Pijamada caliente
Disfrutando a los 14 con mi amigo Joaquín..
Joaquín es mi amigo especial. Nos conocemos desde siempre. Somos casi de la misma altura. Es muy guapo, con su pelo castaño oscuro y sus rasgos delicados. Su cuerpo ya insinúa al adolescente musculoso en que se convertirá.
Durante la primaria hacíamos pijamadas y no pasó nada especial hasta que yo descubrí la pornografía. Él era más inocente, al principio dijo que no quería saber nada de eso. Pero finalmente logré interesarlo y empezamos a ver porno juntos.
Y del mirar pasamos a probar.
Desde entonces las pijamadas se volvieron muy excitantes.
Esa noche era en mi casa, así que le tocaba a él proponer alguna idea. Veníamos directamente del colegio, él traía su mochila y su lanchera.
Mamá no sospechaba nada. Comimos pizza, tomamos Coca y después nos pusimos a jugar con la Play. Esperamos hasta que ella viniera a darnos las buenas noches. A las once de la noche apareció, ya cansada.
-No se queden hasta muy tarde.
-No, mami- dije sin sacar los ojos de la pantalla.
-Qué duerman bien, niños- dijo mamá y se fue.
Cuando sentimos los pasos que se alejaban, nos miramos y sonreímos con malicia.
-¿Qué hacemos hoy? – quise saber.
-Un reto- dijo Joaquín. Y se explicó.
Haríamos un 69 y el primero que eyaculaba, perdería. El otro haría lo que quisiera con él.
Yo estaba esperando con ansiedad el momento de jugar y ya estaba excitado, así que protesté: – ¡Vas a tener ventaja, ya estoy caliente y me voy a correr enseguida!
-También yo la tengo dura, ¿ves? -Era cierto- Echémonos agua fría así se nos baja.
Nos desnudamos y en el baño del pasillo mojamos nuestros penes con agua helada. No fue agradable pero sí eficaz.
-¿Quién abajo y quien arriba?- pregunté.
-Ninguno, te voy a decir cómo nos tenemos que poner. Estuve investigando.
Me mostró una imagen en su teléfono para que viera la posición.
En la foto, dos jóvenes musculosos de miembros gigantes se la mamaban. Era un 69 pero de costado. Nosotros apenas teníamos catorce años (Yo los había cumplido la semana pasada) y nos faltaba desarrollarnos. Pero entendí cómo quería hacerlo.
Me acosté boca arriba. En posición invertida, Joaquín se recostó a mi lado y los dos giramos un poco. Su pene me quedaba a la altura de la boca. Él, por su parte, también podía chupármela cómodamente.
Cada uno puso una mano en el trasero del otro, afirmándose para hacer el sexo oral más fácil y de paso meter dedos.
-Empezamos…¡Ya!
Comencé a lamer su pija. Estaba fría y fláccida al principio pero muy pronto levantó temperatura.
Sentía cómo su lengua exploraba cada rincón de mi pene. También los dedos de su mano libre estaban muy activo, acariciándome sensualmente.
Cada tanto, uno de los dos interrumpía brevemente la succión -esa melodía húmeda y constante- para suspirar de placer, como un buzo que toma aire y vuelve a sumergirse.
Ya estábamos los dos terriblemente excitados y la verdad es que se sentía muy rico. Mi amigo ahora acariciaba mi estómago, él estaba en mejor posición para manosearme. Yo sabía que eso le encantaba.
Me estaba dominando. Mi orgasmo era inminente.
Él se dio cuenta de que yo estaba al límite y aceleró su mamada. Supo que había ganado cuando dejé de chupársela y empecé a gemir, disfrutando por adelantado lo que vendría.
_Ya me tenés… – suspiré, avisándole.
Mi respiración se había agitado cada vez más, mis jadeos eran auténticos.
El tomó mi pene a punto de explotar con su mano y lo apuntó hacia mí.
-Correte, rubio…
_Ahhh…
Disparé unos chorritos de leche. Él siguió pajeándome hasta que mi pene dejó de palpitar y quedó en reposo.
