No soy gay, soy masoquista….
Un masoquista cuenta su historia..
No soy gay, soy masoquista….
Desde niño, he sido un masoquista, pero discreto, disfruto el ser humillado, maltratado, y vejado a tal grado que, en numerosas ocasiones, he quedado en situaciones extremadamente comprometidas.
Hace algún mucho tiempo atrás, cuando era bien jovencito, al igual que la mayoría de mis amigos, disfrutaba el masturbarme viendo una que otra revista porno.
Pero, aunque eso me gustaba, y mucho, cuando alguien en casa me descubría, ya fuera alguno de mis padres, o de mis hermanos o hermanas, y en ocasiones hasta la vieja sirvienta.
Yo lo disfrutaba muchísimo más al ser regañado, y en ocasiones hasta castigado físicamente, por masturbarme.
Pero cuando comencé a hacerme la paja fuera de casa, en los escondites en los que jugaba con mis amigos, algunos de ellos, al descubrirme haciéndome una sabrosa paja, en consecuencia, se burlaban de mí.
Pero la cosa más rara del mundo, o por lo menos para mí lo era, es que sentía un mayor placer, igual o superior a que cuando jugando a la lucha libre con mis amigos, ellos me vencían, ya fuera al someterme con una llave, o quedar del todo indefenso, bajo su peso.
No fue hasta que todos fuimos creciendo un poco más que, en cierta ocasión, pasando el fin de semana, tres de mis amigos y yo, solos en la casa de campo de los padres de uno de ellos.
Como ni televisión había en ese lugar, esa noche estuvimos bebiendo de todo un poco, mezclando en ocasiones ginebra, y cerveza, ron con huisqui, o tequila.
En medio de mi borrachera, por algo que hice, terminé quitándome toda la ropa ya que la había ensuciado toda.
A pesar de lo borracho que me encontraba, noté en la mirada de mis tres amigos, su intención de aprovecharse de mí, además me di cuenta de que entre los tres se intercambiaron secretos.
Lo que al principio me asustó mucho, pero al mismo tiempo, algo que no me lo podía explicar a mí mismo, me emocionaba y excitaba bastante.
Los tres se habían puesto de acuerdo, sujetándome a la fuerza, lo que sin demostrárselos me excitó bastante, me amenazaron en ese mismo momento, con llevarme en la camioneta a la fuerza, y dejarme abandonado tal, y como me encontraba, en el barrio más malo de un cercano pueblo.
Yo sumisamente acepté hacer todo lo que ellos me ordenasen, ese fin de semana, en medio de mi borrachera, me obligaron no tan solo a que me comportase, o actuase como si fuera una chica, sino que la gracia para ellos era que lo hiciera como si yo fuera una esclava.
Lo primero que me ordenaron fue que me diera un baño y lavara bien mi culo, cosa que hice a regañadientes, o por lo menos ellos así lo creyeron.
Luego me ordenaron que me pusiera unos pantis que había en la casa, que por casualidad me quedaron bien pegados.
Casi de inmediato entre los tres comenzaron a acariciar y a pellizcar mis nalgas, mientras que yo me mantenía acostado bocabajo.
Luego uno de ellos me bajó los pantis, y a pesar de mis protestas siguieron acariciando y pellizcando mis nalgas, hasta que otro me hizo separar las piernas a la fuerza.
Casi de inmediato uno se trepó sobre mí y sentí como su verga penetraba mi culo, yo seguí protestando, pero sintiéndome en la gloria a medida que el seguía metiendo y sacando su verga de mi apretado culito.
Y cuando más concentrado me encontraba sintiendo como esa verga entraba y salía de mi culo, al levantar la vista que me encuentro con otra verga frente a mi cara, que en pocos segundos me obligaron a que me pusiera a mamarla.
Yo a pesar de todo no cabía dentro de mí de alegría, pero actuando como si todo eso me desagradase, cuando el tercero, agarrando mi mano derecha, me puso a que le hiciera la paja.
Esa noche entre los tres se cansaron de romperme el culo las veces que quisieron, y no conforme con ello, me obligaron a mamar sus vergas, y obligarme a que me tragase todo su semen, hasta que ya ninguno de los tres pudo soltar una sola gota más de leche.
Hasta esa noche, nunca me había sucedido algo semejante, y desde luego tampoco antes me habían dado por el culo, y mucho menos puesto a mamar.
Pero como dice un viejo dicho, la ocasión la pintan calva, creo que eso significa, que cuando algo se te presenta, te debes aprovechar, y eso hicieron ellos tres.
