Placer Prohibido – Capítulo II
La Linda Inglesita… ¡Y su hermanita!.
Como les contaba, después de pasar varias semanas leyendo con mis amigos el libro de las colegialas Rusas, escuchando a Tomás impartir sus conocimientos de sexo anal, y bromeando sin límite con el popín de las minitas del barrio, que se reían coquetamente con nuestras bromas y pellizcos pero sin entender muy bien a lo que nos referíamos (después sabría que más bien se hacían las tontas), justo cuando ya tenía a un par de las minitas suficientemente curiosas como para poner en práctica los conocimientos recién adquiridos (un par de hermanitas con las que incluso antes del libro ya nos habíamos escondido a jugar al doctor y me dejaron que les metiera el dedo en el potito… ya les contaré más adelante…) ¡Partí con mi familia de vacaciones de verano a la casa de mi abuela y no alcancé a concretar nada!
P’ta la weá…
Pero no me sentía demasiado decepcionado, porque sabía que había al menos una candidata a “víctima”, y quizás dos, precisamente en el lugar adonde nos dirigíamos.
Mi abuela vivía en otra ciudad, no les puedo decir dónde, sólo que obviamente no era Santiago. Tenía una casa enorme, con un gran terreno, muchos árboles frutales, gallineros y varias bodegas. El lugar era muy bonito, estaba en la periferia de la ciudad, en una una calle corta que terminaba contra un cerro, con pocas casas alrededor, y no había muchos pendex de mi edad. Más bien dicho, los únicos de mi edad en los alrededores eran dos minitas: las protagonistas de este capítulo. Antes del verano y de leer el libro de las colegialas Rusas, yo pensaba que las vacaciones iban a ser tremendamente aburridas sin amigos de mi edad, porque mis hermanos eran mucho menores. Pero resultó exactamente lo contrario, como verán.
A poca distancia de la casa de mi abuela, en la misma calle, vivía una familia de Ingleses, una señora viuda que tenía un hijo mucho mayor que yo, y dos hijas de mi edad, a quienes llamaremos Maureen y Janet. Con ellas ya nos habíamos hecho amigos en veranos anteriores.
A mí me gustaba Maureen, que tenía mi misma edad, y yo le gustaba a ella. Janet era un año menor que Maureen, y era la típica hermana chica, molestosa, sabelotoda, habladora y acusete. La mamá se había embarazado de nuevo cuando Maureen estaba recién nacida, por lo que en realidad tenían menos de un año de diferencia. Eran casi como mellizas. El papá había muerto trágicamente en un accidente poco después que nació Janet, es decir cuando las dos eran guaguas, así es que en realidad nunca lo conocieron.
Maureen era una Inglesita absolutamente preciosa. A pesar de tener sólo doce años, ya tenía un bellísimo cuerpo de mujercita, rubia, de ojos celestes, labios sensuales y carita de muñeca, era absolutamente perfecta, podría haber sido modelo o reina de belleza sin ningún problema. Imagínense una minita rubia tan linda como las más preciosas actrices adolescentes de Hollywood. Así de preciosa, sensual y perfecta era Maureen.
Y era súper coqueta. Le robaba aros, pintura de ojos y lápiz labial a su mamá, se pintaba las uñas y los labios y se arreglaba y se maquillaba de un modo increíble para su edad, parecía modelo de revista…
Janet también era una Inglesita muy bonita, tenía el pelo rubio y ojos claros, aunque de un color mucho menos intenso que el celeste de los ojos de Maureen.
Igual era muy linda, pero era súper metiche, agrandada y molestosa, y siempre quería hacer todo lo que hacía Maureen, yo creo que le tenía un poco de celos y de envidia.
Pero también le tenía miedo, cuando peleaban, Maureen siempre le sacaba la cresta porque era súper buena pa’ los combos.
Cuento corto, apenas llegamos aparecieron las dos Inglesitas y partimos a jugar.
Ya los veranos anteriores nos habíamos besaso con Maureen, escondidos en las bodegas e incluso le había acariciado el pompi (y ella se ponía toda roja pero se dejaba).
Ahora la miré con otros ojos, y me fijé que tenía un cuerpo y un potito preciosos.
Me acordaba del libro, de las colegialas y de las fotos, y lo único que quería era hacerle lo mismo a Maureen, que era rubia y de ojitos celestes igual que las colegialas del libro, y más linda incluso.
Así es que esa misma tarde, sin que Janet ni mis hermanos chicos se dieran cuenta, le dije al oído: “¿Quieres que nos escondamos?” Ella me dijo que sí, y nos arrancamos a una de las bodegas que había al fondo del patio de la casa, detrás de unos árboles frutales, el mismo lugar donde nos escondíamos y nos besábamos el verano anterior.
Una vez adentro, nos besamos largo rato, el pirulo se me puso súper duro, ella lo sintió, se puso roja y se pegó más a mí.
Lentamente bajé una mano y le acaricié el potito, se puso más roja pero no dijo nada. Yo quería puro subirle el vestido y acariciarle el pompi peladito por debajo del calzón y hacerle cosquillitas y meterle el dedo en el poto, como le había hecho a esas dos hermanitas vecinas en Santiago antes de venirme de vacaciones, pero no me atreví, así que esa tarde nos fuimos de puros besitos y caricias en su popó, pero nada más.
Al día siguiente nos escondimos de nuevo en el mismo lugar para besarnos apasionadamente, ella dejaba que le acariciara el potito y que le pasara un dedo por la hendidura, se ponía colorada, cerraba los ojos y se apretaba a mí y me besaba súper fuerte.
Y el tercer día que nos escondimos, no aguanté más.
La estaba besando, ella apoyada contra una especie de mesón, y sin decirle nada, de repente la giré y la apreté contra el borde, la sujeté con fuerza, y comencé a subirle el vestido con la mano derecha.
Ella me miró para atrás, me sonrió coquetamente y me dijo
“Hey… What are you doing…”
Yo pensé que ella no se iba a dejar, pero se quedó extrañamente quieta, sonriendo nerviosamente, mordiéndose un dedito y mirándome un poco asustada con sus lindos ojos celestes.
