No tardé mucho tiempo en convertirme en el culito alegre de la clínica psiquiátrica.
Un chico que es encontrado desnudo borracho y drogado con el culo bien abierto, al decirle a sus padres que se quería suicidar lo meten a una clínica psiquiátrica, donde comienza a repartirle el culo a todo el que se lo pide. .
No tardé mucho tiempo en convertirme en el culito alegre de la clínica psiquiátrica.
Cuando tenía dieciocho, los policías me encontraron tirado en un callejón además de que me encontraba super borracho, también estaba bien drogado y completamente desnudo, con el culo bien abierto botando leche.
Lo cierto es que, en más de una ocasión, algo similar me había sucedido, varios de mis amigos se habían aprovechado de mi poca tolerancia al alcohol y terminaba abriéndoles mis nalgas de par en par, dejando que me penetrasen, sin importar donde estuviéramos.
Cuando no era que ante la más pequeña insinuación me ponía a mamar sus vergas ya fuera en un auto, o en alguno de los callejones.
Pero en esa ocasión mis padres se enteraron de lo que me había sucedido, por lo que me sentí sumamente molesto, y frustrado ya que eso de que ellos se hubieran enterado de como fui encontrado, me agriaba la existencia.
Yo no deseaba que mis padres se enterasen de mis gusto por las drogas, el alcohol y sobre todo mi oculto gusto por las vergas, por eso me frustré, me deprimí, y hasta me dio una especie de ataque de psicótico, ya que llevaba varias semanas sin consumir nada en lo absoluto debido a la supervigilancias de mis padres, y cuando mi madre comenzó a decirme que me controlase, que eso no era para tanto, le dije lo primero que se me vino a la cabeza, que me quería matar.
Lo que realmente era una mentira, pero al decir eso frente a mi madre, y posteriormente frente a mi padre y otras personas, terminé hospitalizado en una clínica Psiquiátrica.
Y aunque al Psiquiatra le dije toda la verdad, que mi intención solo era convencer a mis padre de que no me vigilaran y fastidiaran tanto, para poder seguir drogándome.
Me hospitalizaron, por lo que me puse a dar gritos y como una loco, pensando que asustaría a los que estaban a mí alrededor, fue cuando cometí el error de volver a decir que me iba a matar.
Creo que no había terminado de decirlo, cuando tres tipos grandes y fuertes, vestidos de blanco me saltaron encima, siguiendo las órdenes del doctor.
Mientras que yo como que soy delgado, de baja estatura, me sometieron rápidamente, los tres tipos y una enfermera me acostaron en una camilla, me sujetaron de pies y manos, me condujeron a una pequeña habitación.
En la que la misma enfermera, frente a esos tres tipos, no tan solo me bajó los pantalones, sino que también me bajó y quitó completamente los interiores, frente a ellos.
A pesar de mis gritos, y mientras esos tres hombres me mantenían bien sujeto, me puso tres inyecciones, en mis nalgas.
A lo lejos podía escuchar a mi madre llorando, y a mi padre consolándola, diciéndole que era lo mejor para mí.
Finalmente me quedé dormido, hasta que, al día siguiente, al despertar, me encontré que me habían quitado toda mi ropa y puesto una bata, sin más nada bajo la bata.
Al siguiente día el doctor me volvió a entrevistar, y lo primero que me dijo fue. “Cada vez que te de un ataque, volveré a dar la orden de que te inyecten en las nalgas y dejarte sujeto en la cama por tres extremidades.”
En ese momento estaba a punto de ponerme a gritar, pero al saber que si lo hacía me volverían a inyectar, decidí quedarme callado y tranquilo.
Luego el doctor me indicó el tiempo que debería estar hospitalizado, y cuál sería mi tratamiento y horarios.
A siguiente día, como era un paciente de alto riesgo por decir que me iba a matar, solo me entregaron otra bata de papel, de esas que son abiertas por detrás, por lo que al salir al salón donde se encontraban el resto de los pacientes, por fastidiar comencé a mostrar mis nalgas.
En ese momento me di cuenta de la manera que uno de los ayudantes psiquiátricos, me veía las nalgas, así que apenas pude me le acerqué, y sorpresivamente le di un empujón con mis caderas, nada más por seguir fastidiando.
Yo esperaba que él en algún momento, me regañase, me amenazara, o le notificara a la enfermera del piso de la travesura que yo había hecho.
Pero no fue así, al mismo tiempo me tomó por uno de mis brazos, y prácticamente me llevó dentro de una habitación, donde había un tipo acostado.
Después supe, que el tipo se encontraba en estado catatónico, no se movía para nada, es más ni atención nos puso cuando entramos a su habitación.
En el piso de la habitación, el ayudante psiquiátrico, a la fuerza comenzó a besarme y a ir acariciando todo mi cuerpo, al principio me quedé sorprendido, ya que no esperaba que actuase de esa manera.
