Recuerdos de Monte Casino (ficción)
Patricio el bully de la escuela usa a Carlos para sus juegos perversos en su casa, ayudando a Carlos a descubrir lo que es la felicidad..
Ahí estaba mamándole la verga a mi bully en el baño de la escuela durante el receso como solía hacerlo cada que a él o a sus amigos con quienes me compartía les daba la gana. Ya para entonces mi secreto era sabido por todos en la escuela. Carlos era una putita.
¡Odiaba a mis bullies! Especialmente Patricio quien era el chico que me dominaba y a quien le chupaba la verga como una puta. Los profesores cansados ya de tanto lidiar con el bullying, especialmente el sexual que infestaba la escuela decidieron lo más sano para ellos. Mejor miraban a otro lado y dejaban que los alfas nos dominaran a nosotros los debiluchos y hacer lo posible por ocultar la realidad a los padres. Era inevitable tal cosa en una secundaria exclusivamente para hombres. Y las cosas no eran mejor en la femenina.
Muchas veces me encontré en la oficina de la psicóloga confesándole cómo me hacían sentir mis bullies y con el director rogándole que hiciera algo para protegerme. ¿Cómo era posible que a los chicos como yo se nos abandonara a merced de estos animales? Pero el director nos culpaba a nosotros por ser débiles y dejarnos abusar. En sus ojos, nos lo merecíamos. Esa escuela que se jactaba por producir hombrecitos, debía contar con un mecanismo para separar a los hombrecitos de los que solo tenían huevos de utilería. Y el bullying era ese mecanismo. Si dejabas que te molestaran claramente no eras un hombre y merecías lo que te hacían. Si no podías con esto, valía más ir a otra escuela.
La psicóloga, que tenía fama de gustarle ver a los chicos coger a otros chicos, solo nos ayudaba a aceptar que el hecho de estar en una escuela donde te permitan disfrutar de la verga de tus compañeros era más una bendición que un castigo. Yo le había confesado que me gustaban los chicos, pero la humillación era demasiada. Sin embargo, ella me decía que explorara el mundo del sexo humillante porque era uno de los placeres más exquisitos que los humanos podíamos disfrutar. Pero lo más importante, era disfrutarlo en secreto. Pues esto lo hacía más delicioso y divertido. Hacer lo prohibido, es excitante.
Así pues, en una escuela donde los fuertes literalmente nos violaban y donde el staff de la misma nos lavaba el cerebro con aceptarlo y mantenerlo en secreto no era extraño ver a mis compañeros siendo cogidos en los rincones de la escuela a diario. Un lunes me cogieron cuatro chicos, bajo la escalera de las aulas del lado este, el miércoles, chupaba vergas en los baños. El viernes, me cogieron en el salón de clase frente a todos mis compañeros que vitoreaban a mis bullies y se burlaban de mí. Y yo no era el único. La escuela era un prostíbulo donde incluso veías a los profesores masturbarse mientras miraban cómo nos obligaban nuestros bullies a hacer cosas humillantemente sexuales.
Anécdotas hay por montones. Pero yo odiaba ser la putita de Patricio y sus amigos, odiaba poner un pie en la secundaria San Clemente. Incluso cuando te mandaban a confesarte a la casa de la orden católica que era dueña de la escuela, y que estaba justo al lado de la misma, el sacerdote te manoseaba los muslos y la entrepierna mientras confesabas todo lo que le hacías a tus bullies para darles placer. Incluso los descarados se manoseaban. ¡Era increíble! Mi mejor amigo fue penetrado por los sacerdotes y los hermanos de la orden varias veces. A mí me desnudaron y me hicieron posar frente a la cámara para una sesión fotográfica de pornografía. A la fecha, mis fotografías deben circular por algún lado.
Un día sin embargo decidí, más por subyugación que por cansancio, escuchar a la psicóloga y permitirme disfrutar lo que me hacían. Esa fue la primera vez que realmente disfruté de una verga en mi boca y en mi culo. Mi performance fue tal que Patricio me honró con permitirme hundir mi rostro en sus nalgas y chuparle el fundillo. ¡Oh esos sabores y olores! ¡Qué maravilla! Sentir las nalgas de mi bully en mi rostro mientras lamía el terso cutis de su ano rosado fueron una experiencia religiosa. Fue en ese momento cuando decidí dejar que ellos exploraran todas las formas de sexo conmigo. Desde ese día me volví sumiso ante él y con quienes me compartía. Pero aún sentía vergüenza. Y eso me hacía sentir incómodo. Hasta que un día Patricio y sus mejores amigos Oscar y Eduardo, se encontraron con una oportunidad única.