Mi amigo recogió mi semen en sus dedos y me hizo chupárselos. El sabor no me era desconocido. Nos besamos y después asumió su papel de amo:
-¡Ponete en cuatro, rubia puta!
A veces, como habíamos visto en el porno, nos decíamos brutalidades.
Obedecí, sabiendo que ahora le tocaba gozar a él. Para mi sorpresa, no me penetró sino que comenzó a lamer mi ano. Nunca lo habíamos echo antes. Lo hizo un buen rato. Un placer estremecedor, desconocido para mí.
Entonces fue a buscar su lanchera.
-¿Qué hacés? ¿Te dio hambre, boludo? ¡Seguí haciendo eso que me enloquece!
Sonriendo con malignidad me mostró una zanahoria que había traído. Tendría unos 25 cm.
Me la fue metiendo. Al principio mi ano se resistía pero después se aflojó y él me la metió toda. Era como si me estuviera violando uno de los morenos que veíamos en las porno.
Comenzó a moverla, sin sacarla, mientras me obligaba a gemir como las chicas. Mis jadeos eran exagerados, por supuesto, pero empezaba a gozar en serio de ese empalamiento.
-Sos muy gay, amigo, te estoy rompiendo el culito y la tenés parada.
Era verdad, la situación me había excitado. Me acarició las bolas, volvió a meterme la zanahoria entera y finalmente la sacó.
-¿Te gusta andar a caballo, putito?
-Sí, amo.
Se acostó boca arriba y me senté sobre él, sintiendo como su miembro duro iba entrando en mí. Después de la zanahoria, recibir su pija era juego de niños. Los dos empezamos a mover nuestras pelvis. Incapaz de dejar las manos quietas, Joaquín empezó a hacerme una paja.
_Mmmm… ya viene…- suspiró
-Correte adentro mío- le dije.
Hasta ese día, nunca habíamos eyaculado uno dentro del otro. Fue la primera vez.
Sentí el líquido tibio entrar con violencia y después, desplazarse perezosamente hacia afuera.
Me limpió la cola con un pañuelo de papel.
Nos quedamos abrazados, recuperándonos.
-¿Te gustó?
-Me asusté al principio.
-Dudé si cual traer, esta era un poco grande para vos, pero te la bancaste bien.
Nos besamos en la boca. Me encantaba mezclar mi saliva con la suya.
Entonces, con espanto, sentimos los pasos de mamá por el corredor.
Saltamos dentro de la cama, nos tapamos con la sábana y simulamos dormir.
La puerta se abrió.
¿Qué pensaría mamá? La luz había quedado encendida.
Seguramente contempló nuestros hombros desnudos. Se habrá preguntado por qué no teníamos puesto nuestros pijamas. También su olfato le habrá dado una pista. ¿Se preguntaría por qué esos dos angelitos olían tan intensamente a sexo?
Y, sobre todo, ¿Qué hacía esa zanahoria en el suelo?
Tardó una eternidad en irse. Por fin, escuché el «click» del interruptor de la luz y los pasos que se alejaban.
Suspiré aliviado. Iba a comentarle a mi amigo que nos habíamos salvado por un pelo, cuando noté que su respiración regular no era simulada. Joaquín se había dormido, dándome la espalda.
Me pegué a su cuerpo, sintiendo en mi pene el roce de sus nalgas.
Lo abracé y también intenté dormir. Pero no me importaba si el sueño no venía. Disfrutaba de algo mejor, la proximidad y calidez del cuerpo desnudo de mi amigo, tan hermoso y vulnerable.
Inesperadamente, eyaculé.
Mi amigo suspiró en sueños.
gran relato comos igue
¡Gracias por leer y comentar, barcelona 22!
Muy buen relato, espero que tenga mas partes
¡Muchas gracias, Jc3po, por leer y comentar!
Me encanta como relatas, como sigue la historia?
¡Muchas gracias por leer y comentar, Zero!
como sigue? la historia es muy interesante.
¡Muchas gracias por leer y comentar, Cassiel!
Que buen relato me ubiera gustado tener un amigo así a esa edad
¡Gracias por leer y comentar, Charminazael!