recorrían todo su masculino cuerpo desde su feo pero masculino rostro con esa espesa barba de villano, hasta sus enormes pies peludos, pero lo que más llamaba mi atención era aquel monstruoso pene completamente duro cubierto solo por una fina capa de tela.
Había escuchado de mis compañeritos y en la clase de educación sexual que eso se le llamaba erección matutina, y les pasaba a todos los hombres todas las mañanas.
Pero era mentira, no a todos los hombres le sucedía aquello, al menos a mí no, como ya conté no había tenido una erección hasta la noche anterior. Tal vez las erecciones matutinas solo las tenían hombres de verdad, machos reales como Tío Roge, y no pequeños mariquitas como yo.
Estaba perdido admirando esa impresionante erección y pensando aquellas extrañas cosas hasta que Tío Roge lanzó un sonoro ronquido de oso, sentí que se me salía el corazón del pecho por el susto y me alejé de él.
Aterrado y avergonzado salí corriendo de ahí y me encerré en el baño, mi corazón latía desbocado, mi respiración era errática y mi pene seguía duro cuando entré a la ducha.
El agua caliente logró relajarme y lavar las costras de semen de mi piel.
Mientras enjabonaba mi delicado y pequeño cuerpo no pude evitar acariciar mis redondas y gigantescas nalgas, y mis sensibles y rosados pezones, también toqué suavemente mi diminuto y duro micro pene, era vergonzoso notar que, en efecto, aun completamente erecto solo media unos cinco centímetros, tal vez incluso menos.
Pero lo peor de todo fue que mientras más frotaba mis sensibles tetitas adolescentes, y tocaba el pequeño y rosado glande de mi penecito, más se calentaba y temblaba mi apretado ano, quería creer que la humedad que sentía entre mis nalgas era solo el agua de la regadera, pero sabía que no era así.
Me obligué a parar. Si seguía tocándome, terminaría masturbándome otra vez, y no quería acariciar mi punzante y húmedo ano, porque sabía que no sería suficiente y terminaría metiendo mis deditos dentro.
Estaba a punto de llorar de nuevo, me sentía tan avergonzado, tan poco hombre, tan humillado y tan marica al excitarme por ver la gigantesca erección de un enorme y peludo macho alfa como mi tío.
Mi cuerpo entero seguía caliente, mis pezones punzaban completamente erguidos y mi penecito seguía duro. No podía bajar a la cocina en ese estado, así que abrí el agua fría al máximo… funcionó, el agua helada hizo su trabajo, mi mente se aclaró y mi pene se encogió en un segundo, casi desapareció cuando se escondió dentro de mi pubis como la cabeza de una tímida tortuga bebé.
♠♥♠
Por fin bajé al primer piso vistiendo unos holgados jeans que no lograban esconder mi enorme y gordo culo, y una enorme sudadera negra, últimamente había estado usando sudaderas dos o tres tallas más grandes que la mía para ocultar mis crecientes curvas.
Mamá y abuelita estaban desayunando en el comedor, cuando me senté a la mesa, en mi lugar ya había un plato de avena con fresas y leche, y un tazón de frutas cubiertas de miel y granola, (Mi abuelita tenia principios de diabetes, por lo cual todos comíamos una dieta especial libre de azúcares y grasas, para mantener la glucosa y el colesterol de abuelita al mínimo.) A un lado del plato había un pequeño vasito de plástico con mis vitaminas diarias, las cuales tragué sin siquiera pensarlo, como cada mañana desde hacía dos años.
“Buenos días Danny. ¿Tu madre ya te dijo que Rogelio regresó anoche?”. Me preguntó mi abuelita extremadamente contenta.
Asentí mientras comía mi avena. Mi madre giró los ojos de manera teatral, para enfatizar lo mucho que le molestaba aquel suceso.
“Me gustaría estar aquí para atender a Rogelio como se merece, pero tenemos mucho trabajo en la Boutique. Así que te quedarás en casa para ayudar a tu tío en todo lo que él necesite. ¿Entendido Danielle?”.
Sentí como el pánico se apoderaba de mí, lo último que quería era pasar tiempo cerca de Tío Roge. Me asustaba la manera tan extrema de reaccionar de mi cuerpo y mi mente cuando estaba delante de Tío Roge.
“Abuelita… si… si usted quiere quedarse con Tío Roge, yo… yo puedo ir con mamá a la boutique a trabajar”. Tartamudee a la desesperada, de verdad no quería quedarme a solas con Tío Rogelio, no confiaba en él, y peor aún, no confiaba en mí.
Abuelita dejó de comer su propio tazón de avena para mirarme con sus fríos ojos azules, y supe de inmediato que estaba en problemas.
“¡¿Acaso tú puedes coser, zurcir y remendar como yo, Danielle?!”. Preguntó enojada mi abuela.
Guardé silencio y bajé la mirada derrotado, si bien tanto mi madre como mi abuela me habían enseñado el oficio de costurera desde mi más tierna infancia, y había estado ayudando a las dos en la boutique durante años, mis habilidades no se equiparaban a las de mi abuela en lo absoluto.
“Mamá, Danny ha mejorado mucho, y sería una buena idea que él te ayude en la boutique. Yo puedo quedarme en la casa atendiendo a Rogelio… Así podrías enseñarle a coser mejor a Danielito… ya sabes, podrías entrenarlo durante estas vacaciones”.
Mi madre ofreció aquella opción de manera sorpresiva, me pregunté por qué estaba haciendo aquello, era como si mi mami tambíen tuviese miedo de dejarme a solas con su hermano.
Como pueden ver yo tenía una relación complicada con mi madre y mi abuela.
Mamá siempre me consintió y me mimó de sobremanera, tal vez el hecho de que yo fuese su único hijo, y de que prácticamente toda la familia le hubiese dado la espalda había provocado que mamá volcara todo su amor y atención en mí, su único hijo, yo era su niñito especial, su bebé.
Así que, sí, era culpa de mamá que yo fuese un pequeño y delicado niño mimado, pues siempre era ella quien terminaba por complacer todos mis caprichos y consolarme cuando me ponía a llorar por cualquier cosa.
Pero, aunque mi madre tuviera mucha culpa por mi personalidad tan delicada, siempre fue obvio que no le gustaba que yo fuese tan sumiso, femenino y sensible.
A mamá no le gustaba ni un poco que pasara las tardes con mis primas, y siempre insistía en que jugara con los niños del barrio al fútbol, a trepar árboles o a la guerra.
Y aquella insistencia se había intensificado desde que mi cuerpo había comenzado a cambiar, la amorosa mirada y la dulce sonrisa con que siempre me miraba se habían teñido de preocupación y molestia cada vez que veía mis anchas caderas, mi estrecha cintura o mis largas y torneadas piernas.
Mi abuela por otro lado era la más estricta de la casa, era ella quien dictaba las reglas y era ella quien se aseguraba de que se cumplieran.
Abuelita era quien me obligaba a comer mis verduras cuando yo no quería, era ella quien se ocupaba de que hiciera mi tarea a diario, y me bañara cada noche. Era mi abuelita quien se ocupaba de regañarme cuando sacaba malas notas en la escuela, y era ella quien me castigaba cuando me portaba insolente o malcriado.
Y como ya expliqué, era ella la que se ocupaba de que tomara mis vitaminas cada mañana y cada noche, y era mi abuelita quien me aplicaba la dolorosa inyección cada lunes.
Lo raro era que mientras mi amorosa madre se veía más y más molesta por los extraños cambios en mi pequeño cuerpo, y trataba todo el tiempo de que me comportara como un hombrecito, mi abuela por su lado se alegraba cada vez que mis tetitas crecían o mi cola engordaba. Y siempre sonreía al verme jugar con mis muñecas, a la fiesta del té, a la comidita o a la casita con mis primas.
Así que no fue nada raro que mamá saliera en defensa de su niñito especial aquella vez, mamá haría cualquier cosa por evitar que su bebé sufriera, además era bien sabido que mi madre odiaba a Tío Roge, y desde que él había comenzado a enviarme aquellos regalos y vitaminas ella desconfiaba de él más que nunca.
Lamentablemente mi abuelita no estaba de acuerdo con ella.
“¡Tú sabes cuánto trabajo tenemos en la boutique Dulce! Danielle aún no está listo para hacer tu trabajo, mucho menos el mío. Además, tú no le agradas a Rogelio. Mi hijo no me perdonaría si te dejara a ti en casa. ¡Nunca supiste cómo atender a un hombre, por eso estás sola!”. Gritó mi abuelita enfadada.
“Pero mamá, Danielle…”. Mi madre trató de objetar de nuevo.
“¡Ya lo he decidido!”. Abuelita golpeó la mesa con la palma de su mano, a pesar de tener 53 años seguía teniendo bastante fuerza. “¡Danielle te quedarás en casa y atenderás a tu Tío Rogelio como se merece y lo obedecerás en todo! ¡Mientras vivan en mi casa obedecerán mis reglas! ¿Entendido?”.
Mamá bajó la mirada derrotada, como siempre hacía cuando la abuela le recordaba que ella era madre soltera y que no teníamos otro lugar a donde ir.
“¡¿Entendido?!”. Volvió a preguntar mi abuelita.
“Sí abuelita”.
“Entendido mamá”.
Contestamos al mismo tiempo mamá y yo. Después terminamos de desayunar en un incómodo silencio.
Mamá y abuelita se fueron por fin, y me quedé solo en la casa vacía… no, vacía no, Tío Roge estaba arriba durmiendo… enorme, semidesnudo, con sus musculoso y oscuro cuerpo expuesto, y ese enorme y gordo pene tan duro como una piedra, con esa gorda y bulbosa cabezota goteando líquido preseminal…
Sacudí mi cabeza tratando de ahuyentar aquellos pensamientos tan impuros y tan maricas de mi mente.
Prendí la pequeña radio que mi abuelita tenía en la cocina y me puse a lavar los platos sucios del desayuno para distraerme un poco y así dejar de pensar en Tío Roge y en los extraños sentimientos que me provocaba.
Mientras enjabona los platos y vasos, tarareaba y movía mis caderas al ritmo de “Loba” de Shakira que estaba de moda en ese año, mis primas y yo amábamos a Shakira, a Kattie Perry, Lady Gaga, Britney Spears y cualquier hermosa y sexy chica que cantara Pop rosa.
Pasábamos muchas tardes cantando y bailando mientras mirábamos MTV, tratando de copiar los movimientos de aquellas hermosas estrellas del POP, e inventando nuestras propias coreografías.
Así que no pude evitar menear mis anchas caderas de manera sensual y provocativa, igual que lo hacía Shakira en sus videos. Mientras coreaba la letra de aquella sugerente canción aprendida de memoria.
Con mis ojos cerrados, mi mente concentrada en la sexy tonada, y mi cuerpo moviéndose de manera natural e instintiva, no escuché a Tío Roge despertar y bajar al primer piso, y no lo sentí caminar hasta quedar detrás de mí.
