Paula en la agencia de modelos
mi etapa como modelo.
Paula en la agencia de modelos
Introducción: La Farsa Glamorosa
Las luces del salón del Hotel Intercontinental eran cegadoras. Para Paula, de dieciséis años, ese resplandor era el sol. Caminaba por la pasarela con la seguridad que le había infundido su novio, un hombre de treinta y seis años cuya mano en su cintura era a la vez un ancla y una marca de propiedad. A su lado, en el camerino, sus amigas vibraban con la misma energía nerviosa. Agus, con sus catorce años, era un manojo de extremidades largas y ojos asustados, todavía ajustándose el top de una marca de ropa juvenil que prometía «libertad». Pia, también de dieciséis, era su opuesto: cada movimiento estaba calculado, su mirada era un dardo competitiva, y ya sabía cómo trabajar el foco para que le acariciara las piernas largas y torneadas.
El desfile era para una nueva línea de ropa de colegio «preppy». Vestidos de algodón, faldas a la rodilla, poleras con el logo de una universidad falsa. Todo era adorable, seguro y televisado. Desde el público, el padre de Paula, un hombre cuyo poder se sentía más que se veía, observaba con una aprobación distante. El novio de Paula le susurraba al oído mientras se maquillaba para el cierre: «Eres la mejor, mi amor. Pronto haremos mucho más que esto. Pronto serás una leyenda». Paula sonrió, creyendo cada palabra. Esa era la superficie, la hermosa y brillante mentira.
La Reunión: El Taller de Corrupción
Días después, el escenario cambiaba. El glamour del hotel daba paso a la fría elegancia de una oficina en el piso 42 de una torre de vidrio en Puerto Madero. El novio de Paula estaba solo, sentado en el escritorio de su padre. Frente a él, los padres de Agus y Pia, sentados en sillas que parecían diseñadas para incomodar.
Deslizó dos carpetas de cuero negro sobre la mesa. Al abrirlas, los contratos parecían un formalismo, el verdadero negocio estaba en la hoja anexa, impresa en papel de alto gramaje.
El Tarifario «Vanguardia Elite»
- Nivel 1: Presencia Social: $500 USD/hora.
- Nivel 2: Coquetería Juvenil: $750 USD/hora.
- Nivel 3: Confianza Plena: $1,200 USD/hora.
- Nivel 4: Compañía Íntima: $2,500 USD/hora.
- Nivel 5: Entrega Total: $5,000 – $10,000 USD (según acto).
El novio de Paula se recostó, observándolos por encima de sus dedos entrelazados. «No quiero que firmen a ciegas. Esto es una inversión, y toda inversión requiere una estrategia. Quiero que hablen. Discutan. Decidan qué nivel de rendimiento quieren sacar de sus hijas. Piénsenlo como si estuvieran eligiendo la carrera universitaria para ellas, solo que esta paga de inmediato y en efectivo.»
El novio de Paula se recostó, observándolos por encima de sus dedos entrelazados. «No quiero que firmen a ciegas. Esto es una inversión, y toda inversión requiere una estrategia. Quiero que hablen. Discutan. Decidan qué nivel de rendimiento quieren sacar de sus hijas. Piénsenlo como si estuvieran eligiendo la carrera universitaria para ellas, solo que esta paga de inmediato y en efectivo.»
El silencio denso llenó la oficina. Fue la madre de Pia la que rompió el hielo, con una voz falsamente casual. «Coquetería Juvenil… ¿qué es exactamente lo que haría nuestra hija por setecientos cincuenta dólares?»
El representante sonrió. «Buena pregunta. Imagine a su hija con una minifalda de cuero, tan corta que al agacharse se le verá el comienzo de sus nalgas. Sin tanga. La blusa será de seda, tan fina que se le marcará el caminito de su concha. Sus pezones, duros, serán dos puntos invitantes. Se sentará en la barra, y un hombre se le acercará. Le pondrá la mano en el muslo, subiendo despacio, hasta rozarle los labios de la vagina por encima del pantalón. Ella no se moverá. Le mirará a los ojos y le sonreirá. Le preguntará si le gusta el cóctel que está tomando. Es un juego. Una provocación. Su hija es el cebo, y la reacción del hombre, la verdadera pieza de colección.»
El padre de Agus carraspeó, su erección se adivinaba en el pantalón de franela. «Y… Confianza Plena. ¿Mil doscientos?»
«Ah, aquí dejamos de ser coquetas y nos convertimos en musas», dijo el representante, con un deleite casi académico. «Aquí su hija, Agus, llega con un cuerpo de catorce años, casi niño, pero vestido como una femme fatale. Un corsé que aprieta su cintura y levanta sus pechos pequeños. Liguero, medias de red. Su trabajo es ser el centro de atención. Se sienta en el regazo de un cliente, le rodea el cuello con sus brazos y le susurra al oído. Él le desata el corsé, le besa la espalda, le muerde el cuello. Le mete la mano por debajo de la tela de la tanga y la frota hasta que ella gime, no de dolor, sino de placer fingido. Los demás miran, beben, y aplauden la ‘actuación’. Su hija es una obra de arte erótico que ellos pueden alquilar para tocarla.»
