Placer Prohibido – Capítulo 3
De vuelta en Santiago… ¡Le toca a las mocosas del barrio!.
Y bueno chiquillas, qué quieren que les diga, SUPER valientes si se atrevieron a leer hasta aquí… Así es que con mucho cariño para mis valientes (y calientes) lectoras, aquí sigue el relato de lo que sucedió cuando volví a mi casa un sábado a fines de febrero.
Durante el viaje a Santiago me vine pensando en lo bacán que lo habíamos pasado con la preciosa Maureen. La verdad es que no me podía quejar, fue un verano absolutamente increíble, de iniciación sexual y descubrimiento del acto sexual más erótico y voluptuoso que existe… A la tierna edad de 12 años, la Inglesita quedó hecha una experta en el arte de “gozar sufriendo” por el orificio prohibido… Y yo me convertí en un mocoso caliente y depravado, un chico moreno muy cochino, seco pa’ penetrar a las minitas por el popó…
El entrenamiento intensivo del popín de la Inglesita con mi pirulo había sido perfecto para la aventura que Maureen tendría poco después con su sádico doctor… Y el entrenamiento de mi pirulo con el popó de la Inglesita también había sido perfecto para aplicarlo a las minitas que me esperaban de regreso en Santiago…
Porque como les conté, justo antes de irme de vacaciones ya tenía a un par de chicas del barrio enfermas de calientes y curiosas por ver el famoso libro de las colegialas Rusas… Y listas para jugar a las colegialas Rusas conmigo… Pero no alcancé a concretar, porque partimos todos de vacaciones fuera de Santiago, ellas incluso un día antes que nosotros… Lo único bueno fue que también llegaron de vuelta el mismo fin de semana que yo, así es que ningún otro chico del barrio tuvo oportunidad de “picarme la fruta”.
Obviamente estas mocosas ni se imaginaban todo lo que yo había “practicado” con la preciosa inglesita Maureen durante el verano… Si hubieran sabido lo negro caliente y depravado que volví de las vacaciones, no sé si habrían estado tan ansiosas de juntarse conmigo a que les mostrara el libro, y jugar a las Colegialas Rusas… (¡O quizás habrían estado aún más curiosas…!)
Estas dos minitas eran hermanas, igual que Maureen y Janet. En el barrio les decíamos las Francesitas, porque eran alumnas del colegio Alianza Francesa y habían vivido en París y hablaban francés entre ellas, pero estas pendex no eran extranjeras ni nada, eran totalmente Chilenitas. Obviamente no puedo mencionar los nombres verdaderos, así es que para efectos de estas memorias vamos a suponer que se llamaban Marianela y Marisol.
Marianela tenía doce años igual que yo, y Marisol era un año menor, pero igual era toda pizpireta y agrandada, y más coquetona que la cresta la pendeja. Aunque tenían pintas distintas de las Inglesitas, igual era curiosamente parecido al caso de Maureen y Janet.
Marianela era ligeramente gordita, pero justamente por eso, tenía un potito de miedo, redondo y súper sexy para sus doce añitos. Y toda ella era realmente preciosa, rubiecita, de tez dorada y de ojos verdes, con lindas curvas y lindas facciones.
Marisol era igual de bonita, pero de tez muy blanca, trigueña y de ojos café, un poco más flaca que Marianela, pero también ya tenía un lindo cuerpo de mujercita, con un precioso potito, y era del mismo porte que Marianela, a pesar de ser un año menor. Obviamente se sabía tan linda como su hermana, y quizás por eso era tan coquetona… La hermanita chica quería competir por los minos…
Ellas vivían en una tremenda casa a media cuadra de la mía, y por alguna razón (supongo que por falta de plata) los papás nunca terminaron el segundo piso, que era una mansarda grande que había quedado habilitada pero en obra gruesa. La usaban como bodega y sala de juegos, tenían un montón de cosas, un equipo de música, varios sillones, un montón de cojines, unos baúles con ropa de la mamá (que las pendex usaban para jugar a disfrazarse), y hasta una cama antigua con colchón y todo.