Lo que sí sentí fue la fuerte y sonora nalgada que aquel enorme macho me dio en el culo.
“¡Ay!”. Brinqué por el susto y el dolor y dejé caer el vaso que estaba lavando mientras al mismo tiempo lancé un gritito súper afeminado, tanto por el dolor como por la sorpresa.
Traté de girarme, pero Tío Roge no había quitado su manota de mi cola, al contrario, su agarre se hizo más fuerte y pude sentir como apretaba con fuerza mi cachete con sus largos y gruesos dedos.
“¡Mira nomás que nalgotas te cargas Danielito!”. Su ronca y áspera voz de macho provocó que mi cuerpecito entero se estremeciera, y nuevamente pude oler ese almizcle intenso y varonil que atontaba mi mente. “¡Tienes el culo más gordo y redondo que he visto, pinche niño bonito! ¡Esas hormonas cuestan una fortuna, pero valen cada maldito centavo! ¡Pinche culote de yegua que te cargas, putito hermoso!”. Tío Roge dejó de apretar, pero me dio otra poderosa palmada en mi “gordo culo de yegua”.
Mi cuerpo actuó por voluntad propia, mi espalda se arqueó sensualmente, y en lugar de alejarme de su doloroso agarre empujé mi cola hacía atrás, hacia él, eché mis hombros atrás y mi pecho adelante, como exhibiendo mis crecientes tetitas.
Levanté mi mirada hacía el techo, exponiendo mi largo y blanco cuello, como una gacela ante un león. Ya podía sentir como mis pezones se erguían, mi pene se despertaba, y mi ano se humedecía y calentaba.
Tío Rogelio lanzó una carcajada al ver la reacción de mi cuerpo, y volvió a hundir sus gruesos dedos en mis carnes, pero esta vez con una mano en cada nalga.
“¡Ah!”. Sentí dolor otra vez, pero esta vez no fue un grito lo que salió de mi boquita, sino un gemidito de… ¿placer?
“¡Lo sabía! ¡Eres un putito natural! ¡Mira cómo te pones cuando un macho de verdad te trata como se debe! ¡Estás bien rico, nene lindo!”. Tío Roge apretó más fuerte mis dos nalgotas, provocando que gimiera otra vez.
Abrí mis ojos y como seguía con la cabeza echada hacía atrás pude ver el feo rostro moreno de mi tío sonriéndome de manera malvada.
Tío Roge por fin me liberó, pero me dio otra fuerte nalgada como despedida, por lo cual gemí nuevamente.
Tuve que apoyarme en el fregadero, mi cuerpo se sentía débil y mis piernas temblaban, la única razón por la que no había caído al suelo antes era que Tío Roge prácticamente me estaba sosteniendo de mis nalgas.
Pude escuchar a mi tío reír a mis espaldas mientras yo trataba de recuperar el aliento, pues mi corazón latía como loco y mi respiración era acelerada.
“¡Deja de gemir como una puta y ven a saludar a tu tío favorito, niño hermoso!”. Esa ronca y dominante voz me provocaba escalofríos cada vez, no importaba cuanto la escuchara.
Por fin me di vuelta y ahí estaba él en toda su gloria, no como en la noche anterior oculto por las sombras, ni como hoy en la mañana, bañado en luz pero profundamente dormido.
Tío Rogelio estaba ahí de pie con sus casi dos metros de altura, y su poderoso torso desnudo, usando solamente unos viejos vaqueros de mezclilla, que, aunque eran muy holgados no podían esconder del todo el enorme bulto que Tío Roge se cargaba, podía ver la silueta de esa enorme anaconda bajando por su pierna derecha hasta su rodilla.
Se notaba que su gigantesco pene aún no perdía del todo su erección matutina.
¿O tal vez esta era una nueva erección causada por mi redondo y gordo culo de yegua? Me pregunté sintiendo un extraño orgullo.
Tío Rogelio era tan, grande, tan fuerte, tan macho, y yo… yo era tan pequeño, tan débil, tan afeminado. Ver a Tío Roge ahí de pie frente a mí me provocaba ganas de caer de rodillas y adorarlo.
Agité mi cabeza de nuevo para desterrar aquellos pensamientos maricas de mi cabeza.
Desvié mi gris mirada de aquel imponente hombresote, no quería seguir sintiéndome tan sumiso y atontado.
Pero fue una mala idea no obedecer a mi tío inmediatamente.
“¡He dicho que vengas a saludar a tu tío!¡Obedece pequeña maricona!”. Tío Rogelio bramó aquella orden con su voz de soldado, con la voz de Capitán Segundo que era, el grado militar que ostentaba en ese momento.
“¡Sí tío, lo siento tío Roge…!”. Me disculpé y caminé hacía él temblando esta vez de miedo. Me detuve frente a él y estúpidamente extendí mi manita.
Tío Roge me miró furioso, y con un movimiento rápido golpeó mi manita con su enorme zarpa.
“Solo los hombres estrechan la mano, las niñas buenas saludan de beso a su macho. ¿Eres una niña buena, Danielito?”. Tío Rogelio me miraba directamente con sus oscuros y fríos ojos.
“No soy una niña…”. Apenas pude terminar la frase cuando Tío Rogelio me dio una bofetada tan fuerte que casi me tira al suelo.
Esta vez no fue un dolor placentero como las nalgadas anteriores, aquel golpe fue puro dolor crudo, Tío Roge uso su pesada mano, tan grande como para cubrir mi cabeza por completo, con toda la intención de lastimarme.
“¡Ay!”. Chillé patéticamente, y de mis bonitos ojos grises brotaron sendas lágrimas, podía sentir todo el lado izquierdo de mi rostro ardiendo de dolor.
“¿Eres una niña buena, Danielle?”. Preguntó mi tío con la voz peligrosamente calmada.
“¡Soy… Soy una niña… Soy una niña buena, Tío Roge! ¡No me lastime!”. Tartamudee aterrado.
¿Qué diablos estaba sucediendo? Desde la noche anterior mi mundo estaba cambiando drásticamente a cada momento.
Pues aunque me esforzaba por ignorarlo, estaban sucediendo cosas realmente extrañas y perversas.
Primero: la visita nocturna de Tío Roge a mi habitación, y el cómo me quitó la cobija para admirarme casi desnudo, y la extraña manera en que reaccionó mi cuerpo ante esas acciones.
Segundo: mi abuela obligándome a quedarme a solas con su hijo y ordenándome obedecerlo ciegamente.
Tercero: El modo en que Tío Roge había nalgueado y manoseado mi espectacular culo no era normal, luego estaban los halagos que había usado para referirse a mí, llamándome “niño hermoso”, “nene lindo” y diciéndome que estaba “bien rico”, para después insultarme al llamarme, “pequeña maricona”, “puta”, y asegurando que yo era un “putito natural”, que era el peor de los insultos que yo podía escuchar, todo el mundo usaba aquella palabra para lastimarme y humillarme, y la odiaba.
Y ahora, mi tío acababa de golpearme para que admitiera que era una niña, una niña buena.
No era estupido, dentro de mí sabía lo que estaba sucediendo, y lo que iba a suceder, era dolorosamente obvio lo que Tío Roge me había hecho, pues no había olvidado lo que había dicho la noche anterior sobre cómo los medicamentos estaban funcionando mejor de lo que esperaba, y había escuchado perfectamente la palabra “hormonas” justo ahora.
Sabía dentro de mí lo que Tío Roge quería hacerme, pero me negaba a aceptarlo.
¡No podía ser cierto que Tío Roge planeara transformarme en una mujercita!
“¡Soy una niña buena! ¡Soy una niña buena! ¡Lo prometo!”. Exclamé de nuevo entre sollozos.
“No, Danielito, aún no eres una niña, solo eres un putito, un pequeño jotito, pero lo serás. Yo me encargaré de eso. Ahora saluda a tu tío favorito como una buena niña”.
Tío Rogelio abrió sus enormes y musculosos brazos invitándome, y yo me arrojé llorando contra sus poderosos pectorales en busca de consuelo. Mi confundida mente había llegado a su límite.
Tío Rogelio me cubrió completamente con sus poderosos y peludos brazotes de gorila, sus manos se dirigieron automáticamente a mi cola, las manotas de tío Roge eran inmensas, pero aun así no podía cubrir mis nalgotas con ellas, eso me hizo sentir extrañamente orgulloso.
Restregué mi rostro contra su poderoso y peludo pecho, respirando hondo, ahogándome en ese delicioso aroma a macho, y aunque yo estaba llorando de dolor por culpa de mi tío no pude evitar sentirme reconfortado y agradecido con él por esa muestra de cariño.
Tío Rogelio me levantó el aire, sosteniéndome por mi culo.
“¡Uy!”. Di un gritito de emoción y sorpresa, pues no esperaba que Tío Roge me cargara de repente.
Me abracé a su grueso cuello en un acto reflejo para no caer, lo cual era una completa tontería, probablemente Tío Roge podía sostenerme perfectamente en el aire usando solo una sola de sus manos.
Ahí estaba yo, “flotando” a medio metro del suelo, por fin podía ver directamente a los oscuros ojos de Tío Roge, me sonrojé por estar tan cerca de aquel oscuro rostro feo y brutal.
Tío Roge también sonrió, pero la suya era una sonrisa malvada y cínica, él estaba esperando.
Tomé una larga y profunda respiración y me obligué a “saludar como una niña buena”. Cerré los ojos y me incliné sobre ese masculino y feroz rostro.
Por fin besé esos gruesos labios, fue un pequeño piquito, un inocente beso de mariposa, y ese simple y ligero roce, provocó una nueva descarga de placer en todo mi cuerpo, de nuevo estaba temblando y comenzando a excitarme, todo gracias a un suave roce de labios.
Tío Rogelio continuaba sonriendo malvadamente, de aquella manera tan suya, sus manotas seguían apretando y sobando mis nalgotas y yo podía sentir mi anito calentarse y babear cada vez más, sin mencionar que mi penecito estaba completamente erecto, él seguía mirándome fijamente con aquellos oscuros ojos negros, y entre más tiempo pasaba entre sus brazos más ganas tenía yo de besarlo de nuevo, pero no con un simple piquito, esta vez quería besarle como lo hacían las hermosas y sexys actrices de las novelas y las películas, con la boca abierta y de manera romántica y apasionada, tal vez incluso usar un poco de lengua, un beso francés lo llamaban.
Pero cuando estaba a punto de hacer precisamente eso, besarlo apasionadamente como las heroínas de las telenovelas, Tío roge dejó de sostenerme y caí de pie desilusionado y confundido a partes iguales.
Por una parte, me moría de ganas de que aquel enorme macho me besara profundamente, y por otra quería salir corriendo y alejarme de él, aterrado por cómo sus actos y su masculina presencia hacían que me comportara como una pequeña maricona.
