Placer Prohibido – Capítulo 1
¡Todo por culpa de un libro!.
Como les contaba, mi aprendizaje del Acto Sexual Prohibido comenzó cuando yo tenía 12 años. Entre los amigos del barrio, había uno, a quien llamaremos Tomás, que era por lejos el mayor del grupo. Un día, como a mediados de diciembre, cuando ya habíamos salido todos del colegio, Tomás apareció con un misterioso libro bajo el brazo. Era un libro grande, onda tamaño oficio, con las tapas negras y sin título ni nada en las tapas. Nos juntó sólo a los hombres y nos dijo que era un libro “prohibido”. Nos prestó el libro para que lo leyéramos, y así lo fuimos leyendo en las tardes, escondidos en el “club” que teníamos en una casucha en un sitio eriazo.
Aquí debo hacer una aclaración, especialmente para mis lectoras más chicas. Hoy en día todo el mundo tiene computador, smartphone e internet en su casa y en todas partes, y no hay pendex que por esta vía no haya visto hasta el porno más duro que circula en la red, pero cuando yo estaba en el colegio nadie tenía notebooks y todavía no existían los smartphones, por lo que para un colegial de 12 años, conseguirse literatura erótica o material porno era súper difícil. Por eso, que este libro cayera en nuestras manos fue un evento mayúsculo, como verán.
El libro era una novela que contaba las primeras experiencias sexuales por el “orificio prohibido” de dos colegialas y varias de sus compañeras, todas supuestamente alumnas de un internado de niñitas cuicas en la Rusia Imperial. Este internado era un colegio especial, súper chico, con muy pocas alumnas, exclusivo para niñitas nobles y aristócratas, o sea súper cuicas, pero con serios problemas conductuales. Las niñitas que entraban a este internado habían sido expulsadas de todos los otros colegios, por lo tanto eran internadas en castigo, para ser transformadas en niñitas sumisas y obedientes, por la fuerza si era necesario, y con autorización de los padres o tutores para ser sometidas utilizando cualquier medio, incluyendo todos los castigos físicos de dominación y subyugación que las autoridades del colegio consideraran necesarios para someter a estas mocosas rebeldes, traviesas, desobedientes y malcriadas.
La máxima autoridad del internado era el Director, a quien las colegialas debían llamar “Mi Señor”. El Director era también el único hombre en todo el internado, el resto eran sólo la Monja Superiora y unas pocas monjas novicias, y obviamente a todas (incluídas las monjas) les gustaba el Director, porque aunque era bastante viejo, era un tipo moreno, atlético y con buena pinta, según el libro.
Las colegialas que ingresaban a este internado llegaban a séptimo año, o sea onda doce años de edad, y apenas ingresaban tenían que someterse a un rito de confesión de pecados y penitencia en privado con el Director, que era también una especie de Amo y Señor con poder absoluto sobre las alumnas. En resumen, las alumnas eran prácticamente esclavas del Director (y las monjas también).
Las protagonistas principales de esta novela eran dos pendex súper amiguis, que venían de otro colegio en el que habían sido compañeras de curso, y del que las habían expulsado juntas por rebeldes y desordenadas. Como habían llegado recién al internado, ambas debían someterse al rito de la “confesión y penitencia” junto con las demás alumnas nuevas. Normalmente el rito se hacía sola, una por una, y el Director recibía una alumna nueva por día, en orden alfabético. Pero como estas dos eran tan amiguis, y además eran las más chicas de las nuevas, pidieron ir juntas, y el Director las autorizó sólo por ser las menores de las nuevas alumnas.
Las dos mocosas estaban cada vez más asustadas y nerviosas, a medida que se acercaba el día en que les tocaría a ellas.
Cuando les llegó el día, la Monja Superiora las llevó a las dos juntas a la cámara del Director. La monja las dejó con él y se fue. Las amiguis estaban tiritando de puro susto. El Director cerró la puerta con llave y las llevó a hasta un dormitorio. Las hizo arrodillarse a las dos al borde de una gran cama, y con un látigo en la mano, comenzó a confesarlas. Les preguntó primero algunos pecados triviales, y después les preguntó si eran vírgenes, y si habían tenido “sueños sexuales con hombres”, y antes que alcanzaran a contestar, chasqueó el látigo en el aire y les dijo con voz amenazante que si mentían, el castigo sería terrible.
Asustadas pero extrañamente excitadas, ambas pendex dijeron que eran vírgenes pero confesaron haber soñado con hombres que las hacían perder la virginidad, y el Director les dijo que tendrían que pagar por estos “sueños pecaminosos”, y el castigo sería que los sueños se harían realidad y tendrían que perder la virginidad… ¡Con él…! Las dos colegialas se pusieron a temblar de puro susto…
“¡Pero primero, deberéis recibir unos cuantos azotes!” les dijo, y las hizo agacharse sobre la cama, les levantó las faldas del uniforme y les bajó los coquetos calzones hasta dejarlas a potito pelado.
