Neverland 40.
Nuestro turno solos. .
Después de colgar con Javier el padre de Óscar y ver qué su hijo estaba bien portado en casa, lo invite para un pequeño convivio y que viera lo bien que se porta su hijo. Mi suegro y mi vecino Tom, salen a hacer las compras que faltan para la reunión. Mientras yo me quedo en casa acompañado de ese par de cabroncitos.
Nos echamos en la cama y cada nn se acomoda a mi lado. Mi hijo me beso primero por ser simplemente mi hijo. Sus labios son suaves y frescos. Oscar por su parte bajo hasta mi miembro humectado en precum y decidió devorarlo. Diablos, los dos cabrones son tan pasionales.
Mi hijo y yo jugamos con nuestras lenguas en la boca del otro. Un beso obsesivo y cargado de pasión como si no hubiésemos visto en días. Oscar, por su parte sabía cómo complacer a un hombre adulto. Sus labios se cerraban alrededor de mi circunferencia y con su garganta masajes más que bien mi glande. El niño hace todo lo posible por tragarse mi verga pero no tiene tanta práctica lo que hace que comience a toser y ahogarse.
Mi bello David se separa de mis labios y ve como Oscar se está ahogando con su propia saliva — no estás abriendo bien garganta. Déjame te enseño. — David se mueve a cuatro patas, lo que me deja ver su trasero hermoso y aún rojizo por la faena con Tom, alcanza a Óscar que tiene sus ojos rojos y llenos de lágrimas. Con su mano diestra toma la base de mi verga y le da instrucciones a Óscar de como hacerlo. Abre grande su boca y de una, mi hijo lleva mi hinchado glande hasta más allá de sus anginas. –ahhhh– gemi como si recién hubiese probado las mieles del sexo. Pero es la boca de mi hijo, que sabe cómo me gusta y comparte esa sabiduría con su nuevo hermano de leche.
La boca de mi hijo se abre y se cierra a la par que traga y saca mi verga de su garganta. El calor y la humedad de su boca me tiene a una de inundarlo. Pero quiero alargar lo más que se pueda el placer. Así que tomo con mis manos la cabeza de mi hijo, detengo sus movimientos y con una sonrisa a punto del llanto le indico que se calme. Mi hijo me sonríe y vuelve a mi. Nuevamente nuestros labios se unen en un beso caliente.
Oscar se nos une pero espera su turno. Mi hijo se separa de mí y deja que Oscar se apropie de mi boca. Oscar se separa y mi hijo continúa. Así estuvimos un buen rato, compartiendo labios y caricias. Mi verga está realmente dura, tanto que me comienza a doler. Está hinchada y el calor que despide me quema la piel de mi abdomen.
Cuando mi hijo se separa una vez más de mis labios nuestros ojos se miran y creo que leyó en ellos mi deseo por tenerlo. Baja de la cama y va a la sala. Regresa rápido y en su mano trae una cantidad considerable de lubricante. Primero la deja caer sobre mi caliente punto y con su mano lo distribuye lo cual me tiene al punto de perder la cordura. En mi mente le pido que se apresure pues mi verga ya está doliendo.
Los restos de lubricante los embarra entre sus nalgas. Sube a la cama y abre sus piernas dándome la espalda, se coloca en cuclillas y con su mano levanta mi chota dura. Al contacto siento su entrada helada. Las temperaturas de ambos cuerpos son distintas. Él se sienta y de a poco va desapareciendo mi carne dentro de mi hijo. Siento cada centímetro de mí ser deslizarse en su interior. Mis ojos se cierran y solo me dedico a sentir el placer máximo. Un segundo después las nalgas de mi hijo hacen contacto con mi abdomen bajo. Dios… Su calor, su suavidad, su textura, mi hijo es mi amor por completo.
Se queda asi unos segundos, serio, sentado sobre la chota que lo creó. Para luego empezar un lento movimiento circular pero sin sacar la verga de papá. Pronto el movimiento de su cadera se hace rápido pero sin sacar ni un centímetro de su interior. Mis manos se apoderaron de su estrecha cintura. Y en un movimiento rápido de lucha mi hijo termina debajo de mi cuerpo caliente.
–aaaay papá — lo escucho decir mientras mis caderas se mueven rápido haciendo que sus entrañas se reacomoden en su interior. — ayy ayyy ayy papaaaaaah si… Dame… Más… Duele.. si… — su boca aunque tapada por la colcha de la cama aún era audible los gritos de dolor y placer de mi hijo. No sé dónde estaba Óscar y no me importo mucho. Pues donde estuviese está viendo de primera cuánto amor tengo para dar, a mi propio hijo, sobre todo a él.
Levanto mi cuerpo con ayuda de mis brazos y con todo el ejercicio que antaño he hecho. Mi hijo saca su cabeza de la colcha y abraza mi brazo derecho. Mi cadera da fuertes golpes contra su pelvis. Lo cual nos tiene en un gozo delirante. Con ayuda de mis piernas abro las piernas de mi hijo lo que me da mejor posición para penetrarle. Mi rostro está bañado en sudor. Mi corazón late a 1000 por hora y mis brazos comienzan a doler. Pero el placer es lo máximo a punto de alcanzar el éxtasis.
Nuestras cabezas se juntan, mojadas en sudor. Luego nuestras bocas se buscan habidas de unirse en un beso lascivo. Y lo hacen, nuevamente pruebo el interior de mi hijo y es el sabor más delicioso que jamás he experimentado. Nuestras lenguas frenéticas pelean para probarse.
–Te amo mi vida, te amo mi cielo, te amooooo cabroooon — fue lo que alcance a decir antes de que mi cuerpo sucumbiera al orgasmo que durante todo el día estuve guardando. Mi verga expulsó todo su contenido lechoso dentro de las entrañas calientes de mi retoño. Su respiración era fuerte y pesada al igual que la mía. Lo abrazo con amor y cariño y siento su abdomen mojado. –papi… Me hice pipí — pero me lo dice con un cansancio como si hubiese corrido todo un maratón él solo. Su pequeño pene aún tenía restos de su precum y en la colcha se marca una silueta de humedad enorme y perfectamente redonda. Me rei y nuevamente deje caer todo mi cuerpo sobres de mi hijo.
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