Ya en el camino venía pensando que era el lugar perfecto para escondernos y someter a estas dos mojonas al “castigo”. Sobre todo porque poco antes de que Tomás apareciera con el famoso libro de las colegialas Rusas, con Marianela y Marisol un par de veces nos escondimos en esa mansarda a jugar al doctor, yo les mostré mi pirulo y ellas me lo tocaron con sus manitos, después se turnaron para tenderse de guata en el colchón, yo les subí la falda y les bajé los calzones y les “examiné” el potito como el “doctor” examinando a sus “pacientes”… Y la segunda vez hasta me había atrevido a meterles un dedito entre las nalgas, hacerles cosquillitas en el orificio y meterles un poco el dedo en el poto a las dos… Y ellas se quejaban y decían ayyy ayyy con los ojitos cerrados, pero sin ofrecer ninguna resistencia…
Y cuando se empezó a correr la bola entre las mocosas del barrio que los chicos teníamos un libro súper porno escondido en el club, lo único que querían estas dos hermanitas era que les mostrara el famoso libro, por todos los rumores de las otras mojonas del barrio… Yo ya les había dicho que se los iba a mostrar, pero con la condición de que después de verlo, tenían que a jugar a las colegialas Rusas conmigo… ¡Y me habían dicho que bueno! Pero la mamá andaba siempre rondando, así es que no era fácil… Ellas me avisaban cuando se quedaban de nuevo solas con la nana, pero no hubo caso, las pocas veces que me avisaron, no alcanzaba ni a ir a buscar el libro y aparecía la mamá de nuevo, o se suponía que se iban a quedar solas pero al final la mamá las agarraba y se las llevaba para alguna parte. Hasta que nos fuimos de vacaciones y no alcancé a concretar nada… ¡Por la cresta!
Ahora pienso que la mamá debe haber sospechado lo negrucho depravado y caliente que era yo, y debe haber tenido susto de lo que le podía hacer a sus niñitas… (¡Tenía toda la razón! Jajaja…)
Así es que ese sábado, apenas llegué y terminé de ordenar mis cosas, saqué escondido una crema Nivea del baño, pedí permiso para salir a jugar y me fuí directo a la casa de estas lindas mocosas.
Toqué el timbre, Marianela se asomó por la ventana y las dos salieron corriendo, onda ¡Hey llegaste!, nosotras también acabamos de llegar, como estái, y las vacaciones y cuéntanos y dale y dale… Pero no alcanzó a pasar mucha conversa y al toque me empezaron a molestar diciéndome en voz baja para que la nana no escuchara “Ya poh… Nos dijiste que nos íbai a mostrar ese libro…Ya pooooh, nos prometiste, muéstranos el liiiiibroooo, porfi porfiiiii” y yo las molestaba de vuelta y les decía “Shhhh silencio… Nos van a pillar” y ahí me dijeron que los papás habían ido a un matrimonio, o sea iban a volver súper tarde y estaban con la pura nana que se metía en su pieza a ver tele y las dejaba que jugaran solas… IDEAL pensé yo… ¡Perfecto, la oportunidad que no hubo caso que se diera en diciembre! Y más encima me seguían diciendo ya pooooh anda a buscar el libroooo…
“Oye si no se callan las voy a llevar a las dos a la mansarda y las voy a castigar en el poto como a las colegialas Rusas” les dije, y les dí una palmada a cada una en el potito… Ellas se reían y cuchicheaban entre ellas y me insistían que les mostrara el libro, hasta que les dije OK déjenme ir a buscarlo, pero NO le cuenten a NADIE… “Síiii ohhhh, te juramos, te juramos, pero ya poooooh anda a buscarlo…”
Las dos hermanitas se quedaron todas ansiosas y nerviosas mientras yo partí a buscar el libro en mi bicicleta. En la casucha del Club no había nadie, yo tenía miedo que se hubieran robado el libro o que Tomás o los otros chicos se lo hubieran llevado a otra parte, pero no… Ahí estaba, escondido en el mismo lugar que habíamos pactado con los chicos del barrio.
