Miranda (Parte 2)
El primer orgasmo de su vida a los 10 años..
Tomé sus muslos que caían sobre mis costados con mis manos, y los acaricié suavemente deslizando mis manos de arriba a abajo, y le dije: «Eso -guapa- nos pasa a los hombres cuando nos gusta muchísimo una chica. Y tu a mi me encantas. Y eso que seguro estás sintiendo en tu conchita, es cuando a una chica como tu le gusta un hombre como yo.»
Por cierto, su piel era tersa y muy cálida como lo imaginaba. Miranda enmudeció unos segundos y me miró con una carita de asombro. La tomé de la cintura y la acosté sobre mi cama. Al oído le pregunté: ¿Y tu abuela? Ella me respondió: Fue a misa de 10 am. Me paré y fui a cerrar la puerta.
Volví y me acosté a su lado. Con una mano acaricié sus piernas una vez más, pasé por su vientre y después tomé su carita y le di un beso suave, húmedo y largo. Mi lengua acarició sus labios. La miré y le dije: ¿Quieres ser mi novia? Ella sonrojada, emocionada y visiblemente agitada me dijo que si, ya casi sin aliento.
La besé más. Y de su boca fui hacia su cuello, que mordisquee con cuidado. Me quité de su lado y me puse encima de ella. La besé una vez más, probé su cuello una vez más. Me armé de valor y llevé mis manos a sus pequeños pechos. Los acaricié con delicadeza pero ella no pude evitar un suspiro que osciló entre el placer y el temor.
Después de acariciar sus diminutos pechos, mis manos y mi boca se deslizaron por su vientre hasta llegar a sus piernas. Le saqué los zapatos. Chupé y mordisquee sus lindos pies. Y mis manos y mi boca emprendieron un viaje de regreso. Acaricié, besé y lamí sus pantorrillas. Después fui a hacer lo mismo a la parte interior y posterior de sus muslos.
Finalmente, clavé mi rostro en medio de sus piernas. Olí ansioso su vagina y enseguida le pasé la lengua por encima de su calzoncito color azul cielo. Esta vez Miranda suspiró y del suspiro pasó a un gritito que ella misma ahogó. Le quité con suavidad ese calzoncito azul, casi blanco. Con mis manos sostuve sus piernas abiertas. Y por fin llevé mi lengua a visitar sus labios vaginales ya húmedos en busca de un clítoris que succionar.
Es el mejor sexo oral que he hecho. Lamía de arriba a abajo hasta que ese pequeño clítoris se erectara. Ocurrió enseguida. Entonces lo besé, lo chupé, lo lamí y lo succioné cuanto quise. Miranda se retorcía e intentaba ahogar sus gemidos sin éxito alguno. De pronto me dijo: Siento muchas ganas de hacer pipí, me voy a hacer. En realidad estaba por tener un orgasmo. Le dije: déjate llevar, no es pipí, así se siente el amor.
Miranda finalmente gritó de placer, su cuerpo se paralizó unos segundos y después se desvaneció en la cama donde estaba acostada. Su respiración acelerada, su rostro desconcertado y su vagina empapada me decían que esa niña había tenido el primer orgasmo de su vida.
Yo me erguí entre sus piernas que mantive abiertas y un poco flexionadas, saqué mi verga que estaba completamente erecta y se la mostré. Entonces, con ese bombón allí comencé a jalarmela. No hizo falta mucho para que mi semen pidiera salir disparado. Me puse de pié y fui cerca de su carita. Le dije que abriera la boca, que me tenía que probar. Ella -todavía desvanecida- obedeció. Metí mi verga en su boquita y llevé mis dedos a su clítoris. Miranda jugó su lengua alrededor de mi pene erecto y yo inmediatamente me vine dentro de su boca. Reaccionó enseguida tragando cada descarga.
Cogidos los dos, me invadió un temor a ser descubierto. Fui por una toalla para limpiarnos. Y ya recostado en la cama con ella le dije que no podíamos decirle a nadie, ni a sus amigas, mucho menos a su abuela, y le prometí que en la primera oportunidad que volviéramos a estar solos le explicaría muchas cosas de las que acababan de pasar.
Le recordé que es una niña muy hermosa. Y que yo estaba loco por ella. Me miró como quien está llena de adrenalina y orgullo por la travesura recién cometida. Se dirigió a la puerta y antes de que pudiera abrirla, la alcancé, la comé de la cintura y le dije que lo que pasó no solo se iba a repetir sino que iba a ser cada vez mejor. Le besé el cuello y la dejé ir.
CONTINUARÁ.
Delicia de relato!
Ya esta a tu merced, que otras aventuras hiciste con ella? Quizás en algún lugar público? Un baño público o de algún restaurante?
excelente espero leer mucho más