Noche en Cantabria
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por sumisBcn.
Hace unas semanas, durante unas vacaciones en Cantabria, tuve una experiencia que me gustaría contar. Bueno, en verdad, fueron dos experiencias.
Mediante una aplicación de mi Smartphone, contacté con varios tíos. La verdad, no pensaba quedar con ninguno. Sobre todo, porque la mayoría estaban lejos y dependía de mi compañero de viaje para movilizarme.
Unos de los tíos con quienes contacté era un chico de 24 años. Por las fotos se veía un chico normal. Insistió varias veces en quedar. Evidentemente, la escases de material local incrementó su interés, pero además le interesaba la dominación y sumisión, que fue lo que le hizo ganar muchos puntos.
El chico vive en Torrelavega, que queda a diez minutos en coche de donde yo me hospedaba. Una noche de entre semana, decidí encontrarme con él. Era ya casi medianoche. Hacia un par de horas que no había gente en la calle. Creo que por eso aceptó el venir a buscarme. Quedó en pasarme a buscar en su moto. Me dijo que llevara ropa para cambiarme.
Salí rápidamente a su encuentro. Habíamos quedado en la puerta de la iglesia. No tuve que esperarle mucho. Llegó un par de minutos después que yo. Se bajó de la moto, se quitó el casco y caminó hacia mí.
-Soy Nicolás- me dijo extendiendo su mano, la cual estreché – tu nombre no me importa. Ya te inventaré uno – agregó con una sonrisa complice.
La verdad es que estaba nervioso. Eso de encontrarme con un desconocido, en un lugar poco familiar y desolado, en medio de la noche no es algo que suela hacer. Me gusta el morbo, pero no tomar riesgos innecesarios. De todas maneras, el cuerpo me hervía y me empujaba a confiar en ese chico.
Tuvimos una pequeña charla de rigor y, tras unos minutos, me invitó a subirme a su moto. Se lo notaba ansioso por salir de allí. No quería que lo vieran con otro tío. Le seguí a la moto y me monté detrás de él. Lo cogí de la cintura y le toqué el paquete.
-¡Vaya que eres puta!-susurró.
Contrario a lo que yo pensaba, no cogió por la ruta. Atravesó el pueblo y se metió por el camino para bicicletas que hay en el parque. Evidentemente, ya tenía algo planeado. El sendero atraviesa el parque y llega a Torrelavega. Se detuvo de improviso junto a unos árboles.
Por un momento, me sentí en peligro. Pero su actitud, el recelo que percibí en él, me hizo darme cuenta que él también se sentía vulnerable, y esto me calmó.
Se acercó a mí, me cogió del cuello y me besó invasoramente. Me dejé hacer sin resistencia.
-Sé que piensas que estás con un niñato inexperto, pero te equivocas. Aquí quien manda soy yo, y no me tocas si no te lo ordeno. ¿Te queda claro, zorra?
No esperó una respuesta. Se limitó a darme una bofetada y a escupirme en la cara.
Mi cara de satisfacción debe haber sido notable, porque se sonrió, carraspeo un poco y me ordenó que abriera la boca. Lo hice con gusto y pude sentir su saliva mezclada con mucosidad deslizándose en mi boca hacia mi garganta.
Mientras tragaba su néctar, puso sus manos en mis hombros y me obligo a ponerme de rodillas en el césped. Se alejó un poco con chulería midiendo la distancia. Bajó la cremallera de su tejano y saco su polla, que se veía bastante gruesa y sabrosa. Abrí la boca esperando que me penetrara con ella, pero un chorro de meo me sorprendió, y en un acto reflejo la cerré.
-¡Abre la boca! ¿Quién te dijo que la cierres? ¿No quieres el meo de un macho, marica de mierda?
No me demoré mucho en volverla a abrir. La orina fluía de mi boca hacia mi cuerpo. Mi ropa se estaba empapando de su líquido amarillo. Lo frío de la noche hacia que su orina largara vapor.
Al terminar, agitó su polla cerca de mi rostro escurriendo las últimas gotas y volvió a echarme un lapo.
-Limpiámela, que para algo tienes que ser útil.
Comencé a lamer suavemente su polla, que irguió de inmediato. Mi intención, a pesar de que mis ropas húmedas comenzaban a hacerme sentir el frío nocturno, fue seguir chupándosela allí, pero retiró bruscamente su polla de mi boca y la guardó dentro de su pantalón.
Por un momento, pensé que se iría, que eso había sido todo. Pero se quedó parado contemplándome con superioridad.
-¿Vienes conmigo o ya fue suficiente?
-No, quiero más – y con los colores subiendo a mi rostro agregué – escúpame de nuevo, por favor.
No se hizo esperar. Varios lapos aterrizaron en mi rostro y cuerpo. Pareció leer mi mente, porque luego del último, una bofetada enrojeció aún más mi rostro.
Por instinto, estuve a punto de limpiarme el rostro, pero una nueva bofetada me detuvo.
-No te limpies. Nadie te verá a esta hora y mereces estar así.
Sin decir una palabra, nos montamos a su moto y seguimos viaje.
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