Las dos colegialas temblaban de miedo y excitación…
El Director comenzó a darles azotes en las nalgas, pero no en forma violenta, sino que con la fuerza justa para que el escozor les provocara una extraña mezcla de dolor y placer…
Con cada azote, que el Director les aplicaba en forma deliberadamente lenta y pausada, las chicas se retorcían, gemían y arañaban el cubrecama… pero no porque el castigo fuese insoportable, sino todo lo contrario… aquel escozor era perversamente delicioso, las hacía sentirse sumisas y excitadas al máximo… Evidentemente, el Director era un experto en el arte de la subyugación y el sometimiento de jovencitas rebeldes, y estas dos estaban comenzando un largo aprendizaje…
Cuando ya ambas temblaban descontroladamente por el escozor en los cachetes y la mezcla de excitación y susto, el Director dejó de azotarlas, les ordenó desvestirse completamente y abrió la cama hasta atrás. Hizo que una de las colegialas se sentara en un diván lateral, para que observara cómo él desfloraba a la otra.
Se desvistió y se acercó a la primera, que lo esperaba de espaldas en la cama, desnuda y nerviosa. El libro decía que el Director tenía un pene “descomunalmente grande”, y que las dos colegialas temblaron de miedo al ver el “enorme tamaño” de aquel miembro viril.
El Director le separó las piernas a la colegiala que lo esperaba de espaldas y la besó suavemente en el “chochi”, pasándole la lengua una y otra vez, hasta que la sintió bien mojada. La pequeña gemía y suspiraba de placer. Entonces, puso la punta de su enorme miembro en la pequeña vagina y comenzó a penetrarla, e inmediatamente sintió la exquisita estrechez de su virginidad, mientras la chica gemía de dolor al principio, y de placer después de varios avances. Así estuvo un buen rato, avanzando y retrocediendo hasta que la minita pareció alcanzar un clímax, en medio de espasmos y gemidos de placer. Comenzó a retroceder para salir, conteniendo su propio orgasmo y reservando energías para la otra colegiala. La pendex desvirgada, ya sin ningún pudor, estiró los brazos deseando más, pero el Director le dijo que ahora era el turno de su amiga.
Mientras tanto, la otra colegiala ya estaba toda excitada y mojada, viendo lo que le habían hecho a su amigui, y sabiendo que ahora le tocaba a ella. El Director repitió el mismo rito de los besos con la segunda, pero como ya estaba bien mojada, no tardó en atacarla con su viril miembro. El Director esperaba encontrarse con la misma exquisita estrechez típica de una virgen, pero para su sorpresa, esta vez el miembro entró con increíble facilidad… ¡El Director supo de inmediato que esta mocosa no era virgen!
De todos modos la hizo gozar un buen rato, igual que a su amiga, haciéndose como que no se había dado cuenta. A diferencia de la primera colegiala, que había experimentado sólo un clímax, esta pendex tuvo varios orgasmos, y disfrutaba y se movía con evidente experiencia en el tema.
Completado más ó menos el mismo tiempo que estuvo con la primera, el Director retrocedió, conteniendo nuevamente su orgasmo, se incorporó y le ordenó a la primera colegiala vestirse, diciéndole que había cumplido bien y que había pagado por sus pecados, y que se fuera a descansar.
Entonces la segunda colegiala se incorporó e hizo ademán de comenzar a vestirse, pero el Director le dijo con voz de trueno:
“¡Tú no! ¡Tú te quedas!”
La primera colegiala terminó de vestirse y salió de la pieza, pero no resistió la curiosidad, y en vez de salir de la cámara del Director, abrió y cerró la puerta principal, como para que el Director creyera que había salido, volvió en puntillas y se escondió detrás de unas cortinas, para espiar lo que el Director le iba a hacer a su amigui.
El Director le dijo a la otra:
“Tú has cometido un pecado doble, porque mentiste cuando dijiste que eras virgen… ¡Confiesa!”
La colegiala le confesó que en realidad no era virgen, y que había tenido relaciones sexuales con varios primos mayores, con un tío e incluso con varios de los Mujiks sirvientes de su casa, unos brutos campesinos Rusos, famosos por lo bien dotados y por su extraordinaria potencia sexual… ¡La muy precoz ya había tenido todas estas experiencias, a pesar de tener apenas doce añitos!
El Director escuchó muy serio toda la confesión, y le dijo en tono autoritario:
“Tú has cometido un pecado doble, porque mentiste en tu primera confesión. Por lo tanto, ¡tendrás que pagar tu doble pecado con un castigo especial!”
El Director se acercó a un mueble y sacó un frasco misterioso, lo abrió y lo dejó sobre la cama, al lado de la colegiala. Ella miró el frasco a su lado con una mezcla de curiosidad y temor, vió que contenía lo que parecía ser algún tipo de crema, y una sospecha terrible y oscura comenzó a rondarle en la mente, cuando él le ordenó:
“¡Date vuelta y agáchate!”