Por lo que después que les dije que sí, sin consideración alguna, me obligaron a que continuase bebiendo, lo que hizo que yo agarrase una borrachera tremenda.
Una vez así todo desnudo como me tenían, fue que comenzaron a jugar, y divertirse a costa de mi persona.
Al principio el que era hijo de los dueños de la casa, sacó de quien sabe dónde un montón de ropa de mujer, incluyendo pantis sostén, y hasta pantimedias, las que, bajo la amenaza de llegar a golpearme, me obligaron a que me fuera midiendo varias de esas prendas hasta que finalmente escogieron la que a su juicio me quedaba mejor.
Después ellos comenzaron a darme sencillas caricias sobre mis nalgas, a las que a pesar de mi borrachera en un principio me opuse, lo que los excitó más todavía, con la amenaza de que, si no hacía, o repetía lo que él decía, me entrarían a golpe entre los tres, por lo que yo continué haciendo, y diciendo todo aquello que me ordenaban, a pesar del estado en que me encontraba.
Hasta el mismo momento en que me ordenaron que pusiera en cuatro patas, con mi culo bien abierto.
Yo, aunque les pedí casi llorando, que no siguieran con ese juego, me di cuenta de que lejos de que desistiesen, eso los excitaba más y más.
Lo que a su vez producía en mí un oscuro placer al verme siendo sometido, y obligado a actuar en contra de mi voluntad.
Cuando uno de ellos prácticamente arrancándome las pantimedias que me habían puesto, comenzó a pasar su erecta verga por entre la raja de mis nalgas, le pedí casi a gritos que se detuvieran, diciéndole a los tres, que yo no era ninguna puta, ni maricón, que era su amigo.
Pero a la vez disfrutando profundamente de lo que me estaba sucediendo, y sabiendo que mientras más les rogase que no me hicieran daño, más cruelmente se comportarían conmigo.
Comencé a sentir, como la verga de mi amigo se abría paso dentro de mi culo, el dolor fue tremendo, hasta las lágrimas se me saltaron, a medida que él continuó clavándome profundamente todo su miembro, sin consideración alguna, lo que yo sin expresarlo de forma alguna disfrutaba intensamente.
No bien mi amigo terminó de meter toda su verga, que se detuvo por unos instantes yo sentí como ese raro placer, imposible de describir, continuaba creciendo dentro de todo mí ser.
Los escuche decirme durante todo el tiempo. “Puta, perra, mueve ese culo, maricón te agrada que te lo metan, mira como llora la nena, te voy a seguir violando hasta cansarme perra.”
Sabía de sobra lo que ellos me estaban sodomizando, e insultando a gusto, y gana, pero al mismo tiempo, yo lejos de sentirme mal, el placer de sentir esa dolorosa verga partiendo mi culo, y el sin fin de insultos que me decían, me hacían que disfrutase más en esos instantes, era algo increíble.
No bien todavía mi culo se había acostumbrado, a tener esa verga dentro, cuando uno de ellos, me agarró por el cabello, y levantándome la cara, me dijo. “Ahora ponte a mamar mi verga.”
Al principio, me negué y casi de inmediato él comenzó a cachetear mi rostro con su propia verga, hasta que, dándome un fuerte coscorrón, me dijo. “Acostúmbrate a que eres nuestra puta, así que abre la boca, o te vas a arrepentir, sus palabras me sonaron bastante amenazantes, y el golpe que me dio en la cabeza, me hizo ver claramente que no estaba jugando, por lo que, aunque le di la impresión de que no quería hacer lo que me estaba obligando hacer, finalmente abrí la boca, rápidamente él me introdujo por completo su verga casi hasta mi garganta.
Pero aun y así me dediqué a mamársela, hasta que de repente, sentí que casi me ahogaba con su semen.
Durante el resto de la noche, mis tres amigos, hicieron conmigo de todo lo que les dio la gana, me maquillaron, me hicieron volverme a cambiarme de ropa, Hasta que en la mañana del día siguiente me desperté, con todo mi cuerpo adolorido, oliendo a sexo, sudor y orines, por lo que me imaginé que ya una vez que me quedé completamente dormido alguno de ellos se orinó sobre mí.
Los tres durante un buen tiempo siguieron haciendo conmigo lo que les daba gusto, y gana, pero de manera individual, en ocasiones más de uno de ellos tres, me ordenaba que me pusiera ropa, o prendas femeninas, mientras sin consideración alguna me clavaban sus vergas, ignorando ellos que mientras ellos se complacían en ocasiones siendo medio sádicos, yo por mi parte, y muy íntimamente disfrutaba intensamente, pero sin demostrárselo.
