No soy maricón, todo lo hice y sigo haciendo es por el dinero que me gano, con el sudor de mis nalgas.
Un chico para trabajar en un bar, se tiene que vestir de chica, y de esa manera ganarse la vida con el sudor de sus nalgas. .
No soy maricón, todo lo hice y sigo haciendo es por el dinero que me gano, con el sudor de mis nalgas.
Cuando mi primo, me dijo que había la posibilidad de que yo pudiera trabajar con él en un bar, debí sospechar algo.
Cuando fui a la entrevista, el dueño del bar después de que le demostré mis habilidades para preparar tragos y atender tanto una barra como una mesa, se me quedó viendo de pies a cabeza, y de inmediato me dijo. “A menos que te vista de mujer, no te puedo contratar”
Sumamente indignado, ya estaba por marcharme cuando antes de salir del bar, el dueño del bar me preguntó “¿Cuánto tú crees que se ganan aquí mis chicas?”
Pero antes de que yo le respondiera diciéndole que no me interesaba, él me respondió, indicándome una cantidad, que yo no podía creer.
En ese momento vi entrar a una exuberante tipa al bar, que me saludó como si me conociera de toda la vida.
Para mi sorpresa resulto ser mi primo, completamente vestidito de mujer, realmente al principio no lo reconocí, de no ser porque me saludo llamándome por mi nombre y diciéndome primo.
Yo me quedé impresionado, y cuando mi primo, digamos que confirmó lo que el dueño del bar me dijo, la verdad es que me detuve a pensar, la de cosas que o podía hacer con todo ese dinero.
Aunque, aun no estaba muy convencido de llegar a vestirme de chica, mi primo me invitó una cerveza, y comenzó a explicarme que era lo que él al igual que otros chicos hacían vestidos de mujer en ese bar.
Aunque me aclaró que ocasionalmente algún que otro cliente, deseaba acostarse con algunas de las chicas, pero que en eso el dueño del bar, no se metía, lo único que le interesaba era cobrar por el servicio del privado.
Yo no sé si fue lo fácil que yo veía que era ganar todo ese dinero, o la necesidad de trabajar que yo tenía en esos momentos, que finalmente acepté.
Y fue mi primo quien me ayudó, y prestó gran parte de la ropa, por no decir que toda, la que yo necesitaba, además, me ayudó a maquillarme, y depilarme.
Cuando mi primo terminó conmigo, al verme al espejo no lo podía creer, pero al mismo tiempo me decía mentalmente, una y otra vez. “Esto lo haces única y exclusivamente por el dinero.”
Mi primo y el dueño del bar fueron bien claros conmigo, al decirme que la mayoría de los clientes, saben que no somos chicas, pero eso no evita que, de una forma u otra, algunos de ellos, quieran tocarnos las nalgas.
Yo eso lo vi como un pequeño sacrificio, que debía hacer si no quería irme a dormir a una de las bancas del parque.
Desde el primer día, o mejor dicho desde la primera noche en que comencé a trabajar, no falto el hijo de la gran puta, que quisiera manosear mis paradas nalgas.
Cosa a la que mentalmente, ya me había preparado, por lo que cuando vestido con un corto traje de mesera atravesaba el salón, recibía uno que otro agarrón de nalgas, o por lo menos un pellizco.
Y bien como dicen que el ser humano se acostumbra a todo, yo me acostumbré rápidamente a que me estuvieran toqueteando mis nalgas, sin molestarme para nada por eso, como también me acostumbré a caminar con tacones altos, así como me acostumbré a ganar buen dinero.
Además, en más de una ocasión, esos mismos que me agarraban las nalgas, me daban buenas propinas, así que no me molestaba por eso, además de pagar lo que yo quisiera beberme.
Pero una noche llegaron unos nuevos clientes, que de inmediato le pidieron al dueño del bar, que deseaban estar en el salón privado, y me tocó a mí el atenderlos.
Desde luego que los agarrones de nalgas no faltaron, pero como estaban consumiendo mucho, y me daban tan buenas propinas, y a cada rato me invitaban un trago, no me preocupe por eso.