Empecé a acariciarle suavemente el popín con mi mano, por encima del calzón, sintiendo con mis dedos la hendidura entre sus redondeces… Era delicioso sentirle el pompi con mi mano… Ella cerró sus ojos y me apretó el brazo con su manito.
Entonces, siempre por encima del calzón, le metí un dedo en la hendidura y sentí que le rocé ligeramente el ano. Ella dio un saltito, gimió, me apretó más el brazo con su mano y dijo despacito “Oyeee… Nooo… Malooo…” y se puso roja como tomate.
Volví a rozarle el hoyuelo, y empujé haciendo como que le metía un poco la punta del dedo, ella hizo un puchero y empezó a gemir despacito.
En vista que caché que le gustaba, me envalentoné y le metí la mano por debajo del calzón, le metí un dedo entre las nalgas y le empecé a acariciar el orificio del potito, pero sin meterle el dedo.
Tenía el ano suave y húmedo, me pareció sentir que el orificio le pulsaba nerviosamente en la punta de mi dedo, era una sensación absolutamente deliciosa… Ella gemía y gemía, yo caché que tenía como con una mezcla de susto y ganas de que se lo metiera, así que le empujé un poco la punta del dedo y le entró un poquito, y ella dijo Ayyyyyyyy…
Como que me asusté un poco, porque era primera vez que le metía el dedo en el poto a una Inglesita… A las hermanitas con las que habíamos jugado al doctor en el barrio en Santiago, les había hecho cosquillas en el orificio del popó y les metí el dedo bien metido en el poto, pero ésta era 100% gringa, como que me daba susto que se enojara y saliera arrancando y fuera directo a acusarme con su mamá… así es que por si acaso le saqué la mano, pero ella se dió vuelta hacia mí… ¡Y me dió un beso en la boca con furia y se apretó a mí…!
Y bueno, era obvio que le había gustado, así que volví a meterle la mano por detrás en el calzón y le acaricié suavemente el hoyuelo del popó, con un dedito empujando un poco para adentro del rosado hoyuelo… ¡Y le empezó a entrar, y ella gimió y cerró los ojitos y no dijo nada!
La Inglesita bajó una mano y me tocó el pirulo por encima del jean. “You are a naughty boy… se te puso duro…” me dijo, y se rió y se apretó más a mí. Nos besamos largamente, yo manteniéndole la punta del dedo metida en su popó.
Ahora yo sabía que mi dedito en el poto le había gustado, y mucho. Me acordaba del libro y las fotografías, y me imaginaba “castigándola” como el Director a las colegialas… Pero no me atreví a incursionar más profundo con el dedo, mucho menos tratar de meterle el pirulo… Ya era maravilloso que esta ricura me hubiera dejado meterle la punta del dedo en el popó… Para mí era más que suficiente por ahora…
Estuvimos un buen rato así, besándonos y con la punta de mi dedo en su popó, hasta que escuchamos a lo lejos las voces de los otros pendex. Nos separamos, me dió un último beso en la boca y al mismo tiempo los dos dijimos “volvamos”, nos reímos y volvimos donde estaban Janet y mis hermanos chicos. Y Janet, que era súper traviesa y maldadosa, les estaba contando que “los adultos hacen una cosa súper cochina para tener hijos”, y estaba empezando a explicarles que “el hombre le hace una cosa terrible a la mujer y la hace sufrir porque le mete el…” Justo aparecimos nosotros y se quedó callada, con una sonrisa de mocosa mal portada.
Maureen se enojó y le dijo que ella era muy chica para andar hablando de esos temas, Janet me miró con ojitos pícaros y se rió.
“Knock it OFF!!!” le dijo Maureen, y le dió un empujón. Janet giró de un salto y arrancó gritando “¡Maureen quiere que se lo metái…!”
Maureen le gritó “¡SHUT UP!” y se puso colorada como tomate… Me miró de reojo, todavía roja de vergüenza, y dijo “La voy a matar cuando la pille…” Pero me volvió a mirar de reojo y me sonrió toda nerviosa y coqueta… Me acuerdo que pensé “a estas dos les va a gustar… ”
Aprovechando que los otros pendex también habían arrancado con Janet, le iba a decir a Maureen que nos escondiéramos de nuevo, pero justo las llamaron de su casa y me quedé con las ganas hasta el día siguiente.
Al otro día, nos arrancamos de nuevo de los pendex y nos fuimos al mismo escondite… Estábamos en lo mejor, Maureen agachada con sus manitos sobre el mesón, con los ojitos cerrados y quejándose despacito, yo con mi mano derecha debajo de su falda y por debajo del calzón, acariciándole el ano con un dedo y metiéndole un poco la puntita, cuando de repente veo que detrás de un árbol estaba Janet, espiándonos, y me miraba con cara de sorpresa, como diciendo “Oooohhh…”
Janet no podía ver directamente lo que le estaba haciendo a su hermana en el poto porque el calzón tapaba mi mano, pero podía adivinar claramente que le tenía mi dedo bien metido en el pompi. Cuando me vió que la ví, se asustó y se fué. Maureen no se dió cuenta de nada, así es que seguí acariciándola y metiéndole un poco la punta del dedo en el ano mientras ella gemía y se quejaba suavemente…
Pero la mocosa metiche de Janet me había cortado toda la inspiración, ¡Justo cuando tenía a Maureen lista para meterle el dedo entero en el poto! Me empecé a pasar películas de Janet acusándonos a su mamá y el tremendo lío que se podía armar… Por si acaso, le saqué la mano y le dije a Maureen: “Parece que vienen los cabros chicos”. No le iba a decir nika que Janet había visto todo, pero pensé que mejor lo dejábamos hasta ahí nomás por ahora.
La Inglesita se incorporó rápidamente, se subió los calzones, me dió un beso y se quedó atenta mientras me apretaba el pirulo por encima del jean con su manito. Y efectivamente, se escuchaban los gritos de los mocosos jugando al otro lado del jardín, así es que decidimos que era mejor volver donde ellos antes que nos pillaran.
Al día siguiente, Maureen salió todo el día con su mamá. Y Janet, aprovechando que su hermana no estaba, se me acercó y me dijo al oído: “Los pillé a tí y a Maureen. Sí, no te hagái el tonto, ví lo que le estabai haciendo en el poto… Quiero que me hagas lo mismo, o si no los voy a acusar a mi mamá”.