“Sé que quieres más, Danielito. Pero yo no soy un maldito marica, no me beso con hombres. ¡Mírate con esas ropas feas de niño, fingiendo ser un hombre, das vergüenza!”. Tío Roge exclamó asqueado mientras miraba mis holgados pantalones de corte recto y mi enorme sudadera. “Cuando aprendas a lucir y actuar como la hembrita que en realidad eres, entonces si vas a saber lo que es bueno. Cuando te vistas, te maquilles y actúes como una mujercita de verdad, entonces y solo entonces te trataré como a una mujercita. ¿Entendido putito?”. Tío Roge me preguntó con aquella ronca voz militar.
“Sí… Sí Tío Roge”. Respondí yo sin saber si de verdad quería ser tratado como una hembrita, aunque mi palpitante y húmedo anito parecía decir que sí.
“Ahora. ¡Haz tu trabajo y sírveme el desayuno!”. Tío Rogelio se sentó a la mesa y sacó su celular, un iPhone 3, que en aquellos años era el celular más caro del mercado.
Por supuesto yo no tenía celular, aunque si teníamos línea telefónica en casa, mi abuela la había hecho instalar para poder comunicarse con su adorado hijo al otro lado del mundo, mi madre se había comprado un celular barato para poder comunicarse conmigo cuando me quedaba en casa solo.
Tío Roge se puso a hablar con alguno de sus amigotes, avisando que había llegado a casa la noche pasada, y ordenándole reunir a “los otros cabrones”, para tomarse unas copas.
Mientras Tío Roge presumía sus aventuras en el lejano oriente a voz en cuello, yo estúpidamente preparé un plato de avena y un tazón de frutas con miel y granola.
Cuando puse la comida frente a él, Tío Rogelio dejó de hablar de golpe e incluso dejó el aparato en la mesa. Me miró con esos fríos y oscuros ojos y pude ver su ceño fruncido, sus espesas cejas se juntaron tanto que casi se volvieron una, Tío Roge estaba enojado.
Di un paso atrás temblando de miedo, pero fui muy lento… Tío Roge me abofeteó de nuevo, esta vez fue tan fuerte que de verdad me tiró al suelo.
“¡Esta comida es para mujeres y mariconcitas como tú! ¡¿Crees que soy un puto conejo?! ¡Yo soy un macho, necesito carne, necesito comida real! ¡No cabe duda que solo eres una puta tonta, una rubia estúpida!”.
Tío Roge me gritaba desde la mesa, mirándome con desprecio y enojo, y yo de rodillas lo miraba con lágrimas en los ojos, sollozando de nuevo como una patética niñita llorona, y aunque sí, en parte lloraba por el dolor en mi mejilla, la verdadera raíz de mis lágrimas era el arrepentimiento, me sentía pésimo por haber cometido tal error.
¿Cómo se me pudo ocurrir que podía satisfacer a un machote de casi cien kilos con el ligero y saludable desayuno que comíamos las mujercitas de la casa? Espera, ¿acababa de pensar en mí mismo como mujercita?
“Perdón… Lo siento mucho Tío Rogelio. ¡Por favor, por favorcito perdóneme Tío! ¡No se enoje conmigo Tío, lo siento mucho!”. Lloriquee como una patética niñita, rogando por la validación y el perdón de ese hombrezote.
Tío Roge seguía mirándome con furia, pero dejó de gritar.
“Deja de llorar como una maricona, mejor levántate y prepárame un desayuno de verdad”. Tío Roge me ordenó.
“Tío… Tío Roge, no tenemos carne y cosas así… la dieta de abuelita… solo podemos comer verduras y…”. Traté de explicar, pero Tío Roge me interrumpió.
“Entiendo, entiendo. Si no hay ningún hombre en la casa ¿Cómo va a haber comida para hombres? Deja ya de llorar niña tonta y mejor ve a la tienda”. Tío Roge sacó una cartera de su pantalón, que como todo en él era enorme, al abrirla pude ver un fajo de billetes, pude observar que no solo había pesos mexicanos, también traía un montón de dólares y otros billetes de colores que no supe identificar, ahora sé que se llaman Baht, y es la moneda que usan en Tailandia.
Aquel machote me arrojó un par de billetes de doscientos pesos, y regresó su atención al celular como si nada hubiese pasado.
Me levanté, y secándome las lágrimas de mis doloridas mejillas salí corriendo a la calle.
Mi casa como ya he dicho se encontraba al final de una cerrada, y la tienda más cercana se encontraba a un par de cuadras de nuestra calle,
Mientras caminaba rumbo a la tienda del barrio me acariciaba delicadamente la mejilla, las dos fuertes bofetadas que me había dado mi tío Rogelio aún me dolían.
Mientras me tallaba mis bonitos ojos tratando de contener las lágrimas que quería dejar salir, me lamentaba mentalmente por lo que estaba sucediendo, en cómo la llegada de tío Roge a la casa estaba trastocando de manera extrema mi mundo entero.
Me estremecí de miedo ante la perspectiva de convertirme en una niña, en una niña buena, como especificó Tío Roge.
Mi confundida y aterrada mente continuaba perdida en aquellos aterradores pensamientos cuando entré a la tienda de Doña Gloria.
“Buenos días doña Gloria”. saludé de manera distraída, mientras decidía qué comprar para preparar el desayuno de mi tío.
“¡Buenos días Danielito!”. Me saludó la sexy madura con esa manera alegre y extrovertida suya. “¿qué vas a llevar hoy?”.
Comencé a pedir huevos, tocino, salchichas, pan, mantequilla y demás delicias altas en grasa y colesterol, pensando en hacerle un desayuno al estilo gringo a Tío Roge.
“¿Salchichas, huevo? ¿Piensas romper la dieta en vacaciones, Danielito?”. Preguntó Doña Clara muy curiosa.
Ya que su tienda era la más cercana a nuestra casa, Doña Gloria era muy buena amiga de nuestra familia, y estaba enterada de la estricta dieta que llevábamos por la salud de mi abuelita.
“No es para mí. Tío Roge llegó anoche a la casa y debo prepararle un buen desayuno…”. En cuanto terminé de decir aquello me arrepentí.
Veran, Doña Gloria era una hermosa y sexy mujer de unos cuarenta años, cabello negro, piel bronceada por el sol de la costa, tenía un rostro bonito, unas buenas tetas firmes y redondas y lo más llamativo, un tremendo culazo, un enorme y gordo culo que llamaba la atención de todos los clientes masculinos que entraban a la tienda.
Doña Gloria estaba casada con Don Hilario, pero todos en el barrio sabíamos que le ponía el cuerno a su esposo con algunos machos alfa de Villa del Mar, y uno de esos machos era mi tío Rogelio.
Yo era testigo de aquello, pues no fueron pocas las veces que Tío Roge me había llevado a la casa de Doña Gloria con la excusa de que ella me estaría cuidando mientras mi abuela y mi madre trabajaban.
Lo que en realidad sucedía era que, mientras el marido de Doña Gloria trabajaba en la tienda, ella se encerraba en el cuarto matrimonial con Tío Roge por horas mientras yo esperaba fuera mirando la televisión.
Tío Roge hacía aquello prácticamente en la cara de Don Hilario.
Solo hacía falta que a Tío Roge le dieran ganas de follar a aquella madura mujer y simplemente me tomaba de la mano llegaba a la tienda, saludaba a Don Hilario y a Doña Clara, quien al ver a mi tío se le iluminaban los ojos y se ponía toda alegre, coqueta y tontona, como una gallina clueca, diría mi abuelita.
Después Tío Roge le explicaba a ambos que mi madre y mi abuela habían salido del pueblo, y que me habían dejado a su cuidado, pero que él tenía que ir a atender algunos asuntos importantes a la ciudad, y que si por favor doña Gloria podía hacerle el favor de cuidarme algunas horas.
Doña Gloria aceptaba gustosa el trabajo y sin darle tiempo a contestar a su marido ella salía de la tienda y se subía al carro de Tío Roge de inmediato, Tío Roge siempre decía que lo menos que podía hacer era llevarnos a Doña Gloria y a mí a la casa de ellos antes de irse a la ciudad.
Don Ilario se ponía rojo de furia y humillación cada vez que sucedía esto, pero nunca se atrevió a decir nada, pues el enorme tamaño, los fuertes músculos y la fama de despiadado soldado que tenía Tío Roge eran suficientes para mantenerlo callado.
“¡¿Rogelio regresó a México anoche?!”. Doña Gloria gritó emocionada y sus bonitos ojos castaños brillaron de deseo. “¡¿Viene él contigo?!”. Volvió a preguntar mientras se estiraba y buscaba ansiosa por todos lados como si Tío Roge pudiese estar escondido detrás de mí o algo así.
Al verla en tal estado de excitación ante la noticia, un nuevo sentimiento nació dentro de mí.
Odio.
Doña gloria siempre fue linda y amable conmigo, tanto por la amistad que tenía con mi madre y abuela, como por mi naturaleza delicada y afeminada, que provocaba que ella me tratara como a una dulce niña, pero más que nada doña gloria siempre se comportó amistosa conmigo por que gracias a mí ella podía pasar horas revolcándose con Tío Roge usandome como excusa.
Ella siempre me atendía bien y algunas veces me regalaba golosinas como agradecimiento por guardar el secreto de las visitas de mi tío a su recamara.
Yo no tenía una sola razón por la cual estar enojado con Doña Gloria, mucho menos odiarla, y sin embargo al recordar todas aquellas tardes sentado en su sala escuchando como Tío Roge la follaaba salvajemente y ver su emoción y deseo al enterarse que mi tío había regresado a méxico me hicieron odiarla profundamente en un segundo.
¡¿Cómo se atrevía a preguntar por Tío Roge?! Actuando toda emocionada y excitada como una puta . ¡Maldita zorra!
“Mi tío está en casa esperando a que regrese para desayunar. Así que, ¿podría darse prisa señora?”. Respondí yo furioso.
Doña Gloria dejó de buscar macho como perra en celo y me miró extrañada, nunca le había hablado de aquella manera, en realidad nunca le había hablado en ese tono cortante, frío y despectivo a alguien.
“¿Estás bien Danielito? ¡Tienes las mejillas todas rojas y parece que has estado llorando!”. Preocupada me preguntó Doña Gloria.
Y aquella pregunta me hizo enojar aún más. Aquella zorra madura estaba fingiendo preocupación por mí cuando lo unico que le inmportaba era usme como excusa para tener sexo con mi tío.
“Estoy perfectamente Doña Gloria. Pero si tardo en regresar a casa, Tío Roge se va a enojar, y tendré que decirle que fue culpa suya por no atenderme rápido”.
Doña Gloria parpadeó aún más sorprendida por mi actitud malcriada y grosera.
“No tienes por qué ser tan grosero. Solo quiero saber como está Rogelio… Dile que puedo cuidarte en mi casa cuando él quiera”. Doñaá Gloria dijo esto último con un tono muy sugestivo.
Yo simplemente me quedé callado odiándola más a cada momento.
Por fin terminó de despachar y me largué de ahí preguntándome si no sería mejor comenzar a comprar en el mercado, aunque estuviese a diez cuadras de distancia.