Los padres de Patricio saldrían de la ciudad, y como él era muy autosuficiente y confiaban mucho en él, le dejarían solo ese fin de semana. Empezando el viernes por la tarde, y hasta el domingo por la noche. Su casa en el barrio a las faltas del cerro estaba sola para él. Así que se enfrentaba a un fin de semana con sus amigos para dar rienda suelta a sus divertimentos. En un principio, solo pensaban en jugar videojuegos, pero Oscar sugirió que Patricio me obligara a pasar el fin de semana con ellos y así divertirse como solo los abusadores saben hacerlo con el putito de Carlos.
Ese miércoles, Patricio me hizo chuparle los huevos en un rincón apartado en la escuela. Luego de llenarme la cara con sus mecos, me dio la orden de convencer a mis padres de dejarme pasar el fin de semana con él y sus amigos con el pretexto de jugar y hacer las cosas que los jóvenes de secundaria suelen hacer.
Recuerdo esa noche cuando le pedí permiso a mis padres rogando al cielo que dijeran que no. Pero se alegraron de que por fin unos amigos me invitaran a quedarme en su casa. Una experiencia social muy constructiva para un chico tímido como yo.
Así pues, luego de unos días de ansiedad llegó el viernes y ahí estaba yo en el auto mientras mamá serpenteaba por las calles de la exclusiva colonia hasta dar con la calle y la casa de Patricio. Monte Casino #169. Al estacionarse el auto aparecieron por la puerta Patricio y sus amigos. Mamá bajó mientras yo lo hacía para saludar. El acto hipócrita por parte de ellos era esencial para la trampa.
- ¡Hola Carlitos! ¡Qué bueno que ya llegaste! ¡Hola señora, ¿cómo está? – Dijo Patricio con abrazos y sacudiéndome los cabellos como si fuera mi amigo.
Luego de saludar y asegurar que nos portaríamos bien mamá se subió al auto y se marchó mientras mis bullies me rodeaban con sus brazos por los hombros como si fueran mis amigos. Una vez que mamá desapareció a la distancia. Su rostro cambió al de una fiera sonriente con su presa en el hocico.
- Ahora si putita vas a servirme como deberías siempre estos días. – Dijo Patricio mientras sus amigos se reían.
Su casa tenía el frente completamente cubierto por una reja que no dejaba ver el interior. Se ingresaba a la misma por una puerta de hierro que se abría a la cochera la cual estaba techada del lado derecho, pero del izquierdo no lo estaba dejando entrar la luz del sol sobre un jardín empedrado con una mesa de jardín y seis sillas. Frente a esta estaba la ventana de la sala. Una de esas ventanas salidas hacia afuera con vidrios oscuros detrás de las cuales era casi imposible ver una persiana.
Lo primero que hicieron al entrar a la casa y cerrar la puerta fue darme un golpe en el estómago. Caí al suelo en mis rodillas con lágrimas en mis ojos. Con amenazas y tironeándome de los cabellos me hicieron jurar que obedecería todo lo que me ordenaran sin siquiera gimotear. Asentí con la cabeza.
Eduardo se metió a la casa y salió rápidamente con una cámara de video comenzando a grabar, Patricio me dio la orden de desvestirme totalmente para ellos. Lentamente me deshice de toda mi ropa y totalmente expuesto podía sentir la lente de esa cámara pasearse por todo mi cuerpo mientras los chicos se reían de mí y de lo que hacían. Me hicieron posar afeminadamente ante la cámara y tomaron especial énfasis en mis nalgas y genitales los cuales eran objeto de burlas porque mi verga era pequeña comparada con las vergas mucho más grandes de mis bullies. La orden era clara. En esos tres días, y hasta que mi mamá me recogiera, no vestiría ropa alguna. Tal como la perra de su casa, me pasearían por toda esta desnudo completamente todo el tiempo. Durante todo el fin de semana me filmaron y fotografiaron desaforadamente.