Lo traje en mi mochila, nos escondimos en la mansarda, lo saqué y ellas apenas lo vieron me empezaron a decir “A ver, ya pásamelo, déjame verlo pooohh…” Yo les dije OK, pero Ustedes ya saben cuál es la condición. “¿Cuál condición?” me preguntaron las dos al unísono, haciéndose las tontas, porque ya me habían dicho “OK” en diciembre, a pesar de que sabían que sería algo muy cochino…
“Se los muestro, pero con la condición de que después que lo vean, vamos a jugar a que Ustedes son las colegialas Rusas y yo les voy a hacer a las dos lo mismo que les hacen en el poto a las colegialas en el libro… Y ustedes me van a obedecer y van a hacer todo lo que yo les diga”.
Las dos hermanitas se retorcían entre la excitación de la curiosidad y el susto al famoso “castigo de las colegialas Rusas”, que obviamente ya sospechaban de qué se trataba, por todos los rumores que habían circulado entre las mocosas del barrio en diciembre…
“Ya poh… ¿Quieren verlo o no?”
“… Eeeee…” dijeron ambas nerviosamente y mirándose entre ellas.
“Ya poh… ¿Sí o no? ¿Les dá susto? Me lo llevo de vuelta entonces…”
“¡Nooooo, no te lo llevís…!”
“Entonces… ¿Me van a obedecer o no?”
Las dos pendex me miraban y se miraban y parecía que se iban a hacer pipí de puro nervio… Estaban evidentemente sorprendidas con mi actitud y tono de voz tan masculino y dominante, como si fuera mucho mayor que ellas… Evidentemente yo ya no era el mismo de antes de las vacaciones… Como que no se esperaban que yo les diera órdenes con tanta resolución, virilidad y seguridad en mí mismo… Y yo me daba cuenta que ésto a su vez las hacía a ellas asumir una posición como de niñitas sumisas y obedientes… ¡Perfecto para mis malvados planes!
Ellas dudaban y dudaban, hasta que Marianela tomó la iniciativa y me contestó:
“Bueno ya oohhh… Oye pero… Eeeee… ¿d-duele mucho…?”
“Les va a doler pero les va a gustar. Van a ver las caritas de placer que ponen las minas del libro”
“Mmmm… Bueno ya… Déjame verlo…” dijo Marianela, entre ansiosa y asustada.
“¿Y tú…?” le pregunté a Marisol.
“Eeeee… Pucha… Bueno ya… ¡Pero primero Marianela…!”
“Vengan pa’ acá…” les ordené, y las llevé hasta la cama, sin darles ninguna posibilidad de oponerse. Las hice que se arrodillaran a un costado de la cama, puse el libro sobre la cama frente a ellas y lo abrí en la primera página de la narración.
“Ya, ahora tú lee en voz baja desde el principio” le ordené a Marianela.
Ella comenzó a leer y yo me puse detrás de las dos. Cuando llegó a la parte en que el Director iba a castigar a la primera colegiala penetrándola por el popó, Marianela estaba tan nerviosa que le tiritaba la voz, mientras Marisol emitía unos “Mmmm…” casi como lloriqueando, se retorcía y se mordía las uñitas…
Y cuando vieron las primeras fotos… Las dos se llevaron las manitos a la boca y ahogaron un “Oooohhhh…”
Como recordarán, en esas fotos aparecía la primera colegiala toda piluchita, agachada sobre la cama, parando el potito y mirando con cara de terror hacia atrás, y detrás de ella, el Director, con el manso pirulón en una mano y lubricándole el popó con la otra, y la amigui al fondo, asomada detrás de unas cortinas mirando todo con la misma carita de susto…
Marianela y Marisol quedaron como paralizadas mirando las primeras fotos. Empecé a pasarles las páginas de las fotos lentamente, deteniéndome un rato en cada una, para que no se perdieran ningún detalle de la cruel y sádica penetración por el popó a la que la pobre colegiala Rusa era sometida… y simultáneamente comencé a acariciarles el popín y a hacerles cosquillitas suaves en el orificio por encima de las falditas… Y a medida que iban viendo el enorme pirulón del Director penetrando cada vez más profundo en el poto de esa preciosa mocosa Escandinava, que no era mayor que ellas, y viendo las muecas de placer depravado que ella ponía, Marianela y Marisol iban poniendo las mismas caritas y se mordían las uñas y se quejaban casi como si las estuvieran “castigando en el popín” a también ellas…
Era obvio el efecto de excitación y nerviosismo que la narración y las fotos causaban en las dos hermanitas… mezclado con las suaves caricias que les estaba aplicando alternadamente en sus redondos pompis… Y se pusieron aún más nerviosas y tiritonas con la narración y las fotos del castigo anal de la segunda colegiala y de la Superiora…
Y bueno, qué les voy a decir de la reacción de las dos cuando vieron las fotos del negro penetrando por el pompi a la Superiora y después a todas y cada una de las colegialas Rusas con aquel pene monstruoso… Las dos se llevaban las manitos a la boca una y otra vez y decían “¡¡Uyyyyyy… Ooooohhh…!!” con cada foto. Las pobres mocosas tiritaban enteritas… Simplemente ya no podían más de excitación, susto y nervios…
Dejé el libro abierto en la página con las fotos de la última colegiala, en las que aparecía con la boquita chueca en una mueca grotesca y con el gigantesco pene del negro entero dentro del popó, y les dije:
“Ya, Marianela, tú primero. Agáchate.”