Al llegar a casa Tío Roge seguí hablando por teléfono a gritos, dando órdenes y riendo a carcajadas, yo me apresure a preparar un enorme desayuno con el cual podríamos haber comido mamá, abuelita y yo, juntos y aun así habría sobrado la mitad.
Le serví el enorme plato y me quedé en la cocina calentando una decena de tortillas que á comisa con una rapidez pasmosa, también tuve que estar al pendiente de rellenar su taza de café cada vez que la vaciaba sin esperar a que él me lo indicara, pues:
“Es el deber de una buena hembrita atender a su hombre todo el tiempo que tarda él en comer”.
Al menos eso es lo que me enseñó con otra bofetada esa mañana Tío Roge.
Cuando tío Roge terminó de comer dejó salir un sonoro eructo, se limpió la boca de manera satisfecha y me ordenó acercarme a él, por fin había dejado de hablar por teléfono.
“¡Ven y siéntate con tu tío favorito!”. Dijo esto mientras me tomaba de la cintura y me sentaba sobre su regazo. “No tengas miedo Danielito, ¿que ya no me quieres como antes? De chiquito eras bien apegado a mi, hasta me decias PAPITO cuando estábamos solos, pero ahora te comportas bien distante conmigo ¿Acaso no me extrañaste?”.
Tío Roge me murmuraba aquellas palabras en mi oreja mientras acariciaba mis gruesos y torneados muslos por encima del pantalón, sus largos y gruesos dedotes se acercaban mucho a mi entrepierna pero sin llegar a tocar mi micropene.
Mi corazón estaba latiendo como loco y mi cuerpo entero comenzaba a excitarse como cada vez que Tío Roge me tocaba.
“De chiquito”. Había dicho mi tío, como si en esos momentos no siguiera siendo un pequeño niñito, como si no fuese un chiquillo de apenas doce añitos. Pero tenía razón en algo, en el pasado yo lo seguía a todas partes como un cachorrito enamorado, admirando con asombro y reverencia su impresionante tamaño, su brutal fuerza y su naturaleza dominante y masculina.
Y sí, también era cierto que yo lo llamaba “Papi” o “Papito”, pero eso era por la falta de una figura paterna.
Mis primas tenían un padre, y yo me moría de celos cada vez que las veía interactuar con él. Yo quería ser tratado con la ternura y amor que ellas recibían de parte de su papá, quería sentirme amado y protegido por un hombre grande y fuerte que me cuidara y defendiera de todas esas personas que me criticaban y molestaban por mi naturaleza sumisa y delicada.
Era entendible que yo buscara aquello que me faltaba, un papi, en Tío Roge, el hombre más hombre que yo conocía.
“¡Te extrañé muchísimo Tío roge! Porque… Porque no tenía a nadie con quien jugar pelota”, dije yo, sonrojandome furiosamente, no sé si por sus atrevidas caricias o por la descarada mentira que acaba de decir.
“A ti nunca te gustó jugar pelota, ni fútbol ni nada de hombrecitos. Lo tuyo siempre fue dibujar con las niñas, tomar el té con tus primas, maquillarte y jugar con las pinturas de uñas de Gloria”. Dijo él muy divertido mientras amasaba mis gruesos muslos con una mano y con la otra acariciaba mi cuello y mis mejillas.
Que tío Roge se acordara de Doña Gloria justo después de haberla visto actuar como una perra en celo preguntando por él me hizo enfadar mucho.
“¡¿Y qué más iba a hacer yo cuando tú y ella estaban en el otro cuarto haciendo… cositas?!”, respondí enfadado, haciendo un lindo e infantil puchero con mis gordos labios.
“¿Haciendo cositas? ¡Estábamos cojiendo! ¡Lo que hacíamos era COGER, FOLLAR, JODER! ¡Yo estaba montando a esa perra! ¡Preñandola! ¡Lo que quiere toda hembra que le haga un macho!” Tío Roge me corrigió de manera tajante, casi gritando mientras apretaba su agarre en mi delgado cuello.
“Eso dices tú, pero a Doña Gloria la hiciste llorar y gritar, a veces parecía que la estabas matando por los aullidos que pegaba”. Repliqué yo aún enojado, sorprendiéndome a mí mismo por mi valor.
“¡Ja-ja-ja-ja!” Tío Roge soltó una sonora carcajada. “¡Tienes toda la razón Danielito! Esa perra es bien chillona. Siempre llora y grita como una puta cuando siente mi vergota en su panocha. Pero bien que le gusta que le coma el bollo. ¡Y qué pedazo de coño tiene! Con mi lengua la vuelvo loca, estilo centrífuga”. Sacó su larguísima y puntiaguda lengua y la dejó caer hasta su quijada, después movió la puntita de arriba a abajo a una velocidad alucinante, como una serpiente.
Yo me quedé mirando aquella traviesa lengua y por alguna extraña razón me estremecí completito. Tío Roge paró de mover la lengua y me miró la cara de arriba abajo… y con voz baja dijo…
“¿Tienes las cejas depiladas?”. Preguntó sorprendido y complacido.
Enseguida mis manos volaron a mis cejas y las taparon.
Él me quitó las manos de mi rostro agarrándome por mis muñecas y bajando mis brazos a los lados. Y con voz fuerte ordenó.
“¡DÉJAME VER, PUTITO MALCRIADO!”
Entonces acercó su cara a la mía para inspeccionar mis finas y afiladas cejas. Con la punta de sus dedos recorría la forma de la ceja mientras su aliento caliente caía sobre mi cara.
Yo temblaba cada vez más y mi penecito ya estaba dando saltitos, mientras que mi ano se sentía cada vez más caliente y húmedo.
“Te gusta tener cejas femeninas y sexys… que piel tan suavecita tienes, los otros niños ya hasta tienen barba. Pero tú no, ¿verdad? Tú tienes la piel bien blanca y cremosa, y mira esta carita de niña”
Yo no dije nada, me quedé paralizado.
“Hasta tus labios se hinchan como los de una nenita”. Y procedió a tocar mis labios con su dedo pulgar. “Te gusta depilarte las cejas como una maricona, ¿No es cierto, bebé?”
Me sentía descubierto y humillado, así que traté de dar una excusa.
“Dora y Diana me… me perfilaron las cejas la semana pasada. Ellas me… me obligaron a hacerlo… yo no quería…”. Mentí para salvar un poco de mi orgullo masculino.
Tío Roge me dio una bofetada bien fuerte.
El golpe me hizo saltar de miedo y dolor, mi Tío con una mano me apretaba la cara y el cuello y ahora tenía su cara contra la mía y se veía doble ante mi como dos machos viriles endemoniados.
Entonces volvió a preguntar.
“¿Te gusta depilarte las cejas como una putita? ¡Eres una mariconcita bien femenina, y te gusta! ¿verdad?”, preguntó de nuevo con furia contenida, y después gritando me ordenó. “¡Respondeme!”.
“¡Sí, tío! ¡Sí!” Respondí aterrorizado.
“¿Si, qué? ¡Puta!” Rugió él.
“Sí, soy una mariconcita bien femenina”. Lloriquee completamente sometido.
“Dímelo otra vez y esta vez dilo con voz bien putona”. Ahora Tío Roge susurraba, pero su voz era más peligrosa que cuando estaba gritando.
“Sí… soy… una… mariconcita bien… bien femenina”. Repetí de manera entrecortada, tanto por el miedo como porque Tío Roge estaba apretando sus poderosos dedos alrededor de mi garganta cada vez más.
No fue lo suficientemente bueno, pues mi tío me dio otra fuerte bofetada, pero relajó su agarre lo suficiente para que yo pudiera recuperar el aliento.
“¡Sí, soy una mariconcita bien femenina!”, exclamé yo con la voz más sexy y afeminada que pude hacer en ese momento.
Tío Roge por fin me liberó y levantándose de su asiento me arrojó al suelo de manera sorpresiva.
“Aprende a hacerme caso porque yo no soy un amiguito tuyo de la escuela con el que juegas a la casita. Yo soy una BESTIA cuando no obedeces. Ahora levántate y comienza a hacer tus quehaceres, vas a lavar mi ropa, vas a limpiar mi cuarto por completo, que se nota que nadie ha entrado ahí en años. Lo quiero ordenado y bien trapeado. Voy a regresar en la tarde, será mejor que tengas la comida hecha, y que sea comida de verdad y no esas puterias que a ustedes las mujeres les gusta”. las palabras de Tío Roge no admitían desobediencia alguna.
“Sí Tío Roge, lo que tu digas”. Respondí mansamente aun de rodillas en el suelo llorando como una chiquilla.
Tío Roge se quedó un rato mirándome, y con una sádica sonrisa me tomó de mi largo y rubio cabello y me obligó a levantarme del suelo. Y él se agachó hasta estar a mi altura.
Yo gemia y lloriqueaba como un bebé asustado, preguntándome qué pasaría a continuación.
“Así me gusta que seas, bien obediente. Ahora, aprende esto. Cada vez que salga de casa vas a abrazarme, me darás un beso y dirás: ¡Vuelve pronto Tío Roge, voy a extrañarte todo el tiempo, porque te quiero mucho, mucho, mucho! Después te vas a dar la vuelta, vas a parar ese gordo culo de yegua que tienes y lo vas a mover para mí. Harás lo mismo cada vez que yo regrese a casa, pero entonces dirás: ¡Bienvenido Tío Roge, estoy tan feliz de que regresaras, por que te quiero mucho, mucho mucho!”
“¿Que diga y haga qué?”. Pregunté con sorpresa.
Mala idea.
Otra fuerte bofetada me mandó al suelo de nuevo.
“¡Ya escuchaste! ¡Y será mejor que no me hagas repetirlo, porque te vas a arrepentir!” Bramó aquel enorme macho de piel oscura. “¡Ahora levántate y despídete como una niña buena!”
Me levanté temblando de miedo y me paré en la punta de mis pies, me abracé a su grueso cuello, besé sus labios de manera suave y femenina, y esforzándome por recordar las palabras que me había ordenado repetir dije con voz aniñada y melosa.
“¡Vuelve pronto Tío Roge, voy a extrañarte todo el tiempo, porque te quiero mucho, mucho, mucho!” Y aunque no me lo había ordenado, volví a besar esos labios africanos.
Después me separé de él unos pasos, giré sobre mis pies y me incliné, mostrando mi enorme trasero a mi tío.
“¡Para el culo bien parado!”
Lo hice, quebrando mas mi cintura y apoyándome en la punta de mis pies levanté mis impresionantes cachetes posteriores lo mas que pude.
Me sentía tan humillado, tan sobajado, exhibiendo mis nalgotas a un macho bien macho como una puta cualquiera. Pero al mismo tiempo sentía mis pezones, mi micropene y mi ano reaccionando ante aquella situación.
No podía negar que me estaba excitando mucho ser dominado de aquella manera.
“Así me gusta, Danielita, que seas una buena hembrita”. Y diciendo aquello procedió a darme una fuerte nalgada en cada una de mis posaderas.