Ese fin de semana me harían de todo y yo hice los actos sexuales más aberrantes hasta entonces. Al llegar a su casa tenía miedo, para el domingo, no quería que el fin de semana terminara nunca. Esos días me transformaron de una puta reacia a una totalmente entregada a sus bullies. Fue en esa casa donde al día de hoy, tengo los recuerdos más deliciosos de sexo abyecto de toda mi vida. Hoy los recuerdos me hacen sentir nostalgia por esos días y todavía me masturbo pensando en todas las cosas deliciosamente perversas que me hicieron hacer y que hicieron conmigo. Como siempre, en retrospectiva no sabía que estaba viviendo mis mejores momentos en la vida; más preocupado estaba por lo que mis padres dirían si me descubrieran. Pero la verdad es que en esos días Patricio me convirtió en su putita para toda la vida.
Podría escribir todo un libro con las cosas que me hicieron en esa casa ese fin de semana. Pero en este caso, quisiera contarles el recuerdo más indeleble de esa experiencia. Pues fue la primera que disfruté ser propiedad sexual de mi bully a cabalidad. En la escuela ya había disfrutado de la verga y el cuerpo del hombre, ahora Patricio me enseñaría a disfrutar perder totalmente la dignidad. Y la herramienta para ello no sería ningún juguete sexual exótico, sino una simple pizza de pepperoni.
Ellos querían humillarme de una forma que fuera totalmente devastadora. Hasta ahora en la escuela me habían humillado. Ya me habían tenido desnudo totalmente frente a mis compañeros y me habían cogido entre varios ya varias veces. Pero dentro de la escuela donde el staff de la misma los protege y no quieren que se sepa lo que sucede ahí, es fácil sentirse protegido. Mis padres jamás lo sabrían. Pero ahora no estaba en la escuela y Patricio quería hacerme sentir totalmente pequeño y vulnerable. Así que la idea largamente acariciada en su cerebro de degenerado, fue hacerme recibir la pizza de la cena, totalmente desnudo ante el repartidor.
Oscar hizo la llamada. Pidió una pizza tamaño jumbo de pepperoni a la casa. Mientras Eduardo colocaba la cámara pegada al vidrio de la ventana de la sala hábilmente oculta entre la persiana. La lente captaba la entrada de la cochera y la cochera junto con el jardín y la mesa de jardín. Hasta la iluminación era perfecta. Me hicieron posar en diferentes lugares (desde luego desnudo) para asegurar que la cámara captara claramente la acción.
La idea era que yo recibiera al repartidor desnudo completamente. Tratar de incitarlo a que jugara con mi cuerpo y pagarle con un billete la pizza. Sin condones, sin dignidad, y todo grabado por la cámara para el recuerdo y el chantaje, pues ahora que me tenían en fotografía y video desnudo y dominado la evidencia sería un arma en mi contra.
Esos 30 minutos fueron largos, lo recuerdo. Sabía bien lo que me estaban haciendo. Era la primera vez que me encontraría desnudo frente a un total desconocido en un ambiente sin el control del staff de la escuela. Totalmente a merced del repartidor. Mi corazón latía como un pájaro desesperado por escapar de su jaula. Respiraba agitadamente. Mis bullies no paraban de bromear y burlarse de mí. En esos minutos sus manos se pasearon por mis partes. Eduardo me manoseaba el culo mientras Patricio los genitales. Oscar se divertía punteándome el fundillo con su dedo medio. Patricio aprovechaba para escupirme en la boca como le gustaba hacerlo. Cuando Oscar me empezó a manosear el torso, el sonido de una motocicleta a la lejanía se escuchó.
Oscar y Eduardo se posicionaron en la ventana ocultos tras la persiana abriendo ligeramente sus hojas para poder ver hacia afuera toda la acción con sus propios ojos lo que estaba por suceder. Patricio me dio el billete con el que pagaría la pizza. Pero Oscar tuvo una idea de último minuto. Tomó el billete y me lo deslizó extendido entre mis nalgas. Me ordenó que cuando pagara simplemente me volteara y le ofreciera el billete para que el repartidor lo tomara con sus propias manos de mi culo.
Patricio dejó entreabierta la puerta de la reja de la cochera; rápidamente se metió a la sala junto con sus amigos y ahí me quedé yo frente a la puerta principal de la casa desnudo, esperando a que el repartidor entrara a la cochera para entregar la pizza. Todo estaba listo y mi corazón estaba totalmente descontrolado. Me temblaban las piernas, la sangre hervía en mis venas. No había pasado nada y ya sentía gran vergüenza.
El sonido de una motocicleta se escuchó frente a la casa. El motor se apagó y se escuchó cómo se bajaba alguien. La puerta de la reja de la cochera se abrió y entró un intimidante motociclista con casco. Solo sus ojos se veían. Su cuerpo era el de un hombre de unos 24 años. Atlético, con músculos fuertes y contorneados. Se metió dejando la puerta de la reja de la cochera entreabierta y tocó el timbre.
