Neverland 23.

Nocturno..
No podía dar crédito a lo que estaba sucediendo. Mi hermano está sodomizando la boca de sus hijos gemelos con la ayuda de un dildo largo, doble cabeza. Ambos nns están tragando todo lo que pueden pero aún no logran besarse entre ellos teniendo tremendo monstruo de plástico dentro de sus gargantas. El vecino Tom ahora tiene a tres nns empinados a su completa dispocisión. Con el culo al aire los tres mientras a uno le mete su gigantesca tranca masculina a los otros dos le da un masaje rectal con sus dedos medios. Los tres nns están idos, sus expresiones son de placer puro y solamente se quejan en el mismo placer que sienten.

Mi suegro está echando en un camastro mientras un nn como de unos 7 u 8 años comparte junto a su padre la verga de mi suegro. Ambos, padre e hijo se turnan para meterse a la boca la verga del abuelo de mi hijo. Mi hijo por su parte yace tirado con su cuerpo flojo en el piso. Lleno de sudor, leche y saliva. Su respiración es aún rápida y profunda pues apenas unos segundos tuvo su tercer orgasmo con ayuda de las bolas chinas y el vibrador, que Tom muy amablemente nos trajo. Levanto a mi hijo David del suelo y me lo llevo a la regadera las cercana. Abro y un potente chorro de agua sale para mojarnos a ambos. Mientras permanecemos abrazados.

– Te amo, mi amor – esta frase se la digo a mi hijo una y otra vez, varias veces mientras retiro toda suciedad que nuestros cuerpos albergan. – yo también te quiero mucho papiiiiiiiiiiiiiiii – me río por como me dice la última palabra pues activé el vibrador que aún tenía mi hijo dentro de sí. Sus piernas perdieron fuerza al instante y tuve que abrazarlo con mayor fuerza o terminaría por caerse. Abrió sus piernas delgadas y haciendo un mínimo esfuerzo, empuja afuera el dildo vibrador cayendo este hasta el suelo y siendo olvidado por el momento. Nos terminamos de bañar entre risas, suspiros y besos.

Nos dirigimos al comedor donde el banquete ya estaba servido. Mi hijo comió como sino hubiera mañana. Es la ventaja de ser preadolescente, comes y coges sin repercusiones. Al terminar nar de comer subimos a las habitaciones donde hemos de tomar un siesta los dos solos.

Las horas han pasado en un santiamén, cuando vuelvo en si. La noche a cubierto el cielo y afuera ningún alma se muestra. Me levanto y voy a buscar a los míos. Encuentro al vecino Tom dormido con dos nns entre sus velludos brazos. En comparación de cuerpos es abismal. El velludo cuerpo del vecino abarca casi toda la cama, mientras ambos pequeños nns descansan plácidamente entre los gruesos brazos de su ogro particular.

Mi suegro, mi hermano y los gemelos duermen en otra de las habitaciones, en camas distintas pero en parejas. Se notaba que habían terminado de tener una faena sexual. Había leche fresca y caliente escurriendo en la piel de los gemelos. Las camas estaban fuera de su lugar y los hombres dormían muy profundamente.

Al salir de la habitación veo a mi hijo David a mitad del pasillo, desnudo y tallando sus ojos – Tengo hambre papi – me lo dice con su melodiosa voz que aún no cambia. Lo tomo de la mano y vamos a buscar algo de comer en el almacén. Era muy tarde, por el reloj en la pared pude ver qué ya pasaban de las 3:30 de la madrugada. Así que todos dormían en Neverland. Comimos lo que encontramos y luego salimos afuera para terminar dentro de la alberca.