La pobre pendex tembló de miedo y se quedó paralizada de terror por un instante, pero luego obedeció sumisa, se dio vuelta y se agachó sobre la cama, dejando su precioso potito levantado en el aire, desnudo y vulnerable. La amiguita, escondida, miraba todo y también temblaba de miedo…
Entonces el Director se puso detrás de la chica, y le dio varios latigazos en las nalgas, de nuevo controlando su fuerza para causar una mezcla perfecta de dolor y excitación. A la pobre pendex se le caían las lágrimas, sus manitos se crispaban en las sábanas y gemía entre sollozos, pero el escozor de los latigazos también la hacía sentir extrañamente relajada, y un calor le invadió todo el cuerpo. Después de darle varios azotes, el Director tomó el frasco abierto, se untó los dedos con la crema, los introdujo entre las nalgas de la chica y comenzó a acariciarle voluptuosamente la entrada pequeña y prohibida, entre aquellas dos perfectas redondeces, mientras le decía:
“Por haber cometido un doble pecado, serás sometida a un castigo especial… ¡Haz mentido cuando me dijiste que eras virgen, no lo eras y has desvirtuado el primer castigo! Ahora deberás recibir el verdadero castigo que te mereces… ¡Prepárate para pagar por tu doble pecado!”
El Director siguió acariciándole el orificio del popó con la crema, preparándola para aplicarle el “castigo especial” por mentirosa. La pobre pendex temblaba enterita con las voluptuosas caricias… Mientras tanto, la otra chica, que se había quedado escondida detrás de las cortinas mirando lo que el Director le iba a hacer a su amigui, también tiritaba entera, con una extraña mezcla de excitación y miedo…
Justo en esta parte del libro, se interrumpía la narración y venían insertadas una larga serie de fotografías impactantes, a página completa, de alta resolución y a todo color, como la foto de la portada de una revista tipo Hola, pero en versión porno.
En la primera serie de fotografías, que estaban tomadas desde todos los ángulos, aparecía una mocosa preciosa, increíblemente linda, muy nórdica, rubiecita y de ojos azules, con pinta de Danesa o Sueca, totalmente desnuda, agachada sobre una cama y parando el potito, abrazada a una almohada y mirando para atrás, mordiéndose los labios y con carita de susto. Esta pendex se veía exactamente de la misma edad que nuestras minitas del barrio, o sea que no puede haber tenido más de unos doce o trece años, y era realmente una preciosura, una muñequita perfecta, podría haber sido modelo, y con un potito que nos dejó locos a todos los chicos del club.
De pie detrás de ella estaba un viejo canoso onda cincuentón, pero súper atlético, a pesar de lo viejo tenía buena pinta el compadre, se notaba que no era nórdico sino latino, moreno y musculoso, pero con una terrible cara de sádico y malvado, sosteniendo un frasco abierto en la mano izquierda, y con los dedos de la mano derecha metidos entre las nalgas de la mocosa, poniéndole harta cremita en el hoyuelo del popín…
El viejo también estaba completamente desnudo, y con una tremenda erección. El pene erecto del viejo se veía de un tamaño que a los chicos del club nos pareció descomunal (por lo menos comparado con el mío a mis doce años), apuntando amenazante al potito de la colegiala “pecadora”. Al fondo, se veía a la otra mocosa, también una preciosa niñita rubia de la misma edad, que se asomaba detrás de las cortinas, mirando muy asustada y mordiéndose los labios…
En las siguientes fotografías, la pobre “víctima” se abrazaba a la almohada con los ojos cerrados, como aguantando la respiración, mientras el hombrón le separaba las nalgas con los dedos de su mano izquierda, y con la mano derecha acercaba la cabeza de aquel pene enorme, hasta tocarle el orificio prohibido…
La secuencia de fotos iba mostrando paso a paso esta voluptuosa penetración anal, desde todos los ángulos posibles… Al principio de la penetración, el sádico Director tenía tomada a la mocosa de una cadera, y con la otra mano sujetaba y empujaba la cabeza del tremendo pirulón contra el rosado hoyuelo del popín de la preciosura, y foto tras foto se veía cómo la cabeza del pene comenzaba a entrar milímetro a milímetro en el pequeño orificio, la pendex aferraba y arañaba y mordía con desesperación la almohada, mientras la otra mocosa al fondo parecía decir “Ooohhh…” al ver cómo el Director penetraba lentamente a su amigui… ¡Por el poto…!
En las siguientes fotos de la secuencia, el Director continuaba penetrando por el popín a la preciosa niñita rubia, cada vez más profundo, ahora con sus manos tomando firmemente de ambas caderas a la mocosa, y a ella le empezaban a aparecer gotitas de transpiración en la frente y en la naricita, y se le empezaban a caer las lágrimas…
A medida que el pene le iba entrando más y más en el popó, ella aparecía rasguñando las sábanas, con los ojitos cerrados, mordiendo desesperadamente la almohada ó mordiéndose los labios, en otras fotos aparecía con la cabeza hundida en la almohada y las manitos empuñadas, o mirando apasionadamente hacia atrás a su cruel verdugo y haciendo un puchero, o con los labios entreabiertos y la boquita torcida en una extraña mueca de placer, parecía que estaba sufriendo y gozando intensamente con esa penetración voluptuosa y depravada, mientras el enorme pene, implacable, en cada fotografía entraba más y más profundo en su popó… Hasta la última serie de fotos, en las que el Director se lo termina de clavar entero y hasta el fondo… Y ella, toda despeinada, con la carita roja y empapada en lágrimas y transpiración… ¡Parecía estar empujando para atrás con todas sus fuerzas, en medio de violentos espasmos de placer…!