Yo solo atiné a gemir femeninamente ante ese dolor placentero.
“¿Cómo se dice bebé?” Preguntó Tío Roge.
Esta vez sí sabía la respuesta.
“Gracias, Tío Roge”. De nuevo utilice mi voz más femenina, mi voz más putona, como decía mi tío.
“Buena niña”. Dijo él y después sacó unos sobres cuadrados de su holgado pantalón. “Si te portas bien y aprendes rápido, cuando regrese te voy a dar un premio”
Y después de aquello simplemente se marchó.
Me quedé congelado en medio del comedor por un par de minutos sin creer lo que acababa de suceder.
¡Tío Rogelio acababa de obligarme a decir que yo era una mariconcita bien femenina! Después me había enseñado a saludarlo y despedirme de él como si yo fuese su novia, su amante o su esposa.
Todo estaba sucediendo tan rápido, si bien sabía desde la noche anterior que tío Roge planeaba algo sexual conmigo, después de aquel desayuno ya no me cabía ninguna duda.
Mi poderoso y varonil tío quería convertirme en una mariconcita, en un jotito. Tío Roge quería convertirme en su putita personal.
Y me di cuenta aterrado que yo no podía hacer nada al respecto, no tenía manera de detenerlo, o evitarlo. No era lo suficientemente fuerte para resistirse físicamente contra él, y era solo un niño de doce años, no podía escapar lejos de Tío Rogelio.
Pero lo peor de todo es que en realidad no quería huir de él, no quería detenerlo, no quería escapar de Tío Roge ni quería ir en contra de sus planes, la verdad era que deseaba que Tío Roge me transformara en su hembrita, en su mariconcita personal.
Con todas aquellas emociones inundando mi infantil mente, no pude hacer otra cosa que llorar, llorar mares como una niñita perdida confundida.
Subí a mi cuarto y me arroje a mi cama boca abajo, y enterrando mi bonito rostro en mi almohada lloré y lloré a mares, gimiendo y suspirando ruidosamente.
Lloré hasta quedarme sin lágrimas, y cuando ya no pude llorar más me levanté, me lavé la cara y me puse a limpiar el cuarto de Tío Roge, cuando terminé lave la ropa sucia que llevaba en su enorme mochila militar. Y después fui al mercado a comprar comida digna de un macho alfa como mi tío.
Mientras hacía todo aquello mi mente estaba en blanco, actuando en piloto automático, como si al aceptar mi destino mi cerebro hubiese dejado de preocuparse, incluso de pensar.
Era más fácil simplemente obedecer, era más fácil seguir órdenes y someterme a la voluntad de Tío Roge. Estaba en mi naturaleza misma ser sumiso y obediente, me gustaba más someterme que rebelarme.
Así que si un enorme y poderoso macho alfa como tío Roge quería convertirme en mujercita, lo único que me quedaba por hacer era seguir sus órdenes y esforzarme por complacerlo.
Cuando terminé de hacer los quehaceres de la casa ya eran las tres de la tarde y el calor arreciaba, yo estaba sentando en la sala viendo alguna caricatura en la televisión, cuando el teléfono timbró.
“¿Hola?”.
“¿Daniel? ¿eres tú?”. Mi madre estaba al otro lado de la línea, su voz sonaba confundida.
Me di cuenta que contesté de manera afeminada, mi voz sonaba sumamente mimada y melosa, estaba usando mi voz putona, como la llamaba Tío Roge.
Agité mi cabeza para despejarme y volví a hablar de manera normal, casi no hubo diferencia, mi voz era de por sí muy suave y aguda como la de una niña.
“Sí, mami soy yo. ¿Pasa algo?”. Pregunte tratando de desviar su atención.
Mamá tardó unos segundos en responder.
“Por un momento creí que eras una de tus primas…”, dijo mi mamá extrañada y preocupada. “En fin, ¿Como va todo en casa? ¿Tu tío está ahí? ¿Te está tratando bien? ¿Él te ha hecho algo extraño?”
Las preguntas de mamá se amontonaron una detrás de otra y me di cuenta de que ella sabía o al menos sospechaba de los planes de tío Rogelio para convertirme en una nenita.
“Todo está bien aquí. Tío Roge se fue desde temprano a hacer no se que cosas”. Respondí de manera sincera, pero me tomé un momento antes de continuar, pues lo siguiente sería una mentira. “Y sí, mi tío me ha tratado bien, él es tan bueno conmigo como siempre”. Mis mejillas se pusieron rojas de vergüenza al recordar las fuertes cachetadas que Tío Roge me había dado en la mañana, “¿Preguntas que si tío roge me ha hecho algo raro? ¿Cómo qué? ¿A qué te refieres con algo raro?”.
Le pregunté mientras pensaba en como tío Roge había amasado y acariciado mis gordas nalgas y en los besos en los labios que él me había ordenado darle.
Mamá se quedó en silencio durante un largo rato, y después con un hondo suspiro continuó.
“No me refiero a nada, olvídalo… pero si él te pide que hagas algo raro o te toca de manera extraña quiero que me lo digas inmediatamente, ¿entiendes?”.
Mamá se escuchaba verdaderamente preocupada, y por un momento tuve la idea de contarle todo, él como Tío roge me llamaba maricona, o putito, y me había prometido convertirme en una hembrita de verdad.
pero ese impulso murió al recordar las excitantes sensaciones y emociones que ese enorme macho de oscura piel me provocaba cuando me tocaba y me insultaba.
“Claro mami, yo te aviso si tío Roger me hace algo que no me guste”. Respondí de manera tramposa, porque fuese malo o bueno, todo lo que tío roge me hacía me encantaba.
“Está bien hijo… tu abuelita y yo estamos a punto de comer. ¿Tú ya comiste?”. Mamá se escuchaba más tranquila, y yo me sentía culpable por engañarla, pero la necesidad de obedecer y someterme ante Tío Roge eran mayores que mi culpa.
“Fui al mercado hace rato por el mandado, voy a preparar una ensalada y un poco de pollo. Nada pesado”. Le respondí.
“Eso está muy bien hijo. Bueno te cuelgo que tengo que ir por nuestra comida a la fonda, provecho y nos vemos en la noche. ¡Te quiero!”.
“¡Yo también te quiero mami!”. Me despedí sintiéndome muy mal al pensar en el futuro.
¿Qué exactamente planeaba hacerme Tío roge? ¿Cómo se lo ocultaría a mi madre? ¿Mamá me seguiría queriendo después de que Tío Roge me transformara en su hembrita?
Colgué y me quedé pensando en estas cosas unos minutos pero el ruidoso timbre del teléfono me sacó de mis cavilaciones con un susto, alguien estaba llamando de nuevo.
“¿Hola?”. Pregunté extrañado. Esta vez asegurándome de que mi voz sonará lo menos femenina posible, por si era mi madre otra vez.
“¡Danielito! ¡Mijo! ¡Soy yo!”. La voz de mi abuela salía de la bocina a gritos, que era como siempre ella hablaba en una llamada.
“Hola abuelita, ¿Pasó algo malo? ¡Mamá acaba de colgarme!”. Pregunté preocupado.
“No, hijo, no. Nada malo. Solo quería hablar contigo de algunas cositas, mientras tu mamá se fue por la comida”. La voz de mi abuelita se escuchaba entre emocionada y misteriosa, incluso había comenzado a susurrar.
“¿Qué cosas?”. Pregunté, pero dentro de mí ya sabía la respuesta.
“Primero quiero saber, ¿Como va todo? ¿Rogelio está ahí? ¿Estás tratando bien a tu tío? ¿Lo estás atendiendo como se merece? ¿Rogelio te ha… hecho algo… diferente?” Aquellas preguntas eran muy parecidas a las que me había hecho mi madre aunque el tono y la intención eran mucho muy distintas.
“Todo va bien abuelita. Tío roge no está en casa, se fue con sus amigos desde temprano”. Le dije lo mismo que a mi mamá, pero la siguiente respuesta fue diferente. Quería escuchar su reacción. “Sí, estoy tratando bien a mi tío. Pero… cuando estaba lavando los trastes, él… me… me tocó la cola… me apretó y acarició mis nalgas…” El silencio que siguió fue muy largo y muy tenso.
Yo todavía guardaba la esperanza de que mi abuelita se enojara, que se escandalizara por aquella noticia, y que prometiera hablar con su hijo para aclarar las cosas y decirle que no estaba bien eso de manosear y acariciar las nalgas a su sobrino.
“Rogelio siempre te ha querido mucho, y tú a él igual… ¿Qué tiene de raro que te toque un poco? Tu tío siempre te ha cuidado y siempre te está dando dulces y regalitos. ¿Acaso no es justo de tu parte dejar que te acaricie y te toque un poco, si eso quiere? Rogelio te compró la computadora, todas esas muñecas y esos juegos de té tan caros que querías? Lo menos que puedes hacer es dejar que él te acaricie y te toque todo lo que quiera, además es tu culpa por tener ese culote de vieja. Rogelio es un hombre de verdad, un macho bien macho, es obvio que no se puede resistir a tocarte un poco si andas caminando por ahí meneando esas nalgotas de mujer que tienes, Danielito. ¿Dejaste que Rogelio te tocara y acariciara como él quiso, verdad? ¡Me voy a enojar mucho si me entero que mi hijo no está a gusto contigo!” La voz de mi abuela se volvió amenazante.
Aquellas palabras y la convicción con las que las había dicho mi abuelita me confirmaron todo. Ella sabía de los planes que tenía Tío Roge, y al parecer no solo no haría nada en contra, ella los aprobaba, incluso tal vez ayudaría con ellos.
“Sí, abuelita. Yo dejé que Tío Roge me acariciara todo lo que él quiso… no se enoje”. Respondí yo asustado de hacer enojar a la matriarca de mi familia.
“Eso espero. ¿Obedeciste absolutamente todo lo que Rogelio te ordenó?” Abuelita ya ni siquiera disimulaba, me estaba exigiendo a que contestara afirmativamente a todo so pena de sufrir su furia.
Esta vez tardé bastante en contestar, mi corazón se aceleró al máximo, mi respiración se agitó, y pude sentir como mi manita sudaba al apretar fuerte el teléfono.
“Tuve que ir a la tienda para prepararle un desayuno que le gustara, cuando le serví lo que nosotros desayunamos él… me dió una cachetada”. Me quedé en silencio, esperando su respuesta.
Mi abuela tardó bastante en volver a hablar, yo podía sentir mi pulso acelerándose y un miedo extraño en mi pecho.
“¡¿Cómo se te ocurre que puedes satisfacer a Rogelio con la comida que tú comes?! Él sí es un hombre de verdad, él necesita comida para machos. ¡Debería darte vergüenza! Que bueno que mi hijo sabe como tratar y educar a niñas tontas como tú. Si Rogelio decidió que debía golpearte para que entendieras tu lugar, está bien hecho, si no quieres que él te castigue deberías esforzarte más en complacerlo”.