Pero en cierto momento, uno de ellos, además de estar toqueteándome las nalgas, me agarró por el brazo e hizo que me sentase en sus piernas.
La verdad es que le seguí la corriente, y así lo hice, cuando de momento comencé a sentir, por debajo del corto vestido de camarera, aquella cosa dura y caliente, en la cual yo estaba sentado, prácticamente incrustada entre mis nalgas.
De inmediato me di cuenta de que se trataba de la verga de aquel tipo, que aun por encima de la tela de su pantalón, yo la podía sentir, bajo mis nalgas.
Aunque actué como si nada pasara, y mientras él me seguía acariciando los hombros, yo me fui dando uno que otro trago, pero en cierto momento, fui sintiendo como sus manos recorrían mis muslos y nalgas, al tiempo que su boca, me hacía cosquillas en mi nuca.
En ese momento también pude ver claramente, la inmensa pistola que llevaba al cinto, yo que no se mucho de armas, por el tamaño de aquella cosa, supuse que se trataba de una 45.
Al poco rato, después de que hiciera que me sentase en una de sus piernas, agarró una de mis manos, y la llevó directamente sobre aquel grueso bulto que tenía entre sus piernas, yo sonriendo y siguiéndole la corriente se lo agarré.
Y lo cierto es que se sentía bien duro y caliente, cuando de momento me pidió otra botella de uisquí, la que yo gustosamente fui a buscar, moviendo mis caderas, como parte del papel de camarera que desempeñaba.
Apenas regresé con la botella, comencé a servirle a él y a sus compañeros, que por no dejar seguían acariciando mis nalgas, y diciéndome lo buena que yo estaba, para clavarme sus vergas.
Cosa que en un sin fin de ocasiones, otros clientes me han dicho, por lo que no me preocupe por eso, ya estaba por retirarme, cuando aquel cliente volvió hacer, que yo me sentara en sus piernas.
Cosa que hice de inmediato, pero en ese mismo momento, volvió a tomar una de mis manos, y la colocó sobre su verga, que la tenía por completo fuera del pantalón.
Lo cierto es que me llevé un pequeño susto, ya que no me esperaba eso, pero al mismo tiempo me pidió, sin vergüenza alguna, que lo comenzara a masturbar.
En mi vida había hecho algo semejante, pero justo en el instante en que pensé en ponerme de pie, y marcharme, con la excusa de que debía limpiar una de las mesas del bar.
Él sacó otro billete y me lo metió en el escote de mi pecho, al tiempo que yo me daba otro trago, y él me dijo, agárralo, piensa que me estas saludando y agarrando mi mano.
Yo siguiéndole la corriente, agarré su gruesa y caliente verga, y comencé a manipularla lentamente tal y como si estuviera masturbándolo.
Al poco rato uno de sus compañeros le dijo, refiriéndose a mí. “Tiene una boquita de puta, como mandada hacer para ponerla a mamar”
Al escuchar esas palabras, pensé, lo mejor que puedes hacer es marcharte, pero en el instante, en que yo terminaba de pensar en retirarme, mi cliente colocó su mano sobre mi nuca, y haciéndome poner de pie primero, y luego obligarme a que me agachase frente a él, me encontré con su verga frente a mi boca.
Y en ese instante me dijo, “Dame una pequeña mamada, que luego te lo agradeceré”.
No sé si fue lo que me dijo, o como me lo dijo, ya que me pareció que de no obedecerle yo no la iba a pasar muy bien, además como dicen el cliente siempre tiene la razón, y como si fuera poco, recordé que él iba armado.
Por lo que, cerrando mis ojos, abrí mi boca, saqué mi lengua, lenta y suavemente comencé a pasarla por toda su verga, hasta que me dediqué a lamer con calma su colorado glande.
De estar pasándole la lengua, me obligo en cierta forma o manera a que realmente me pusiera a mamar toda su verga.
Por lo que me la estuve tragando casi por completo, sintiendo que me llegaba, hasta lo más profundo de mi garganta, sentí sus manos sobre mi cabeza, como me agarraba con firmeza, y me estuvo obligando a cabecear, por un buen rato.