De vez en cuando, en las fotografías aparecía también la otra mocosa, siempre escondida detrás de las cortinas, mirando todo y poniendo las mismas caritas que su amigui, mordiéndose los labios y las uñas y apretando las cortinas con sus manitos, casi como si la hubieran estado penetrando por el culito también a ella…
Las fotos eran especialmente perturbadoras, no sólo porque calzaban a la perfección con la narración, sino porque además era increíblemente excitante pero a la vez perturbador ver a esta lindura angelical, esta verdadera muñequita Danesa o Sueca, de apenas doce o trece añitos, rubia y de ojitos azules, absolutamente preciosa, que perfectamente podría haber sido una princesita de la más alta nobleza Europea, en las manos de ese tipo malvado, con cara de sádico, que la está sometiendo despiadadamente a la penetración más erótica, depravada y voluptuosa que existe…
Y lo más perturbador era ver que cuanto más profundo la penetraba, más parecía gozar la mocosa, con la carita deforme en unas grotescas muecas de evidente placer que contrastaban violentamente con su pinta de linda y aristocrática niñita buena…
El libro continuaba con el relato detallado de lo que iba sucediendo en las fotografías, y contaba que el Director castigó a la colegiala “pecadora y mentirosa” penetrándola lentamente por el popó una y otra vez hasta el fondo, hasta que sintió cómo ella se estremecía con un intenso orgasmo, y finalmente alcanzó su propio orgasmo con el miembro clavado entero en el orificio trasero de la preciosa colegiala, y ella “se convulsionó de placer” al sentirse inundada por aquellos interminables chorros del caliente líquido…
El libro también contaba que el Director pilló a la otra colegiala que había estado espiando detrás de las cortinas, y le ordenó volver al otro día para aplicarle el mismo castigo, por curiosa y desobediente.
En el siguiente capítulo, el libro narraba que la Monja Superiora del internado, que era joven y buenamoza, le había pedido al Director ver en vivo uno de estos “castigos especiales”. Ella sentía una fuerte curiosidad, porque era virgen “por detrás”. Había escuchado muchas historias del “Castigo y Penitencia Especial”, y lo había deseado muchas veces en sus fantasías, pero nunca se había atrevido a someterse al miembro viril por aquella prohibida entrada trasera, así es que tenía el pompi virgen. Y jamás había presenciado este voluptuoso Acto Prohibido en vivo. La oportunidad era propicia, por lo que el Director la invitó a que viera el castigo de la otra colegiala en vivo y en directo.
No las voy a latear con el relato completo, pero como se imaginarán, el libro describía con espeluznante detalle y realismo todo lo que el Director le hacía a la segunda colegiala, y todo lo que la Superiora iba sintiendo mientras veía este tremendo “show en vivo”. Para resumirles, la Superiora se escondió detrás de las mismas cortinas, y entre fascinada y aterrorizada, vió cómo el Director sometía y penetraba sádicamente por el ano a la pobre colegiala, y vió aquel enorme pene entrar lentamente, milímetro a milímetro, hasta el fondo del tierno popó de la pobre “víctima”, para luego retroceder suavemente, y volver a entrar sádicamente hasta el fondo, una y otra vez…
Los quejidos, jadeos y gemidos desesperados de la mocosa excitaron tanto a la Superiora, que sentía que se le abría el orificio trasero como si se lo estuvieran clavando a ella, y después que la colegiala se fue, no pudo resistir las caricias del Director en su ano virgen, y terminó entregándose lascivamente a él, que la forzó a agacharse, le levantó la larga falda gris, le bajó los calzones, le lubricó los labios del ano con la misma crema que había usado con las colegialas, y la penetró lenta y libidinosamente por el estrecho y virgen orificio prohibido, hasta hacerla perder el control y casi desmayarse de tanto sufrir y gozar…
Obviamente, este capítulo también iba acompañado del mismo tipo de fotografías de alta resolución y a página completa del capítulo anterior, de modo que los chicos del club pudimos apreciar de nuevo el Acto Sexual Prohibido con lujo de detalles, viendo cómo el Director penetraba por el poto a la segunda colegiala y después a la Superiora.
Entre paréntesis, la “Monja Superiora” en las fotos era una rubia espectacular, con la misma pinta de Danesa ó Sueca que las “colegialas”, pero bastante mayor que las colegialas. A mis doce años me pareció que era preciosa, pero mucho más “vieja” que las otras minitas, aunque ahora pienso que no debe haber tenido más de unos 25 años.
Pero esto no terminaba aquí. Había al menos tres o cuatro capítulos adicionales con las mismas colegialas del principio y la Superiora, más un montón de otras niñas, todas preciosas y más o menos de la misma edad que las primeras mocosas. Y todas terminaban siendo sometidas por el Director al mismo castigo, por desobedientes o por rebeldes o por lo que fuera. El libro contaba que a medida que el Director castigaba en el popó a más y más alumnas, el resto de las colegialas que no habían sufrido este castigo estaban cada vez más curiosas y excitadas, y se portaban mal a propósito para que también les tocara a ellas ser sometidas por el Director a las “sufrientes delicias sadomasoquistas del más sensual, erótico, lascivo y voluptuoso acto de penitencia, subyugación y sometimiento sexual al que puede ser sometida una mujer”… Y todas parecían gozar y disfrutar intensamente cada segundo de aquel terrible castigo en el derriére…
Finalmente, en el último capítulo del libro, estaba la sesión más caliente y depravada de todas (¡Como si los anteriores capítulos no hubiesen sido suficientemente eróticos y calientes!)