El regaño de mi abuelita me caló muy hondo, provocándome escalofríos. No pude dejar de notar que había usado la palabra “niña tonta” para referirse a mí, además recalcó que mi tío Rogelio si era un hombre de verdad, y yo no.
Me quedé callado un momento pero finalmente me decidí a hacer una última pregunta.
“¿Las pastillas y las inyecciones son vitaminas de verdad, abuelita?”. Pregunté con mi voz temblorosa.
Mi abuelita se quedó callada un rato largo,yo estaba casi a punto de ponerme a llorar de nuevo solo por la ansiedad.
“No, no lo son”. Habló finalmente mi abuela, pero ya no se escuchaba enojada. “Pero eso tú ya lo sabías”.
Sin darme cuenta me dejé caer en el suelo de rodillas, tratando de recuperar el aliento pues había dejado de respirar mientras esperaba la respuesta.
“Sé una niña buena Danny y obedece a tu Tío Roge. Debes confiar en él ciegamente y todo saldrá bien”. La voz de mi abuelita ya no era fría y enojada, más bien calmada y fría, como si lo que me estuviera diciendo fuera un hecho, una verdad absoluta y lógica, algo que simplemente estaba destinado a suceder.
Yo seguía de rodillas con los ojos húmedos y mi pecho agitado, pero cada segundo me calmaba más y más.
De alguna manera escuchar a mi abuela admitir que ella también era parte de esto, parte del plan de Tío Roge de convertirme en mujer, me tranquilizaba.
El que mi abuela admitiera abiertamente que todo lo que estaba pasando no eran locuras mías, me quitaban un peso de encima, ahora con su ayuda no tendría por qué preocuparme de quedarme sin casa o sin familia si se descubría lo que tío Roge estaba comenzando a hacerme.
La ronca y vieja voz de mi abuela se escuchó una vez más.
“Portate como una niña buena y no le digas nada de esto a tu madre y todo saldrá bien Danny, nos vemos en la noche”. Y con esto último mi abuela colgó.
Colgué el teléfono, y me quedé en el suelo un rato más, aceptando la nueva realidad de mi vida y lo que se esperaba de mí, preguntándome cómo sería mi futuro y sintiéndome extrañamente feliz y emocionado por ello.
Me levanté y después de dar un hondo suspiro, me fui a la cocina a prepararme mi comida baja en grasas.
♠♥♠
Eran las cinco de la tarde y yo estaba viendo alguna telenovela en la sala, cuando escuché la camioneta de Tío Roge llegar a casa.
Me levanté del sillón de un salto y pude sentir claramente como mi corazoncito comenzó a latir de manera desesperada.
Estaba aterrado y emocionado al mismo tiempo.
Una parte de mí no quería volver a ver a tío jamás, y otra estaba saltando de alegría y expectación por su llegada.
Me sacudí mi feo pantalón de mezclilla, arreglé mi enorme sudadera negra y me peine mis largos y dorados cabellos mientras me paraba frente a la puerta de la casa esperando a que mi tío entrara a casa, parecía un perrito fiel esperando a su amo.
Por fin Tío Roge abrió la puerta y entró con sus seguros y pesados pasos, era tan grande y alto que sus silueta cubría casi todo el marco, y su enorme sombra me cubrió, mi corazón se saltó un latido al apreciar de nuevo el increíble tamaño de ese varonil hombresote.
Tío Roge estaba ahí de pie mirándome con sus oscuros ojos, en sus enormes manos colgaban dos bolsas una de plástico grande y pesada y una pequeña de cartón negro con letras rosas.
“¡Bienvenido Tío Roge, estoy tan feliz de que regresaste, te extrañé mucho, mucho mucho!”. Dije yo con la voz más melosa, infantil, mimada y putona que pude hacer, mientras me meneaba de manera coqueta frente a él y le hacía ojitos.
Una enorme sonrisa se dibujó en el negro y feroz rostro de mi tío y cuando me lancé a sus enormes y musculosos brazotes me recibió muy contento, sosteniendome de mis gordas nalgas y levantandome en el aire para que quedaramos frente a frente.
Lo miré emocionado y sonrojado, tuve que admitirlo, estaba muy feliz.
Lo bese en sus anchos labios de manera cariñosa, dándole un tres piquitos seguidos.
Tío Roge me bajó al suelo, yo me giré inmediatamente, me incline arqueando mi espalda y parando mis nalgotas bien paradas y ofreciendoselas a mi tío para su disfrute.
Por supuesto fui recompensado con una sonora nalgada que dejó temblando mis posaderas.
“¡Gracias Tío Roge!”. Dije yo de manera sumisa y animada.
“¡Joder! ¡Sabía que eras una putita natural, pero de verdad te estás metiendo en el papel! Te encanta portarte como un nena sumisa, ¿verdad pequeño maricón?” Me preguntó ese machote contento con mi actitud de puta ofrecida.
“Sí Tío roge. Me gusta ser una nena sumisa para tí”. Respondí prontamente, pues la cachetada que me habrá dado en la mañana por no contestar a sus preguntas rápidamente aún me dolía.
Por supuesto lo hice cuidando de hablar con mi voz de putita mimada.
“¡Así me gusta! ¡Que seas una buena hembrita! ¡Ahora Guarda estas cervezas en el refrigerador y sírveme de comer que tengo hambre!” Me ordenó mi tío mientras me entregaba una bolsa llena de frías latas de cerveza.
Cuando le di la espalda de nuevo Tío Roge me dio otra nalgada como si yo fuese una yegua a la que debía arrear.
“¡Sí Tío Roge! ¡Enseguida le preparo su comida Tío Roge!” Respondí yo corriendo a la cocina.
Mientras Tío Roge devoraba una inmensa chuleta de cerdo asada, casi medio kilo de puré de papas y un plato enorme de frijoles negros, todo ello bañado con una salsa muy picosa que mi abuelita había dejado en el refrigerador yo calentaba tortilla tras tortilla en la estufa como una buena mujercita.
Tío Roge comía con el hambre y las ganas de diez hombres juntos y yo tenía que estar muy atento para servirle más papas o más frijoles, llenar su vaso de fresca agua de jamaica y nunca hacerlo esperar por una nueva tortilla recién salida del comal.
Gracias a vivir en una casa con puras mujeres yo era un experto en la cocina y podía preparar toda clase de platillos típicos de mi país.
Tío Roge comía con una mano y con la otra usaba sus celular, siempre ocupado en sus cosas y negocios, y no volteaba a mirarme ni una sola vez, él sabía que yo haría mi trabajo estuviese él al pendiente de mí o no.
Cuando por fin ese hombresote se llenó se levantó de la mesa y se fue a sentar a la sala y prendió la televisión.
“Apúrate a limpiar la mesa, lava los trastes y después ven para acá. ¡Vamos a ver una película juntos!”. Rugió mi tío desde la sala.
“¡Sí Tío Roge!”
Me apresuré a limpiar el comedor y la cocina y fui a la sala muy emocionado.
Tío Roge estaba sentado en el sillón de una plaza que estaba justo delante de la pantalla, el sitio de honor, el lugar del hombre de la casa, ese sillón era su lugar, nadie se sentaba ahí ni siquiera cuando Tío Rogelio estaba acuartelado.
“Te dije que si te portabas bien te daría un premio” Me dijo Tío Roge de manera seria, yo esperé a que continuará preguntándome si mi comportamiento había sido suficientemente bueno, suficientemente femenino. “Y tengo que admitir que estoy sorprendido, te has comportado como toda una hembra, como una buena mujercita. Aquí tienes tu premio bebé, sube y póntelo. Quiero que te veas bonita mientras vemos la película. Anda y ve a cambiarte nene lindo”.
Tío Roge me dio la pequeña bolsa de cartón negro.
“¡Gracias por el regalo Tío Roge! ¡Subiré a cambiarme ahora Tío Roge!” Tome aquel inesperado regalo y ansioso subí a mi cuarto super emocionado.
Ya dentro de mi cuarto cerré la puerta, puse el seguro y por fin vi con atención la bolsita que mi tío me acaba de dar.
Era una bonita bolsa de carton negro con unas hermosas letras rosas en reliebe. “Victoria Secret”
Por supuesto sabía que clase de tienda era Victoria Secret, muchas veces habíamos tenido que coser o ajustar lencería de aquella marca en la boutique, y cada vez que yo veía aquellas sexys prendas de encaje algo dentro de mi revoloteaba.
Con manos temblorosas abrí la bolsita y saqué un precioso babydoll de encaje rosa y unas Pantis Cheeky o cacheteros como le decimos acá en méxico.
La suave tela era semitransparente y llena de florecitas y encajes, era la prenda más bonita que había visto en mi vida y era mia, completamente mia.
Temblando me desvestí por completo y me puse el cachetero, me quedaba perfectamente ajustado, enmarcando mis redondas y enormes nalgotas y presionando mi micropene contra mi vientre.
Mi penecito había comenzado a ponerse duro mientras subía las pantys por mis torneadas piernas, el sentir el roce de esa suave y sexy tela tan femenina me estaba excitando.
Después me puse el baby doll, sentir aquella vaporosa tela tocar mi piel desnuda casi provocó que me corriera sin tocarme, la batita colgaba de mi cuello de una tira de encaje dejando mi espalda al descubierto, mis pequeños pechos adolescentes estaban apenas cubiertos por las copas transparentes del babydoll y se podían ver perfectamente mis rosados y erectos pezones.
La prenda apenas me llegaba a la mitad de la cola dejando al descubierto mis redondas y blancas nalgas por detrás y por el frente apenas escondía el bultito que provocaba mi penecito por delante.
Me miré en el espejo de mi closet y casi me puse a llorar de emoción, ahí delante no había un hombre, ni siquiera un niño. El espejo reflejaba una pequeña y delgada jovencita rubia con unas caderas y un culo despampanantes, yo era esa pequeña y hermosa niña rubia.
Mi rostro, mi largo cabello rubio, mi lechosa y cremosa piel de alabastro, mis estrechos hombros, mi delgadísima cintura y esas gordas caderas y torneados muslos de hembra pertenecían claramente a una niña, a una jovencita, a una mujer.
Yo era una mujercita, una nena sexy y hermosa, nada en mi era varonil, ni siquiera mi micropene lucia masculino, más bien realzaba esa feminidad natural en mí, era por decirlo de algún modo un pene de niña.
Estaba a punto de llorar de felicidad ante mi propia imagen pero recordé que Tío Roge me esperaba abajo así que salí de mi cuarto dando femeninos saltitos, completamente descalzo y vestido como una putita sexy bajé las escaleras.
Cuando llegué a la sala mi tío Rogelio me esperaba sentado en su sillón sin camisa, me miró asombrado y complacido, me recibió con un silbido de apreciación.
“¡Por Dios estás hecha toda una hembrita! ¡Mirate pinche putito, estás hermoso! ¡Date la vuelta y enséñame esa cola de puta que tienes!” Me ordenó emocionado.
