Reencuentro con mi prima de 14 años
Primera parte de cómo comencé a comerme a mi prima durante una fiesta familiar..
Somos una familia muy numerosa. Al punto de conocernos entre todos los primos, como muchas familias mexicanas.
Entre los hermanos de mi abuela, que cumplía 89 años, es decir, mis tíos, habían organizado una fiesta en una de las casas más grandes de la familia. Cabe mencionar, que no somos una familia rica, pero al ser numerosa, siempre hay alguien que tiene dos o más casas. Esta era en particular espaciosa y al no estar amueblada, lo era mucho más. Sin embargo, al ser tantos parientes, estábamos muy apretados.
Eran aproximadamente las 15:00 horas. Había llegado al evento junto con mi padres, cuando mi mirada se fijó en una chica. Cabello corto y lacio, apenas tocando los hombros. Vestía un pantalón de mezclilla ajustado. Reluciendo sus esbeltas y largas piernas. En la parte superior vestía una camisa vaquera, pero que remangaba para convertirlo en un top, dejando ver su hermoso ombligo y esa estrecha cintura.
La recordaba. Esa hermosa chica era Mari, mi prima hermana. No me sabía su edad exacta, pero al tener yo 25 años, ella debía tener a lo mucho unos 15 años.
Realmente el evento fue bastante monótono. Pláticas, risas, bebidas. Yo apenas había bebido algo, así que no me sentía borracho, todo con el fin de seguir viendo a mi primita con todo lujo de detalle y de la forma más discreta posible.
Tenía más de 5 años sin novia, sin sexo. Así que me masturbaba diario. Pero ese día y el anterior apenas había tocado a mi amiguito.
Las horas pasaban. Charla ocasionalmente con algún primo o familiar, pero no me estaba divirtiendo. Hasta que noté que Mari salía a la calle. Inmediatamente me levanté y salí detrás de ella. Entiendo que esto pueda verse raro, pero en el bullicio de la fiesta, apenas se percataron de mi ausencia, espero.
Cuando finalmente la alcancé ya estaba sacando un cigarrillo.
«No sabía que fumabas» le dije antes de que encendiera el cigarrillo.
«Oh… hola. no te ví»
«Sí, bueno. Intenté acercarme discretamente.»
Me ofreció uno, pero lo rechacé amablemente.
«Hace mucho que no nos veíamos, ¿cuánto? ¿2 años?»
«Sí, más o menos»
«Sí que has crecido, ¿qué edad tienes?»
«14 primo, ¿por qué?»
Ella me observaba detenidamente mientras la interrogaba.
«Curiosidad, te ves ligeramente más grande».
«¿Sí? ¿Por qué lo dices? ¿De cuántos me veo?»
Se notaba la desconfianza, estaba haciéndose noche y apenas había gente afuera.
«De unos 18 años. Te ves muy linda prima.»
Ella nunca volteó a verme. La plática fue lenta pero ella terminó su cigarrillo rápido. O mejor dicho, solo consumió la mitad y lo desechó.
«Gracias». Me lanzó una mirada rápida y terminó. «Tampoco estás mal primo. Vestido así estás guapo».
Le agradecí e inmediatamente prosiguió a retirarse.
«Espera». Le dije antes de que pasara a mi lado.
«Primo, sé que llevas rato viéndome. Mi mamá me lo dijo.» Se me hizo un nudo en el estómago. Luego ella con una ligera sonrisa en los labios prosiguió. «Ella cree que no me reconociste, pero al parecer me analizaste muy bien, ¿cierto?»
«Sí, perdóname.» Traté de disculparme apenas ella terminó de hablar. «La verdad no te reconocí inmediatamente, pero al verte con más detalle supe quién eras».
«Ajá. ¿Seguro que era todo?»
Me estaba cansando de rumbo a dónde iba la plática. Ella claramente sabía que la había estado viendo lujuriosamente. A decir verdad, apenas nos conocemos ya que ella vive en otro estado. Pero a la distancia a la que estaba de mí, podía oler su aroma claramente. Mi corazón estaba latiendo bastante y estaba haciendo un esfuerzo sobre humano para no trabarme al hablar.