Según la narración, la Monja Superiora gozó tanto con “aquella divina y exquisita mezcla de placer y dolor” y con “aquel intenso torbellino de sensaciones” que sintió cuando perdió la virginidad de su pompi con el Director, que se hizo adicta a “sufrir gozando” y “gozar sufriendo” por el orificio trasero (y no sólo ella, sino también todas las colegialas, a juzgar por las caritas de placer en las fotos), y en secreto comenzó a desear una penetración anal mucho más extrema… Este oscuro deseo comenzó a crecer y crecer en la mente de la bella Superiora, incluso contra su voluntad… Deseaba más y más ser sometida por la fuerza a una Penitencia Especial verdaderamente extrema…
Hasta que finalmente le confesó sus deseos al Director, y éste aprobó una “Sesión de Penitencia Especial Máxima” de fin de año.
La Superiora eligió a seis colegialas (las más “fieles, sumisas y devotas, y por lo mismo, candidatas a futuras novicias”), para ser sometidas todas juntas a esta Penitencia Especial Máxima. Y las primeras elegidas fueron, por supuesto, las dos amiguis del principio. La bella Superiora les explicó que, como su nombre lo indicaba, sería una Penitencia en la que iban a “sufrir y gozar en forma verdaderamente extrema”, y que esta Penitencia Especial Máxima era importantísima para lograr su más absoluta y total sumisión y obediencia, como buenas futuras novicias. Además, para dar el ejemplo, les dijo que ella misma sería la primera en ser sometida, y después ellas tendrían que someterse una a una. Pero no les dio ningún otro detalle.
¿Qué podría ser aún más caliente, erótico, voluptuoso y deliciosamente depravado que el Castigo y Penitencia Especial al que eran sometidas por el Director regularmente? ¿Qué podría ser aún más libidinoso, lascivo y excitante que ver al Director penetrando por el derriére a todas estas preciosuras, y ver las caritas de sufrimiento y placer que ellas ponían?
Pues bien, afírmense los calzoncitos mis valientes lectoras, porque aquí va en detalle todo lo que narraba ese terrible último capítulo, que de tanto leerlo, prácticamente lo aprendimos de memoria con los chicos del club….
Resulta que de vez en cuando, un gigantesco hombre de raza negra, que era esclavo de una de las familias más prominentes de la ciudad, era enviado al internado para hacer reparaciones y trabajos pesados de jardinería y otros. Y según el libro, aquel enorme hombre negro, como me imagino que ya sospechan, tenía un pene ¡Absolutamente monstruoso!
La bella Monja Superiora lo sospechaba, por los muchos rumores que circulaban entre las damas nobles de la ciudad, y por supuesto entre las traviesas colegialas, respecto al increíble tamaño del miembro viril de los hombres negros en comparación con los hombres blancos, pero especialmente por los rumores respecto al pene monstruoso que poseía este gigante… Rumores que la bella Superiora, en el fondo de su ser, sabía que eran ciertos, porque más de alguna vez, mirando disimuladamente de reojo, había notado el enorme bulto en los pantalones del gigante esclavo negro…
Y desde aquella primera sesión en que el Director la sometió al Castigo y Penitencia Especial penetrándola por el popó, una oscura fantasía comenzó a tomar forma poco a poco en la mente de la joven y bella Superiora…
Si disfrutaba tanto con aquel “sufrir gozando” y “gozar sufriendo” cuando el Director la sometía penetrándola por el popó… Y si este Castigo y Penitencia Especial era tan valioso para expiar todos sus pecados y mantenerla totalmente sumisa, leal y obediente… ¿Cuánto más valor no tendría una Penitencia Especial en la que, en vez de someter su popó al miembro del Director… Sometiera su bello derriére… Al monstruoso miembro viril del gigante negro…???
¿Cuánto más no gozaría y sufriría… con aquel miembro monstruoso… penetrando… lentamente… en su popó…???
“¡Ay no, Dios mío, no, no, noooo…!” pensaba, y trataba de reprimir esos deseos y pensamientos tan oscuros y lascivos… Pero no podía evitar imaginárselo… Y de sólo imaginarse aquella estaca monstruosa clavándose lentamente en su popó… La bella Superiora se estremecía entera, con una mezcla de excitación, fascinación y horror… Le sudaban la frente y las manos… Le temblaba la barbilla… Sentía cómo el pequeño orificio del pompi le cosquilleaba y se le abría y cerraba nerviosamente… Y suspiraba, temblando de excitación y de miedo…
El libro explicaba que por largos meses la Superiora ocultó y trató de reprimir estos oscuros deseos… Pero el deseo creció y creció, hasta que finalmente se atrevió a confesárselo al Director. Y al malvado y sádico Director le gustó la idea, pero puso como condición que primero él las sometería a todas por el orificio prohibido, y después él mismo le daría las instrucciones y órdenes al esclavo negro, y presenciaría cómo el negro las penetraba por el popín a todas… ¡Hasta el fondo!
