Miriam y su leal perrito
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Mededicosm.
Así que poco a poco fue ganándose mi confianza y consiguió suplir una de las funciones de mis perros. Y todo lo que mi mente maquina en el terreno sexual es compartido con Juan. La mayoría de los hombres que he conocido han pretendido practicar sexo anal conmigo. De momento me resisto. Pero lo que siempre me ha provocado es practicar sexo anal con mis parejas. El único que ha accedido ha sido Juan. Y eso me ha llevado a imaginar más allá, y ahora ando buscando un hombre bisexual para que sodomice a mi chico delante de mí. Y en eso estamos ambos, buscando, cuando un hombre nos dijo que sí pero la única condición es que Juan debía llevar un collar de perro y una cadena que yo tendría cogida de la mano. Y fue cuando caí en que Juan, además de mi mejor amante, se ha convertido en mi actual perrito. Y ahora busco una clínica veterinaria donde llevar a mi perrito Juan, de la cadena, con la intención de que lo sodomicen como Dios manda. La fantasía que quiero cumplir empieza en la entrada de la clínica, a donde llego en coche con mi perrito desnudo. Aparco, entro por urgencias con él a cuatro patas. Y le explico al veterinario que vengo a que lo examinen, que los calores de este verano van a acabar con él. El veterinario lo hace subir a la mesa de exploraciones. Yo sin soltar la cadena, observo como el veterinario coge un termómetro de unos 10 cm (que yo creí destinado para animales más grandes) y se lo mete por el ano, no sin antes lubricar. Lo deja reposar un ratito y cuando lo extrae apunta: lo que me temía, su temperatura es demasiado alta. – Lo primero que hay que hacer es ponerle un gel de enfriamiento. Es una técnica utilizada en el deporte de alto rendimiento. Y si no funciona tendremos que echar mano de otros métodos. Acto seguido el veterinario abre la puerta de un refrigerador que tiene a su espalda y extrae de él una jeringa llena, supongo, del mencionado gel. No se preocupe, me aclara, lleva un 50% de lubricante que tiene un punto de congelación más alto, y eso determina que el gel esté muy frío pero no llegue a congelarse. Sin apartar la vista del reloj que hay colgado en una de las paredes de la consulta, el doctor tarda exactamente cinco minutos en inocularle los 50 CC. Diez cada minuto. – Es muy importante que el cuerpo vaya asimilando poco a poco la temperatura del gel. Observo que mi perrito está poniendo una cara agridulce. Y aprovecho la ocasión para acariciarle la cabeza y recordarle que todo lo estoy haciendo por su bien. Para que se cure. El doctor me explica que este método suele tener una efectividad del 80%. – Tenemos que esperar 10 minutos para saber si funciona esta técnica. Pasado este tiempo volveremos a tomar la temperatura. Deposita la jeringuilla sin aguja en el fregadero de la consulta y abre el congelador de donde extrae un cubito con forma de palote y también se lo introduce por el ano. Mi preciado can da señales de tiritar pero se comporta. Es un buen perro. – Mientras se pasan los 10 minutos le enseñaré la clínica y le explicaré cuál es el método alternativo que utilizaremos si éste no funciona. Sígame, me pide el dueño de la clínica. No se preocupe, la auxiliar se quedará vigilando a su perro por si tiene alguna variación brusca de temperatura. La clínica se fundó hace 5 años. Unos veterinarios de Chiclana de la Frontera, que estudiaron en Alemania se volvieron a su tierra y con ellos se vinieron todos los conocimientos aprendidos en la República centroeuropea. – Pase por aquí, me dice. Esta es la recepción para los casos sin urgencia. Y donde está la también la tienda, modesta, como puede comprobar, pero completa. Estoy preocupada por mi perrito, le digo al doctor: ¿Usted cree que el gel que le ha puesto hará efecto? ¿Y si no funciona cómo van a conseguir bajar la temperatura de mi perrito? – Espero que le baje la temperatura lo suficiente. Si no es así le explicaré qué haremos. Póngase este abrigo, vamos a pasar a una zona de refrigeración. Al entrar siento un chute de frío en mi piel, pero al instante se pasa. – Si el gel refrigerante no sirve, el método que aplicamos en esta clínica para bajar la temperatura es el de la transmisión de calor. Es el mismo mecanismo que emplea el botijo de forma natural para enfriar el agua. Los botijos tradicionales están confeccionados con cerámica, un material poroso. El agua caliente del botijo se filtra por la cerámica para convertirse en estado gaseoso por la temperatura cálida del exterior. El aire caliente extrae el calor del agua del botijo y dentro se queda el agua más fría. Vaya han mezclado la sabiduría popular con la ciencia, recalco. – Exacto. Utilizamos todos estos perros refrigerados para extraer bajar la temperatura de otros animales. Enciende la luz y percibo que hay una quincena de perros como el mío en una especie de jaulas, cuyos barrotes son como barras de hielo. – No se asuste, están separados de nosotros por estas barras elaboradas con una serie de nanopartículas nacidas de la ultracongelación y diversos ensayos científicos. Qué significan estos números que hay en las puertas de cada uno de ellos, pregunto inquita. – Cuando el gel no funciona, para bajar las temperaturas rebeldes utilizamos