Reencuentro con la fea.*
Un reencuentro inesperado… .
Como dije anteriormente. Esta historia no es para denigrar a nadie. Es solo para ilustrar la segunda parte de esta historia.
Unos meses después de lo de Carla, tuve que mudarme, por cuestiones económicas y de trabajo.
Realmente ya me había desesperado porque no encontraba empleo en otro lado.
Un amigo me ofreció en cuestión de mientras, un trabajo como velador en un almacén.
La idea no me había agradado del todo, pero ¿Que más podía hacer?
Acepte el empleo e inicie luego de dos días.
Sorpresa que me llevé al ver a mi antigua vecina trabajando ahí mismo.
Les recordaré a mi vecina.
Carla. Tiene 35 años, flaca, tez morena, tirándole a prieta. Pechos pequeños, cadera mediana y nalgas pequeñas, cacariza de cara y un poco amargada en cuanto a personalidad.
En mi primer turno, traté de saludar a Carla, cosa que a ella no le interesó en lo más mínimo. Con frialdad me respondió el saludo.
Yo. Todo colorado le sonreí y me fui del lugar.
A la salida, ni siquiera me volteo a ver.
¿Habré hecho algo mal o solo no me habla por pena? Me preguntaba.
El departamento de limpieza, donde ella estaba rolaba turno.
Una semana en la mañana de seis de la mañana a dos de la tarde y el turno de la tarde de dos a diez de la noche.
Así pasaron fácilmente tres semanas, observando la indiferencia de Carla, llegando a no importarme.
Pues lo bailado nadie me lo quitaba.
El guardia de la mañana, me hizo llegar un memorándum con los nombres del personal de limpieza que llegarían muy temprano para la limpieza general el sábado.
Aquí haré una pausa para comentar que los fines de semana no había labores, por lo que yo cubriría el turno de la noche y hasta el mediodía del sábado.
Me daba buen tiempo de dormir en algún lugar del almacén, pero ese día no podría.
6 am. Tocan la puerta de personal ¿y cual va siendo mi sorpresa? Carla fue la primera en llegar. Como ya no me importaba, la deje pasar y me dispuse a ir por un café.
En eso. Escucho un ruido. Carla había caído junto con algunas cajas.
Rápidamente fui para auxiliarla.
La levante y la lleve al comedor para ver que estuviera bien.
Me pidió sobar un poco su pie y así hice.
– ¿Te gustaría sobar más que mi pie?
Dijo:
– No gracias. No quiero perder mi trabajo. Además, no has sido muy cordial que digamos.
– Hagamos un trato. Levántate y si veo que tienes erección, te la quito en señal de agradecimiento, si no, te dejaré en paz. ¿De acuerdo?
Maldita. Hasta parecía que adivino que con tocar su pie se me había puesto firme.
Rápido le dije.
– Hay cámaras por todo el lugar ¿O lo haces para que me despidan?
– No seas tonto. Las cámaras no ven hasta aquí. ¿Te animas o no?
Sin duda alguna me puse de pie.
– Lo sabía. Ven. Te daré lo tuyo.
Bajó mi pantalón y de nuevo sentí sus ricas mamadas en mi falo.
Su uniforme azul, me dificultaba tocarla a mi gusto y a ella pareciera no importarle mis esfuerzos por tocarla.
Por lo que la tome de la cabeza y comencé a follar su boca, cada vez más rápido.
Me aparto para darme la espalda, empinarse en la silla donde estaba y sin decir nada le metí el falo en su más que humeda vagina.
Con los dedos llenos de su líquido, fui preparando su ano, para ir perforandolo poco a poco y cada vez más rápido.
No pensaba en quedarme con las ganas.
La coloque en una mesa con las piernas abiertas, besandola y penetrándola a la vez.
Esta vez pude desvestirla y chuparle sus pequeños pechos.
Detrás del refrigerador habían unos cartones, los cuales acomode, para acostar a Carla y así montarla como quise hacerlo la vez pasada.
Poniendo sus piernas en mis hombros, podía contemplar su ahora belluda vulva.
Ahora fui yo quien hacía el 69 encima de ella, tratando de limpiar los líquidos que salían de su vulva.
Carla ya no mamaba mi verga; más bien, la succionaba cual espagueti devoraba.
Casi fusione mi boca con sus labios vaginales, al sentir que le llegó su orgasmo.
Ella por su parte, se atragantaba con mi trozo, el cual ya le estaba vaciando la leche.
Nos a listamos y arreglamos todo para que se viera que no había pasado nada.
Ya me hacía a la idea que Carla volvería a ser la de siempre, por lo que me fui de su lado.
Caí en cuenta que el aviso decía que los de limpieza llegarían entre 7 y 8 de la mañana.
No me cabía duda que Carla estaba bien loca.
Al terminar la jornada. Carla, dándome alcance me invitó a su departamento y ahí volvimos a gozar de lo lindo.
En resumen. Carla me domino como en el primer relato y para el segundo round fue muy parecido a este. Solo que termine en su cavidad anal.
Luego de unos meses encontré otro trabajo como auxiliar contable y aparte de dejar el otro trabajo, también perdí contacto con Carla.
Se mudó de donde vivía a quien sabe donde.
Desde ahora ya no le hago desplantes a las que les dicen o conocen como «feas»
Ya que no hay mujeres feas. Solo existe su sensualidad.
Vladimir escritor.
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