El día de la Penitencia, el Director mandó a buscar al gigante negro, y cuando llegó, le ordenó ir con él y obedecerle fielmente en todo lo que le ordenara, y finalmente, que guardara absoluto secreto respecto a lo que sucedería ese día. El gigante esclavo negro tenía órdenes de obedecer ciegamente las órdenes del Director mientras estuviera en el Internado, por lo que accedió inmediatamente, sin titubear.
Cuando llegaron a los aposentos que la Superiora había preparado para la ocasión, la bella Monja y las seis colegialas ya estaban todas ahí, incluyendo por supuesto las dos amiguis del principio, todas muy lindas y ordenaditas, con sus uniformes impecables, peinaditas y bien obedientes, todas sentadas en una larga banca puesta frente a una gran cama, y la Superiora de pie frente a ellas; joven, alta, rubia y buenamoza, también impecable y bellísima con su elegante tenida de Monja y su larga falda gris. Sobre la cama, la Superiora había puesto un gran pote con una abundante cantidad de la misma crema que el Director usaba cuando las sometía a la Penitencia Especial.
Al ver al negro, las colegialas adivinaron de inmediato de qué se trataba esta Penitencia Máxima, y varias tuvieron que ahogar un grito tapándose la boca con las manitos. La Monja Superiora trataba de mantenerse calmada y serena, pero las colegialas veían que ella también estaba temblando de miedo.
El Director le explicó en detalle al gigante negro en qué consistía la Penitencia Especial a la que él iba a someter a la Superiora y a las colegialas, y que después él debería someterlas de la misma forma, una a una, siguiendo sus órdenes e instrucciones.
Y acto seguido, le ordenó a la Superiora darse vuelta y agacharse sobre la cama. La bella Superiora obedeció sumisamente la orden, y el Director procedió a levantarle la larga falda gris, le bajó los calzones, tomó el pote de crema y comenzó a lubricarle el hoyuelo del popín, alternando las caricias en el ano con unas fuertes palmadas en las nalgas. Con cada caricia y cada palmada, la bella Superiora gemía, se estremecía y temblaba entera.
El sádico Director le ordenó a la Superiora desnudarse entera y volver a la misma posición, y ella obedeció sin protestar, pero temblando de susto, como podían notar las colegialas, que miraban todo entre fascinadas y horrorizadas… El Director se desnudó completamente y comenzó a lubricarse el pene hasta la base… Las colegialas ahogaron unos suspiros al ver de nuevo aquel viril miembro que sus lindos popós ya conocían tan bien…
El malvado Director continuó un rato dándole palmadas y haciéndole cosquillitas con crema en el popó a la bella Monja Superiora, y cuando juzgó que ya estaba lista para el primer Castigo, la tomó de una cadera, con la otra mano puso la cabeza de su miembro bien centrada en el pequeño orificio entre las nalgas, y comenzó a penetrarla, exactamente como lo hacía cada vez que la sometía a esta lasciva y voluptuosa Penitencia Especial. La bella Superiora gimió y mordió y arañó las sábanas como siempre lo hacía, gozando y sufriendo cada segundo y cada milímetro de aquella cruel y deliciosa Penitencia.
Durante todo el ritual, el negro observaba atentamente, tal como le había ordenado el Director, y las colegialas también observaban nerviosamente, sabiendo que después seguirían ellas. Y todas notaron, entre nerviosos cuchicheos y murmullos, que el bulto en el pantalón del gigante negro comenzaba a crecer en forma descomunal…
El Director penetró a la bella Superiora lentamente hasta el fondo, y comenzó con un suave y pausado mete-saca, hasta que ella alcanzó un intenso orgasmo con el miembro del Director clavado entero en su bello derriére.
El Director retrocedió lentamente, conteniendo su orgasmo, hasta abandonar el popó de la bella Superiora y le ordenó quedarse en la misma posición, parando bien el potito. Entonces le ordenó a las colegialas que sujetaran a la Superiora para que no intentara escapar, y le ordenó al negro que se desnudara, que se lubricara el miembro hasta la base, le pusiera más crema en el ano a la bella Monja, y que la sometiera tal como él la había sometido recién.