Esto sí que me sorprendió… ¡La mojona pa’ caliente! Yo le dije que era una acusete y que le íbamos a pegar los dos si nos acusaba, pero ella salió arrancando y gritando “¡Los voy a acusar!”, y yo corrí persiguiéndola. No sé si lo habrá hecho a propósito, pero ella corrió directo hacia la bodega donde nos escondíamos con Maureen.
Cuando entramos, jadeando, la tomé con fuerza, la llevé contra el mesón y le dije: “¿Así que quieres que te haga lo mismo que le hice a tu hermana?” Janet no era tan increíblemente hermosa como Maureen, pero igual era una Inglesita súper linda. Y con un potito precioso… Yo estaba súper enojado por lo metiche de esta pendex, pero también como que me calentaba la idea de hacerle lo mismo…
Entonces se me ocurrió una idea. Pensé que ella no había visto lo que le estaba haciendo a Maureen, porque el calzón tapaba mi mano, por lo que no podía saber cuánto le tenía metido el dedo en el poto a su hermana…
La dí vuelta por la fuerza, la agaché sobre el mesón y le subí el vestido, pero en vez de acariciarla suavemente como a Maureen, le bajé el calzón de un tirón, la sujeté firme, y a poto pelado le metí lentamente los dedos entre las nalgas hasta rozarle el ano…
Se puso roja y dijo “Aaayyyy” pero se quedó quieta, esperando… Le seguí acariciando el hoyuelo un rato, hasta que finalmente puse la punta de un dedo bien firme en el ano y comencé a empujar, y el dedo comenzó a entrar poco a poco… El orificio se le abrió como una flor, mucho más fácilmente de lo que me había imaginado… “NOO… ¡NOOOO…! Ooohhh… Oh my God… ¡Oh my Gooood…!” decía y gemía, con los ojos cerrados y se mordiéndose los labios, y mientras más se quejaba, más le metía el dedo, cada vez más adentro…
Agregué un segundo dedo y empujé, y sentí cómo el ano se le abrió lentamente, seguí empujando y empujando, hasta que los dos dedos entraron enteros…
¡MMMMMMMM…! balbuceó y cerró los ojos y apretó las manitos con toda su fuerza… Janet se retorcía y gemía, pero para mi sorpresa no opuso ninguna resistencia. Obviamente, a esa edad mis dedos eran mucho más chicos que los de un adulto, eso debe haber ayudado a que le entraran mucho más fácilmente que si hubieran sido los dedos de un hombre mayor.
Acordándome del relato del libro y de las enseñanzas de Tomás, retrocedí lentamente los dedos hasta casi salir, y empujé con fuerza y se los metí poco a poco, de nuevo hasta el fondo…
La pobre Janet se estremeció entera, temblaba y le tiritaba la mandíbula, hacía pucheros, se le pusieron los ojos llorosos, gemía y se mordía los labios, y empuñaba y apretaba las manitos… Manteniéndole los dos dedos clavados hasta el fondo, le pregunté al oído:
“¿Te gusta?”
Ella gimió y susurró con los ojos cerrados y la voz entrecortada:
“Y-y-you are… a naughty boy… you are a very… very… naughty boy…”
Y bajó una de sus manitos… ¡y me acarició y me apretó el pirulo por encima del jean…! Yo lo tenía duro como un fierro. No podía creerlo, era cierto, el libro tenía razón cuando describía los quejidos y gemidos de las colegialas Rusas… Le clavé los dedos lentamente hasta el fondo varias veces, hasta que se me cansó la mano… Ella se quejaba y se ahogaba con hipidos y grititos… Se los saqué suavemente y ella seguía manoseándome el bulto del jean…
Se incorporó, se dió vuelta, y con la cara toda colorada, sin subirse los calzones me dijo:
“Ooooohhh… Naughty boy… You dirty perv… Lo que me hiciiisteee… ¡¡Eres un cochino…!!”
“¿No querías que te hiciera lo mismo que le hice a tu hermana?” le pregunté.
“Sí… pero…”
“¿Pero te gustó, o no?”
Se mordió los labios y como que se sonrió entre avergonzada y coqueta, tenía la cara roja como tomate y todavía le temblaban los labios de excitación… Me dio un beso en la boca y se quedó quieta, mirándome y temblando entera, con los calzones abajo, como esperando que se lo hiciera de nuevo… Y yo, ni tonto ni perezoso, la dí vuelta y la agaché con fuerza, y le volví a meter los dedos en el poto… despacito… hasta el fondo…
La pobre mocosa se estremeció casi como con convulsiones, meneaba el pompi y empujaba para atrás, gemía y se quejaba y decía cosas en inglés, con la respiración totalmente entrecortada… Le saqué los dedos lentamente, y se los volví a clavar muy despacio hasta el fondo…
Se los dejé bien metidos en el poto un rato, pero de repente pensé que los otros pendex podían aparecer y pillarnos, así que lentamente le saqué los dedos y le subí los calzones… Tenía la mano súper cansada yos dedos acalambrados… Ella se quedó quieta, todavía haciendo pucheros, con la cara toda roja. Hice que se incorporara, la dí vuelta y ella me dió un beso largo en los labios…
Mientras se terminaba de subir los calzones y se arreglaba el vestido, Janet me hizo jurar que no le contaría a Maureen, porque si Maureen llegaba a saber, la iba a matar. Y salió corriendo, supongo que asustada de que alguien nos pudiera ver, porque empezamos a escuchar las voces de los otros pendex a lo lejos.
Yo ya estaba pensando en las caritas que pondría Maureen y los gemidos que emitiría la pobre Inglesita en nuestro siguiente encuentro en el escondite… Porque después de ver cómo Janet gozó y disfrutó como loca con dos dedos metidos en el poto hasta el fondo, lo único que quería era que fuera el día siguiente para someter a la preciosa Maureen a la misma “tortura”.
Y tal como me imaginaba, al día siguiente ya estábamos de nuevo con Maureen besándonos en el escondite. La besé un rato como siempre, hasta que la dí vuelta y ella solita se agachó sobre el mesón, juntó sus manitos, paró el popín y cerró los ojos. “No sabes la que te espera”, pensé yo, mientras le subía el vestido.
