Neverland 32.

Llamadas. .
Después de lo acontecido terminé por quedarme dormido. Mi cuerpo estaba relajado y el alcohol ayudó a que cayera en un sueño profundo. Una mano me sacude haciéndome despertar, en medio de la oscuridad y con la poca luz que entraba Vi que se trata de mi pequeño David que se encontraba de rodillas sobre el sillón en que termine por dormirme.

–Papá podemos irnos? Tu amigo ronca muy fuerte– y al fondo del pasillo se escucha como si una sierra estuviese encendida. Le indico a mi hijo que me espere. Voy hacia la habitación y lo que me encuentro es a mi amigo Joaquín (Joaco) profundamente dormido. Su cuerpo pesado sobre la cama, brilla por los restos de sudor. Su boca abierta deja salir un sonido de lo más escandaloso. No trato siquiera de ocultar su desnudez, se quedó dormido así, sin más. Le tome una foto, temiendo que despertara por el flash pero ni siquiera eso lo levanto. Al dar un paso afuera de la habitación veo los restos de un condón roto. Que brilla casi con luz propia. Muestra de una batalla ganada. El cabrón está tan pasado de alcohol que al quitárselo sólo lo arrojó.

Mire mi reloj y vi que eran pasadas las tres de la mañana. Mi hijo y yo subimos al auto y emprendimos el retorno a casa. Al llegar dejamos todo lo de las compras en el auto y nos fuimos a la cama.

Nos desnudamos y cuando mi hijo se quitó el jocks le pedí que me lo entregara. Lo tome y lo acerque a mi nariz. Inhale una gran cantidad de aire llenando mis pulmones y detectando un aroma muy familiar. Semen y orina.

Arroje el jocks al cesto de la ropa sucia y le pedí a mi hijo que se acomode para dormir. El toma su posición de cuchara pequeña. Por mi parte ese aroma despertó mi virilidad. Escupo una cantidad de saliva en la palma de mi mano, la distribuyo por toda la longitud de mi pene, poniendo atención en el glande. Me recuesto de lado, detrás de mi hijo y guiado por mi mano, entierro mi pene dentro de él. La lubricación excesiva y los restos de leche fueron el vehículo perfecto para deslizarme. Siento como mi bebé se estremece, lo abrazo pegando mi pecho a su espalda y le doy un beso en su cabellera. –Te amo papá — fueron sus últimas palabras antes de volverse a rendir al sueño.

A la mañana siguiente fue difícil despertar para mi hijo y para mi. Nos bañamos juntos y le permití tomar una buena cantidad de café con azúcar a mi David. Salimos tarde de la casa para nuestras actividades diarias.

A mitad del día le puse un mensaje a Joaco <Disculpa por quedarme dormido en tu sillón. No suelo beber entre semana> lo envié y vi que lo recibe pero no lo abre.

Continúe con mi día normal. A la hora de la comida abro la mensajería y ahí está la respuesta de Joaco <No te preocupes>.

Vi que estaba disponible así que rápidamente mis dedos se deslizaron por el teclado <hay que volvernos a reunirnos y seguir hablando>.

Joaco <OK>

Sentí que el corazón se me quería salir del pecho la adrenalina esta alta. El aviso de ESCRIBIENDO… se prolongó por varios minutos hasta que aparece en la pantalla <Lo que pasa es que voy a salir de viaje y no se cuando regrese> la sangre se me encendió. El cabrón había violado a mi pequeño David y pensó que se saldría con la suya. <Estás seguro?> Le escribí con una rapidez que hasta a mí me asombro.

Volvio a tardarse en contestar. Tanto que pensé que había votado su celular y dejado la contestación a medias. Pero una campanita me alertó de su respuesta. Un seco y simple <si>

Entonces tire la carne al asador. Busque en la bandeja de archivos de mi celular, elegí un cuadro de todo el vídeo donde se ve claramente el cuerpo de Joaco desnudo sobre un diminuto cuerpo más blanco que él, el de mi hijo. Luego seleccione la última foto que le tome a él acostado y desnudo. Lo junte todo en un archivo acompañado del mensaje < Pues yo creo que si debemos de volver a vernos lo más pronto posible >

Ni siquiera me tembló la mano al oprimir la tecla de envío. Y me hubiese gustado estar cerca de él para ver su expresión al abrir el archivo.