Hasta que retirando mi cara de entre sus piernas me dijo, que me bajase los pantis, que él y sus amigos deseaban verme las nalgas.
Aunque muerto de vergüenza, así lo hice obedeciendo completamente sus órdenes, y pensando que en cualquier momento me iba a comer el culo, sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo.
Yo sabía que de nada servía, que le dijera que yo no hacía eso, ya que como fuera de seguro, iban hacerme lo que les diera la gana, entre todos ellos.
El tipo que me sentó en sus rodillas, y luego me hizo que lo masturbara, para después ordenarme que le mamase su verga.
Sin dejar de agarrar mi desnudo culo, me dijo que separase las piernas, y apenas lo hice, sentí como sus dedos, llenos de saliva se incrustaron entre mis nalgas.
Al principio fue solo un dedo, pero luego al poco rato, mientras que él se daba un buen trago a pico de botella, fue introduciéndome otros de sus dedos, hasta el punto de que ya casi tenía metida toda su mano entre mis nalgas.
Yo no podía creer que eso realmente me estuviera pasando, y menos frente al resto de sus acompañantes.
En mi desespero lo único que se me ocurrió fue darme otro trago, mientras que él mantenía sus dedos dentro de mi culo, me dijo, “A ver nena, prepara ese fundillo, para que recibas a tu macho”.
En esos momentos sacó sus dedos de mi culo, y sin más ni más, frente a sus compañeros, quienes me veían con algo de asombro en sus rostros, hizo que separase mis piernas, y que con mis propias manos separase mis propias nalgas, para luego hacer que comenzara a sentarme sobre su caliente verga, con la que comenzó a ir penetrándome.
Yo fui sintiendo como aquella cosa, me fue entrando por el culo, como se iba abriendo paso entre mis nalgas, hasta que tuvo por completo, dentro de mi adolorido culo.
Debido al dolor me di otro trago, al mismo tiempo que comencé a mover mis caderas.
Sus amigos continuaban viéndome, mientras que yo gimiendo o quejándome por aquel raro y sabroso dolor, sin vergüenza alguna, seguía moviendo mis caderas de lado a lado.
Aquel fornido tipo, me tomó por las caderas, y como si yo fuera una muñequita de trapo, me levantaba y dejaba caer sobre su miembro una y otra vez.
Cuando me dio la orden, de que me inclinase hacía adelante, y al hacerlo que me encuentro de frente a mi cara, la verga de uno de sus compañeros, la que sujetaba entre sus dedos, con la clara intención de que yo me pusiera a mamar.
Lo que desde luego hice, pero eso si después de darme otro trago de ron a pico de botella.
Esa noche entre los cuatro, o cinco tipos que se encontraban en el reservado hicieron conmigo lo que les dio gusto y gana.
En cierto momento, a medida que uno de ellos me daba por el culo, y otro me tenía mamando su parada verga, quizás por lo borracho, y excitado que me encontraba comencé a masturbarme.
Cosa que les causó mucha gracia a todos ellos, que de inmediato no dejaron de burlarse del pequeño tamaño de mi miembro.
Es más, uno de ellos hasta me agarró ni pene entre sus dedos, y comenzó a apretarlo del tal forma y manera, que hizo que yo me viniera, al tiempo que yo no paraba de pedirles, que me dieran más y más duro.
Para luego limpiarse su mano con el traje de mesera, y parte de mi cuerpo, pero lo más exagerado de todo lo que me hicieron, fue que un par de ellos me penetraron al mismo tiempo.
Yo no podía creer, que aquellas dos enormes vergas me entrasen a la vez por mi culo, cuando ellos se retiraron me dejaron, prácticamente sin sentido, tirado sobre uno de los sofás con el vestido recogido sobre mis nalgas, chorreando semen de por todas partes, y con mi culo impresionantemente abierto.
Es cierto que me gané una muy buena comisión, pero debí quedarme en casa de mi primo acostado por varios días, mientras me recuperaba.
Pero algo que les quiero aclarar, es que, si bien es cierto que al principio que hice todo eso, no fue porque yo fuera maricón, todo lo hice y sigo haciendo es por el dinero que me gano, con el sudor de mis nalgas.
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