El sonido del timbre rebotó por toda la casa, luego el silencio. Mi respiración era lo único que se escuchaba, mi corazón golpeaba con locura en mi pecho. Extendí mi mano y abrí la puerta dando un paso afuera donde por primera vez un completo desconocido ponía sus ojos sobre mi desnudo cuerpo.
Sus ojos se abrieron; su cabeza hizo un gesto de absoluta desaprobación, agitándola de un lado a otro en negación. Lo que dijo fue devastador.
- ¡Puta madre! ¡No es posible! – Dijo el repartidor, quien con su pie derecho le dio un golpe a la puerta para cerrarla inmediatamente y evitar que algún vecino pudiera ver que tenía a enfrente a un muchacho desnudo.
Ahí estábamos los dos, en esa cochera con la perta cerrada, una cámara secreta filmándonos y mis bullies hábilmente escondidos detrás de la persiana de la sala riéndose de lo que veían. Lo saludé trastabillando dándole las buenas tardes sin saber exactamente que hacer ahora. Ahí estaba yo totalmente expuesto ante él sin saber cómo proseguir la conversación con alguien que se supone deberá aprovechar la oportunidad para “jugar” conmigo.
- ¿Qué cochinadas andas haciendo muchacho? – Dijo el repartidor.
- Recibiendo una pi-pizza señor. – Contesté torpemente.
- ¿Y qué? ¿Qué onda? ¿Por qué estás en pelotas o qué? – Responde el repartidor.
- No sé… solo… pensé que… si… no sé… tal vez… quisiera jugar con… conmigo. – Respondía tartamudeando y con mi cerebro totalmente atrofiado.
- Jugar… ¿a qué o qué? – Replicaba sin vacilar.
- No sé… yo… – Mi boca se estaba volviendo inútil para este momento.
- ¿Estás solo? ¿Saben tus papás lo que haces? – Preguntaba el tipo.
- Estoy sola señor. – Respondía en femenino como me lo había ordenado Patricio.
- ¿Sola? Estás sola. Así que estás “sola” y quieres que juegue contigo. – Retóricamente respondía suspirando y volteando a cada rincón del lugar para asegurarse de estar seguro.
En este momento el repartidor comienza a darse cuenta de que estoy totalmente intimidado. Tiene a un muchacho desnudo que le ofrece jugar con él y está en un sitio oculto, aunque al aire libre sin nadie que pueda atestiguar lo que pudiera pasar. Si el tipo era heterosexual ahí mismo me golpeaba o simplemente se iba. Pero si no, ahora era el momento.
El tipo entonces se asegura que la puerta esté bien cerrada y me siguió preguntando si estaba solo y cuanto tiempo estaría solo. Quería saber el tiempo disponible y mis respuestas le aseguraban dos cosas. Primero que estaba bien cachondo, y segundo que tenía la oportunidad de aprovecharse de un chico cachondo sin que nadie lo supiera. Así que su tono se vuelve más autoritario y claramente comienza a tomar posesión de la situación. Estoy totalmente a su disposición y nadie alrededor. Claro que Patricio y sus amigos están detrás de la persiana riéndose de mis respuestas y de la perversión de su “juego” conmigo. La “mesa” estaba servida para él.
En ese momento ocurrió lo impensable. Aterrado yo solo lo miraba a sus intimidantes ojos. Luego de responder a su pequeño interrogatorio vi lo que nunca pensé que vería. Sus ojos lentamente comienzan a descender. De estar mirándome a los ojos para evitar mirar otras partes de mí, sus ojos comienzan a caer mirándome el pecho, y descendiendo lentamente sentía su mirada bajar por mi torso como una mano invisible tocándome el cuerpo, Lo juro, podía sentir sus ojos sobre mi piel. Mi mente se volvía un ruido blanco y no podía pensar. Al tiempo su mirada caía más y más hasta que se posó directamente sobre mi entrepierna. ¡Lo juro por lo que más quieran! Sentía sus ojos en mis partes mirándome con una lujuria maliciosa. Podía sentir su sonrisa maliciosa aún a pesar de que su casco no me dejaba ver su rostro. Pero sus ojos tenían esa expresión de placer, lujuria y malicia mezcladas perfectamente en un coctel lujurioso que podía sentir en mi cuerpo.