Le acaricié un rato el potito por encima del calzón, y de repente la sujeté bien firme, le bajé el calzoncito de un tirón, le metí los dedos entre las nalgas y empecé a rozarle el orificio.
Maureen giró la cabeza y me miró a los ojos. “Oyeeee…What are you doing…” me dijo.
Estaba asustada, como presintiendo que esta vez no iba a ser la pura puntita del dedo, pero se quedó quieta, expectante, haciendo un pucherito con los labios…
Empecé a meterle un poco la puntita de un dedo en el ano, se mordió los labios y dijo “Ayyy… Oyeeeeee…” y seguía mirándome y haciendo pucheritos mientras yo seguía metiéndole ligeramente la pura puntita del dedo. Hasta aquí era lo mismo que le había hecho antes, pero de alguna manera ella ya había adivinado lo que vendría a continuación…
Entonces la agaché un poco más sobre el mesón, me pegué a ella, la sujeté con fuerza y presioné la punta del dedo contra su ano, tal como había hecho con Janet…
Sentí cómo el orificio se le abría lentamente, y el dedo comenzó a entrar… La Inglesita cerró los ojos, se aferró desesperadamente al mesón y protestó con su vocecita de niña:
“¡Ooooh my God…! Oh my God… ¡Mmmmmm…! ¡Oooooh my Gooooooood…!”
Pero extrañamente, a pesar de estas protestas, no trató de defenderse ni opuso ninguna resistencia, sino que siguió bien agachada y agarrada al mesón, ojitos cerrados, potito bien parado, como rendida y entregada a la tortura…
Sin hacer caso de sus quejidos, la sujeté bien y empujé el dedo con fuerza para adentro, el orificio se le abrió más y más, poco a poco, y el dedo siguió entrando profundamente…
Ella ya no protestó más, ahora en vez de quejarse decía una y otra vez “Oooohh…” y “Mmmmmm…” La carita se le puso roja como tomate, le empezaron a tiritar las rodillas y la respiración le salía entrecortada…
Y de repente, a medida que el dedo le entraba cada vez más profundo, pasó algo súper extraño… Su expresión cambió, se puso como furiosa, giró la cara, me miró a los ojos, se incorporó un poco sin dejar de parar el potito y me dio un beso violento… agregué un segundo dedo y empujé… Sentí cómo ella misma trataba de abrir el ano y movía el potito empujando para atrás, y los dos dedos entraron suavemente… se dejó caer de nuevo sobre el mesón, volvió a cerrar los ojos y se mordió los labios con furia, ahora se retorcía y se quejaba y gemía cada vez más fuerte, mientras yo seguía metiéndole los dos dedos… hasta que le entraron enteros…
Maureen soltó un quejido gutural, como de agonía, sus manitos se crisparon sobre la mesa, y empujó el poto otra vez para atrás con fuerza…
Me detuve y comencé a mover los dedos suavemente para dentro y para afuera… Maureen perdió toda su compostura de niñita buena… Bajó una manito y me comenzó a manosear el bulto… Tenía los ojos cerrados y los labios entreabiertos, hacía muecas extrañas y decía con voz agónica:
“Ayyyyyyyy… Oooooooohh… Aaaaaaaaaaaahh…”
“¿Te gusta?” le susurré al oído.
“Oohhh my God… Oooooh my God… Aaaaaaayyyy… Pucha ooooooooohhhh… Que eres malooooo… You are… a bad… bad boy… naughty boy… ¡Mmmmmmmmm…!”
Decía con la voz ahogada, pero pero era obvio que sí le gustaba, porque seguía agachada sobre el mesón, con los ojitos cerrados y empujando el popó para atrás para que los dedos le entraran más profundo… Y se retorcía y gemía y hacía pucheros… Y movía el popó como disfrutando intensamente cada milímetro que entraban mis dedos… Y con la manito me apretaba y me manoseaba el pirulo por encima de los jeans…
Esos mismos gemidos y quejidos volverían a salir de sus sensuales labios muchas veces más ese verano…
Seguí moviendo mis dedos muy despacio para adentro y para afuera, retrocediendo suavemente hasta que casi salían del orificio, y empujándolos con fuerza pero lentamente, hasta metérselos enteros de nuevo, girándolos suavemente cuando estaban enteros adentro, y Maureen gemía, hacía pucheros y apretaba los puños, se mordía los labios y como que se le llenaron los ojos de lágrimas… Le tiritaban las piernas, quebraba las caderas y paraba la colita y empujaba hacia atrás como con desesperación… Y yo le volvía a clavar sádicamente una y otra vez los dedos hasta el fondo…
Era tanto lo que Maureen se convusionaba con el avance de mis dedos, que pensé que se iba a desmayar… Pero ella se mordía los labios y me miraba con los ojitos entrecerrados, como deseando que le siguiera metiendo y sacando los dedos, gozando cada milímetro de los avances… La tuve así harto rato… Hasta que finalmente, cuando ya tenía la mano cansada, le metí los dedos una última vez hasta el fondo, lentamente pero con toda mi fuerza, y Maureen se estremeció entera y soltó unos gemidos como de ahogo…
Lentamente retrocedí hasta que salieron, y le acaricié suavemente el ano… Ella se quedó quieta, tiritando y gimiendo despacito… Hasta que después de un rato, giró la cabeza sin levantarse, me miró con la boquita entreabierta, jadeando, toda colorada, chascona y con los ojitos brillantes de lágrimas, pero con una mirada muy pícara… Con una mano me acarició el pirulo por sobre mis jeans y me dijo casi lo mismo que me había dicho Janet:
“¡¡You are such a perv… You bad boy… Naughty boy…!!”
Se incorporó un poco, manteniendo el popín bien paradito, y me dio un beso furioso en los labios, mientras yo todavía le tenía los dedos metidos entre las nalgas… Y en vez de tratar de escaparse o cambiar de posición, se volvió a agachar sobre el mesón, me miró toda coqueta y se mordisqueó las uñas, como esperando un nuevo ataque… Con el descanso mis dedos ya habían recuperado fuerza, así que se los puse en el ano y se los metí de nuevo, muy lentamente, hasta el fondo…
La preciosa Maureen gimió y soltó unos sollozos entrecortados, tembló entera, se retorció y se mordió los labios como con furia…
“¡¡¡Mmmmm… Mmmmm…!!!”