Las dos marcas de mensaje recibido aparecieron en mi celular y un segundo después se abrió el archivo. Cerré la aplicación de mensajería y volví a trabajar. El resto de la tarde, un sin fin de llamadas del mismo número entraron a mi celular, tantas que decidí dejarlo en un cajón en modo silencio. Al salir del trabajo voy a recoger a mi hijo a casa de mi suegros y volvemos a casa.

Ya en casa nos quitamos la ropa y nos ponemos una más cómoda, mi hijo se pone a hacer el resto de tarea que le quedaba mientras yo preparo la cena. En ese tiempo mi celular sonó unas 10 veces más.

Terminamos de cenar y me fui a sentar en el pequeño sillón de mi sala. Mi hijo y yo cachondeamos así que decido quitarme mi ropa interior para que mi hijo tuviera mayor accesibilidad a mi verga. Él delante de mí, arrodillado. Me chupa la verga como solo mi bebé puede hacerlo. Su boca se desliza con una maestría excepcional. Sus labios envuelven cada centímetro de mi y se posan en esos rincones donde más placer me produce.

Mis bolas también son atendidas con especial cariño pues mi David sabe que esa parte del cuerpo a papá le produce mucho placer, tanto que puede pasar la tarde chupando solo esa zona y yo más que encantado.

Una nueva llamada entra a mi celular, veo que nuevamente se trata del número de Joaquín pero está vez me está haciendo una videollamada. Así que decidí contestar –Bueno…– con la voz más profunda que tengo fue que capte su atención. Del otro lado de la pantalla veo un rostro cansado y atemorizado. Sorprendido tarda unos segundos en contestar. En su rostro se dibuja una marca inequívoca de miedo y frustración.

— Lalo perdoname. Disculpame…– balbusea a la vez que sus palabras se aglutinan en su boca. –Por qué te tengo que disculpar Joaco?– rápidamente le contesté a la vez que trato de no perder la compostura por el excelente trabajo oral que mi David está haciéndome. Su boca caliente lame y chupa cada centímetro de mi virilidad. Sabe que es lo que me gusta y pone toda su atención en ello.

Joaco se ve que está a punto de una crisis nerviosa. –Lalo… Yo estaba borracho y tú hijo…– al escuchar eso una chispa se encendió en mí y rápidamente lo interrumpo — Mira Joaquín. Vi todo lo que sucedió en esa habitación, eras mi amigo. Y te aprovechaste de mi pequeño hijo… — vuelvo mi mirada a abajo para ver a mi hijo David tragando la polla que lo creo. Se ve tan hermoso, tan divino. Amo completamente a mi hijo. Regreso la mirada a la pantalla de mi celular –Oh qué? Me vas a decir que un pequeño de 8 años (mentira) te sedujo y descargaste en él todo lo que traías acumulado y le vas a echar la culpa al alcohol?– el rostro de Joaco del otro lado de la pantalla se veía desencajado. Totalmente deshecho.

Jajajajajaja me rio y enfoco a mi pequeño hijo David entre mis piernas. Él levanta su mirada y saluda a la pantalla del celular mientras su boca está rellena con 3/4 partes de mi verga. Dejo que siga corriendo la llamada unos segundos más. Vuelvo a acomodar el celular frente a mi y veo que el rostro de mi amigo Joaquín tiene ahora una expresión de sorpresa. Sus ojos ahora sí se parecen a los de aquella foto que mire sobre su mueble de noche. El nene de aquella foto ahora sí tenía parecido.

–seguramente tendrás un espacio en tu ocupada agenda para venir a nuestra casa y podamos hablar todos juntos. Qué te parece– sentencie. Joaco por su parte se sacudió tratando de asimilar lo que acababa de ver. –si– volvió a contestar pero está vez fue dudoso. Aún no asimila lo que acaba de ver, así que nuevamente enfoco a mi pequeño David quien está lamiendo deliciosamente mis bolas mientras mi verga descansa sobre su rostro. — y deberías de traer a ese hijo tuyo. Tal vez podamos hacer algo entre los cuatro!?– está vez solo se escucharía mi voz de fondo en la videollamada mientras que la imagen que ve Joaco es la de mi pequeño David lamiendo el falo hinchado de su padre. Dejo que siga la llamada unos segundos más y cuelgo. Apagó mi celular y lo arrojó lo más lejos posible. Con mis manos libres tomo el rostro de mi bebé y hundo en su boca mi verga caliente. –Ahi te van tus hermanitos. Abre bien la boca mi amor– y acto seguido depósito en lo más profundo de la garganta de mi hijo David mi carga caliente de leche.