Padre e Hijo – Parte 3
La morbosidad es hereditaria, o eso pienso luego de que mi padre me haya educado por ese camino..
Como anteriormente había contado. Mi padre era un hombre el cual era demasiado morboso, y como ahora tenía a su hijo a su completa disposición, podía cumplir cualquier fantasía que hubiera tenido. Su verga seguía dentro de mí, probablemente llevaba unas diez horas ya que me levanté tarde encima de él, pero como había dicho, decidí no separarme de él. Me recosté en su pecho peludo, mientras me sentía lleno y aquel aroma a macho tan intenso que salía de sus axilas. Era como si padre lo hubiera tenido todo planeado, ya que hoy era fin de semana, por ende no tenía clases, por ende no tenía que ir a trabajar, podíamos intentar estar unidos el máximo tiempo posible.
Pasaron unos minutos cuando sentí unas manos sobre mis nalguitas bien formadas, las cuales me apretaron. Mi padre me dijo “Buenos días, cabroncito…”, mientras empujaba levemente su verga húmeda pero dormida dentro de mí, aun dormida era grande y gruesa, yo estaba con el culito abierto cuando el me levanto con sus brazos sin despegarme de él. Él quería preñarme, quería seguir dentro de mí lo más que podía, y eso iba a hacer.
Nos metimos ambos a la ducha, mi padre me dejó en el suelo con su verga ahora dura dentro de mí y nos empezamos a bañar. Yo le decía a mi padre que cuánto tiempo más estaríamos así, y él me dijo que me iba a preñar, qué seguirán así el tiempo que él quiera, porqué él era mi macho, y yo su hembrita. Me lavo bien la espalda, el abdomen, y todo mi físico que como mencione, estaba bien formado por la práctica de béisbol. Tenía un campeonato mañana, por ello esperaba que a mi padre se le vaya esa fantasía que en ese momento, me arrepentí de no haberla terminado cuando podía. Pero en ese momento puso su gran mano sobre mi miembro el cual aún era puberto, y me empezó a masturbar, pasaba su dedo sobre mi uretra mientras estimulaba la cabeza de mi palo, el cual estaba muy duro. Mi padre sabía cómo dar buenas pajas, pero saber que él estaba dentro de mí mientras me pajeaba, me hizo venirme muy rápido, unos cuantos chorros cayeron al suelo y en sus dedos, y el sin ningún tipo de vergüenza, lo llevó a su boca y lo saboreo, diciendo unas palabras que no se me van a olvidar… “Qué rica que sabe la lechita de mi hijo, me darás buenos nietos…”. Sentí un escalofrío detrás de mí mientras él se duchaba, yo miraba el suelo, mi semen el cual se iba junto con el agua que caía. Estaba perturbado, mi padre era demasiado morboso y yo aún trataba de procesarlo. ¿Se imaginan cómo quedaría un morrito luego de ver como su padre se traga su lechita?…
Mi padre me sacó de la ducha, ambos caminando, él me empujaba levemente mientras caminábamos, él aún con su verga dura dentro de mí. Me dijo que podíamos desayunar un par de huevos revueltos, me dijo si acaso quería leche y recordando el cómo él la preparaba, negué suavemente con la cabeza. Me hizo sentarme encima de él mientras empezábamos a comer ambos desnudos, encendió la televisión cuando en eso sentí como empujaba hacia arriba, mi espalda se arqueo al instante por el placer involuntario e inesperado que me produjo, solté un gemido y él me dijo que si acaso le gustaba como se movía su viejo, que si se volvía loco por la verga de papá, y yo, excitado, asentí. En ese momento miré mi desayuno mientras sentía mis entrañas llenas, no quería comer, o por lo menos… no esa comida. Empecé a montar su verga mientras mi padre solo miraba la televisión, literalmente estábamos desayunando mientras follábamos. Sentía su verga entrar muy dentro de mí, estaba sentado encima de él, podía sentirlo completamente, hasta el fondo. Mis gemidos abarcaban la sala, trataba de no hacer mucho ruido pero era inevitable, mi padre para callarme me daba con un tenedor los huevos revueltos con un poco de un batido de fruta que había preparado anteriormente. Estuvimos así por unos minutos, él terminó de desayunar, y fue ahí cuando sentí su mano en mis caderas y me dijo: “Ya está Juancito… ahora sí te voy a chingar.” Me hizo ponerme contra el sofá y me empezó a penetrar hasta el fondo. Sentía su verga dentro de mis entrañas, mientras mis paredes lo abrazaban como si quisiera que su polla no saliera de dentro de mí. ¿Quería que se fuera?, no lo sé. El me decía, me pones más caliente que tu vieja cabroncito, ¿te gusta como te la meto?, s-si papá… Ahhh, si así, gime para tu padre eh putita. Ahora tu eres mi mujer, ahora tu eres a quien debo preñar, es mi obligación ¿no?… te voy a llenar de tus hermanitos, van a estar dentro de tí como una vez estuviste tú dentro de tu madre ¿qué tal eh?…
Esas últimas palabras, me pusieron a mil, sin querer, la idea de que ahora yo era su mujer se me educaba hasta el fondo, literalmente. Ahora yo ocupaba el puesto de mi madre, y aunque nunca he tenido un complejo por mi genero, para mi padre si podría ser su putita.
