OBSIDIAN ROUTE: PRÓLOGO
Phillip Smith necesitaba de una niñera que cuidase de su pequeño hijo. Nunca imaginó que un enorme hombre negro aparecería para cubrir dicha vacante..
Cada mañana marca el comienzo de un hermoso día en el vecindario de Obsidian Route, donde las familias mejor acomodadas de la ciudad suelen vivir. Con casas tan grandes como pequeñas mansiones y unos jardines delanteros que parecían sacados de revistas de jardinería, la vida en aquella tranquila comunidad era perfecta.
Una de esas familias adineradas son los Smiths, conformados por el padre Phillip, quién trabaja como un prestigioso abogado penal; la madre Susanne, una estereotípica esposa trofeo que se la pasa todo el día saliendo con sus amigas y el dulce e inocente hijo único, Ángel.
Angel toda su vida fue un niño mimado. Desde muy joven se hizo evidente que sería hermoso, con unos cabellos rubios tan sedosos y una piel tan blanca, cubierta por algunas cuantas pecas que resaltan su ternura. Con los ojos de un tono verde, siempre expresa curiosidad por el mundo que lo rodea y con una sonrisa tan angelical que parecía cautivar a todos por igual.
Pero a pesar de las riquezas y todos los lujos que se pueden conseguir con el dinero, Angel sufría del clásico problema que aborda a todos los niños ricos. Sus padres, demasiado ocupados con el trabajo o sus amistades, muchas veces lo ignoraban.
Angel tenía muchos juguetes por montón, desde los coches de última generación de Hot Wheels hasta la edición limitada de las figuras de acción de superhéroes como Batman o Superman. Lo que Ángel pedía, sus padres lo compraban. Por esa misma razón su habitación estaba repleta con dibujos de aquellos héroes que tanto le divertían, especialmente uno que le parecía curioso por ninguna razón en especial: Pantera Negra.
Por ese motivo, cuando Ángel cumplió los nueve años, se le realizó una enorme fiesta de cumpleaños con temática de superhéroes en su inmenso jardín. Hubo de todo: desde castillos inflables hasta un espectáculo de marionetas. Pero lo que más le gustó -y por mucho- al pequeño Ángel fue tener a un actor actuando como el famoso personaje.
Había pasado toda la mañana y toda la tarde de su cumpleaños persiguiendo a “Pantera Negra”, preguntando por sus aventuras salvando al mundo. Incluso había convencido a sus amigos de la escuela, Charlie y Georgie, para jugar los tres.
Sin embargo, esa alegría que estaba animando a Ángel se transformó en enojo cuando le pidió al superhéroe que se quitara la máscara: al comienzo, el actor se había negado, afirmando que nadie podía saber su identidad secreta; pero tras verse acorralado por tres hermosos niños (Ángel, Charlie y Georgie) tuvo que ceder, revelando que detrás del disfraz estaba un acróbata de cabellos castaños y piel caucásica/clara, quien enseñó su sonrisa perfecta para animar al cumpleañero.
Eso solo fue el comienzo de un berrinche. Al descubrir la identidad de su superhéroe favorito, Ángel comenzó a llorar. Durante el resto de la velada había estado diciendo que ese hombre no era Pantera Negra, que no se parecía en nada, que él quería al verdadero Pantera Negra en su cumpleaños. Los adultos pensaron que se refería al actor de las películas, pero en verdad nadie nunca se atrevió a preguntar cuáles eran los verdaderos deseos del pequeño niño.
Luego de eso, las cosas se volvieron más tranquilas. La rutina había regresado a la vida de la familia Smith: Phillip, como cada mañana, se iba a la oficina para trabajar con su bufete; Susane se reunía con sus amigas para hacer pilates en el gimnasio y Ángel se iba a la escuela, para regresar horas más tarde a una enorme casa que lo estaba vacía.
Estando solo, Ángel podía hacer muchas cosas. La primera de ellas era darse un baño, para lo cual se quitaba su uniforme -un shortcito pegado a las piernas, que apretaba sus redondas nalgas y una camisa blanca, con corbata de moño- para ir a la bañera o podía hacer su tareas para luego poder jugar. Ángel no tenía un teléfono celular, sus padres no se lo permitieron, pero siempre oía como su amigo Georgie -quien sí tenía uno- presumía de lo divertido que era, en especial si lo usaba para tomarse fotos y para hablar con personas.
Por supuesto, Ángel le prometió a su amigo que no diría nada de eso. Hizo la promesa del meñique, la más poderosa, esperando algún día que Georgie le enseñe como es de divertido jugar a tomarse fotos.
La rutina monótona y solitaria no hubiera sido un problema si no fuera por un suceso que alertó a todo el vecindario de Obsidian Route. En los últimos días se había detectado la presencia de un hombre sospechoso merodeando por las calles, siempre durante la hora de salida de la escuela. Nadie pudo reconocerlo y durante algún tiempo fue un rumor.