Obedecí contento y emocionado, y di una femenina vueltecita, girando sobre mí mismo como una bailarina de ballet, lo que provocó que el vuelo del babydoll se levantara exponiendo aún más mi bonita cola y mi lindo micropene ante mi varonil tío Roge.
Quedé quieto dándole la espalda a mi tío y como él me había enseñado, me arqueé como una gatita en celo, levantando mis nalgas al aire.
Tío Roge silbó de nuevo de aquella manera tan masculina que tienen los hombres de hacerlo, como el lobo aquel de los dibujos animados al ver a Jessica Rabbit.
Yo me sonroje, y sonreí como una tonta sin poder evitarlo, pero, esque era la primera vez que me sentía genuinamente orgulloso.
Toda mi vida había sido superado y humillado por mis compañeros de clase, todos los varones de mi edad eran más rápidos y fuertes que yo, y les gustaba hacérmelo saber.
Pero ahora vistiendo aquel sexy y lindo babydoll rosa, me sentí por vez primera admirado, me sentí importante.
La lujuriosa y hambrienta mirada de mi tío me hacía sentir hermoso y sexy, me hacía sentir deseado, como si fuese un objeto valioso que valía la pena poseer.
Yo era un niño varón de tan solo doce añitos, pequeño, delgado y débil, y estaba ahí de pie semidesnudo, frente a un enorme y poderoso macho de piel oscura vistiendo lencería de mujer, obedeciendo cada orden que aquel hombresote daba como una esclava bien entrenada.
Debería sentirme sumamente humillado y avergonzado, sin embargo me sentía poderoso, me sentía importante.
Me di cuenta, con un poco de miedo, que mi belleza y mi sensualidad eran las armas que yo poseía.
Yo era tan bonito y tan sexy que podía atraer y encandilar a los hombres con mis encantos femeninos como cualquier mujer en el mundo, yo podía levantar pasiones y ser la fantasía sexual de cualquier macho que me viera, y eso me daba poder sobre ellos.
Un extraño cosquilleo nació en mi vientre, y aunque no lo supe de inmediato, desde ese momento me había vuelto adicto a ser deseado, a exhibirme ante machos bien machos y provocar en ellos lujuria y hambre por mi sexy cuerpecito de puta, desde ese momento me convertí en una calientapollas, como suele decirse.
Pero regresando a la historia, Tío Roge estaba ahí sentado, observandome de arriba a abajo, comiéndome con los ojos y salivando como un lobo hambriento.
Incluso se lamió los anchos labios de manera lasciva.
“¿Me veo bonito Tío Roge?”, pregunté de manera mimada mientras meneaba mi culo de un lado al otro y lo miraba a los ojos por encima de mi hombro.
Tío Roge comenzó a acariciar su vergota por encima del pantalón, pude ver la silueta de ese gordo y largo pollón creciendo sobre la pierna de mi tío, y sí, definitivamente aquella anaconda le llegaba hasta la rodilla.
“¡Te ves delicioso bebé! ¡Pinche putito hermoso, estás bien rico!” Exclamó Tío Roge mientras se sobaba su vergota.
“Gracias Tío Roge”. Paré más la cola mientras la seguía moviendo de manera provocativa.
“¡Ahora ven y siéntate con tu tío favorito, nene lindo!” Me ordenó mi tío mientras palmeaba su regazo donde su gigantesca anaconda trataba de romper su pantalón.
“Sí, Tío Roge”. Y obediente me acerqué a él con pasitos bien femeninos, apoyándome en la punta de mis piececitos.
Tío Rogelio me tomó de la cintura y me sentó en sus piernas de tal manera que quedé mirando hacia la televisión y con mi espalda recargada en su poderoso y peludo pecho.
Sus gruesos vellos me hacían cosquillas en mi espalda desnuda.
Tío Roge no perdió el tiempo y comenzó a acariciar todo mi cuerpo de manera ruda y desesperada.
Pasaba sus gruesos largos y ásperos dedotes por todo mi pequeño cuerpo, mientras enterraba su rostro en mi cabello, podía escuchar y sentir como respiraba profundamente el aroma de mi sedoso cabello rubio.
Yo solo atinaba a gemir y retorcerme de placer por aquel trato tan rudo.
“¡Joder con el mariconcito! Estas riquisimo pinche jotito lindo, me vuelves loco!”. Gruñó mi tío en mi oído de manera posesiva.
Estuvo así unos minutos hasta que se calmó, y me mandó a traerle una cerveza.
Me levanté todo atontado y con la respiración agitada. Apenas podía sostenerme en pie, estaba excitadisimo, mi penecito ya estaba completamente duro, podía sentir como mi pequeño glande comenzaba a babear, al mismo tiempo mi ano se sentía caliente y húmedo.
Una fuerte nalgada me hizo reaccionar y fui corriendo a la cocina, de nuevo caminando sobre la punta de mis pies, como una bailarina.
Cuando regresé a la sala con un par de latas bien frías vi que Tío Rogelio ya había encendido el reproductor de DVDs y estaba metiendo un disco en el aparato.
“Ven para acá bebé, quiero mostrarte algo”.
Me senté de nuevo en sus piernas, mirando la televisión mientras Tío Roge babia largo y tendido su cerveza, presiono el control remoto y la película comenzó.
Era pornografia, pornografia cruda y dura.
La primera escena que vimos fue una de una muchacha rubia, delgada y muy pequeña, sus bonitas tetas no eran grandes pero tenia un culo de infarto, aquella sexy niña comenzó a bailar de manera sensual frente a la cámara mientras una música muy sexy sonaba en el fondo.
La actriz vestía un babydoll rosado parecido al mío y calzaba un par de zapatillas de plataforma, color rosa chicle, con tacones de 15 centímetros de altura, se veía hermosa.
En cuanto la joven entró en la escena y se puso a bailar, mi tío Roge hizo una expresión de aprobación mientras se tocaba su paquete por encima del pantalón.
Yo hice pucheros, me sentía celoso de su atención así que me levanté un poco y me senté sobre esa vergota y restregué mi culo contra ese caliente y palpitante platanote.
“Tranquila nena, no se me ponga celosa”. Dijo Tío Roge mientras pasaba sus manotas sobre mis tetitas y frotaba mis pezones por encima del encaje rosa.
Yo gemí en respuesta y me restregué contra su peludo pecho de macho.
En la televisión la hermosa niña rubia había dejado de bailar y en escena entró un hombre negro.
El hombre era alto, robusto, velludo y mayor. La cabeza calva, y una espesa barba negra de candado salpicada con canas, lo cual le daba un aspecto bien masculino y dominante.
Me di cuenta que aquellos dos actores se parecían mucho a mi tío y a mí y dudé seriamente que fuera una coincidencia.
La rubia se puso de rodillas y le bajó los pantalones al negrote aquel, la verga del actor era inmensa, al menos veinticinco centímetros, y tanto la chica como yo lanzamos exclamaciones de asombro.
La niña se puso a chupar y lamer aquella vergota negra con entusiasmo y devoción pero parecía que estaba teniendo dificultad tragándosela completa.
A mí me excitó mucho ver el gordo, largo y negro pene de ese y mi enfoque se mantuvo completamente en aquel miembro.
A la mitad de la escena, el maduro macho negro puso a la niña blanca en posición de perrito encima de la cama y la penetró completa hasta las bolas por atras.
La chica gritaba pero la gigantesca vergota del hombre seguía entrando y saliendo de su apretada y rosada vagina sin ninguna misericordia.
Tío Roge puso la película en pausa y se dirigió a mi.
«Dime algo con completa honestidad. Mirando esta escena, ¿Te excita ver el cuerpo de esa puta?» Me preguntó muy serio mi tío.
Yo lancé un hondo suspiro antes de contestar.
“¡Claro! Me gusta mucho esa chica… es muy sexy… y… linda”. Murmuré yo tratando estúpidamente de demostrar un poco de masculinidad.
Tío Roge lanzó una cruel y sonora carcajada, burlándose de mi patético esfuerzo por parecer un varón normal.
“¿Acaso no te he dicho que no me mientas, pequeña maricona?”. Exigió Tío Roge dándome una bofetada, aunque no muy fuerte.
«¡Perdón Tío Roge, perdón por mentir! La verdad es que no me gusta la chica de la película, en realidad… no me gustan las mujeres». Respondí de manera sincera y continué. “Esa actriz es muy hermosa, y muy sexy, puedo ver eso, pero lo único que me causa verla completamente desnuda es envidia. Quisiera que mis tetas fueran tan grandes y redondas como las suyas, y esas zapatillas de plataforma son divinas, pero ella no me gusta en lo absoluto”.
«¡Lo sabía!¿Cómo van a gustarte las mujeres si tú misma eres una mujercita? A mi me encantan las hembras como esa puta, rubias, blancas, pequeñitas y bien culonas. Mira como me pone la verga ver a esa puta siendo follada como una perra”. Y sorprendentemente hizo que su vergota latiera entre mis nalgas para enfatizar su punto.
«Puedo verlo, creo que la tienes igual de grande y dura que la del hombre de la película». Dije yo meneando mi culote sobre ese pene gigante y me lamí los labios de manera instintiva.
«En eso te equivocas bebé. ¡Mi verga es más grande y gorda que la de ese actor! Aunque es igual de negra. Jajajaja” Tío Rogelio se rio presuntuosamente. “Y dime algo, ¿Te calienta ver al macho de la película?” Me preguntó mientras acariciaba mis gordos muslos de niña.
«Bueno… sí. Me gusta ese hombresote, es muy guapo y muy fuerte…».
«¿No crees que es muy viejo, bebé?». Tío Roge me pellizcó uno de mis pezones haciéndome gritar de dolor y placer.
«Me… me gustan más los hombres mayores… …ese madurito está bien rico». Gemí con la voz entrecortada retorciendome por las rudas caricias de mi tío.
Tío Rogelio lanzó una risotada al escuchar mi respuesta bien marica.
“¿Lo ves? Es obvio que te gusten los hombres, por que eres una mujercita, y a la mujercitas les gustan los machos. ¿Qué tipo de machos te gustan a ti, nene?»
«Me da vergüenza… ya no me preguntes más». Le rogué a mi tío, pues no quería humillarme más al seguir revelando mis pensamientos y deseos más secretos.
“¡Contesta!”. Ladró mi tío con su ronca voz de soldado.
“Me… me gustan los hombres bien masculinos y dominantes. Me atraen mucho los maduros, incluso casados, me gusta cuando son bien velludos y musculosos. Me encanta que sean fuertes y seguros de sí mismos”. Contesté avergonzado, mi rostro ardía de vergüenza, pues era más que obvio que acababa de describir a mi tío como el hombre de mis sueños.
“¿Velludos? ¿Como yo? ¡Qué asco!”. Tío Roge acarició mi vientre plano con una mano y con la otra seguía torturando mis tetitas. “¡A mí me encantan las nenas bien depiladas y suavecitas, como tú bebé!”
“A mí me fascinan los machos peludos, es uno de los factores más excitantes para mí”. Expliqué de manera más confiada y natural.