Fue así como estuvo unos minutos, dandome duro por detrás, aunque adaptandose a mis necesidades. Mi padre era rudo, pero al momento de follar, era suave si yo lo requería o me quejaba, él quería que yo también disfrute de esto. Me abrazaba por detrás mientras me seguía metiendo su duro fierro por detrás de mí, podía sentir su cabeza vibrar dentro de mí. Su verga solo crecía lo cual significaba solo una cosa. El me daba besos en la nuca, en el cuello mientras me susurraba morbosidades, cuando en eso gruño como un oso y se corrió dentro de mí. Fueron pocos chorros pero muy calientes, lo podía sentir en mis entrañas. Se me dificultaba respirar, los huevos de mi padre estaban pegados a mi culito, y como aún estábamos en su plena fantasía, en lugar de salirse… empujo más adentro y nos hizo sentarnos de nuevo para que yo pueda terminar de comer mi desayuno. El simplemente me dio un suave beso en los labios y me dijo: “Sigue comiendo chaparro… aunque termina rápido para luego ver el pinche partido ese, haber si ganamos por fin ¿no? jajaja…” Esas palabras, hacían que normalice todo lo que pasaba. Follar con mi padre ya no era nada raro para mí.
Las horas pasaban, el cocino aún estando dentro mío, fue algo complicado por ello él solo hizo un almuerzo simple al cual ayudé. Solo teníamos unas camisetas puestas y por lo menos yo llevaba unos calcetines, no entendía cómo mi padre no sentía frío. Aún así yo aún estaba en pleno apogeo de hormonas, imaginense un muchacho puberto con ganas de follar a todas horas y que su mismo padre se le ofrezca, y como él estaba dentro mío, simplemente debía de empujar hacia atrás para empezar a cojer, mi padre solo correspondía, aunque estaba a veces cansado, yo lo miraba con mis ojitos de cachorrito para convencerlo. Mira que putito te has vuelto me decía. “¿Quieres tener a tu padre dentro siempre no?… pinche chamaco calentón”. El se reía cada vez que yo intentaba algo, me hacía sentir bien, me hacía sentir amado, nuestra conexión solo se fortalecía. Más que padre e hijo, eramos unos amigos amantes. Ese día completo estuvo dentro de mí, hasta que recordó que mañana tendría el campeonato al cual él pensaba asistir. No íbamos a entrar al campo pegados como dos perros en celo (aunque se me paso por la cabeza, siendo sincero), por eso el desmotivado, se recosto a mi lado cuando estábamos apunto de dormir, pero luego me sonrió y me dijo que gracias, ya que había podido cumplir la fantasia de estar un día entero dentro de alguien, y ese alguien era su propio hijo, el mismo que el una vez había creado. Ese día estuvimos más de 24 horas pegados, obvio no duraría para siempre pero el morbo de ese día, me hizo empezar a cuestionar mi propia morbosidad.