Por un momento se quedó petrificada, mirándome con cara de “¿¿¿En serio…???”
Pero no le dí ninguna opción de decir que no, la tomé del hombro y de la nuca y la hice agacharse boca abajo sobre la cama, le pasé una almohada y le dije “¡Abrázala!”.
A la pobre no le quedó otra que obedecerme. Entre que tenía que cumplir lo prometido, más todo lo excitada que estaba con la narración y las fotos del libro, y además que yo ya le había hecho cosquillas y le había metido el dedo en el poto antes de las vacaciones y le había gustado, como que estaba dispuesta a rendirse, e incluso con una mezcla de susto y ganas de sentir mi pirulo en su popó…
A Marisol le dije que pusiera música para que la nana no escuchara nada, y que fuera a buscar papel higiénico; me obedeció y después se sentó en la cama al lado de su hermana. Miraba todo con una mezcla de terror y fascinación…
Saqué el pote de crema Nivea de mi bolsillo, lo abrí y lo puse sobre la cama. Le levanté la faldita a Marianela, le bajé lentamente los calzoncitos y la dejé a potito pelado y con el popín bien paradito, y ella se quedó quieta pero como protestando con unos pucheros ahogados… Hasta que de repente como que no aguantó y me dijo con carita de pánico:
“Oye… Bueno ya… Pero… Bien despaciiiitoooo…”
Yo no pude evitar sonreír, y le dije “Sí… Suave, súper suave…”
Metí dos dedos en la crema y me acerqué a Marianela por detrás. Ella cachó al toque lo que le iba a hacer, y se abrazó más a la almohada. Le metí suavemente los dedos entre las nalgas y le comencé a acariciar el orificio con la cremita. Marianela dijo “Ayyyyy…”
Marisol miraba atentamente todo lo que le estaba haciendo a Marianela… Sabía que después le tocaría a ella…
Usando toda mi experiencia adquirida con la Inglesita, le hice hartas caricias y hartas cosquillitas a Marianela en el ano, y ella se quejaba y hacía pucheros pero no se resistía.
“Ahora quédate quieta” le dije. Y entonces, muy suavemente, le metí un dedo entre los redondos cachetes y centré la punta en el rosado orificio. Empecé a empujar el dedo despacito… ¡Y le entró en el poto! Ella ahogó un Ayyyyyy contra la almohada, hundió la carita, crispó las manitos y como que levantó y meneó un poco el popín, casi como disfrutando…
Marisol abrió los ojos bien grandes y se tapó la boca con las manitos, gimiendo un “Oooohhhh” con carita de puchero, viendo cómo mi dedo entraba lentamente en el popó de su hermanita.