Un veneno corría por mis venas, la adrenalina del momento me emborrachaba y sus ojos posados largamente en mis huevos y mi slachichita crearon una sensación tal que sin yo poderlo creer me comenzó a excitar. Mi verguita comenzó a ponerse dura y mis huevos se tensaban. Pude ver en su entrepierna un salchichón crecer en su pantalón de motociclista. Me tenía tan intimidado que a veces miraba a sus botas de motociclista que se veían muy bonitas, masculinas, atrevidas. Un pensamiento intrusivo me llegó como una epifanía. Comencé a imaginarme lamiéndole las botas como Patricio me hacía lamer sus tenis en la escuela. Entonces el tipo sube su mirada a mis ojos.
- Ok putita. Ok. Si te vez rica. Págame la pizza primero. – Dijo con autoridad el repartidor.
Lo que siguió a continuación fue totalmente idea del repartidor. En este momento, yo ya era solo un pasajero de la situación. Me pedía el dinero el cual recordé que lo tenía entre mis nalgas. Ahora podía sentir el billete entre ellas y lentamente me di la vuelta para dejarlas expuestas a sus ojos inclinándome hacia adelante ofreciendo mis nalgas a él.
Mirando a la distancia en el interior de la casa de Patricio sentía los ojos de ese hombre posados sobre mi culo; su respiración se hizo fuerte por primera vez, claramente estaba excitado. Lo que sigue a continuación lo recuerdo muy claramente. Pues fue el inicio de lo que sería para mí una de las experiencias más excitantes de mi vida.
Escuché cómo se quitaba los guantes y de pronto sentí su mano en mi culo. Acariciándome las nalgas y apretándomelas muy cachondo, por un rato se divirtió con mis nalgas el tipo. Mi sangre hervía, podía sentirlo. Mi corazón revoloteaba como loco y me sentía enfermo de lujuria. Una sonrisa se esbozaba en mi rostro ligeramente. En ese momento ya no pensaba en Patricio y sus amigos ni en la cámara que estaba grabando todo. Solo me concentraba en esa mano en mi culo y esos ojos fijos en mí.
Acariciándome el culo mete uno de sus dedos entre mis nalgas por debajo entre mis muslos y comienza a subir con su dedo separando las carnes de mis glúteos en el proceso para finalmente tomar el billete y lentamente sacármelo de entre mis nalgas dejándome sentir una deliciosa caricia.
El tipo ahora comienza a explorar todo mi cuerpo desnudo con sus manos indecentes. Para entonces mi verga dolía de lo dura que estaba. Sus manos no paraban de manosearme los huevos y mi verga, mis nalgas me las apretaba como si me las quisiera arrancar y sus dedos me sobaban y picoteaban el fundillo como explorándolo para una penetración. Se chupaba el dedo para acariciarme con humedad el fundillo y mis huevos eran apretados y suavemente masajeados con su otra mano.
- Pinche putito, qué rico estás mariconcito. ¿Quieres que te haga mi putita eh? ¿Quieres que te deje embarazada pinche puerquita? – Decía susurrando el repartidor con una voz completamente poseída por una lujuria deliciosa y poderosa.
Yo no hablaba, solo me dejaba que me pusiera en la posición que él quisiera y lo dejaba tomar la iniciativa. Cuando me abrazó para pegar mi cuerpo contra el suyo y acariciarme el torso y mis genitales yo cerré mis ojos y mi respiración se volvió agitada. Estaba en éxtasis; sus manos se sentían deliciosas paseándose por todo mi cuerpo y era imposible ocultar que me gustaba lo que me estaba haciendo.
Ordenándome que no lo mirara, el tipo se desvistió quitándose el pantalón, la playera y los calzones. Solamente se dejó las botas para no ensuciarse los pies y el casco para que no lo pudiera reconocer. Me volteó hacia él y me arrejuntó contra su cuerpo con mi rostro en sus pectorales y sus manos en mis nalgas jugando con ellas. Instintivamente comencé a besarle el pecho y chuparle los pezones mientras lo abrazaba y acariciaba sus nalgas de macho. Su vergota de 20 centímetros estaba en mi abdomen y la sentía pulsar como una serpiente viva.
- Mámame la verga pinche puerca, Mámamela toda. – Ordenó el hombre.
Sin dilación me hinqué ante él y le olí la verga como a Patricio le gustaba que lo hiciera antes de meterme su verga a mi boca. Al tipo le gustó mucho eso y me hizo olerle los huevos. Me tomó del cabello y restregó mi rostro por sus genitales que al calor de ese día estaban muy sudados.