«Prima, es serio, discúlpame. Mi intención no era insinuarme contigo.» Mentira. «Pero la verdad en ese momento que te ví, sentí mariposas en el estómago. Has cambiado mucho y estás muy hermosa. Por favor no me culpes por eso.»
Su mirada cambió por completo. Ya no se veía tensa, más bien tenía una mirada burlona. Puso una mano en su cintura, posó su cuerpo sobre una de sus piernas ladeando su cadera, y haciendo más protuberantes sus curvas.
«Por favor. No soy tonta. Tengo novio y amigos que a cada momento se me acercan con el propósito de tu ya sabes qué. Tenías la misma mirada. Cochino.»
Bajé la mirada por un momento.
«Está bien, sí te miré con deseo, pero poquito. Perdóname, en serio. No me quiero meter en problemas contigo ni con mi tía, mucho menos con mi tío. Así que te pido que no le digas a nadie.»
«Y por qué diría algo. Es más te iba a proponer algo.»
Ladeé ligeramente la cabeza, entre preocupado, sorprendido y curioso.
«Mis papás son… tu sabes. Bastante sobre protectores. Apenas me dejan salir con mi novio o mis amigas. Prefieren que haga todo en casa. No me dan mi privacidad.»
Solté una pequeña risa. Claramente burlándome de Mari.
«Obviamente te van a sobre proteger. Eres su hija y saben claramente que eres un imán de hombres. Lo que me sorprende es que mi tía haya pensado que te estaba viendo descaradamente por que según ella, no te reconocía.»
«Ay mi mamá». Dijo avergonzada. «Pero bueno, lo que te quería proponer es, que nos vayamos a tu casa. Llama a algunos amigos y ahí charlamos».
No me gustaba la idea. Literalmente no quería compartir a mi primita con mis supuestos amigos.
«¿Por qué llamaría a mis amigos?» pregunté. «¿Conmigo no te basta?»
Abrió los ojos como platos y ligeramente la boca, sorprendida.
«Primo no no no. Ya sé que me comiste con la mirada, pero besuquearme contigo no te pases».
«¿Solo besos? ¿Para eso querías a mis amigos».
«Bueno sí… Digo, besos, manosearnos y eso. Pero no contigo, eres mi primo, puerco.»
Según yo, la plática iba bien. Si ella no se molestaba realmente por ello, iba por buen camino. Una cosa es sorprenderse con el tema, y otra cosa es sorprenderse, enojarse y soltarme una bofetada. Así que si no estaba ocurriendo lo segundo, yo iba ganando.
«Pero prima, ahora entiendo por qué mis tíos te quieren proteger tanto de los hombres. Entonces yo haré lo mismo. No te voy a presentar a nadie»
Ella apartó la mirada. Así que no veía si realmente se había molestado. A pesar de que creía que ya le tenía, justo ahora sentía miedo de que realmente se molestara y se retirara.
«Está bien. Pero solo besos. Nada más.»
«¿Lo estás diciendo en serio?» Pregunté muy sorprendido, o eso aparenté.
«¿Vas a querer no no? por que me puedo retirar si…»
Le interrumpí en el acto, indicando que estaba de acuerdo. Le indiqué, que volviera a la fiesta. Que le dijera a mi tía que iba a salir conmigo al súper por más hielos y botanas. Si ella no regresaba después de un par de minutos, la misión había sido abortada. Pero no fue así, mi prima salió a toda prisa de la fiesta a encontrarse conmigo en el auto. Yo me estaba preguntando cómo mi tía no se percató del olor a tabaco de ella.
«¿Lista?» Le pregunté para confirmar el futuro acto incestuoso, que ella al parecer no estaba midiendo con la misma vara que yo.
«Sí, vámonos rápido que solo tengo una media hora.»