Hasta que en la fiesta de Charlie, el amigo de Ángel, ese extraño sujeto fue visto. Al igual que la fiesta anterior y todas las demás, habían muchos regalos y muchas personas disfrutando, todas ellas siendo vecinos. No era raro que la gente estuviera caminando de lado a lado.
Incluso, el pequeño trío de amigos había disfrutado de disfrazarse: con trajes de lycra, los tres niños estuvieron jugando como sus superhéroes favoritos: Superman, Spiderman y Pantera Negra. Los disfraces les quedaban maravillosos, pegados a sus infantiles figuras, abrazados a sus piernas y contorneando la silueta de esos gluteos. Cada vez que los niños corrían de lado a lado, sus nalguitas rebotaban al ritmo de sus risas.
Fue gracias al juego de Ángel y sus amigos que se percataron del acosador: todo ese tiempo había un hombre, camuflado entre los vecinos, tomando fotos discretas de las inocentes criaturas: como jugaban, como corrían, como se tocaban entre ellos. Fue uno de los padres quien dio la alarma, llegando la policía poco después.
Dos oficiales enormes, con la piel tan oscura como el carbón, llegaron a la fiesta. Siguiendo un procedimiento empezaron a preguntarle a las personas sobre este acosador, pero pocos vecinos se acordaban de su apariencia: solo sabían que era joven y de aspecto asiatico.
A pesar del susto, algo bueno salió de todo eso. Ante la presencia de los dos enormes policías afroamericanos, Ángel y sus amigos estuvieron más contentos. Como si se hubieran olvidado de los superhéroes de mentira, ahora estaban encantados de conocer a los “héroes de verdad”. Fue Ángel en especial quien se la paso abrazando a uno de ellos, acariciando la oscura piel del oficial con curiosidad, preguntando como era que aquel hombre podía ser tan “negro”.
Lejos de ofenderse y viendo la inocencia del niño, el oficial sólo se relamió los labios para decirle que algunos hombres nacían con la suerte de ser fuertes y poderosos. Esos hombres eran los hombres negros. El pequeño Ángel entonces recordó que Pantera Negra, su superheroe favorito, era negro y eso lo hizo creer que los hombres de piel oscura si eran fuertes y poderosos.
Phillip Smith, quien recordemos es el padre de Ángel, nunca se enteró de esa conversación. Si lo hubiera hecho, de seguro hubiera denunciado al oficial por “lavarle la cabeza a su hijo”. Phillip tampoco se dio cuenta que, al despedirse, los labios de Ángel en un intento de besar la mejilla del policia negro, en cambio, besaron los labios mulatos por error.
Ángel sintió vergüenza. Solo las personas que se aman podían besarse así, eso lo sabía, sus papás se lo habían enseñado. Pero cuando el policía se relamió los labios y le guiño un ojo -como Georgie siempre lo hacía ante una travesura- esa vergüenza se transformó en diversión, besando una vez más al policía a los labios para despedirlo.
Aquel oficial afromaericano, a cambio, sujeto la pequeña cintura del pequeño, acariciando con sus dedos la respingona y redonda colita del pequeño Ángel por encima de la lycra, antes de regresar a su patrulla y seguir con su trabajo. Esa noche, Ángel sintió cosquillas en su pancita, una sensación que disfruto al recordar a ese poderoso hombre dándole un beso.
Luego de ese evento, la seguridad en el vecindario incrementó. Las familias ricas con su dinero contrataron a equipos de seguridad para patrullar la zona de vez en cuando. Pero para tristeza del inocente Ángel, no pudo volver a ver a ninguno de los dos policías.
Phillip, en cambio, empezó a notar el peligro que significaba dejar solo a su hijo durante gran parte del día. Como abogado, conocía mucho sobre los riesgos que podía vivir su dulce e inocente primogénito. Y como padre, no quería que Ángel fuera infeliz. Todo lo contrario, si podía asegurar su felicidad, entonces lo haría y gastaría su fortuna en ello.
Por eso, un día, Phillip Smith -con ayuda de su secretaría- publicó en un prestigioso sitio web que necesitaba de una niñera. Los requisitos fueron sencillos: tenía que ser mayor de 20 años, no debía de tener otro trabajo o estar estudiando, debía tener experiencia cuidando niños y de preferencia con conocimientos en protección y primeros auxilios.
Desde ese día, la oficina de Phillip se llenó con postulantes al cargo de niñera de su hijo. Había de todo tipo, desde jóvenes hermosas que evidentemente iban por el dinero hasta mujeres maduras y mayores con una amplia experiencia criando al estilo de la “vieja escuela”. Pero sin importar que tan bien calificadas estuvieran, ninguna de ellas pasaba el último reto: pasar un día al lado de Ángel.
Simplemente, Ángel era demasiado caprichoso. No le gustaba tener a una mujer diciéndole que hacer o que no hacer, además que ninguna de ellas parecía entenderlo. Al final de cada día, Ángel estaba llorando o estaba molesto, afirmando que ninguna de las niñeras le gustaba.