Le metí el dedo hasta el fondo varias veces, revolviéndolo con lentos y suaves mete-saca, igual como se lo hacía a la Inglesita, hasta que me pareció que Marianela estaba lista para mi pirulo. Les recuerdo que yo todavía no cumplía trece años, por lo que mi pirulo era menos grueso que dos de mis dedos de niño, por eso a Maureen y a Janet les había entrado entero sin ningún problema. Y si a las Inglesitas les había entrado entero, a estas dos también les debería entrar entero sin ningún problema, pensaba yo. Y estaba a punto de demostrar mi teoría…
Me abrí el jean y saqué mi pirulo, que con tanta previa me llegaba a doler de lo duro que lo tenía. Marisol se tapó de nuevo la boca con las manos y ahogó un gritito. Marianela miró para atrás, me vió el pirulo y gimió con un puchero como de guagüita.
Mientras me echaba crema en la cabeza, les dije “Hey, ya oh, si no es tan grande como el del Director… Ni mucho menos como el del negro… Y además ustedes dos ya me lo habían visto y me lo tocaron… ¿Se acuerdan?”
“Sí, pero…” balbuceó Marianela.
“¿Sí pero qué?”
“Pero… Es que ahora me lo vai a meter… En el potooooo… Me dá sustoooo…” gimió la pobre Marianela con la voz entrecortada.
“¡Ya, shhht! ¡Nos va a escuchar tu nana! ¡Quédate quieta…!”
Marianela hizo un pucherito y se abrazó a la almohada. La tomé de una cadera y con la otra mano introduje la punta de mi pirulo entre sus nalgas, hasta tocarle el ano. Ella dio un saltito e hizo como un lloriqueo. Centré bien la punta en el ano de Marianela, y con toda la suavidad aprendida con la Inglesita, empujé lentamente hacia adelante…
¡Y mi pirulo le empezó a entrar en el popó…!
“¡¡MMMMMMMMM…!!” se quejó Marianela, ahogando el quejido contra la almohada, mientras la cabeza de mi pirulo entraba entera, lenta y suavemente en su precioso popó.
“OOOOOOHHH… ¡¡SE LO ESTÁI METIENDO DE VERDAD EN EL POTO…!!” exclamó Marisol, casi como gimiendo.
“¡Shhhhhht…!” dije yo. “¡Nos van a pillar si hacen tanto ruido!”
Marisol se tapó la boca con las manitos y siguió mirando bien de cerca, con cara de susto y asombro. Marianela hundió la cara en la almohada, y como que se rindió totalmente.
La tomé firme de las caderas, seguí empujando muy suavemente, y mi pene preadolescente le entró más y más en el popín… A medida que le iba entrando, la pobre Marianela se quejaba con unos gemidos cada vez más agónicos y ahogados en la almohada, y se estremecía como con estertores involuntarios… Le metí el pirulo poco a poco, súper lento, punteándola súper suavemente, cachando bien cuándo y cuánto empujar, a medida que se le relajaban los esfínteres del pompi, pero sin parar ni retroceder… Hasta que después de un largo y lento avance, milímetro a milímetro, quedé pegado a ella.
Marisol, siempre tapándose la boca con las manitos, se acercó más, me miró como con incredulidad, y me dijo susurrando:
“Oooohhhh… ¡¡¡Se lo metiste entero…!!!”
Usando toda la técnica aprendida con Maureen, jugué un buen rato con mi pirulo clavado en el poto de Marianela, retrocediendo y avanzando con suaves y lentos mete-saca, revolviéndolo hasta el fondo, pegándome a ella y punteándola con todo el pirulo adentro y dándole palmadas en las nalgas… Marianela gemía y gemía con la respiración entrecortada, arañaba la almohada y soltaba pequeños sollozos, mezclados con unos largos “Mmmmmfff… Mmmmmmm… Aaaagggghhhh…”
Y Marisol seguía mirando atentamente, entre fascinada y horrorizada…
Cuando me pareció que ya había “castigado” lo suficiente a Marianela, retrocedí lentamente hasta salir de su popó, miré a la aterrorizada Marisol, y le dí la orden que ella más temía:
“¡Ahora te toca a ti!”
