Neverland 9
La travesía sexual de un padre continúa..
El sol ya se levantaba alto en el cielo cuando abrí mis ojos. Dentro de la casa de campaña solo estábamos mi pequeño David y yo. Desnudos, abrazados.
El dormía con su cabeza apoyada en mi pecho izquierdo mientras su brazo derecho me cruzaba. Cuánto ya había crecido mi bebé? Ya no era ese niño introvertido y callado. Ahora era más alegre, llevando la fiesta a dónde se parará. Me moví despacio dejando aún dormido a mi bebé, salí de casa y me dirigí hacia la casona.
Aún cuando hubiese más personas en Neverland era poco la actividad del lugar por las mañanas. Tomé una ducha con agua fria, la cual caía en mi cuerpo despertandome por completo. Mi pene se balanceaba con el agua cayendo a su alrededor y después de haber vaciado por completo mi vejiga se aplacó un poco, solo un poco…
Salí de las duchas comunes y ya había algunos padres haciendo el desayuno, mi desnudez no era problema ya. Los primeros autos empezaban a llegar con más hombres dispuestos a disfrutar de sus nenes y del día. Sacar el estrés de la semana y llenar a sus hijos con todo el amor que ellos cargan.
Al volver a la casa de campaña mi hijo aún dormía. Su cuerpo por completo suelto sobre el colchón inflable de veía tan hermoso, tan delicioso. Me acosté encima de él, lo abrazo y le doy sus besos en el cuello con lo cual lo despierto todos los días. Con mi cabello aún húmedo mojo su rostro con lo cual hago que mi bebé se mueva y quiera ocultarse entre las mantas con las cuales tapamos nuestra desnudez por la noche fresca.
En esa posición deja a mi alcance su culo, sus nalgas las cuales golpeó con pequeños pero fuertes golpecitos creando un sonido casi angelical para mí. Sigo besando su cuello, su mejilla y sacandole pequeñas risitas, a sus nueve años ya ha crecido demasiado. Cuando llegamos a Neverland a penas y cruzaba mi cadera, ahora ya me llega a mi pecho. Mi bebé.
Con mi mano derecha abro su culo y deslizó mi dedo media en su interior, su boca se abre y antes de que salga alguna palabra o gemido de ahí la lleno con mi lengua. Su interior aun está húmedo después de la faena de la noche anterior. Húmedo y caliente. Nuestras bocas se unen en frenesí su cuello casi se rompe pero me impresiona la elasticidad de su cuerpo. En un segundo ambos estamos de frente, mis dedos siguen adentro al igual que mi boca.
–te amo David, te amo mi bebé– se lo digo mirándolo a los ojos, esos ojos suyos tan llenos de pasión y vida. Mis labios se apoderan de su cuello, voy bajando hasta llegar a sus pequeñas tetillas las cuales han resultado ser extremadamente sensibles a mis caricias. Ahí me mantengo un buen rato, mientras su cuerpo se contorciona y mi dedo se mueve dentro de él. Su culo se ha vuelto muy elástico y con facilidad introduzco otro dedo. Con dos dedos dentro, de su garganta se escapa un casi inaudible sonido que claramente me indica que mi bebé está disfrutando de mis caricias. Mi otra mano libre recorre todo su cuerpo, acaricia sus piernas, su abdomen y su cuello.
Continuo bajando hasta llegar a su sexo que para ese momento ya está duro y mojado. Me lo meto por completo en mi boca con mi lengua lo muevo en todas direcciones. El cuerpecito delgado de mi bebé se arquea cobre el colchón, empujando su sexo más adentro de mi boca. Mis dedos también ayudan a moverlo tocando ese rincón que lo pone como loco. Por varios minutos disfruto de su piel, de su aliento y de su pasión juvenil.
Lo volteo y abro sus glúteos dejando al descubierto su culo rosado. Mi boca hace agua y dar tiempo a su reacción me apoderó de su interior. Mi lengua se mueve con avidez . Mi bebé levanta su cadera y con su mano empuja mi cabeza, mientras la otra la encoje en su pecho.
–ay papá, si… Muy rico papá… Dame más … Mi bebé le alienta a continuar. Para ese punto ya estoy más que empalmado, mi pene chorrea precum mojando la manta. Mi boca se abre para llenarlo de su esencia. Mi lengua como la de un gato raspa su piel, sacandole gemidos e improperios. La primera vez que lo escuché decir malas palabras durante nuestras sesiones de sexo me excité demasiado y lo aliente a qué lo hiciera más. –chupamelo papá… Mamame el culo, méteme tu verga por favor… Y eso, es musica para mis oídos .
Subo besando toda su espalda, mirando como mis caricias hacen que su piel se llene de la piel de gallina como acá lo decimos. Al llegar a su nuca lo muerdo y me dirijo a su oreja apoderando me de ella –dimelo, pídemelo otra vez, mi pequeño putito– mi cabeza y la del chocaban para ese punto –méteme tu verga papá, dame de tu leche– y como una orden, hundo despacio y firme mi sexo en mi pequeño bebé. Él lo recibe con sus piernas completamente abiertas. Me hundo en él hasta que mi pubis siente la suavidad de sus glúteos. Nos quedamos un rato sin movernos, después de todo su culo comió varias vergas hacia apenas unas horas antes. Su cueva aún conserva la humedad de la saliva y la leche.
Abrazo a mi hijo, mi cadera comienza una danza cadenciosa, mi abdomen se une con su espalda y mi nariz se hunde en su cabello largo. Mi bebé me recibe dispuesto, su calidez me envuelve por completo. Beso su oreja llenándola de saliva y me pasó a la otra, con mi mano envuelvo su cuello apretando solo un poco –asi papi, dame más — me dice a la par de que empuja sus glúteos hacia mi cadera que en ese punto ya está moviéndose frenéticamente. Solo se escucha el golpeteo de nuestras pieles, dentro de la carpa el tiempo se a detenido y solo el placer y el gozo están presentes.
Cargo a mi hijo y quedó boca arriba, ahora es su turno de darse placer así mismo y a mi. Mis rodillas flexionadas soportan sus pequeños pies, mis manos sostienen sus brazos delgados y él solito comienza a deslizarse en mi verga, la misma que le dio la vida. Tengo la visión perfecta de su espalda y su cadera, su culo carnoso y diminuto hace desaparecer mi miembro viril. Con movimiento de acceder y descender pierdo la poca cordura que me queda y me entrego al placer de sentir y disfrutar. Mi pene se hincha en el interior de mi primogénito, lleno de aire mis pulmones y con mi abdomen empujó mi energía hacia un solo punto. De mi uretra sale expulsada no se cuánta cantidad de leche hasta llenar el interior de mi hijo. Mi garganta no se queda atrás y de un alarido le entrego todo mi amor a mi bebé.
Su cuerpo se desploma sobre mí, su sudor y el mío se hacen uno. Mi bebé no se mueve y al perder firmeza mi pene, sale del hoyo de mi hijo David, seguido siento como cae mi leche en mi pubis y verga. Continuamos un rato más acostados unidos por mi brazos alrededor del cuerpo de mi bebé. –hora de bañarnos mi amor — le sentenció. Sale él primero de la carpa y con un poco de mareo lo sigo yo.
Paso a lado de algunos hombres con sus hijos y me voy de largo, cuando una voz familiar me hace voltear la cabeza –lalo, eres tú?– mi asombro fue grande al ver de quién se trataba.
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