Gemía mientras yo seguía empujando mis dedos y revolviéndolos suave y profundamente dentro de su perfecto popó de Inglesita…
De repente escuchamos ruidos lejanos de los otros cabros chicos, así es que le saqué lentamente los dedos, ella se incorporó, se subió los calzones y se arregló lo mejor que pudo, y me dió un beso súper apretado y apasionado. Y cuando íbamos de vuelta a la casa, le pregunté en el oído:
¿Te gustaría que nos escondamos de nuevo mañana?
Ella me dió un empujón y me respondió, entre enojada y sonriendo:
“You are such a pervert! What makes you think…that I’ll let you do that to me again…???
No pude evitar una sonrisa. Y le debo haber mirado el popó con una mirada muy pícara, porque me quedó mirando un instante, y se mordió el labio inferior, sonriendo toda colorada… Se acercó, me dió un beso y me dijo en un susurro casi inaudible:
“Ok… You perv…”
Como se podrán imaginar, yo tenía unas ganas tremendas de penetrarla por el popín con mi pirulo en vez de mis dedos, igual que el Director con las colegialas Rusas… En la noche lo pensé y lo pensé… Y finalmente decidí que le iba a hacer lo mismo que el Director le había hecho a las colegialas en las fotos del libro.
Me acordaba que en el club, Tomás nos había dicho que se podía hacer de dos modos: “por delante y por detrás”, y que por delante era para tener guaguas, y por detrás, o sea por el poto como en el libro, era para que las chicas no perdieran la virginidad ni quedaran embarazadas.
Así es que después de darle hartas vueltas, llegué a la conclusión de que no había ningún riesgo si se lo hacía a Maureen “por el popó”, igual que el Director con las colegialas del libro. ¡Ni siquiera iba a perder la virginidad, según las “clases” de Tomás!
No sabía qué crema era ésa del frasco que aparecía en el libro, pero en el club en Santiago los cabros decían que era la famosa “vaselina”. Yo no sabía dónde conseguir vaselina, así es que siguiendo la recomendación de Tomás, al día siguiente tomé una crema Nivea que había en un baño, harto papel toilet, los escondí en un bolsillo de mis jeans, agarré a Maureen y nos arrancamos al escondite. Ese día ella andaba con unos jeans bien coquetos y apretados. El potito se le veía más tentador que nunca…
Repetimos el mismo ritual de siempre, nos dimos hartos besos bien apretados y ella solita se dio vuelta, se agachó sobre el mesón y paró el potito, y dejó que yo le bajara los jeans y los calzoncitos blancos hasta dejar al desnudo su precioso, redondo y perfecto popó de Inglesita…
Entonces saqué de mi bolsillo la crema, la abrí y unté mis dedos índice y anular de la mano derecha, tal como había aprendido en Santiago. Maureen me miró asustada, y yo le dije “¡Quédate quieta!”. Se puso nerviosa, pero no dijo nada…
Le abrí las nalgas con los dedos de mi mano izquierda y le miré bien el ano rosadito, era tierno y pequeño, y ella lo abría y cerraba nerviosamente, como presintiendo lo que le iba a pasar. Era igual que en las fotos del libro, un hoyuelo de labios rosados y delicados entre esas dos prefectas redondeces, precioso y perfecto como toda ella… Mi pene semi infantil se me puso duro y tieso como una lanza… Tener a esta preciosura así, de guatita sobre el mesón y parando el culito, con los calzones abajo y a poto pelado, separándole las nalgas perfectas y dejando ese maravilloso orificio expuesto y vulnerable, con ella entregada, sumisa y dispuesta a ser penetrada por el popó, era mejor que la mejor de las fantasías que había tenido desde que había leído el libro de las colegialas Rusas… Este mocoso moreno y malvado de Santiago, estaba listo para penetrar por el pompi a esta preciosa Inglesita… Ni en el mejor de mis sueños… ¡Y estaba sucediendo de verdad!
Le acaricié suavemente el ano con crema, ella como que dio un saltito y tembló entera, pero era obvio que le gustaba.
“Naughty boy… what are you doing…!!!” susurraba con la voz entrecortada, mordiéndose un dedito y retorciéndose entre el deseo, la curiosidad y el susto.
Un poco nervioso, pero sin titubear, me abrí los pantalones, me bajé el cierre y saqué mi pirulo, que por mi edad era obviamente mucho más chico que ahora, pero con la excitación se me había puesto duro como un fierro. Me miró de reojo con cara de susto, se incorporó un poco pero manteniendo el culito bien parado, y me dijo con un hilo de voz, casi como sin atreverse a hacer la pregunta:
“¿¿¿Are you going to… f-fuck me… in my butt???”
¡¡Increíble!! Esta Inglesita, tan niñita buena, que nunca decía ni un garabato, ¡¡me estaba preguntando si me la iba a culiar por el poto!! La pobre estaba tan excitada y cachonda que ya había perdido absolutamente toda compostura… Yo estaba igual de nervioso, por lo que no sé de dónde me salió la valentía, pero me puse bien serio y con cara de chico malo le dije:
“¡Sí! ¡Así es que prepárate… porque te lo voy a meter hasta el fondo!”, mientras seguía acariciándole el ano con crema.
Al escuchar esto, ella cerró los ojos, se dejó caer sobre el mesón como rindiéndose y suspiró haciendo un puchero…
“Oohh my God… It’s so naughty… so perv…! You bad boy… bad boy…” se quejaba, y como que quería pero no quería, hizo unos pucheros como guagüita, se incorporó un poco para mirarme el pirulo y volvió a tenderse sobre el mesón, paró bien el potito como entregándose contra su voluntad, cerró de nuevo los ojos, extendió un brazo hacia atrás, me tomó el pirulo con la mano y me lo manoseó bien, como midiéndole el grosor, como tratando de adivinar si podría entrar entero en su pequeño y estrecho ano… y sin dejar de manosearme y apretarme el pirulo, susurró
“You are you so bad… So naughty… Pucha oooh… You make me soooooo nervous…”
A mí se me paró más y se me puso más duro al sentir la manito de ella…
Maureen dio un suspiro nervioso y con los ojitos cerrados siguió disfrutando las caricias de mis dedos en su popó, mientras me seguía manoseando el pirulo, como preparándose para sentirlo en su sensual potito… en su ano rosadito y virgen…
Se quejó varias veces más como protestando, pero finalmente se quedó callada y se retorcía toda nerviosa. Por lo que me confesó después, ella quería decir “¡NOOO…!”, pero le encantaba sentir mis dedos ahí atrás… Y le daban unas extrañas ganas de sentir mi pirulo en su popó…
Yo estaba más caliente que una tetera hirviendo, mi pene semi infantil me dolía de tan duro y tieso que lo tenía con las caricias y manoseos de la manito de Maureen…
Finalmente, la curiosidad, la excitación y el deseo vencieron al susto, y la bella Inglesita me dijo con un hilo de voz:
“Ok bad boy… But please… PLEEEEASE… Métemelo despacitoooo…!”