Marisol me miró con cara de pánico, y antes que pudiera arrancarse, la tomé del brazo, la dí vuelta hacia la cama y la agaché boca abajo sobre la colcha, mientras ella susurraba “Pucha ooohhh… Me dá miedooooo…” Pero no opuso ninguna resistencia, sino que se quedó muy quieta, aunque temblando de pies a cabeza… Seguro se acordaba muy bien de lo que sintió cuando le metí el dedo en el poto en diciembre, y ahora a pesar del susto, puro quería sentir mi pirulo, después de haber visto cómo se lo metí entero a su hermanita…
Y repetí el rito… Le subí la falda, le bajé los calzoncitos, le puse harta crema en el orificio del potito, le metí el dedo muy suavemente varias veces, haciendo caso omiso de sus quejidos y gemidos ahogados, me eché más crema en el pirulo, la tomé con fuerza de una cadera y con la otra mano le metí el pirulo entre las nalgas, centrándolo bien en el rosado ano, y haciendo uso de toda mi experiencia, comencé a empujar suavemente…
Marianela se había incorporado, y todavía con los calzones abajo, observó atentamente el ritual de la cremita y el dedo en el poto de su hermanita, y vió cómo el popó de Marisol se abría y le entraba lentamente mi pirulo…
Marisol se quejó con un largo “¡Ayyyyyyyyyy…!” y la misma Marianela le dijo “¡¡Sssshhht…!!”, me miró y sonrió maliciosamente, mientras yo seguía penetrando a su hermanita por el popó… Con toda la técnica aprendida con Maureen, no me costó nada ensartarle mi pirulo entero en el popó a la pobre Marisol, hasta quedar pegado a ella…
Repetí los mismos mete-saca lentos y suaves, y las mismas palmadas en los cachetes que le había dado a Marianela, mientras la pobre Marisol gemía y se ahogaba en la almohada, abrazándola con todas sus fuerzas…
Marianela hizo ademán de subirse los calzones, pero yo la detuve y le ordené agacharse de nuevo… ¡Y me obedeció…!
Lentamente, salí del popín de Marisol, me puse detrás de Marianela, y la volví a penetrar por el ano, suavemente, hasta el fondo… Marianela casi se ahogó en quejidos contra la almohada…
Mientras le repetía los lentos mete-saca mezclados con palmadas en el popó a Marianela, Marisol intentó levantarse, pero le ordené quedarse en la misma posición parando bien el potito… ¡Y también me obedeció…!
Salí suavemente del popó de Marianela, me puse detrás de Marisol, la tomé de la cadera, puse mi pirulo bien centrado en su popó con la otra mano, y la penetré lentamente hasta el fondo… La pobre Marisol también casi se ahogó en gemidos contra la almohada…
Y antes que Marianela empezara a moverse, le ordené de nuevo quedarse en esa posición… A esta altura las dos hermanitas ya estaban completamente entregadas, sumisas y obedientes, así es que Marianela se quedó agachada, parando bien el potito, esperando su turno…
Le dí un buen rato a la hermanita chica con aquellos lentos y suaves mete-saca, de nuevo salí del popó de Marisol y penetré suavemente el popó de Marianela…
Y así me fui turnando, estaba un rato con lentos mete-saca en el culito de una de las mocosas, retrocedía suavemente hasta salir, me iba donde la otra y me repetía el plato… las mocosas se miraban y se tomaban de la manito, y cuando penetraba a una, la otra le hacía cariño en el pelito mientras la “víctima” hundía la cara en la colcha y se ahogaba en gemidos y pucheros…
Lo debo haber hecho unas cinco o seis veces con cada una, quedándome un buen rato en cada culito…
Hasta que de repente, por suerte justo cuando había salido de un popín y todavía no penetraba el otro, sentimos ruido en el primer piso, y escuchamos a la nana:
“Niñitas… ¿Están arriba?”
“S-s-síiii… Estamos… Jugando…” respondió Marianela toda tiritona, y las dos ahogaron una risita…
“Me avisan cuando quieran comer algo… Yo estoy en mi pieza viendo tele”
“Yaaaa… Jijiji…”
Esperamos hasta que la nana entrara en su pieza, y volví a “castigarlas” en el popó una última vez, pero decidí dejarlo hasta ahí no más, por siaca… Ellas puro querían que siguiera metiéndoles mi “supositorio”, pero yo no quería que se les irritara demasiado el pompi a las dos Francesitas, para que les quedara gustando y poder jugar a las colegialas Rusas de nuevo otro día… Así es que hice que se limpiaran bien toda la crema con el papel higiénico para que no se mancharan los calzones ni las falditas, me limpié bien el pirulo y todo alrededor para no manchar mi ropa, nos vestimos y les dí un largo beso en la boca a cada una.
