Neverland 39.

La familia crece. .
Al día siguiente Javier y yo hablamos sobre si le daría permiso al pequeño Oscar de quedarse una semana en nuestra casa. Oscar estaba encantado con la idea. Javier por su parte, como cualquier padre amoroso, fue cauteloso con esa idea.

Pero después de una sesión de sexo, solo él con ambos diablillos, no supo decir que no. Los nns cuando se lo proponen pueden ser muy persuasivos. La única condición fue que a diario le estaría haciendo videollamada a Óscar para saber cómo está. Después de eso Oscar en agradecimiento le colmo de besos a la verga de su progenitor que aún le escurría leche.

Por la mañana yo tengo que salir a trabajar y como los nns estarían cansados de todo el fin de semana en Neverland se levantarían tarde de la cama. Le avisé a mi suegro y a mi vecino Tommasi para que estuvieran al pendiente de ese par.

Al terminar la jornada rápidamente regreso a casa, entusiasmado. Por todo lo que veía desde el circuito cerrado de vigilancia. Todo el día fue una de ver cuerpos desnudos desfilar en mi propia casa. Vergas duras que entraban  y salian de cavidades bucales y anales. Intercambios de pareja sexuales.  Una pequeña orgía se estaba llevando a cabo y sin mi presencia. Conduje el auto con una dolorosa erección entre mis piernas. Hice mucho menos tiempo para llegar a casa. Se abre el portón eléctrico, lo cual me pareció una eternidad, e introduzco el auto, el portón se cierra y al cruzar el umbral dejo de mirar mi celular para recrearme la pupila.

En la sala los nns están jugando videojuegos, completamente desnudos los dos. Juegan al Mario Car. Mi suegro y Tom les acompañan, también desnudos. Mi hijo David está sentado sobre el abdomen velludo del vecino Tom, dando pequeños saltitos. Mi suegro está tan concentrado que no me vio llegar. El pequeño Oscar con su cuerpo delgado y centímetros más alto que mi hijo está sentado sobre el abdomen de mi suegro. Ligeramente inclinado hacia adelante se puede distinguir como la verga de mi suegro entra y sale de ese hoyo caliente.

— papá!!!– grita mi hijo David al verme de reojo, yo ya había arrojado al piso mi pantalón de vestir dejando me puestos solo mis calcetines y mi ropa interior. Mi hijo se levanta y cruza su pierna por encima de la de Tom, saca el lubricado miembro del vecino de su culo. El mando del juego lo lleva él así que pone pausa para no continuar. Cruza la sala y me abraza muy efusivamente dándome un dulce beso en los labios. Por su parte Oscar se queda aún ensartado sobre el pene de mi suegro quien le agarra de la diminuta cintura y arrecia las embestidas hacia el culo del muchacho. De sus manos cae el control y sus ojos se ponen en blanco. Cruza sus brazos sobre su pecho y de su boca sale un gemido suave. Sus piernas están tensas mientras la cadera de mi suegro golpea sus nalgas a una velocidad constante, ya tenían buen rato así. Mucho antes de que yo saliera del trabajo. La cara de mi suegro estaba encendida, roja, su bigote mojado de sudor y saliva. Tom acariciaba su abdomen y pecho velludo mientras que con su otra mano se masturbaba fuertemente. Ambos a un lado del otro a escasos centímetros.

— Ahhhhggg– escucho que mi suegro gime, pero al ser de la vieja escuela, él no grita sino que es un gemido ahogado en su garganta. Sus dedos se clavan en la carne suave de la cintura de Óscar y su escroto se pega al resto de su cuerpo. Sus ojos cerrados señalan el momento cúspide que está atravezando mi suegro, su orgasmo. Cada espasmo de leche va a inundar la cavidad suave de Óscar. Mi verga dura se mueve dentro de mi calzoncillo y una mancha grande de lubricante se empieza a hacer notar. Mi hijo y yo estamos de pie, tomados de la mano a un lado de todo eso. En eso escuchamos un gemido más sonoro. Nuestros ojos enfocan a nuestro vecino Tom que empieza a botar leche como su tratase de una fuente láctea. Chorros y chorros fueron expulsados de su uretra y saltaron a una buena altura. La gravedad hizo lo suyo y mucha de esa leche termino en el pecho y abdomen de Tom. Sus piernas también velludas atraparon solo un poco de esa explosión. Ni pareciese que el fin de semana pasado tom hubiese descargado, aquello fue muy grande, Diablos, de haber estado mi hijo ensartado aún en esa verga, la fuerza del orgasmo de Tom le hubiera llenado la cabeza de leche. Volteo a ver a mi hijo y con una sonrisa pícara y moviendo su cabeza a los lados me suelta de la mano, cruza nuevamente la sala y se acuesta sobre la alfombra de pelos de Tom y comienza a lamer ahí donde los restos de leche cayeron. Tom lo abraza y con sus grandes manos recorre el diminuto cuerpo de mi hijo y llenado de besos su cuello.

— pues ya llegué. Es bueno estar en casa– atiné a decir. Mientras mi ropa interior cae al suelo y con mi mano diestra comienzo a masturbarme. Tom y mi suegro me voltean a ver y reímos. En eso suena un celular sobre la mesa al centro de la sala. Lo levanto y veo que es una videollamada de Javier el padre de Óscar. Abro la cámara y le enseño lo que su hijo y mi hijo estuvieron haciendo durante todo el día.