Me di cuenta de que aunque estaba contestando aquellas preguntas obligado, y trataba de complacer con mis respuestas a mi tío Rogelio, todo lo que decía era verdad, siempre me habían gustado los hombres, y más aún, siempre me habían gustado más los machos maduros, grandotes, poderosos, machistas y dominantes…. siempre había sido así solo que nunca lo había aceptado, y solo ahora obligado por mi tío Roge por fin podía dar voz a mis deseos más ocultos.
“Eres una pasiva natural, una hembra sumisa y femenina que nació para ser usada y follada por hombres de verdad, ¿te das cuenta? ¡Naciste para ello!” Tío Roge me susurró aquellas hipnóticas palabras en el oído, su espesa barba me raspaba el cuello provocándome escalofríos.
“Sí Tío Roge. Nací para ser usada por machos bien machos como tú”. Gemi de manera entregada y coqueta mientras me restregaba más rápido y más fuerte sobre ese impresionante miembro que poseía mi tío.
Tío Roge dio un gruñido de aprobación y después le dio al PLAY al control remoto y la película se reanudó.
Los pornográficos gemidos de placer de la pequeña rubia a la que estaban follando al estilo perrito llenaron la sala de nuevo.
Tío Roge comenzó a acariciarme una vez más, yo que ya estaba excitadisimo, me volví a prender en un instante y comencé a gemir de la misma manera que la actriz porno de la pantalla.
Las caricias de Tío Roge se intensificaron y su mano derecha bajó por mi vientre hasta llegar a mi pubis. Yo temblaba de nervios pues sus gruesos dedotes estaban a un par de centímetros de tocar mi micropene.
“¿Qué pasa mi niña? ¿Tienes miedo?”. Me preguntó Tío Roge susurrando en mi oreja.
“¡No es eso! Es que me da vergüenza, mi… mi pene…”. dije yo avergonzado.
Tio Roge dejó de acariciarme un momento y el miedo a ser rechazado aumentó de golpe.
“Escuchame Danielita, y escúchame bien. Las niñas no tienen pene. Solo los hombres tienen pene. Tú no eres un hombre, eres una niña, tu eres una nena, y las nenas no tienen pene. Repite lo que te acabo de decir Danielle”. Tío Roge susurró aquellas palabras en mi oído de manera tierna, pero firme.
“Las niñas no tienen pene… yo soy una niña…” Repetí obedientemente.
Sus dedos reanudaron las caricias, bajando cada vez más, hasta llegar a mi entrepierna.
Tío Roge acarició muy delicadamente mi diminuto pene por encima de la tela, mi penecito estaba completamente duro y babeaba tanto que ya había formado una mancha de humedad en mis nuevos cacheteros de encaje rosa.
Yo gemí femeninamente al sentir ese tierno toque, estaba sorprendido que un macho tan grande y rudo pudiese actuar de manera tan delicada.
“Las niñas tienen clítoris” Dijo Tío Roge apretando el pequeño glande de mi micropene, “Tu eres una niña, tú tienes un clítoris. Repítelo». Me ordenó Tío Roge.
“Las niñas tienen clítoris. Yo soy una niña. Yo tengo clítoris”. Repetí con los ojos cerrados por el placer, nunca nadie me había tocado antes de aquella manera y en aquel lugar.
Tío Roge metió su mano dentro de mis pantis y continuó frotando mi micropene… no, mi pene no, mi clítoris, con su enorme pulgar, provocándome escalofríos de placer , mis gemidos se confundían y mezclaban con los de la actriz porno que estaba siendo follada en la pantalla.
Miré curioso mi entrepierna y vi asombrado que su negro dedo pulgar era más largo y más grueso que mi clítoris completamente erecto, eso me hizo sentir inferior, insignificante, inadecuado, me hizo sentir tan poco hombre, tan femenino, tan marica… ¡Dios! ¡Yo jamás podría ser una hombre de verdad con ese pequeño clítoris entre mis piernas!
El admitir aquello casi hizo que me corriera en ese momento pero pude reprimir el orgasmo por miedo de que Tío Rogelio se molestara o asqueara al verme eyaculara aquel aguado y transparente jugo que había disparado la noche anterior.
Lo que sí hice fue gemir y lloriquear por el placer que me provocaba mi tío al acariciar mi delicado y húmedo glande.
“¿Te gusta putita? ¿Te gusta que te acaricien el clítoris?” Preguntó Tío Roge, gruñendo en mi oreja.
“Sí… sí… Tío… me gusta mucho… cuando acaricias mi… clítoris”. Tartamudee yo al borde del éxtasis.
El pulgar de Tío Roge aumentó la velocidad de las caricias, frotando solo la punta en círculos, nunca de arriba a abajo como se masturababa a un pene, solo hacia vibrar mi clítoris en circulos, exactamente como el negro de la pelicula lo hacía con la actriz rubia.
Yo creí que me llevaría al orgasmo solo usando su pulgar pero di un respingo cuando sentí su dedo medio y su dedo anular acariciar mi apretado anito.
Su mano era tan grande y sus dedos tan largos que fácilmente podía frotar mi clítoris y acariciar mi anito al mismo tiempo.
Tío Roge metió la punta de su dedo medio en mi apretado ano, y yo lance un gritito bien marica.
Tío Rogelio se quedó congelado un instante y después rugió emocionado.
“¡No mames! ¡Tienes que estar bromeando! ¡Tienes el hoyito empapado! ¡Y estás ardiendo!”.
Mi tío se escuchaba claramente sorprendido, casi como si no pudiese creer lo que estaba pasando.
“¡Lo siento… Perdóname Tío Roge! ¡No sé por qué mi ano se pone caliente y pegajoso…! ¡Lo siento mucho!” Rogué patéticamente, avergonzado por la extraña manera en que reaccionaron mis partes más privadas.
“¿Me pides perdón jotito? No tienes porque sentirte mal nene hermoso. No estoy enojado… todo lo contrario bebé. ¡Estoy más que feliz, estoy fascinado! Las putas como tú… Los ladyboys siempre necesitan que las lubriquen artificialmente. Las mariconas como tú siempre deben hacerse enemas y usar gel y aceites para mojar bien sus vaginas de niño. Pero mírate, tú te estás mojando naturalmente”. Tío Roge gruñía emocionado en mi cuello mientras penetraba fácilmente mi anito con su dedote, Yo solo seguía gimiendo, llorando y retorciéndose de placer.
“¡Ahhhh!” Solté un gritito de placer cuando Tío Roge agregó su dedo índice a la penetración.
Se sentía muy extraño, era la primera vez que algo tan grande entraba por ese sitio, era un poco incomodo, pero casi no había dolor, era como si mi anito estuviese acostumbrado a ser invadido, se estiraba y apretaba de manera natural alrededor de los gruesos dedotes de mi tío.
“¡Joder! ¡Tienes la vagina más apretada, húmeda y caliente que he probado! Pero se estira muy fácilmente… ¡Maldita putita rica, naciste con una vagina en lugar de un ano! ¡¿Me escuchaste putito?! ¡Las niñas tienen vagina! ¡Tú eres una niña! ¡Tú tienes una vagina! ¡¡Tú no tienes ano, tu tienes una vagina! ¡Esto no es un ano, es una vagina, una vagina de niño!”. Tío Roge gruñó de manera amenazante en mi cuello.
Tío Roge comenzó a sacar y meter sus dedos que ya estaban empapados por mis jugos, y yo me sentí morir de placer, ser penetrado por mi anito… no por mi vagina de miño, me daba más placer que las rápidas caricias en mi clítoris.
“¡Repítelo maricón!” Ordenó mi tío mientras enterraba sus largos dedos en mi vagina una y otra vez, una y otra vez, de manera frenética, yo gemía, gritaba y lloriqueaba loco de placer, no podia concentrarme lo suficiente para hablar y solo balbuceaba como si fuese un retrasado mental.
“¡Las niñas tienen vagina! ¡Yo tengo una vagina! ¡YO SOY UNA NIÑA!”. Grité con mi voz de putita mientras mi tío enterraba sus dedos hasta la raíz, lo cual provocó que el orgasmo que estaba reprimiendo explotara de manera devastadora.
Mi cuerpo se arqueó de manera casi dolorosa, exhibiendo mis tetitas hacie el frente de manera impúdica, mi rostro mirando al techo, completamente abiertos por el shock pero sin ver, levanté mis caderas al aire con mi clítoris temblando y sacudiéndose como loco mientras disparaba pequeñas cucharadas de aquel acuoso semen esteril.
Mi mente estaba teniendo un cortocircuito, un placer que jamás imaginé pudiera existir explotó en mi vagina y se extendió por cada partícula de mi cuerpo provocandome convulsiones casi dolorosas.
Lágrimas corrían por mis mejillas mientras yo seguía gritando y llorando como una cerda en el matadero.
Tío Rogelio seguía con sus dedos dentro de mi vagina de niño, ya no los sacaba y metía simplemente hacía círculos dentro de mi húmeda cuevita. Mi vagina apretaba y soltaba sus dedos como si quiciera ordeñarlos, estaba teiendo mi primer orgasmo anal, o mejor dicho mi primer sissygasmo.
Mi clitoris solo escupió tres o cuatro disparos de mis jugos de nene, y después simplemente saltaba y vibraba dejando caer al suelo una larga y pegajosa cuerda de baba transparente desde la punta.
Mi orgasmo duró unos cinco minutos, yo estaba ahí, gimiendo y retorciéndose como una serpiente mientras el fuego en mi vagina de niño parecía querer quemarme viva.
Mi visión se llenó de lucecitas y chispas de colores, había dejado de respirar, completamente concentrada en sentir aquel placer extremo, poco a poco mi cerebro comenzó a apagarce y todo se volvia negro, hasta que sin darme cuenta me desmayé.
♠♥♠
Desperté unas horas después en mi cama, completamente desnuda, el sol estaba apunto de ocultarse tras el horizonte, mi madre y mi abuela estaban por llegar, pero eso no me importaba ya.
Me levanté y con pasos inestables me paré frente al espejo de mi closet, mire mi femenino y pequeño cuerpo, y mi hermoso rostro de princesa, y me di cuenta que aquel orgasmo tan extremo, mi primer orgasmo de mujer, me había transformado para siempre, Tío Rogelio me había feminizado y convertido en una hembrita en una sola tarde.
Aquel día me había despertado como Daniel un niño raro y femenino, pero un niño varón a fin de cuentas, pensaba en mí mismo como hombre, como un “ÉL”.
Y ahora estaba aquí, el día ni siquiera había terminado y yo me sabía y me sentía mujer.
Yo era una mujercita, yo era una niña, yo era una hembrita, siempre lo había sido y siempre lo sería, y desde ese día hasta el día de mi muerte supe que siempre pensaría en mí como una “ELLA”
Ese día Daniel había muerto y Danniella había nacido.
Me encanta tu relato, espero con ansias la siguiente parte
Continuación por favor!!!
Necesito saber la reacción de la madre y las enseñanzas de la abuela.
Siguiente cqpitulo