Me pidieron que les dejara el libro, pero yo les dije que nika, que podían pillarlas y ahí sí que quedaba la gran cagada, y además igual tenía que devolverlo al escondite porque era de Tomás y el compromiso era siempre devolverlo al Club, nunca dejarlo en otro lugar. Pero les dije que si querían lo traía de nuevo otro día y jugábamos de nuevo a las colegialas Rusas cuando estuvieran solitas… “Bueno…” me dijeron las dos, y así quedó pactado.
Me llevé el libro de vuelta al Club, y me encontré con varios de los chicos del barrio. Hey, cómo estái, que tal las vacaciones y dale y dale…
Y cuando saqué el libro de la mochila, me quedaron mirando y me preguntaron al toque ¿A quién le mostraste el libro? Y antes que contestara, uno me dice “Oooooohhhh… ¡¡No me digái que venís de donde las Francesitas…!!”
No pude negarlo, porque todos sabían que las Francesitas y yo éramos los únicos que recién habíamos llegado de vuelta de vacaciones, los demás chicos y chicas del barrio habían llegado hacía por lo menos una semana.
Y ahí me enteré que todos, absolutamente todos los pendex del Club se estaban culeando por el poto a alguna de las pendex del barrio… ¡Y todas fueron seducidas con exactamente la misma estrategia que yo acababa de usar con las Francesitas…!
Ahí me contaron que después que yo me fui de vacaciones en diciembre, los muy astutos se fueron turnando el libro, cada uno para mostrárselo a la minita que lo tenía más caliente. ¡Y les resultó…! Y como los cabros del Club éramos re pocos, había más que suficientes minitas en el barrio como para no tener que pelearnos. Como ya todos tenían su minita, quedamos en que las Francesitas eran “mías”.
¿Cómo tuvimos tanto éxito los chicos del Club, a una edad tan precoz, cada uno seduciendo a alguna minita del barrio a que se sometiera al voluptuoso y depravado Acto Sexual Prohibido?
Tal vez influyó el hecho de que Tomás ya se tiraba de mucho antes a su polola por el popín, y ella obviamente había sido seducida con el mismo libro, y obvio que ella le tiene que haber contado a las demás minitas, así es que ya habían escuchado del famoso libro y ya sabían lo que le hacía Tomás en el poto, por lo que a esa altura todas sabían muy bien a lo que iban…
Y si Tomás decía la verdad, y era cierto que su polola gozaba y disfrutaba ene cuando él se lo metía por el pompi, era demasiado obvio que las demás pendex del barrio tienen que haber estado todas muy curiosas y con ganas de sentir lo mismo…
Y así fue que ni eché demasiado de menos a Maureen, porque empecé a darles por el pompi a las dos Francesitas una o dos veces al mes. Y no era más seguido sólo porque tenían que estar solitas con la pura nana, y eso no pasaba con la frecuencia que ellas y yo hubiésemos querido. Pero la verdad es que era mejor que no fuera tan seguido, así era siempre súper caliente y súper excitante cada vez que nos juntábamos a jugar a las Colegialas Rusas.
El trío duró harto tiempo, pero un día Marisol se enamoró de un profe de su colegio (¿Porqué creen ustedes…? ¡Porque se la tiró por el poto, obvio!) y de ahí para adelante nos transformamos en pareja Marianela y yo. Y pucha que lo pasamos bien harto tiempo… Anduvimos pololeando y practicando sexo anal más de un año… Hasta que un día la familia completa con las pendejas y todo se fueron a vivir a Francia, y cagó nuestro pololeo con ventaja…
Pero poco tiempo después tuve mi reencuentro veraniego con Maureen… así es que la abstinencia no duró mucho…
Además para entonces yo ya le estaba haciendo clases particulares a varias colegialas… Y por ahí aparecería la posibilidad de otro trío súper hot, como verán en el próximo capítulo…
Continuará…
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