¡Si solo existieran palabras para hacer justicia al describir ese olor! Esos huevos y esa verga olían a macho, y era un olor embriagante y penetrante. Era divino. Me encantaba ese olor. Era el olor del cielo y mi verga respondía a este palpitando y goteando líquido preseminal. Inevitablemente jugué con su verga acariciándome el rostro con ella y jugando con su prepucio untándome su líquido preseminal en el rostro.
Finalmente me metí su verga a la boca y se la empecé a mamar. ¡Dios ese sabor delicioso era incomparable! Mis ojos estaban en blanco y mi mente apagada. Su verga apenas me cabía en la boca haciendo yo todo lo posible por tragármela como lo hacía con la verga de mis bullies en la escuela. Solo escuchaba sus gemidos de macho y ocasionalmente miraba hacia arriba para ver sus ojos dentro de ese casco mirándome con delicioso desdén y su mano filmándome y tomando fotos con su celular. No me importaba ya. Me dejaba humillar en clase ahora este delicioso hombre podría tener mis imágenes para él. Estaba en total sumisión para con él y me gustaba.
- ¡Puta madre jotita! ¡Qué rico la mamas puerca! ¡Tu papá debe estar bien orgulloso de la mariconcita que tiene! ¡Qué rico te la comes! – Replicaba el repartidor.
Yo apenas si lo escuchaba. Estaba hipnotizado con el sabor y sensación de esa verga en mi boca que para entonces me la estaba inundando con el delicioso líquido preseminal igual al que me goteaba en hilos de la punta de mi chimba risible. Mis manos le acariciaban su enorme culo que estaba bien firme como el de todo atleta.
Por momentos podía admirar su cuerpo completo de atleta. Era hermoso, no como el de mis bullies, este era un hombre de verdad. Con esos bíceps globosos y pechos inflados, sus cuadritos en su abdomen y muslos gruesos y carnosos. Este era un hombre de deporte y sabía a ello. Pues el sabor de su verga mezclado con los olores de sus ingles y huevos creaban una experiencia culinaria deliciosa que me embriagaba. Por primera vez sentía agradecimiento para con Patricio por obligarme a hacer esto.
De pronto me arrebató su verga jalándome de los cabellos. Me ordenó ponerme de pie ante él mientras me toma más fotos de cuerpo completo y haciendo close up en mis nalgas, fundillo, genitales y rostro.
Me ordenó que me pudiera como perrito sobre la mesa del jardín y así lo hice. Mi cuerpo temblaba de adrenalina y excitación. Me gustaba lo que hacía conmigo. En ese momento estaba dispuesto a permitirle que se aprovechara de mí de forma indescriptible. Fue la primera vez en mi vida que quería que me destruyeran sexualmente, quería que me violara. Por largos minutos sus manos me acariciaron las nalgas con sus dedos metidos en mi raja acariciándome el fundillo Me abría las nalgas para poder ver mi ano a la luz del sol y escuchaba su teléfono tomando fotos. Se tomó el tiempo de pasear a mi alrededor fotografiándome por todos los ángulos para continuar divirtiéndose amasándome las nalgas con sus manos. Me sentía totalmente poseído por él. Vulnerable y temblaba de placer. Me gustaba lo que hacía con mis nalgas. Se las estaba regalando para mi placer y el suyo.
Ya dispuesto como perrito sobre la mesa, por una única vez se quitó el casco y comenzó a lamerme las nalgas y darme tiernos besitos y mordiscos. Mi respiración estaba totalmente agitada y temblaba de excitación. Cuando sentí su rostro hundirse entre mis nalgas y su lengua pasearse por mi fundillo mi visión se nubló. No podía ver nada más que nubes de éxtasis mientras el tipo me daba el mejor beso negro de mi vida. Su boca se adhería a mi fundillo lamiendo y succionando la saliva para probar el sabor de mi ano como si me estuviera chupando la sangre. Recuerdo esa sensación de succión en mi fundillo y sus manos acariciándome los mulos, las nalgas y los genitales.
Hilos de líquido preseminal con perlas de gotas del mismo caían de mi verga hacia la mesa. Su saliva comenzaba a gotear también y por un momento voltee a la ventana. Muy difícilmente, solo sabiendo a donde mirar, pude notar los ojos de mis bullies. Nos miraban fijamente como un científico mira a una bacteria por el microscopio. La imagen de sus ojos aún hoy me excita cuando me masturbo recordando ese día.