Aunque para despedir ese intenso momento, él no se iba a quedar de brazos cruzados. Posiblemente se vino más de seis veces dentro de mí ese día, no lo recuerdo muy bien pero cojimos como conejos. El me comenzó a besar en los labios, su lengua entraba con voracidad contra la mía la cual aún era un poco pequeña. Me empezó a tocar mi entrepierna para empezar a pajearme mientras me besaba el cuello. Me puso en cucharita y me empezó a follar nuevamente, me sentía lleno. Solo se escuchaba el sonido de sus huevos chocando contra mi sudorosa piel. El sonido de su lechita dentro de mí que en ningún momento se salió de donde pertenecía y solo se secó. Y los gemidos que yo soltaba. Los suyos parecían de un oso hambriento por devorar a su presa. Mis entrañas se contrajeron mientras él me sostenía la pierna. Yo gemía como desquiciado con cada embestida que me daba, la cama rechinaba demasiado, y yo estaba al borde del desmayo por el gran placer que sentía, mi cuerpo se retorcía, mi espalda se arqueaba, sentía un calor desbordante que me quemaba por dentro y por fuera, un calor agradable pero también feroz, el cual me consumía hasta las cenizas. ¿Parezco poeta?…
Solo sentía el aroma a macho y un poco a semen, ese caracteristico olor a sexo que dominaba por completo la habitación y la noche. Mi padre se puso encima mio, sosteniendo mis pies encima de sus hombros y me comenzó a penetrar mientras me seguía reclamando que yo era suyo. Ahora yo dormía en su cama en lugar de mi madre, estaba follando con mi padre donde una vez el folló con ella, donde una vez me creo. Ese pensamiento se me vino a la cabeza en ese momento, y mientras me agarraba a las sábanas, al tener su rostro cerca del mío, susurré en su oído mientras sentía su respiración: “A-ah! papá… ¡Ahhh!… ¿Una vez me creaste aquí no?… ¿me vas a preñar donde preñaste a mamá?…”
Mi padre se puso a mil con esas palabras, lo calente demasiado, me embistió con fuerza mientras me decía que aprendí rápido a ser una buena putita, que lo hacía mucho mejor que mi mamá, que mi culito era mil veces mejor que la concha de mi madre. Sentir que había reemplazado a mi mamá para mi papá, me excitó demasiado. Mi padre seguía pajeandome hasta que sentí que iba a explotar, pero el para torturarme, nuevamente hizo lo de ese día, sostuvo mi uretra y la apretó para que no pudiera eyacular, ahí me dijo: “Oh no, no te corras cabroncito, ¡esperate! que yo todavía no acabo… vamos a venirnos juntos ¿oíste?… ¿oíste?…” Al escucharlo, asentí levemente… sentía una sensación que me hizo arquear la espalda y erizar la piel, sentía un punzón ardiente en mi entrepierna, me estaba obligando a no correrme mientras él seguía empujando dentro de mí hasta que no pudo más y me dijo: “¡Si!… ¡si!… ¡A-ahhhh! ¡joder!…” Se vino a chorros dentro de mí, soltando mi uretra y me pude correr por fin, liberar toda esa carga que tenía, fue la primera vez que me vine con varios chorros, posiblemente por la excitación, no era mucho pero mi cara de placer absoluto, reflejaba lo mucho que lo disfrute. Mi padre me dio otro beso en los labios, pero más allá de buscar placer en aquel beso, era un beso puro, lleno de amor… fue un beso apasionado mientras me susurraba: “Gracias, gracias por todo… hijo…”, me sonrió antes de darme otro beso y salirse con suavidad de dentro de mí. Su verga salió hinchada y algo roja, mi padre se asustó un poco ya que creyó que se le había inflamado (pero no, a los días se recuperó). Aún así se recostó a mi lado y se puso un boxer mientras respiraba aliviado. Ambos vimos como su lechita recién echa salía de mi culito, mis entrañas estaban fecundadas por él, pero era poco… mi cuerpo ya había succionado el resto, ya estaba impregnado de él, el semen se había secado de dentro de mí. Eso solo hizo que el morbo de mi padre creciera para soltar una risa seca y decirme: “Ahora si te preñe chaparro…”, yo me quede con una cara de inocente pero le sonreí, él me sonrió mutuamente y me dijo algo que no pensaba. “La verdad es qué… me hubiera gustado haberlo hecho, lástima que no puedo tener hijos contigo…”, acto seguido se recostó de espaldas a mí para quedarse dormido en unos minutos. ¿Se imaginan lo que pasa por la mente de un niño al saber que su padre deseaba tener hijos con él?… esa noche el morbo volvió a perturbarme, ahora me excita de tan solo pensarlo pero en ese momento, mi mente se debatía. Solo qué recuerdo, que me dormí con un boxer apretado el cual marcaba una pequeña erección involuntaria.
Pasaron los días, había asistido a el campeonato el cual mi equipo llegó a cuartos de final pero perdimos por una transa, o eso queríamos creer. Mi padre se puso como loco diciendo “Mi Juancito se pasó horas practicando, ¡pinche jueces de mierda!”. Yo solo reía, de todos modos, no era el único familiar molesto por como terminaron las cosas. Ese día como premio por esfuerzo, me hizo una mamada tan intensa que la recuerdo demasiado. Me chupaba mis bolas y mi miembro al mismo tiempo, no se como le cabía en la boca pero se movía tan bien que me vine en tan solo unos momentos, mi padre se trago la lechita que salía a pequeños chorros, sin dejar una sola gota, le encantaba probar a los hijos de su hijo.