– Te gusta hijo, te gusta todo lo que te hacemos papi, tu abu, tu tío y ahora también el vecino? – increpó a mi hijo buscando tal vez acallar mis ideas pre concebidas acerca de que con los nns y los hijos no se deben de tocar, pues eso solo lo hacen los enfermos y desviados. Mi hijo me mira a los ojos y con agua escurriendo por su rostro y me contesta – si papi, me gusta mucho. Me gusta mucho cuando tú y mi abu me toman, por qué me siento el niño más feliz del mundo. Cuando juego con mis primos y se acerca mi tío soy muy feliz y ellos también los veo felices. Y con el vecino, en casa pues me gusta mucho aunque me duele cuando el vecino me toma. Dile que sea más tierno papi. – yo no doy crédito a lo que escucho pero aún menos doy crédito que cuando mi hijo David me dice todo eso, mi verga crece entre mis piernas llenándose de sangre caliente y haciendo que el agua a su alrededor casi hierva. Mis manos sostienen el cuerpo delgado de mi hijo pero también están calientes y deseo con todo mi ser poseer lo.

Salimos de la alberca mi hijo tiembla un poco pero yo sé cuál es su cura. En el primer camastro que encuentro, me acuesto dejando lucir mi ya casi dolorosa erección. Mi nn entiende y dándome la espalda coloca sus piernas a cada lado de mi cadera, escupe en su mano y embarra de saliva la verga que le dio vida. La apuntala hacia su cuevita estrecha y flexionando sus piernas comienza una deleitante penetración. Mi glande es engullido por la estreches de mi hijo. Siento mucho calor alrededor mío para seguir sintiendo centímetro a centímetro como mi hijo va haciendo desaparecer mi roca entre sus nalgas delicadas. Aún con una parcial oscuridad puedo ver el momento en que mi hijo se sienta en mi pubis y sus piernas descansan sobre las mías.

Mis manos se aferran a su cintura y estoy a nada del colapso mental al sentir el caliente interior de mi hijo David. Un viaven suave comienza entre nosotros dos, mi verga sale y entra suavemente estirando la piel alrededor. Mis manos acarician la piel tibia de mi hijo, pero también descargo mi deseo reprimido al darle sonadas nalgadas. – ahh – lo escucho. Pero no es un gesto de dolor lo que escucho sino más bien placer. Sus manos se aferran a mis rodillas y el sube y baja se vuelve más fuerte. Un sonido de plas-plas-plas se hace notorio pues ahora ya estamos chocando mi cadera contra la cadera de mi hijo. Nuestras respiraciones son calientes y pausadas. Mi hijo sube y baja por toda mi verga deleitándome con tal habilidad adquirida.

En un proceso algo laborioso pero pocas veces visto, mi hijo se da la vuelta teniendo dentro de sí la verga de su padre, quedando ahora los dos frente a frente. Este movimiento lo sentí deliciosamente al sentir como mi verga es estrujada con firmeza. Yo me siento sobre el camastro y abrazo a mi hijo. Nos dos un profundo beso pero por primera vez no cerramos los ojos, ninguno de los dos lo hace. Lo cual me col a d eun placer nunca antes sentido. Veo los ojos vivarachos de mi David y él me ve. Ambos nos entregamos al puro placer. Nuestras lenguas se enroscan en el interior de nuestras bocas. En un baile casi salvaje y rítmico. Mis manos pellizcan los diminutos pezones de mi hijo, haciéndole que de su boca exhale un gemido de placer. Él me copia y con sus manos frías atrapa mis pezones lo que solo aumenta mi placer y gozo. El tiempo pasa y ahí en medio de la madrugada estamos mi hijo y yo entregados a un placer prohibido según la sociedad.

Mis piernas están duras al igual que mis nalgas. Empujó hasta dentro de dónde se pueda mi verga y mi hijo lo recibe gustoso entre sus nalgas. Un escalofrío me recorre la espalda y con la noche como mudo testigo inundó el interior de mi hijo. Tres… Cuatro… Cinco… Chorros calientes de leche son depositados por mi. Y mi hijo no se mueve, solo me besa mientras mi leche invade su interior. – te amo papi, te quiero mucho – me lo dice mientras nuestros labios están unidos y en mi barriga puedo sentir un orgasmo líquido y caliente saliendo a chorro de la uretra de mi hijo David.