Cuando todo mi fundillo y mis nalgas estaban empapadas en la deliciosa saliva de este hombre, el tipo me acostó bocarriba en la mesa. Con sus fuertes brazos me tomó de las piernas y me las abrió hacia el aire. Mis ojos estaban fijos en los suyos, escondidos en ese sexy casco que lo hacía ver peligroso y poderoso.
- Te la voy a meter puta. ¿Entendiste? Te voy a coger con mi vergota y te la vas a tragar toda por tu pinche fundillo de puerca. No quiero que te niegues, no quiero que me pelees, te la voy a meter y te vas a aguantar sin gritar. ¿Entendiste pinche puta traga-leches? – Dijo autoritariamente el hombre.
Yo solo asentí con mi cabeza y dije “si” afeminadamente. Cuando sentí la cabeza de su verga entre mis nalgas y acariciándome el fundillo inundado en su baba me sentía en la gloria. Cuando empezó a apretar para metérmela mi corazón estaba a punto de estallar. Entonces sentí cómo su verga se abrió paso a mis entrañas expandiendo mi ano más allá de lo que estaba acostumbrado. Solo su mano en mi boca evitó que mi grito de dolor fuera audible. El tipo no se preocupó por mí, simplemente me la metió despacio pero como si mi “asterisco” estuviera acostumbrado a tan masivas visitas.
De pronto su verga se abrió paso a mis entrañas entrando como un rey triunfal al salón de su trono. Y entonces sus caderas y muslos musculosos comenzaron a metérmela y a sacármela en un ritmo lento pero delicioso, rítmico y sensual mientras sus gemidos de macho retumbaban en el jardín. Cuando el dolor desapareció para dar paso al placer quitó su mano de mi boca y de nuevo tomó mis piernas para ponerme en esa pose tan humillante de sumisión que es estar bocarriba con tus piernas en “V” al aire mientras un macho te la mete por el culo.
Mis gemidos se volvieron afeminados, la sensación de placer que ese vaivén peneano me hacían sentir de nuevo me hizo poner los ojos en blanco. Recuerdo los sonidos de sus gemidos, sus muslos chocando contra mis nalgas desnudas y el cielo azul con unas cuantas nubes de algodón pasando por el cielo. Eso era todo lo que veía, el cielo con nubes blancas mientras un desconocido de verga espectacular me la metía deliciosamente por mi culo arrancándome gemidos afeminados.
Por un largo rato el repartidor me la metió por el ano como si fuera una puta gratuita. El vaivén se hizo violento y la mesa se sacudía. Mis pies ahora mostraban que estaba en éxtasis pues se movían como so no tuviera tono muscular. Toda mi mente estaba concentrada en la sensación que esa verga gruesa de 20 centímetros me estaba haciendo sentir. Me gustaba mucho, pero mucho.
- ¡Ayyyy! ¡Qué rico! ¡Qué rico me la metes! – Dije afeminadamente.
Cuando me di cuenta de lo que había dicho supe que Patricio había ganado. Hasta ese día pensaba que esto era solo una etapa. Una vez adulto sería un súper-macho con una mujer y tendría hijos varoniles, ahora solo quería disfrutar de la verga de un hombre el resto de mi vida. Patricio me convenció ese día de que ser puto era lo mejor que me había pasado en mi vida.
Mis recuerdos aquí se vuelven borrosos. No me extraña. El placer que sentía era tal que no podía pensar, mucho menos estar consciente de lo que sucedía. Solo podía concentrarme en lo rico que se sentía esa verga en mi culo.
El tipo nunca se quitó el casco mientras me cogía, solo se lo levantó por un momento para poder meter los dedos de mis pies en su boca y chupármelos mientras me cogía en la mesa. Fue rápido y cuando se sacio del sabor de mis pies volvió a ponerlos en “V” y se acomodó el casco normalmente.
De pronto sus gemidos se volvieron más recios; como si algo lo estuviera hiriendo. Sabía que estaba por venirse, pensaba que se vendría dentro de mí como a Patricio le gustaba. Patricio solía decirme que me estaba embarazando cuando me llenaba el recto con su semen. Pero este hombre no.
Cuando llegó el momento. Sacó su verga de mi cola, y me la metió a la boca. Pronto chorros enormes e interminables de semen espeso y calientito me llenaban la boca.
- ¡Trágate mis mecos putita! ¡Trágatelos todos! – Me ordenaba en éxtasis mientras me llenaba la boca de semen delicioso.