Pero como todo buen puberto, quería buscar tener una parejita, en ese tiempo solo había cogido con dos de mis compañeritos de clase y estaba saliendo con Samuel, mi padre me dejaba hacerlo. Fue así que llegó el día y me confesé ante él y cómo lo sabía, me correspondió. Llevaba de novio con Samuel unos dos meses a escondidas de los demás y de mi propio padre que hasta ese entonces pensaba que solo “eramos amigos”, cuando en verdad ya había follado con él unas dos veces en su casa cuando solo íbamos a “trabajos escolares”, la típica excusa me funcionaba. Recuerdo que Samuel siempre me ponía en cuatro para luego comerme el culo, su lengua era más calida que la de papá y a decir verdad, se movía mejor. Pero a la hora de follarme, era clara la diferencia de tamaño, mi padre abarcaba hasta el fondo aunque aún así, Samuel me hacia sentir rico. Su miembro era de unos 14 cm al estar erecto en ese momento, sus bolas eran normales con un poco de pelo, era más alto que yo y de cabello negro y bien peinado, pero lo que más me gustaba, era la cabeza de su verga, era de un tono rosa que me encantaba chupar.
Todo iba bien hasta que a Samuel se le dio por ir de buen yerno ante mi padre. Hasta ese momento yo no le había dicho a él que mi padre no sabía nada de lo nuestro, se lo iba a decir pero quería primero hacer que mi padre entienda que ya podía tener pareja, teniendo en cuenta como reacciono la última vez, no sabía si debía ser cauteloso o si creer en lo que él me decía. En fin, Samuel un día se encontró a mi padre en el garaje de su tío, mi padre había ido a por un problema con su coche y Samuel lo reconoció, ese día trato de atenderlo lo mejor posible y bueno, realmente no sé que pasó del todo porqué no estuve ahí, solo se qué le dio a mi padre unas galletas envueltas, eran las favoritas de mi padre (yo se lo había dicho), y solo se que le dijo “Gracias por aceptar que pueda estar de novio con su hijo señor Francisco, se qué es un poco duro con él pero gracias, sere un buen yerno para su morrito…” Mi padre reaccionó bien, por lo menos en ese momento. Samuel un día sin querer me contó lo que hizo, y yo me quedé desconcertado ya que mi padre ni siquiera me lo había mencionado. ¿Quizá se lo había tomado bien?…
Pasaron unas semanas, aquí en México a veces se celebran algunos festivales en las escuelas, y yo me estaba preparando para bailar junto a mi salón. Era una coreografía de baile libre, llevaba una camiseta amarilla y unos shorts cortos del mismo color que hacían resaltar mis nalgas bien puestas y formadas, zapatillas negras y calcetines deportivos, además de unos pompones de porrista que hasta ahora conservo. Una pendejada de baile que en ese momento disfrutaba de hacer. Era por una celebración del día del padre, mi viejo obviamente no faltó, estaba en las primeras gradas, también vinieron dos de mis tíos para ver a mis primos bailar y todo eso. Una vez terminado nuestro baile mi padre me llevó a los baños para ayudarme a desvestirme de esas prendas, pero fue en esa ocasión en qué´no se aguanto la calentura de verme en esos shorts cortos y tan apretados. A cada rato me decía, se nota que tus nalguitas las sacaste de mí, deberías usar en casa también esos shorts, ah… ¿puedo… tocar?…
Eso último me dejó con la cara caliente, no se si me sonroje pero lo sentía de esa manera. Le dije que no diga tonterías pero él se puso detrás de mí, y en pleno baño público de la secundaria, me empezó a besar el cuello. Yo tenía miedo ya que se notaba que había alguien dentro de uno de los cubículos y la puerta estaba abierta, cualquiera podía entrar. Intenté resistirme pero mi padre sonreía morbosamente mientras me llevaba dentro de un cubículo donde me seguía besándome, sentía ahora su lengua dentro de mi boca, yo soltaba unos leves gemidos mientras él se sentaba en el retrete. La persona que estaba dentro del cubículo estaba al costado, sin saber que a su lado, un padre incestuoso se estaba cojiendo a su hijo. A mi padre no le importaba que hubiera alguien más dentro de los baños, su boca intentaba opacar todo quejido que saliera de la mía. Mi padre me daba besos apasionados mientras me frotaba la espalda y la parte baja, parecíamos una pareja más que familia, quien diría que le estaba siendo infiel a mi primer novio con mi propio padre. Mi padre no tardo y se desabrocho un poco su camisa para luego bajarme los pequeños shorts amarillos y mi boxer hasta las rodillas. Me puso contra la puerta del cubículo y en ese momento me empezó a chupar mi culito, movía mis nalgas mientras su lengua entraba dentro de mí, me sentía lleno por solo eso, la humedad de su boca se sentía tan bien, tan caliente. Por un momento olvidé que estábamos en un lugar público, hasta que la persona del costado salió del cubículo para irse, cerrando mi propio ataúd.