Me soltó el pene, juntó las manitos, se quedó bien quieta y cerró los ojos. No podía creerlo… ¡¡¡Maureen estaba lista, dispuesta y deseosa de que se lo metiera por el poto!!!
Yo ya no podía más de calentura… Tomé mi pene erecto, que por mi edad no era más grueso que dos de mis dedos, pero estaba duro como una estaca… Le abrí las nalguitas con una mano, con la otra me agarré el pirulo y me acerqué hasta que le toqué el ano con la punta, y el roce me pareció delicioso. Ella dio un saltito. El ano de la Inglesita estaba suave y resbaloso con la crema, era una sensación exquisita… Estaba tan resbaloso, que me tuve que sujetar el pirulo bien firme para que se mantuviera en el orificio del poto y no se resbalara para otra parte, tal como nos había enseñado Tomás…
Comencé a presionar suavemente hacia adelante. Ella hizo un puchero y se quedó quieta, con los ojos cerrados, casi como aguantando la respiración…
Sentí que Maureen relajaba el ano como tratando que le entrara, como cuando le metía los dedos. Ella emitió una especie de quejido gutural, agónico, y sentí cómo se le abría despacito el orificio del popín y mi pirulo comenzaba a entrar…
Sentí cómo su ano apretaba la cabeza de mi pirulo, y lo ví con mis ojos… El ano rosadito y estrecho de la Inglesita se estaba abriendo poco a poco, y la cabeza estaba entrando lentamente… Era una sensación increíble, deliciosa, maravillosa… No podía creerlo, no estaba soñando… Estaba penetrando por el popín a una Inglesita rubia, preciosa, de ojitos celestes… Igual que en las fotos del libro… La única diferencia era que Maureen no era Rusa ni Danesa sino Inglesa… Pero era rubiecita y de ojitos celestes, y más bonita que las colegialas del libro… Ella se quejó y gimió e hizo varios pucheros ahogados, y sus manitos se crisparon sobre el mesón, como tratando desesperadamente de aferrarse a algo, mientras decía:
“OOOOH MY GOD… OOOOH MY G-G-GOOOOD…!”
“¿Te gusta?” le pregunté, y sus labios balbucearon una frase que repetiría muchas veces ese verano:
“Ooooh yeeessss… Aaaayyy… Síiiii… qué ricoooooo…”
Yo seguí empujando, pero muy suavemente, con bastante miedo de que le doliera o que me doliera a mí (¡era la primera vez de los dos!)… Y de repente me dí cuenta que ella también empujaba para atrás… Sentía cómo mi pene le entraba lentamente, más y más, entraba casi sin esfuerzo, pero increíblemente lento, milímetro a milímetro…
Sentía el ano de Maureen que pulsaba y me apretaba suavemente el tronco del pirulo, cediendo a la presión, abriéndose y apretando rítmicamente mi pirulo, que seguía entrando casi como engullido por el popó de la preciosa Inglesita…
Maureen jadeaba y gemía y estaba roja de excitación, haciendo pucheros y con los ojitos llorosos… avancé muy despacio lo más que pude, hasta que quedé pegado a ella…
¡Mi pene pre-adolescente había entrado entero en su precioso popó de niñita!
Maureen se incorporó un poco, giró la cabeza y trató de darme un beso, yo me agaché sobre ella, acerqué mi cara a la suya y la besé en los labios… Se volvió loca, me besó con furia, me mordía los labios y gemía y empujaba hacia atrás, gozando y disfrutando como poseída… Nos besamos furiosamente, ella agachada sobre el mesón con su cabeza girada hacia mi cara, mis manos en sus caderas, mi cuerpo pegado por detrás al suyo, mi pene semi infantil clavado hasta el fondo en ese pequeño y delicioso orificio trasero…
Entonces comencé a retroceder de a poco, y ella se desesperó, y me decía
“¡No… Nooo…! What are you doing… Métemelo… ¡Métemelooo!”
Volví a empujar hacia delante, y lentamente entró hasta el fondo, y ella se retorció de placer… Probé a retroceder de nuevo, y cada vez que retrocedía, ella protestaba, y cuando se lo clavaba de nuevo hasta el fondo, ella gozaba con violentos estertores de placer… Así la tuve harto rato, retrocediendo apenas y avanzando de nuevo hasta el fondo, y ella chirriaba los dientes de placer… Hasta que decidí parar para que no nos fueran a pillar los otros pendex… Escuchaba las voces no muy lejos… Ella también los escuchó y se quedó quieta… Así es que le dije “No quiero que nos pillen, mejor paremos y jugamos a esto de nuevo mañana”. Ella me dijo “Ok…” Me separé de ella muy despacio y el pirulo salió de su popó suavemente, ella se incorporó y se limpió la crema del potito con el papel confort, se subió los calzones, se secó las lágrimas, yo me limpié la crema de mi pirulo, nos dimos un último beso con lengua y todo y volvimos donde estaban los pendex más chicos…
Y así me pasé todo ese verano, arrancándonos con Maureen al escondite cada vez que podíamos. Por mi edad, yo nunca tuve un orgasmo, pero ella ya hacía rato que había tenido su primera regla, así es que sospecho que Maureen sí acababa, por la forma en que se estremecía, y aquellos “Ooh… Ooooh… Ooooohhhh” que salían de sus labios después de varios de mis avances hasta el fondo de su precioso popín…
¿Y Janet? Como se podrán imaginar, la siguiente vez que Maureen salió con su mamá, Janet me pidió de inmediato que nos escondiéramos en la bodega. Ella creía que le iba a meter de nuevo sólo los dedos en el poto… No sabía la que le esperaba…
Le encantaron las caricias con crema en el ano, pero se aterrorizó cuando me puse detrás y saqué mi pirulo duro y erecto. Janet decía con su voz de Inglesita “Oh my God… No, no, nooo…” pero no se movió, y cuando la penetré dijo “Ayyyyy…” y se le llenaron los ojitos de lágrimas, su nariz pecosa se llenó de gotitas de traspiración, le temblaban las piernas y se le doblaban las rodillas, parecía que iba a desmayarse… A pesar de sus protestas, no opuso mayor resistencia, y le clavé mi pirulo en su popín lentamente, hasta el fondo, igual que a su hermana… Y ya en el segundo avance, ella misma empujaba para que le entrara más… Se volvió loquita, se retorcía, se mordía los dedos, gemía y empujaba una y otra vez…
Ese verano estuve todo enero y todo febrero dándole por el poto a la preciosa Maureen, a veces le dábamos duro tres días seguidos, y al cuarto ya estaba un poco adolorida, así es que parábamos por un día o dos, pero apenas se recuperaba me pedía que la “sometiera al castigo” de nuevo.
