Neverland 5
Saque mi pene casi limpio y todos aplauden la hazaña de mi bebé. .
El motivo por el que iríamos a Neverland es que festejaremos el cumpleaños número 9 de mi pequeño David, aunque trate de mantenerlo todo en secreto y que fuera una sorpresa para él no se pudo, escucho una conversación que yo tenía con mi amigo Rafael. Dónde nos poniamos de acuerdo en cómo sería su recibimiento y los pormenores de la fiesta. Rafa me ayudó con los preparativos y fue quien me llevo a ese lugar que tanto placer nos ha dado.
Mi muchacho, porque ya no permite que le llame mi niño, ha crecido mucho en los últimos meses. Ya no es el nene delgado y retraído que era cuando llegamos a ese sitio. Ya había crecido un palmo más, sus piernas eran largas y sus nalgas habían brotado dando paso a un par de carnosas redondeces. Tiene una cintura típica de su edad, delgada y perfecta para abrazar y su abdomen plano. Un torso fino dejando ver sus costillas, coronadas por un par de pequeños pezones de color rosado. Su cuerpo ha empezado a cambiar y deja atrás al niño, para dar paso a un preadolescente. Pero aún así estaba muy emocionado por volver a Neverland, ver a sus amigos y todos esos hombres que nos recibieron con los brazos abiertos.
Llegamos a la valla perimetral de piedra con un portón de acero, lo abrí introduciendo mi clave de acceso. Entré e inmediatamente después de atravesar el umbral, el portón se cerró. Ya todo se había automatizado lo cual era mucho mejor.
Llegamos a las puertas de esa gran finca
Y mi hijo, como si el asiento tuviera algún tipo de resorte salió disparado. –apúrate papá — me gritó desde la puerta. Tuvo que esperar unos minutos en lo que yo aparcaba el coche y sacaba una maleta que llevo siempre.
No había visto a mi hijo tan entusiasmado por llegar y quedar en completa desnudez, se despojo de toda su ropa en un santiamén, se veía tan lindo, casi angelical su figura. Me desnudé lo más lento que se pudo para incrementar las ansias de mi hijo por llegar. Cerré el casillero y fuimos casi corriendo por mi hijo que me llevaba tomado de la mano. Mis bolas chocaban contra mis muslos mientras mis ojos se deleitan con la infantil figura de mi hijo que va delante mío.
En cuanto llegamos al salón central se escuchó al unisono un fuerte: FELIZ CUMPLEAÑOS DAVID. Mi hijo paro en seco y abriendo grandes sus ojos y su boca se quedó parado, impresionado por lo que veía. Una veintena de hombres o más y sus niños, todos desnudos ya hacían frente a nosotros. Al centro había una gran mesa con un pastel color blanco y dibujado un corcel color amarillo pastel. Mi hijo se habia obsesionado con la película del Spirit, el corcel indomable.
Yo, detrás de mi hijo veía mejor la escena; al fondo mis amigos, junto a otros hombres en completa desnudez, sus penes colgaban mostrando un naciente erección. Delante de ellos hay varios niños y otros tantos adolescentes. Algunos ya los conocia de nombre y de tacto, pocos fueron los que no reconocí. Todos llevaban un ridículo cono de fiesta sobre sus cabezas y que también a mí me entregaron. Los niños salieron al punto a recibirnos, abrazaron a mi hijo y le decían que regalos le habían llevado. Sus padres llegaron hasta mí para saludar y otros para presentarse ellos y a sus hijos.
–gracias por ayudar con los preparativos- le dije a mi amigo Rafael mientras nos abrazamos en completa desnudez. Aunque nuestros penes se rozaron no hubo un apice de vergüenza o asco. Y es que para ser sinceros desde que me quite la ropa mi pene brotó de mi pantalón con tremenda erección que era más que notorio que yo también estaba entusiasmado.
–cabrón… todos ayudamos!!! Los niños y sus padres, todos participamos para arreglar el sitio. Pero tú hubieras ayudado más si hubieras tardado un poco más. Lo tuvimos que armar exprés. Y veo que ya vienes dispuesto a cortar el pastel?– señalando mi dura erección. Mi pene estaba completamente lleno de sangre, duro como la roca apuntando al cielo. –solo si tú me ayudas a hacerlo– le dije y reímos a carcajada abierta. Rafa se veía gracioso con su cono de fiesta. Jale a mi hijo para que les diera las gracias a quien habían hecho posible su fiesta «sorpresa» de cumpleaños. Abrazo a cada uno de ellos, agarrando sus nalgas y dándoles un beso en la boca a cada uno.
Acto seguido pasamos a cantar las fanfarrias para el cumpleañero. Mi hijo al centro frente a su pastel, rodeado de sus amigos y otros niños. Sonriendo todos. Nosotros los padres cantamos las típicas canciones de cumpleaños en total desafinacion. Al terminar todos aplaudían y pasamos a cortar el pastel pero no habría cuchillo para hacerlo… Fue sustituido por mi verga dura, hundí mi hombría en el pastel hasta que quedó completamente cubierto de betún y pan. Lo saqué de ahí y sin perder mi erección lo puse frente a mi querido hijo. –FELIZ CUMPLEAÑOS, MI AMOR!– se lo dije de la forma más amorosa que un padre pudiera decírselo a su hijo. Y él abriendo grande su boca engulle mi glande embarrado de betún color blanco. Pude escuchar como algunos niños reían pícaramente, a sus padres hablando de forma jocosa por el acto. Levantaban sus brazos en señal de aprobación. Y el resto simplemente vitoreaba entusiasmados. Tome la cabeza de mi hijo con ambas manos y empuje hacia adentro de su boca el resto de mi pene. Si, mi querido hijo ya podía lograr hacer garganta profunda sin que sintiera arcadas. Ahí lo deje unos segundos viendo como algunos hombres abrían sus ojos como plato y tocaban al niño más cercano que tenían. Al realizar este acto los labios de mi pequeño David se llenaron de betún. Sus ojos hicieron contacto con los míos por una fracción de segundos y no podría sentirme más orgulloso y lleno de amor por mi pequeño.
Saque mi pene casi limpio y todos aplauden la hazaña de mi bebé.
Escuché decir a alguien –¿Y los demás que esperamos? Démosles también pastel a nuestros hijos– y de forma controlada cada hombre siguió mi ejemplo, embarraron sus penes con pastel y dejaban que sus hijos y otros niños comieran sus miembros. En unos minutos aquello se volvió una verdadera fiesta de cumpleaños en Neverland.
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