Apenas mi padre supo que estábamos completamente solos, me tomó de la cintura empujándome hacia atrás. Ahora si estamos solos putito, ¿quieres probar la verga de papi no?… susurro. Fue ahí donde escuché que se bajó su cierre del pantalón y me la metió de un tirón. Su verga estaba dura como un fierro, y me empezó a embestir con fuerza, no pude evitar gemir como una gata en celo, era muy varoncito pero para mi padre era su hembrita. El puso su mano sobre mi boca para que no hiciera mucho ruido mientras me mordía el lóbulo de la oreja, su aliento se sentía tan caliente, su polla solo creciendo dentro de mí, y su pecho jadeando contra mi espalda. Se detuvo por un momento para quitarse el cinturón y bajarse el pantalón hasta los pies para seguir dándome duro, la verga de mi padre entraba por mis entrañas, esas hacían un ruido pegajoso al contacto de su fierro contra mi suave interior. Fue ahí donde escuché un par de risas por fuera, eran dos hombres… intenté apartar un momento a mi padre el cual no cedió pero si bajo la velocidad. “Maldita sea…” murmuró mi padre mientras me sostenía con fuerza y me apoyaba ahora contra el retrete para seguir follandome, se puso sobre mí mientras me susurraba cosas con cariño. Que rico te mueves chaparro, ¡Ahhh Juancito me vuelves loco!, tu culo aprieta y está calientito. Me dio una nalgada la cual me hizo gemir un poco mientras seguía moviéndose como un toro pero con lentitud. Los hombres no parecían notar nuestra presencia, o eso pensé. Escuché que habían salido o eso creía…
Mi padre me siguió dándome duro por unos minutos más hasta que me mordió la oreja para luego decirme ¡Ufff, me voy a venir!… me voy a venir dentro de tí hijo. Yo me excite demasiado, empuje hacia atrás para meter más su verga dentro de mí, hasta que en eso, pude sentir como se venía a chorros dentro de mí, lechita la cual estaba muy caliente, se quedo dentro de mí por unos segundos hasta que se salió para sentarse en el retrete y mirarme el culo. Yo me subí los shorts que tenía para salir, abrí la puerta del cubículo mientras mi padre se limpiaba adentro, y fue ahí donde me puse pálido. Uno de los hombres se había quedado ahí, posiblemente curioso por el sonido de dos personas follando, pero lo que más me dejó quieto fue que ese hombre, era el padre de uno de mis amigos, me conocía, él conocía a mi padre, no eran amigos pero si sabía que era él de mí, y en ese momento salió mi padre. El hombre nos sonrió para luego irse, pero pude notar como había tenido una erección todo este rato, se nota que quizá lo perturbó ver que un padre se había cogido a su hijo, pero eso a mi padre pareció no importarle. El olor a sexo era intenso, cualquiera que pasara por ahí sabría que hubo una buena cojida, el hombre o había notado, de eso estaba seguro. Fui con mi padre esa noche a el paradero de un autobus para regresar a casa, y fue ahí donde me dijo unas palabras que hasta el día de hoy siguen estando vigentes: “Lo que paso en el baño… y ese hombre, joder… está claro que escucho tus gemidos. Se nota que te la metí bien duro pero… acostumbrate cabroncito, soy tu padre… y me vas a dar ese culito cada que yo quiera, ¿me oíste?, no importa el lugar, la hora o quien nos vea, eres mío, mi mujer… ¿entendiste?…”, yo solo asentí sin saber del todo que significaban esas palabras del todo. Solo se que mi padre me había heredado su morbosidad porqué sentí una pequeña erección en mis pantalones. El autobús llegó minutos después, y lo que me deparaba el destino, no me lo hubiera ni imaginado ni en mis sueños más húmedos.
Siente parte así me gustaría una familia
Por favor la siguiente parte ya!!!!!
Que exitante espero q la historia continúe,!!