Pervirtiendo a una nena de diez años
Como tuve relaciones con mi vecinita de diez años.
En ese entonces vivía en la Colonia del Valle, en la Ciudad de México. Tenía doce años, estaba en primer año de secundaria y, como a muchos niños de esa edad, me encantaba ver porno en internet. Pero por ese entonces yo ya deseaba tener experiencias completas. Veía a las niñas que consideraba bonitas en la escuela y fantaseaba con poder llevarlas a la cama para meterles la verga hasta el fondo. Me masturbaba hasta que me salía leche de tan solo pensar en aquello. Los besos, las caricias, todo eso me ponía bastante cachondo. Pero por ese entonces me tenía que conformar con hacer petting.
Yo era muy conquistador con algunas de las niñas de la escuela, sobre todo porque muchas de ellas estaban deseosas de tener novio. Solo tenía que hablarles bonito y caían en seguida. Y unos minutos después, me la llevaba a un lugar solitario de la escuela y nos besuqueabamos. Así lo hacía desde que tenía diez años. En unas vacaciones de verano con un primo un año mayor que yo vi porno por primera vez y él mismo fue el que me enseñó a ligar a las chavas. Recuerdo que nos masturbabamos mientras veíamos a parejas cogiendo. Y también nos ibamos a dar el rol para buscar chavas para besuquear. En esas vacaciones fue cuando aprendía a ligar y a besar. Una vez que le hablaba bonito a una niña, la llevaba a un lugar apartado para besuquearnos.
Sin embargo, deseaba algo más, al año siguiente mi primo me confesó que se había acostado con una chava de su escuela y que había sentido bien rico. Me excite conforme contaba los detalles de aquella aventura. Y me dio curiosidad cuando se tiene un orgasmo dentro de una mujer. Ahí me entró el gusanito de hacer el amor con una niña.
Volviendo al punto, recuerdo la primera vez que vi a esa niña, Isabella, era bonita, regresaba de la escuela, llevaba un uniforme de escuela primaria, por lo que deduje que debía estar en quinto o en sexto. Considere que era la presa perfecta para desvirgarme tanto a mí como a ella. Pero sabía también que tenía que ir con cuidado. Como era mi vecina, podía acusarme con mis papás si daba un paso en falso. Así que comencé a hablarle bonito. Su mamá la acompañaba y le parecí un niño muy simpático.
Tuve que dejar que pasaran como dos semanas para comenzar a besuquearme con Isabella, cuando por fin lo logré, supe que era un paso hacia el momento de lujuria más importante de mi vida. Fui poco a poco. Primero fueron los besos únicamente, luego la acariciaba por encima de la ropa. Como dos o tres veces a la semana me quedaba solo en mi departamento, comencé a invitarla cuando no estaban mis papás para ir poco a poco más lejos. En ese momento ya también ella se había hecho muy atrevida, incluso metía sus manos debajo de mi playera al mismo tiempo que ella me dejaba tocarla abajo de su blusa. Después de eso, lo haciamos cada vez con menos ropa, primero yo sin camisa y ella sin blusa, hasta que finalmente terminamos los dos en ropa interior. Ahí me di cuenta de que ella se excitaba mucho, pues siempre terminaba con sus braguitas mojadas.
Pasaron tres meses desde el día que la vi por primera vez para que finalmente hicieramos el amor a plenitud. Recuerdo cuando finalmente la hice mía, la primera mujer, cuando finalmente me convertiría en un hombre. La llevé a la recamara de mis padres, su cama king size era ideal para poder darle rienda suelta a nuestra lujuria. Nos sentamos los dos en la cama y nos besamos apasionadamente como ya lo haciamos dese hacia meses. Lentamente nuestra ropa fue acabando en un montón en una esquina de la habitación. Mi playera y la blusa de ella primero, nuestros zapatos y calcetines, mí pantalón y su falda. Los dos terminamos en ropa interior para tocarnos como lo haciamos desde hacía tiempo. Pero esa vez quería llegar finalmente tan lejos como quería.
Cuando le dije que quería hacer el amor de verdad, en un principio se negó, obviamente el miedo a ser descubierta o a perder la virginidad la dominaba. Pero la convencí otra vez con palabras bonitas. Antes de llegar al momento estelar nos besamos apasionadamente. Quería ver a Isabella completamente desnuda, así que primer retiré el brassier que cubría sus pechos en formación. Y, cómo lo había visto en un vídeo porno, besé sus senos, mordisqueé sus diminutos pezones. Creo que funcionó para que estuviera más excitada, porque no se quejó con lo que vino en seguida.
Retiré sus bragas, su panochita estaba muy húmeda, como deseando que fuera la primera vez. Me quité los boxers, así los dos quedamos tal y como venimos al mundo. Me encantaba que ella no tuviera un solo pelo en su entrepierna, aunque yo en ese entonces tampoco podía presumir de mucho pelo en mi verga y mis huevos. Mi pito estaba más erecto que nunca, era evidente que estaba deseoso de ser utilizado para aquello para lo que la naturaleza lo había destinado. Puse mi pene en la entrada del agujerito de Isabella. Estaba tan lubricado que entró sin ninguna dificultad. Una vez que todo estuvo adentro, comencé a sentir una sensación deliciosa, indescriptible. Era como masturbarse, pero un millón de veces mejor. Había desvirgado a una chava por primera vez en mi vida, fue un momento de mucha euforia.
Comencé a bombear, no sé de dónde vino eso, quizá era algo que se hace por instinto. Le hice un saca-mete, sacaba mi pene hasta la mitad y luego lo hundía de nuevo lo más profundo dentro de Isabella, creo que ella también lo estaba disfrutando, pues estaba gimiendo. Y no me quería detener, esa sensación era muy rica, y se hacía cada vez más intensa conforme sacaba y metía mi verga en la panocha de ella. Un segundo después, sentí una descarga eléctrica que recorría todo mi cuerpo al tiempo que notaba como si un líquido estuviera bombeando dentro de mi pito. Era mi leche, que estaba llenando los recobecos de la primera mujer de mi vida, con la que e había convertido en un hombre. Cuando terminé, estaba agotado, pero muy feliz. tenía que volverselo a meter.
Espere un momento, y luego le enseñé a Isabella a cómo montarse encima de un hombre. Su panochita todavía estaba húmeda y mi verga estaba otra vez erecta, lista para continuar con aquel momento de lujuria. Mi hermosa pareja pudo poner su agujerito en la cabeza de mi pito. Y mi pene se hundió en aquel agujero de lujuria. Ella comenzó a bombear y en seguida estabamos con otro saca-mete. Tardó unos minutos, pero finalmente sentí cómo el semen volvía a subir por la punta de mi verga, hasta que finalmente, en el momento de más placer, sentí la descarga de mi vida, la sensación del semen saliendo del pene era algo indescriptible.
Un rato después, luego de conversar un rato, Isabella y yo nos vestimos. El sexo nos unió más, pues hicimos el amor muchas veces, durante casi dos años. Con ella aprendí a usar un condón y a disfrutar del placer prohibido de Eros.
Wow, qué rico, excitante y delicioso relato!