La descripción dejó al padre de Pia sin aliento. Se frotaba la entrepierna disimuladamente. Su esposa lo miraba con los ojos encendidos, como si estuviera presenciando el renacimiento de su marido. «¿Y el último nivel? ¿Entrega Total?», preguntó ella, con la voz ronca.
«El nivel cinco es la consumación», siseó el representante. «Es donde la fantasía se hace realidad. Quince mil dólares. Su hija, Agus, arrodillada en el centro de una alfombra persa, con la boca abierta, recibiendo el semen de un hombre en su cara mientras otros filman con sus teléfonos. O Pia, en una cama, con las piernas abiertas, siendo penetrada por un hombre mientras otro le mete el pene en la boca. La doble penetración. La sumisión total. Ya no es una modelo, es un objeto sexual. Un receptáculo de carne y deseo cuyo único propósito es satisfacer las fantasías más oscuras de quien pueda pagarla. Es el final del juego, y el principio de una fortuna.»
Diálogo Paralelo: La Venta del Alma
La puerta se cerró con un suave clic. El silencio fue roto por el padre de Pia, que se frotaba las manos como un mercader. «Bueno… creo que las opciones son claras».
El padre de Agus miraba el tarifario con los ojos desenfocados. «No sé… esto es… es a Agus. Tiene solo catorce años».
«Y por eso va a ganar un montón», cortó la madre de Pia, con una crueldad elegante. «Los hombres pagan mucho por la inocencia. O por la apariencia de ella. Mira, ‘Coquetería Juvenil’. Setecientos cincuenta dólares. Que le rocen la concha por encima del pantalón. No es para tanto. Es como un beso con lengua, pero con más dinero».
La madre de Agus se retorció las manos. «Pero… ¿y si se acostumbra? ¿Y si le gusta?».
«¿Y si le gusta?», se burló el padre de Pia. «¡Mejor! Será mejor actriz. Piensa en Pia. A ella le encantará. Tiene el cuerpo de una puta y el ego de una reina. El ‘Nivel 3’, ‘Confianza Plena’, es para ella. Mil doscientos dólares la hora. Imagínala, en liguero, sentándose en las piernas de algún viejo rico, dejándole meter una mano por debajo de la tanga mientras le da un beso en el cuello. A ella no le costará nada. A mí me ganas de pajearme solo de pensarlo».
La descripción tan gráfica hizo que el padre de Agus se pusiera tenso. Se ajustó los pantalones, su erección era inconfundible. Su esposa lo vio, y algo en ella se quebró y se recompuso al mismo tiempo.
«El ‘Nivel 4’…», susurró ella, como si se permitiera por primera vez fantasear en voz alta. «Compañía Íntima… Dos mil quinientos dólares. Desnuda. Que la toquen… que la miren».
«Sí, cariño», la animó su marido, con la voz ronca. «Imagina a Agus. Sus pechitos tan pequeños, su conchita sin un pelo… imagínala allí, en una cama, con las piernas abiertas mientras un tipo le mete los dedos. Podríamos pagar la casa, el coche, todo. Podríamos mudarnos a un country».
«Eso es nada», intervino el padre de Pia, exaltado. «El ‘Nivel 5’. ‘Entrega Total’. ¡Quince mil dólares! Ahí es donde está la plata de verdad. Ahí es donde tu hija, Agus, se convierte en una leyenda. Piénsalo bien: por quince mil dólares, un tipo se la puede follar como quiera. Por el culo, por la concha, en la boca. Se corre dentro de ella, en su carita… y nosotros somos ricos. ¿Qué le vas a explicar a una pibita de catorce años? Que es un juego. Que es para ser famosa. ¡Se lo traga todo!»
La madre de Agus jadeaba, con los ojos inyectados en sangre. Ya no lloraba. Miraba a su esposo con una lujuria que nunca le había demostrado. «Y si… ¿y si son dos a la vez? Dijo que había primas».
El padre de Agus sonrió, una sonrisa torpe y salvaje. «Claro que sí, mi amor. Por eso es la prima. Por eso es tan caro. Por ver a nuestra nena con una verga en la boca y otra metiéndosela por el culo hasta que no pueda caminar».
La madre de Pia rió, una risa aguda y excitada. «Ya veo, ustedes son de los que les gusta la violencia. Nosotros preferimos la elegancia. A Pia le gusta dominar. Le encantará el ‘Nivel 4’. Hacerse la difícil, que la persigan, para al final rendirse y darles un gustito. Pero si el precio es bueno… pues el ‘Nivel 5’ también. Una buena actriz tiene que estar dispuesta a todo».
Se miraron. El pacto estaba sellado no en el papel, sino en el aire viciado de la sala, con sus erecciones y su humedad. Ya no eran padres. Eran socios de negocio, y sus hijas eran el capital.
El novio de Paula volvió a entrar como si no supiera nada. Se sentó y tomó el bolígrafo. «Bien, ¿han decidido?»
Sin dudarlo, el padre de Agus deslizó la carpeta hacia él. «Firmamos el Nivel 5. Para Agus».
El padre de Pia le pasó la suya. «Lo mismo. Pia está lista para lo que venga».
El novio de Paula sonrió. «Elecciones excelentes. Siempre supe que eran padres con visión de futuro». Y mientras ellos firmaban, él imaginaba el rostro de Paula cuando le dijera que su próxima «pasarela» sería en un desfile muy privado
historias reales , mi historia


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