los penes de estos perros. Les pedimos que los introduzcan en el ano de los perros aquejados por altas temperaturas y se produce una transmisión de temperatura de un cuerpo a otro. Esos números son las medidas de sus penes. Cuanto más alta es la fiebre el pene debe ser más largo para llegar más profundo del organismo afectado. Así el número 3 tiene un pene de 13 cm, el 5 de 15 cm, el 8 de 18 cm etc. No se nos ha dado el caso de tener que utilizar éste porque los geles suelen hacer su trabajo. Me fijo en la puerta y me asusto al comprobar que el número 15 tiene un pene de 25cm. – Pero no vayamos a ponernos en el peor de los casos, puntualiza el doctor. Volvamos a la sala de exploración. Nos quitamos los abrigos y al llegar compruebo que una auxiliar está acariciando el lomo a mi perrito sin soltar la correa. Desconozco lo que ha pasado pero la cola de mi perrito empieza a soltar líquido. El veterinario vuelve a coger el termómetro y de un golpe lo mete en el ano de mi perrito Juan. – Vaya, esto no había pasado nunca, no hemos conseguido que la temperatura de su amigo baje ni un grado, dice preocupado el veterinario. Tendremos que utilizar el método alternativo. Y por la temperatura tan alta que todavía tiene estamos obligados a emplear el número 15. -Doctor, ¿eso no será mucho? Le interrogo. – Es la única solución para poder bajarle esa temperatura tan rebelde. Le dice a la auxiliar que baje a mi perro de la mesa de exploración y lo prepare, mientras él va a buscar al número 15. Ella obedece, lo baja, me entrega la correa y se enfunda las manos en unos guantes de látex, que impregna de cierto lubricante. Tengo miedo. Confío en esta clínica, pero un pene de ese tamaño nunca ha entrado en su ano, ni frío ni caliente. El doctor aparece con el perro, atado a una correa, de unos 50 años, 180 cm de altura, andando a cuatro. El perro sabe a lo que ha venido, a curar a mi perrito. Así que su miembro ya viene extendido al máximo. Cuando veo aquello me asusto. -Doctor, no es por meterme en su trabajo, pero creo que eso aumentará su fiebre en lugar de bajarla, le digo con cara de pánico. El veterinario se dirige a la auxiliar y le pregunta se está preparado, y ella confirma con la cabeza dando por asegurado que lo está con creces… El número 15 parece que se va a salir de si mismo y empieza a tirar de la correa para subirse encima de mi perrito. El señor de la bata blanca lo deja ir un poco, lo intenta amansar y le dice, con cuidado, pero hasta el fondo para que el método sea eficaz. El número 15 quiere entrar a la primera, pero no puede. Mi perrito está casi temblando. Yo le acaricio, le recuerdo que es por su bien, que estoy a su lado. Que se relaje, que abra el culito. Le pido al número 15 que no sea brusco, que vaya poco a poco. Y el número 15 mira a su dueño y le indica con la cabeza que la barra de enfriamiento no entra. – El doctor me pide, sin soltar la correa de su can, que le ayude. Y con todos los temores del mundo tiro de los cachetes de mi perrito hacia fuera. El número 15 aprovecha para seguir metiendo su enorme miembro que veo perderse en el interior de mi perrito. Noto que de la colita de mi perrito sigue saliendo líquido, ahora más cantidad, que cae encima de mi zapato. La situación es tensa. Suelto los cachetes. Y pienso que ese pedazo de tranca nunca llegará a meterse dentro de mi sumiso. Pero si no entra no se curará. Ahora he decidido participar más, lo acaricio, le hablo al oído. Le tomo su pene entre mis manos. Y el veterinario, que es un experto sabe que eso relajará a mi perro. Entonces suelta al número 15, y éste, de un empujón consigue meter los 25cm por el ano de mi perrito. – Que no se mueva, grita el veterinario, es preciso que permanezca quieto unos minutos para que la transmisión del calor se produzca. Yo sigo agasajando a mi fiel perrito con mis caricias y dulces palabras. Sus ojos están parados. Quietos. No me extraña con semejante trabuco. – Ya te puedes mover, número 15, dice el veterinario. Y el número 15 extrae su transmisor de temperatura de mi perrito. Pero cuando todo parece que sale por completo, el número 15 de un empujón lo vuelve a meter entero. Eso provoca que mi perrito casi se corra y se le salte alguna lágrima. Y a mi casi también sólo de ver el espectáculo. – Todos los perros que se encuentran en esta clínica están examinados y limpios de cualquier enfermedad, como no podía ser de otra forma, me aclara el veterinario. El número 15 ahora ha cogido ritmo. Tanto que su pene entra y sale del interior de mi amigo como si tal cosa. – Vamos, le dice el veterinario a su perro. Deposita en el interior de este perrito el antídoto para las altas temperaturas.. Y el número 15 sabe que eso significa que puede correrse dentro y no tarda mucho en hacerlo. Y al sacarla, todavía chorreando, mi perrito también eyacula, y con ello se va el calor almacenado durante tantas horas en su interior. Y que tan altas temperaturas le estaba provocando. Menos mal, doctor, creí que de esta no salía mi perrito, le digo aliviada. Y así termina mi fantasía, imaginando que pago el servicio prestado y vuelvo a subir a mi fiel perro al coche. Deseando llegar a casa, para que use su lengua como él sólo sabe.
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