El gigante negro se desnudó, dejando totalmente al descubierto su pene monstruoso, grueso como el puño de hombre adulto; duro, largo y erecto como un mástil…
Al ver aquel gigantesco falo, tanto las colegialas como la Superiora abrieron los ojos de par en par, horrorizadas con el grotesco tamaño de aquella terrible lanza africana… Se escucharon múltiples “¡¡OOOOOOOOOHHHH!!” y angustiosos gemidos, e incluso algunos grititos de puro nervio, que las colegialas ahogaban tapándose la boquita con las dos manos…
El Director le ordenó a las colegialas que se acercaran y sujetaran a la Monja. Le pasó una almohada a la Superiora, para que pudiera abrazarla y morderla… La bella Monja Superiora, a pesar del torbellino de emociones que sentía ante la hipnótica visión de aquella lanza terrible, se mantuvo estoica y lista para la brutal empalada, abrazando la almohada y parando bien el popín…
El gigante negro se puso detrás de la bella Superiora, y después de lubricarse aquel monstruoso miembro hasta la base, comenzó a penetrarla muy lentamente, mientras las colegialas ayudaban al negro a sujetarla, para que se mantuviera bien agachada y con el popó bien parado, y para que no se pudiera mover ni escapar… Y así, las cachondas colegialas pudieron ver cómo el ano de la bella Superiora comenzaba a abrirse por la fuerza… más… más… Y más…
Hasta que la enorme cabeza entró entera…
El libro describía en detalle cómo gruesas gotas de transpiración le corrían por la cara a la joven y bella Monja Superiora, la mandíbula le temblaba descontroladamente entre terribles gemidos agónicos, y su cuerpo se estremecía con violentos espasmos, mientras el negro la penetraba por el ano… en forma lenta pero implacable… milímetro a milímetro… abriéndole el orificio del popó en forma inverosímil… a medida que el grueso tronco africano entraba más y más profundo…
Los sollozos y bramidos desesperados de la bella Monja Superiora y sus violentos estertores de agonía eran tan angustiantes, que de vez en cuando el negro detenía su avance, tal vez asustado con aquellos sollozos y gemidos guturales tan descontrolados y terribles de la pobre Superiora, y miraba al Director, esperando instrucciones… Y el sádico Director le indicaba que debía seguir, muy lentamente, pero que siguiera avanzando hasta que la monstruosa lanza se clavara entera en el poto de la pobre Monja…
Y el negro obedecía, y seguía empujando, y aquella lanza terrible seguía entrando más y más profundo en el popó de su bella víctima…
Hasta que finalmente, tras un largo avance, que a todas las colegialas les pareció interminable… Finalmente… Aquel pene monstruoso entró entero en el popó de la bella Superiora…
Las colegialas presenciaron todo, mientras la sujetaban con fuerza… Y gemían y lloriqueaban junto con la bella Monja, temblando de excitación y de miedo…
Siguiendo las estrictas órdenes e instrucciones del Director, el negro contuvo su orgasmo y sometió a la rubia y bella Monja Superiora a una larga y lenta serie de avances y retrocesos, que la pobre sufrió y gozó como nunca en su vida…
Y la rubia y bella Monja Superiora tuvo los orgasmos más intensos que jamás había experimentado… Tan intensos, que creyó que se moría…
Las colegialas vieron cómo la joven Superiora acababa una y otra vez con la boca torcida en una grotesca mueca de placer… Y ya apenas podían aguantar la excitación y el deseo de ser sodomizadas con el mismo pene gigante…
El Director le ordenó al negro que retrocediera lentamente hasta salir del popó de la bella Monja, y ella colapsó sobre la cama, totalmente bañada en sudor y lágrimas…
Entonces el Director le ordenó a la primera colegiala que se agachara sobre la cama y que parara bien el potito. Y con el negro observando todo, le subió la linda faldita del uniforme, le bajó los coquetos calzoncitos blancos y procedió a aplicarle en el popó las mismas caricias con cremita y las mismas palmadas, le ordenó que se desnudara enterita, y le aplicó el mismo Castigo y Penitencia Especial a la mocosa, que gozó y disfrutó cada segundo de aquella cruel y sádica penetración anal.
Mientras tanto, apenas logró recuperarse un poco, la bella Superiora se incorporó, se secó las lágrimas, se arregló como pudo los despeinados cabellos rubios, y se unió a las que sujetaban a la “víctima”. Cuando la colegiala acabó con un fuerte e intenso orgasmo, el Director retrocedió lentamente hasta salir de ella, y le ordenó al negro que procediera a sodomizar a esta primera mocosa.
El gigante negro, siguiendo al pie de la letra las órdenes e instrucciones que le iba dando el Director, sin hacer caso de los gemidos y sollozos desesperados de la pobre pendex, le clavó aquella lanza monstruosa en el popó… avanzando muy, muy lentamente… pero sin detenerse… empujando suavemente, pero en forma implacable y despiadada… venciendo poco a poco toda posible resistencia de los esfínteres anales de la pobre colegiala… abriéndole más y más el orificio de su lindo popó de niñita… hasta que finalmente… la enorme lanza terminó de entrar entera en el popín de la pendex… Increíblemente, aquella lanza monstruosa le entró hasta el fondo… Y la mocosa, toda empapada de sudor, emitió un bramido agónico y se estremeció con un orgasmo anal tan violento, que las otras colegialas chillaron al presenciar aquellos inverosímiles espasmos orgásmicos de la pobre víctima, viendo cómo perdía todo control de sí misma y empujaba hacia atrás con todas sus fuerzas, sacudiéndose y golpeando con sus nalgas el bajo vientre del negro, empalándose ella misma en aquella enorme y magnífica estaca africana… Al máximo…
Excitadas como animalitos salvajes, y siguiendo las órdenes del Director, las colegialas comenzaron a turnarse, y el Director y el negro las penetraron por el popín una a una, mientras las otras sujetaban firmemente a la “víctima de turno” para que no tratara de escapar. Así, a todas les tocó ser víctimas, agachándose y parando el potito, pero también todas fueron ayudantes y cómplices de los “verdugos”.