Muy obedientemente comencé a tragarme su semen. No terminaba de tragar cuando nuevos chorros de lechita de macho me llenaban la boca. No me daba tiempo de jugar con su semen como Patricio me obligaba a hacerlo con el suyo a veces. Quería que me lo tragara. El sabor de ese semen era maravilloso, uno de los mejores que he probado en mi vida. Era espeso y lleno de sabor. Saladito rico y con una textura inigualable. Yo no quería que dejara de venirse en mi boca nunca. Pero eventualmente la tormenta de semen amainó y sus gemidos se volvieron gemidos de alivio.
Lo gracioso es que sin darme cuenta me había venido sobre mi torso yo también mientras él lo hacía. Fue una sincronización maravillosa. El macho y su hembra al mismo tiempo alcanzando un pedazo de gloria eterna. Con sus manos tomó mi semen y me lo metió a la boca.
Acto seguido, pasó unos minutos acariciándome el cuerpo con especial énfasis en mis muslos, genitales, pecho y nalgas. Entonces puso su rostro escondido en su casco sobre mi rostro; mirándome con ojos recios, me advirtió que no le contara a nadie, pues me arrepentiría de lo que me haría. Yo solo asentí con mi cabeza y una sonrisa de idiota complacido sexualmente.
El repartidor entonces me tomó una última foto de cuerpo completo tendido en la mesa completamente desnudo, con semen en mis labios y sudado. Acto seguido se puso la ropa abrió la puerta y salió de la casa cerrándola tras de él. Con mis ojos al infinito del cielo, y complacido como nunca antes, escuché cómo encendía su moto y se iba a toda velocidad.
Entonces escuché la risa y celebración de mis bullies adentro. Sus burlas y crueles bromas serían infinitas a partir de ahora. La pizza se enfrió, ellos se la comieron mientras yo les mamaba la verga al tiempo que veían la grabación de su fechoría en la televisión de la sala.
Luego de eso, siguieron otros juegos perversos, y apenas eran las 7:00pm del viernes. Todavía faltaba el sábado y el domingo. Pero obligarme a entregar mi cuerpo al repartidor de pizza fue sin duda la mejor de todas sus ocurrencias. Otras eran excitantes, otras, vil tortura, como los pepinos que me metieron por el culo mientras estaba atado al árbol del patio trasero. Me hicieron muchas cosas ese fin de semana. Cada una de ellas maravillosa e ingeniosa. Un buen bully siempre encuentra formas novedosas de abusar de su putito.
Cuando el fin de semana terminó y mamá volvió a casa de Patricio para recogerme, recuerdo sentir una sensación de tristeza. Mientras nos íbamos, miraba hacia atrás a la casa de Patricio. Monte Casino #169 quedó tatuado en mi memoria y corazón para siempre. Fue el comienzo de una relación amo-esclavo que nos llevó a ambos por caminos de placer que ninguno de nosotros pudimos imaginar.
Muchos se derriten en odio por cosas como estas cuando las viven. Pero por alguna razón, siento agradecimiento a mis bullies, especialmente con Patricio por lo que me hicieron, porque me ayudaron a descubrir placeres que por alguna razón he disfrutado.
Todos los días recuerdo ese fin de semana y me masturbo con gusto tratando de revivir ese excitante momento cuando el repartidor me hizo su perra. Cuando supe que mi hijo tenía a otro chico que le hacía bullying, mi verga se puso dura. Mi esposa estaba escandalizada, obviamente yo tuve que hablar son el padre de ese mocoso. Pero en secreto me prometí que ayudaría a mi hijo a permitirle a su bully abusar de él como Patricio y sus amigos lo hicieron conmigo. Pues el placer que un marica siente bajo el yugo sexual de un bully es tan grande, que no puedo concebir negarle a mi hijo encontrar esa felicidad.
Y es que es felicidad al recordar esos años y esas experiencias lo que siente mi corazón. Si el propósito del vivir es encontrar la felicidad, ¿porqué destruirla con la moral conservadora? Nunca antes, en un mundo que te arrebata la dignidad todos los días, un hombre había sido tan feliz por perderla que cuando Patricio jugaba sus juegos perversos conmigo. Así que le ayudaré al bully de mi hijo a que le ayude a descubrir los placeres que Patricio me enseñó a mí. Y así un día, mi hijo y yo tendremos algo que podamos compartir y que realmente amamos: ser la perra de un mejor hombre.
Querido Patricio, muchas gracias por todo.
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