Mi casa no estaba lejos, apenas 10 minutos y ya estábamos dentro, en mi pequeña sala. Durante el camino, no hubo plática. De por sí yo ya estaba nervioso, por cometer mi primer acto con un familiar muy cercano, incesto. Aunque esa palabra, cada vez que la pronunciaba en mi mente, hacia que me el corazón me latiera con fuerza. Además, estaba claro que yo no solo quería besos, y dudo mucho que ella solo estaba necesitada de ello.
No perdimos tiempos apenas no sentamos en el sofá.
Comenzamos con besos suaves, algo cuidados. Pero con forme pasaban los segundos y mis labios se toqueteaban con los suyos, la distancia se iba acortando. Esos primeros toques, el calor de sus labios. Tanto mis labios como los de ella estaban secos, pero al intensificarse, se iban humedeciendo poco a poco.
Besaba bien, no era nada del otro mundo. Nuestras bocas se iban juntando más y más. A los pocos minutos, podía saborear su saliva, ya que no solo eran besos de «piquito», habíamos comenzando a abrir nuestras bocas al besarnos. Intercambiábamos saliva, podía suspirar su aliento comenzar a sentir su lengua.
Su respiración se intensificó ligeramente. Estábamos tan concentrados en el acto, que sus gemidos eran intentos de respirar, pero me estaban poniendo duro.
Puse mi mano sobre su pierna. No dijo nada. La otra mano sobre su oreja para masajearla suavamente. No dijo nada.
Separé nuestras bocas. Besando por última vez sus labios, pasando por sus mejillas y subiendo hasta su oreja. Presioné ligeramente mi mano sobre su pierna. Ella ya se esta recargando en mi pecho poco a poco. Bajé mis besos hasta su cuello y posicioné mi mano que anteriormente estaba en su otra oreja sobre su cintura.
Los besos en el cuello se comenzaron a convertir en lamidas y ella me imitó. Sentir su lengua en mi cuello, su saliva caliente y quedándose impregnada en mi piel me excitaba.
Sin dejar de lamer su hermosa piel, poniendo mis brazos alrededor de su cintura, la acosté sobre el sillón. No dijo nada.
Su respiración estaba agitada, lo suficiente para notar como su dos medianas colinas subían y bajaban al ritmo. Junté nuestras pelvis ligeramente. Cuando finalmente estuvieron tocándose por completo, ella gimió, pero yo no dejé de alternar los besos y lamidas entre su labios y cuello.
Nunca presté atención a sus manos, pero uno de ellos me estaba apretando el pectoral, mientras la otra estaba en mi espalda.
Hice un pausa. Ella me miraba agitada. En cuanto me quité la camisa sus ojos se agrandaron, sabía lo que se venía. Busqué aprovación en su mirada. Y cuando comprendí su afirmación, lo primero que hice fue comenzar a masajearle los pechos. Ella solo apartaba la mirada. Podía sentir que su sostén era ligero y deltado. Cada mama la masajeaba sobre la ropa, una en cada mano. Con mis pulgares hacía pequeños círculos en donde estarían sus pezones.
Cuando me decidí, metí mi mano derecha por debajo de su top y su sostén, pudiendo tocar la piel de su pecho, que era suave. Lo blandito de su teta me exitó tanto que tuve que desabrocar mi pantalón, dejando a la vista mi ropa interior y un gran bulto.
Finalmente, con ambas manos, por debajo de su ropa, manoseaba esos medianos y hermoso pechos. Ahora que podía sentir sus pezones, jugaba con ellos, con pequeños apretones, toques delicados. Y con cada tacto, sus gemidos se hacían más fuertes.
Ya no podía soportar más. Desabroché su camisa, y levanté el sostén sobre sus pechos y comencé con la ceremonia de ser amamantado por los pechos de mi prima. Mientras chupaba uno, con la otra seguía masajeando el otro. Ella ya había puesto una de sus manos en mi cabeza mientras pasaba sus dedos por mi cabello.
Estaba tan concentrado en el manjar, que no me había percatado que Mari además de gemir, soltaba monosílabos ocasionalmente: «Sí… Ay… mmmm».
Su otra mano la perdí por completo. Yo estaba concentrado en sus gemelas.
Continuará…




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