Hasta que un día, en las oficinas del señor Phillip, llegó Hakim Tau.
A primera vista, Hakim parecía ser un hombre salvaje; el hombre más enorme que alguna vez en su vida Phillip hubiera visto. Hakim media más de dos metros -dos metros y catorce centímetros, exactamente- con musculosos brazos a cada lado de su inmenso pecho. Tenía el cabello demasiado recortado, tanto que parecía estar calvo, pues las oscuras raíces se camuflaban con su tez todavía más oscura. Hakim parecía estar hecho de obsidiana, pues tenía el tono y la dureza de la misma.
“He venido por la oferta de guardaespaldas. Me han dicho que buscas a alguien que cuide a tu hija, ¿no? Traigo recomendaciones”. Hakim entonces dejó caer sobre el escritorio un sobre de envoltorio negro, esperando pacientemente que su contratista lo tomara.
Phillip, todavía aterrado por aquella presencia que parecía tener el poder de matarlo de un solo golpe, estaba buscando las palabras adecuadas para decirle que no era necesario, que no lo iba a contratar. ¿La razón? Phillip no estaba de acuerdo con que un hombre negro cuidase a su hijo durante las 24 horas del día, por que sí, el puesto de niñero era de cama dentro.
“M-Me temo que ha habido una confusión. No estamos buscando un guardaespaldas, sino de un niñero. Y no es una hija, es un hijo. Él se llama Ángel”. Phillip se atrevió a hablar, tragando saliva, pues no esperaba ofender de ninguna forma al enorme sujeto.
Como respuesta, Hakim soltó un gruñido. Recogiendo el sobre que había lanzado sobre el escritorio y abriéndolo en frente de Phillip, le entregó unas hojas.
“Cuidar de un niño, ese es el trabajo. Y yo lo haré. No se preocupe por mi experiencia, la familia Lloret son quienes me han recomendado. Ya en el pasado cuide de su hijo, Georgie.” Hakim pronunció las palabras con una dureza y determinación fuertes, como si estuviera desafiando a que lo contradijeran.
Phillip entonces reconoció el nombre. La familia Lloret eran vecinos suyos y de hecho, el hijo Georgie era uno de los mejores amigos de Ángel. Por eso mismo revisó los papeles, encontrando una carta de tres páginas diciendo que Hakim era el mejor guardaespaldas y niñero del mundo, que contratarlo fue la mejor decisión del mundo y que desde entonces, Georgie había sido el niño más feliz del mundo y lo seguía siendo.
Las demás páginas eran papeles formales: resulta que Hakim era un migrante legalizado, proveniente de una tribu en África, donde se crió durante años hasta llegar a Estados Unidos. Desde entonces, había entrenado para formar parte del ejército, lo cual no pudo ser debido a su nacionalidad original. Pero a pesar de eso, había tenido varios trabajos protegiendo a celebridades y otras familias importantes. Incluso había un listado de nombres de todos los niños a quienes había cuidado, con los números de teléfono de los padres.
Phillip no tenía muchas excusas para rechazarlo. No podía decirle que estaba sobrecalificado ni hablar sobre el dinero, pues eran cosas que le convenía más que perjudicar. Pero entonces, recordó algo importante: la prueba final.
“Bien… Luces muy apto, pero al final, quien decide no soy yo…”. Comenzó a decir Phillip, con confianza y orgullo. Pero fue interrumpido por las palabras aún más orgullosas y poderosas de Hakim.
“Por supuesto que usted no tiene poder para decidir”. Dijo Hakim, sonriendo como si lo estuviera desafiando, lo que causó que Phillip se avergonzará e incluso se molestase. “Quien debe de aceptarme tu hijo, ¿no? Sé que voy a caerle bien”
Sin palabras por comentar, Phillip entendió que esta era su derrota. Solo quedaba confiar que Ángel lo rechazaría. Como lo hacía con los demás. Que lo dejaría atrás. Pero tan equivocado estaba, porque permitir que su hijo y Hakim se conocieran sería el comienzo de un viaje salvaje, morboso y sin retorno en sus tranquilas vidas en Obsidian Route.
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Mi primer relato. Espero les guste. Intentaré publicar un relato por mes.
Agradecimientos a mis inspiraciones : Erecautor, AngelBlacks y Nauj69.
Nos vemos pronto.
Interesante, espero las demás partes de la historia
Esta muy rica la historia ojala la continues, de casualidad no tienes algunas parecidas para leer?
Ufff ya quiero poder leer la segunda parte , te quedó espectacular está , muy buen trabajo
Excelente espero con ansioso tus siguientes relatos
Qué buen prólogo has escrito, me intriga que pasará. Quiero ya leer la primera parte y las otras ya….. Saludos.
Excelente relato. Ojala haya reencuentro con el policia afroamericano. Muy rico y morboso todo. Espero ansioso la siguiente parte.