Y las pocas veces que Maureen salía con su mamá (no quería salir a ninguna parte, quería puro quedarse para ir al escondite conmigo todos los días), Janet inmediatamente me pedía que la llevara al escondite y se lo metiera por el poto también a ella…
Cuando se me acabó el pote de crema Nivea, Maureen le robó uno a su mamá, y seguimos disfrutando este Placer Prohibido todo el verano. Siempre me preocupé de apuntarle directamente al ano y no dejar que el pene se resbalara, para que ni siquiera le rozara la vagina, me daba pánico que se quedara esperando guagua… Y ella me ayudaba con sus manitos, para asegurarse que se lo metiera por el poto y no por delante, porque tampoco quería perder la virginidad, ni mucho menos quedar embarazada.
Una vez, acordándome del Director que le daba unos buenos azotes en el poto a las colegialas antes de penetrarlas, le dí a Maureen varias palmadas en los cachetes, también antes de penetrarla. Yo pensé que me iba a mandar a la mierda, pero le encantó. Y el pirulo como que le entró más fácil, como que el ano se le relajó más fácilmente.
Le comencé a dar palmadas a Maureen todas las veces antes de penetrarla, y siempre me parecía que el orificio se le relajaba más rápido y que el pene le entraba más fácilmente que sin las palmadas.
Semana a semana, yo me iba haciendo cada vez más experto en penetrar a la Inglesita por el ano, y aprendía más y más cómo hacerla sufrir y gozar por el poto hasta que se volvía loquita. Ella aprendió a relajarse y a gozar desenfrenadamente con esa mezcla de placer y dolor, y se hizo realmente adicta al acto sexual más erótico, voluptuoso y prohibido de todos… Y Janet también terminó adicta, a pesar que con ella lo hicimos muy pocas veces. Pero las pocas veces que se sometió al “castigo”, sufrió y disfrutó tanto como Maureen…
Nunca nos pillaron los adultos, porque las arrancadas siempre fueron en momentos en que nadie se diera cuenta, y no deben haber durado nunca más de diez ó quince minutos. La hacíamos cortita, pero la verdad es que por lo chicos que éramos tampoco daba para mucho más.
Y lamentablemente, un día llegó el final de febrero, y se acabaron las vacaciones. La tarde antes de partir, tuvimos un último encuentro con Maureen. Y me pasó algo raro, me volví malvado, la dí vuelta y le bajé bruscamente los calzones, la tomé del pelo y la hice agacharse hasta pegar la cara contra el mesón, le pegué unas palmadas súper fuertes, le puse harta crema en el ano entre palmada y palmada, y la penetré con fuerza, cruelmente, sádicamente… y entre lágrimas y sollozos, de su boquita salió la misma frase que decía siempre:
“¡¡Ayyyyy… Qué ricooooooo…!!”
Le mantuve la cabeza pegada al mesón, y ella también se volvió como loca, meneaba el potito y empujaba para atrás con todas sus fuerzas…
Cuando terminamos estaba toda empapada de sudor, colorada, llorosa y tiritona, me dio un beso largo y me hizo jurar que nos volveríamos a ver el verano siguiente, para seguir jugando este juego tan erótico y delicioso…
Lamentablemente, no nos volvimos a ver con la Inglesita por tres años (Buuuuuuuuuuu…), porque mi familia decidió partir de vacaciones al sur los siguientes veranos.
Nos comunicábamos de vez en cuando, pero nunca es lo mismo si no hay posibilidad de contacto físico, especialmente cuando se trata de dos adictos al acto sexual más voluptuoso y erótico de todos. Y cuando hablábamos, tampoco nos atrevíamos a ser muy explícitos, o nos habrían pillado de una (acuérdense que éramos re chicos todavía).
Cuando por fin nos volvimos a encontrar, tres años después, ya estábamos grandecitos, y por supuesto, el reencuentro fue increíble.
Ella vivía donde siempre y todavía existía la bodega donde nos escondíamos, así es que la puesta en escena estaba perfecta para que volviéramos a jugar al “castigo en el popín” que tanto le gustaba.
Pero lo más excitante del día que nos encontramos, fue que Maureen, apenas nos juntamos, me contó lo que le pasó justo después que yo volví a Santiago, ese famoso verano de iniciación.
Y lo que me contó era tan, pero tan caliente, que apenas terminó de hablar, estaba más cachonda y excitada que nunca, la Inglesita estaba insaciable, estuvimos mucho, mucho rato practicando el Acto Prohibido, jugando a que yo era el “doctor” y ella era la “niñita resfriada”, hasta que los dos quedamos totalmente agotados.
¿Pero qué cosa tan caliente fue lo que le pasó a Maureen después que volví a Santiago, que con sólo contármelo se excitó tanto que prácticamente me obligó a “castigarla” en el popó ene rato y gozó como nunca?
Lo que pasó fue que las aventuras no terminaron con mi partida a fines de febrero para la bella Maureen (ni para mí tampoco, como verán en el próximo capítulo).