Ya una vez que entré a estudiar a la universidad, mis amigos dejaron de usarme pero me encontré con un sin número de profesores y profesora, que al parecer nada más de verme les debí caer mal, o se dieron cuenta de que yo era una víctima perfecta.
La mayoría de ellos desde el principio no perdía la oportunidad de hacerme quedar en ridículo frente al resto de la clase, lo que ignoraban es que yo adoraba todo eso.
Pero una profesora en especial, siempre me daba las peores calificaciones, hasta que un día decidí hablar con ella, diciéndole que, si no mejoraba mis notas, perdería la beca, lo que en realidad no era cierto.
Pero a ella al escucharme decir eso, le brillaron los ojos como a mis amigos, y cuando le dije, casi rogándole, que yo haría lo que ella me ordenase, rápidamente me dijo, que fuera a su casa, al caer la noche.
Pensé tontamente que me daría algún trabajo extra o algo así por el estilo, pero apenas toqué la puerta me ordenó entrar, diciéndome. “Desnúdate de inmediato.”
Cuando pregunté qué para qué, me sonó tremenda cachetada, diciéndome. “O haces lo que te ordenó sin oponer la menor resistencia, o da por perdida la beca, que tanto te interesa.”
Así que, sin oponerme, comencé a desnudarme mientras que ella, me comenzó a burlarse de mí, hasta que ya no me quedó nada de ropa encima.
Ya una vez completamente desnudo, me ordenó que me tirase al piso, y actuase como un perro, y así lo hice.
Casi de inmediato me puso una correa al cuello, para luego tomar asiento en un gran sofá que tenía en su sala.
Después me ordeno que gateando llegase donde ella, y apenas estuve a sus pies, tras quitarse los zapatos, me ordenó que lamiera sus pies.
Por un instante dudé en hacerlo, y casi de inmediato recibí un ardiente correazo contra mi espalda y nalgas.
Por lo que para que no se repitiese el castigo, me puse a lamer sus pies, incluso hasta me chupé sus dedos por orden de ella.
La profesora no era precisamente una bella joven mujer, por lo menos debía tener unos cincuenta, y tantos años, y como uno diez o doce kilos de sobre peso.
Yo seguía lamiendo sus pies, cuando tirando de la correa que me había puesto al cuello, levantando su falda, me ordenó que le mamase su peludo, y canoso coño.
La profesora no me tenía consideración alguna, y un día que me ordenó ir a su casa, apenas llegué como de costumbre me desnudé y esperé recostado sumisamente en el piso a que me dijera que hacer.
Así que cuando me ordenó que la penetrase, no bien se lo había comenzado a meter, que quizás por la misma excitación o por miedo, me vine de inmediato.
Eso la puso bien brava conmigo, y descargó toda su furia contra mis nalgas, dejándomelas prácticamente en carne viva de los muchos correazos que me dio.
Lo que sin que ella lo sospechase me hizo tremendamente feliz al escuchar sus insultos y como me reclamaba el poco aguante que yo había tenido.
En más de una ocasión hasta me introdujo, con sus propias manos, alguno de sus juguetes personales, como consoladores por mi culo, al tiempo que no dejaba de llamarme maricón.
Pero una vez que me gradué, dejé de ir a su casa, ya que mi trabajo me lo impedía al ser bastante retirado.
Pero eso no me impidió el que yo siguiera disfrutando de mi tan particular gusto, solamente me adapto a las circunstancias que se me van presentando.
Hubo un tiempo que en mi familia decían, que yo tenía sangre dulce para ser asaltado, ya que, en más de una ocasión, eso me había sucedido, en una de esas ocasiones, los delincuentes aparte de robarme el auto, y toda la ropa que llevaba puesta.
Ante mis constantes pedidos de que no me fueran hacer daño, no tan solo me sodomizaron, y me obligaron a mamar sus apestosas vergas, para luego dejarme atado y con mi culo al aire, completamente desnudo, en un cruce de carretera.
Como se habrán dado cuenta, no soy el tipo que busca, quien lo mantenga sometido, no eso me produce placer, bueno si lo puedo disfrutar, y mucho, pero no es lo mío realmente.
Algunos pensarán que soy maricón, pero, no soy gay, más bien soy masoquista.
Ya sea con una mujer o un hombre, procuró generar una situación en la que aparentemente o por lo menos antes sus ojos, yo me encuentro totalmente desvalido, y propicio el que abusen de mí.
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