Así que mientras él me besaba de manera bien salvaje, metió su mano bajo mi bata y agarró mi pequeño miembro divinamente.
Yo ni tan siquiera lo rechacé, todo lo contrario, deseé intensamente que continuase, por lo que apenas pude abrí la parte trasera de mi bata.
Quedando prácticamente desnudo, entre sus brazos, mientras que él únicamente extrajo su miembro del pantalón, y en un abrir y cerrar de ojos, ya me había penetrado bestialmente por el culo con su verga.
Por un largo rato permanecimos tirados en el piso, yo gimiendo y disfrutando del tremendo placer que ese tipo me producía, moviendo mi cuerpo, mientras que él no dejaba de meter y sacar por completo toda su dura y caliente verga, de mi culo.
Hasta que ambos alcanzamos un divino clímax, tras el cual por un buen rato nos quedamos en el piso de la habitación del paciente ese, quien al parecer ni cuenta se daba de lo que sucedía a su alrededor, y de lo que habíamos hecho, prácticamente bajo su cama.
Después de que recuperé el aliento me volví a poner la bata, no sin antes en ponerme de acuerdo con él de volver a encontrarnos, al siguiente día.
Los encuentros eran prácticamente a diario, hasta que en una ocasión al parecer uno de sus compañeros se dio cuenta del jueguito nuestro, y nos sorprendió en plena acción.
Solo se nos acercó y nos dijo. “O me dejan participar o ya mismo voy con la jefa de enfermeras.”
Eso significaba que, si nos descubrían, mi amante perdía su empleo y yo a él, y la posibilidad de salir pronto del hospital.
Así que antes de que mi amante dijera algo, abrí mi boca y le hice señas para que se me acercase.
De inmediato, sentí su cálido miembro, rosándome los labios, y como si estuviera desesperada me dediqué a mamar su verga al tiempo que mi amante continuaba dándome sabrosamente por mi culo.
Al momento que su compañero comenzó a venirse por completo dentro de mi boca y garganta, por lo que terminé tragándome toda su leche, sin que eso me llegase a incomodar, en lo más mínimo.
Desde ese momento, el otro ayudante de terapia, también se convirtió en amante mío.
No tardé mucho tiempo en convertirme en el mariconcito de la sala, o mejor dicho en la putita de la sala, ya que comencé a comportarme y actuar como si fuera una chica, cuando alguno de los pacientes quería metérmelo.
Había días en que, para ahorrar tiempo, apenas veía que se me iban acercando recogía la bata, y me ponía en cuatro, pero en una ocasión llegó un paciente nuevo.
A diferencia de los otros, comenzó a buscarme conversación, y cuando comenzamos a hablar, yo en todo momento me comporté como nena, y lo primero que me dijo fue que deseaba acostarse conmigo para clavarme su verga por el culo.
Yo hasta ese día le había dado mi culo tanto a ayudantes de enfermería como a otros pacientes, pero su franqueza, me impresionó tanto, que cuando insistió en clavarme por el culo, lo tomé de la mano y entramos a la primera habitación que encontramos abierta, y en lugar de tirarnos al piso, nos acostamos en la cama.
Yo me quité la bata y me puse en cuatro, y casi de inmediato comencé a sentir sus dedos ensalivados acariciando mi ojete.
No tardó mucho en que sus dedos comenzaron a penetrarme, comencé a disfrutarlo, hasta que de momento sacó sus dedos y me empujó su verga por mi culo.
Cierto es que me dolió, pero a medida que continuó metiendo y sacando su verga, yo comencé a mover mis caderas, hasta que con una de sus manos me agarró mi pequeño miembro divinamente, haciendo que me viniera más rápido que inmediatamente.
Mientras que la vieja a la que pertenecía la habitación, sin decir nada se nos quedó viendo, y a medida que él y yo teníamos sexo, ella subiéndose la bata comenzó a agarrar su coño.
Después de eso, mientras estuve hospitalizado, nos convertimos en pareja, aunque yo no dejaba de verme con otros pacientes y los ayudantes de terapia, lo que a mi novio de turno no le molestaba para nada, siempre y cuando le regalaran cigarrillos.
En ocasiones mientras algún de ellos me tenía clavada por el culo, mi novio no dejaba de metérmelo por la boca.
Así estuve par de meses hospitalizado, hasta que finalmente me dieron de alta, cuando salí del hospital, mis padres se dieron cuenta de que yo había cambiado bastante.
Ya que además de que me había dejado el cabello largo hablaba y actuaba como mujer, pero ellos procuraron obligarme a que estudiara.
Pero como lo único que sé hacer bien, aparte de vestirme de mujer, es abrir las nalgas y ponerme a mamar, conseguí un lugar en una casa de putas, donde vestido de chica trabajo en lo que más me gusta.
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