Porque en el caso de la bella Inglesita, pocos días después que me fuí a Santiago, ella se resfrió… Y un doctor joven y buenmozo la fue a ver a su casa, y…
Bueno, ése es un relato aparte, ULTRA HOT, que escribí a pedido expreso y con ayuda de la preciosa Maureen, y que incluí como “bonus track” al final de estas memorias, así es que a mis valientes niñas lectoras que les dé curiosidad, las invito a leer lo que le hizo ese doctor a la rubia y preciosa inglesita… ¡En versión revisada y corregida por la propia protagonista!
Pero volvamos a lo que pasó cuando nos volvimos a juntar con la Inglesita, tres años después de ese famoso verano (ya teníamos 15 años). Como decía, nos fuimos directo a la bodega, me contó todo lo que había pasado con el doctor, y terminamos tan calientes que nos pusimos a jugar de inmediato a que ella era “la niñita resfriada” y yo era “el doctor que le ponía el supositorio…”
Cuento corto, le dí duro por el poto hasta que ya no podíamos más de cansados… Y esta vez acabé dentro de ella. La pobre Inglesita terminó toda empapada de transpiración y de lágrimas. Cuando acabé, me mantuve dentro de ella un buen rato, ella siguió agachada y con el potito bien parado y pegada a mí, giró su cabeza, me agaché hacia ella y nos dimos un largo beso con lengua.
Entonces, entre besitos y con mi pene todavía entero dentro de su popó, sin que yo le preguntara nada, se puso a explicar qué sentía con el sexo anal. “Esto es taaaaan riiiicoooo…” “Pero es súper extraño…”, me dijo. “Me encanta esta mezcla de placer y dolor… Porque me hace sentir sometida… Onda… placer masoquista… Ay, no sé… It’s so naughty… So kinky… So dirty… So perverted… So incredibly hot… I love it…!!!”
“¿Te gusta más que por delante?” le pregunté.
Y la preciosa Maureen, mientras pegaba su popó a mí y lo revolvía contra mi cuerpo para seguir sintiendo todo mi pene adentro, comenzó a hablar entre suspiros y quejidos y no paró más, casi como una confesión a sí misma:
“Yesssss… Ooohhh yessss…!! ¡Me gusta mucho más! Ná que ver con el sexo vaginal… Te conté que una vez probé por delante con el doc… lo hice pa’ puro salir de la curiosidad… igual es rico… but it’s so lame! El sexo vaginal es demasiado mamón, ni siquiera duele… es rico, pero en comparación con ésto es como tomarse de la manito y darse un besito en la mejilla… Súper mamón… Ná que ver con el sexo anal… Anal is sooooo intense… Sooooo erotic!!! Oooohh yeahhh… Compared with vaginal… Oh my God, anal is sooooo much hotter…”
“Por detrás gozo mil veces más, porque es una penetración… Ay, no sé cómo explicarlo… Es como por la fuerza… Es como tan lenta, tan cruel, tan sádica… Makes me feel submissive… dominated… like an innocent little girl… in the hands of a bad boy… Yesss!! You are a very bad boy, and I’m a little girl… It’s so perv… So kinky… Soooo hot…!! Orgasms are so much more intense… like with my whole body…! And I just had a whole bunch of anal orgasms!! Oh yeeeaahh… You made me cum so hard, and so many times… You naughty boy… You know you drive me crazy when you fuck me in my tight little girly butt, don’t you… Bad boy…? Jajaja…”
Ese nuevo verano también fué memorable. Nos pusimos a pololear y nos arrancábamos al escondite cada vez que podíamos, y disfrutamos este Placer Prohibido muchas, muchas veces durante todo enero y febrero.
Pero de nuevo tuvimos que despedirnos cuando se acabaron las vacaciones y yo volví a Santiago, aunque esta vez sí nos mantuvimos comunicados… y regularmente teníamos largas conversaciones por teléfono, escondidos en el closet o en el baño, siempre súper depravadas, siempre de sexo anal, como a ella le gustaba.
Y nos seguimos viendo ocasionalmente, hasta muchos años después…
De cuando en cuando me llamaba para que nos juntáramos a escondidas (ahora vive en Santiago), a pesar de que está casada con un ex compañero del colegio Inglés en el que estudiaba, un rucio descendiente de Ingleses igual que ella. Y hasta la última vez que nos juntamos, todavía seguía viéndose algunas veces con el doctor, cuando lograba arrancarse por unos días sola a la casa de su mamá.
Una vez le pregunté qué onda con el marido, y me dijo que se llevaban bien, pero no cachaba nada de sexo anal y era súper fome en la cama.
“En cambio el doc y tú… Par de depravados… Ustedes me enseñaron de chiquitita a gozar por detrás… Sí, ríete nomás negro malvado… You two pervs turned me into an anal slut!!!”
“Ustedes dos son los hombres que más me han hecho gozar en mi vida… así es que los voy a seguir llamando, cada vez que ande con el Kino acumulado y necesite… well, you know… que me castiguen y me den duro por aquí… Jajaja” dijo dándose una buena palmada en el poto.
Y bueno, díganme Ustedes mis valientes lectoras, ¿Cómo no me iba a convertir en un adicto al sensual y voluptuoso derriére de las chicas, después de practicar tantas veces con la bella Maureen todo lo aprendido del libro de las Colegialas Rusas?
Pero no crean ustedes que la preciosa Maureen y su hermanita fueron mis únicas “víctimas” cuando chico. Maureen y Janet fueron mis primeras víctimas, pero después le llegó el turno a varias otras minitas, como unas mocosas del barrio a las que les había prometido mostrarles el famoso libro de las Colegialas Rusas… con la condición de que jugaran a las “Colegialas Rusas” conmigo… ¿Se acuerdan que les conté que se habían quedado con las ganas, porque todos partimos de vacaciones?
Así es que a las pocas valientes que se hayan atrevido a leer hasta aquí, cariñosamente las invito a seguir gozando “por la puerta de atrás” con la continuación de estas memorias eróticas…
¿Quieren saber lo que pasó con esas lindas vecinitas cuando llegué de vuelta de vacaciones?
De eso precisamente trata el siguiente capítulo de estas memorias…
Continuará…
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