Cada vez que el Director terminaba de “prepararle el poto” a la colegiala de turno, y el gigante moreno la empezaba a penetrar, las otras pendex que sujetaban a la víctima hacían unas muecas horribles, viendo cómo el negro le clavaba aquella monstruosa lanza africana en el popó a la mocosa de turno, unas sabiendo lo que la víctima estaba sintiendo (porque ya les había tocado); y las otras, sabiendo que ellas también serían sometidas a este terrible castigo en el culito… Sin piedad…
Las “víctimas”, al igual que la Superiora, quedaban tan exhaustas después de su turno, que se demoraban un buen rato en recuperarse y volver a incorporarse al grupo. Y todas terminaron igual que la Superiora: “Empapadas en transpiración y lágrimas, mordiendo y rasguñando desesperadamente las sábanas, hasta alcanzar el orgasmo más intenso y violento que sus jóvenes cuerpos jamás habían experimentado…”
Cuando el negro terminó con la última de las colegialas, el Director le ordenó a la Superiora agacharse de nuevo, y le ordenó al negro que la sodomizara otra vez hasta el fondo, pero que esta vez no retuviera el orgasmo, sino que acabara dentro de ella.
La pobre Monja Superiora nuevamente gimió y sollozó y tembló en forma descontrolada, mientras aquella estaca gigante se clavaba profundamente en su popó hasta entrar entera, y cuando sintió los interminables chorros del picante líquido inundando lo más profundo de sus entrañas, tuvo un orgasmo tan intenso y potente, que se desmayó y perdió el conocimiento por algunos segundos…
En forma simultánea, el Director agarró a la primera mocosa colegiala, que era la más rebelde de todas, la dio vuelta, la agachó y la penetró de nuevo por el poto, y acabó en lo más profundo de sus entrañas… y ella también acabó, con un orgasmo tan fuerte y prolongado, que la hizo sentirse totalmente rendida, sumisa y sometida por su adorado amo, el cruel y sádico Director…
Por supuesto, toda esta Penitencia Especial Máxima de fin de año estaba documentada con el mismo tipo de fotografías en alta definición de los capítulos anteriores.
Ni qué decir el tamaño del pene que tenía el negro… ¡Era realmente GIGANTESCO! Si yo pensaba que el mío era una miniatura en comparación con el del Director (acuérdense que yo tenía apenas 12 años) ¡El del negro hacía que el Director pareciera un niño chico!
El pene de este compadre tenía un diámetro como de lata de cerveza, y debe haber tenido unos 30cm de largo ó más. Y ver cómo entraba ese pene monstruoso en el potito de las colegialas… Ver cómo los rosados anos de estas preciosas niñitas rubias se abrían en forma inverosímil, engullendo golosamente aquella lanza gigantesca…
Ver cómo el negro se los metía ENTERO por el poto, hasta el fondo, a todas y cada una de estas ricuras… ¡Y ver las caritas que ponían…! ¡Esas muecas tan depravadas…!
Todos los chicos del club comentábamos lo mismo: Cómo podían gozar tanto estas mocosas nórdicas, con esas pintas de niñitas cuicas… ¡Cómo podían ser tan recalientes…!
Todos los (y las) pendex del barrio que leímos ese libro y vimos esas fotos, jamás pudimos olvidar aquellas lindas caritas empapadas de sudor… Todos esos preciosos ojitos azules llenos de lágrimas… Las boquitas chuecas… Las muecas grotescas y deformes, por la más exquisita mezcla de sufrimiento, placer y éxtasis sadomasoquista…
Es difícil poder explicar lo que sentíamos viendo esas fotos… Era tan chocante, tan perturbador… pero al mismo tiempo tan caliente, tan erótico, tan excitante…
Y si esas mocosas Danesas o Suecas lo disfrutaban tanto… ¿Porqué no hacer sufrir y gozar igual a las mocosas del barrio?
Como se podrán imaginar, después de leer ese libro incontables veces hasta casi saberlo de memoria, y sobre todo después de ver tantas veces esas fotografías increíbles, pese a nuestra corta edad se despertó al máximo nuestro interés sexual por el poto de las minitas del barrio, y comenzamos a mirarlas con otros ojos, especialmente por detrás…
En mi caso, incluso ya había empezado a “jugar al doctor” con un par de hermanitas, como les contaré más adelante…
Y Tomás, que era bastante mayor que nosotros (y según él se lo metía siempre por el poto a su polola y a ella le encantaba), nos daba lecciones detalladas de cómo había que agachar a la chica, subirle la falda y bajarle los calzones, hacerla que separe un poco las piernas y que pare bien el potito quebrando las caderas, cómo abrirle las nalgas para verle bien el orificio del popó, cómo acariciarlo para que se le relaje, cómo y con qué lubricárselo (él decía que lo mejor era ponerle crema Nivea y echarse “vaselina” en el pirulo), cómo sujetarse bien firme el miembro e introducirlo entre las nalgas de la chica hasta dejarle la punta bien centrada en el orificio, cómo asegurarse que el pirulo no se resbale hacia el “otro orificio” para evitar que la mocosa perdiera la virginidad o quedara embarazada, etc etc.
Y además nos decía que siempre había que “acabar” con el pirulo metido lo más profundo posible en el poto de la niña, para que el “semen” quedara bien profundo, y así evitar que algo pudiera escurrir desde el potito a la vagina y dejarla embarazada.
¡A la precoz edad de 12 años, los chicos del club recibimos un verdadero curso intensivo en sexo anal!
A fines de diciembre, ya había aprendido muy bien toda la teoría… Ahora sólo me faltaba ponerla en práctica con alguna pendex…
Y la oportunidad no tardaría en llegar…
Continuará…
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