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Dominación Hombres, Fantasías / Parodias, Intercambios / Trios

Regalo de noche de bodas

En mi noche de bodas el padrino nos regala algo más que un regalo, algo que despertó una nueva historia en nuestro recién formado matrimonio.
Regalo de noche de bodas

«¿Por qué no me sorprendiste con la luna de miel que te pedí?» La novia, Alicia, miraba a su flamante esposo, Tom, con ojos que ya no brillaban de ilusión, sino de frustración. Él se encogió de hombros, sonriendo torpemente, apretando su corbata. «No podía resistir la tentación de que todos estuvieran aquí, celebrando contigo.» Ella suspiró, resignada. La noche de bodas soñada se desvaneció, reemplazada por la realidad: la fiesta en la suite del hotel, con la parentela y los amigos que se retiraban lentamente, y su padrino, borracho en la butaca, que no encontraba su habitación.

 

Cuando por fin se despidieron de todos, Tom ayudó a su padrino, Jack, a pararse y a caminar en dirección a la cama de invitados. «¿Ves?» Dijo Tom, con una sonrisa que intentaba ser tranquilizadora. «No hay nada de qué preocuparse.» Alicia no pudo evitar sentir que la noche se escapaba de sus manos, que la intimidad que anhelaba se disipaba con cada paso que daba Jack, cada sonido de su respiración pesada que se adentraba en la habitación.

 

Mientas Tom se aseguraba de que Jack estuviera acostado y cubierto, Alicia se quitó el vestido de novia con cuidado, revelando un liguero que ajustaba su figura curvilosa. Sus pechos se movían con cada respiración, sus nalgas redondas y firmes se veían perfectas a la luz tenue de la noche. Ella se acercó a la cama matrimonial, la cama que suponía que sería su refugio de pasión y romance, y se metió debajo de las sábanas de seda, cruzando los brazos.

 

«¿Todo listo?» Preguntó Tom, que ya se encontraba en la cama con su ropa interior. Alicia asintió, a regañadientes. «Pero tienes que prometer que no lo vas a molestar.» Dijo, apuntando a la figura inmóvil de Jack. Tom le sonrió. «Te lo prometo. Está tan borracho que podrían entrar cien elefantes y no se despertaría.» Alicia no pudo evitar la sensación de que su noche de bodas se convertía en una noche de celos inesperados.

 

Con la habitación en silencio, Tom se acercó a Alicia y la besó apasionadamente. Ella se entregó a la sensación, permitiéndole que sus manos se deslizaran por su piel suave, que sus labios se posaran en cada centímetro de su cuello y que sus dedos se adentraran en su ropa interior, descubriendo la humedad que la excitación ya le había regalado. Mientas Alicia se rindía a la tentación, la sombra de Jack, quieta en la cama de al lado, no podía dejar de sentir la tensión en el ambiente.

 

Tom levantó la falda de Alicia y la bajó del liguero, mostrando sus pechos desnudos, que parecían dos globos de carne perfectos, con los pezones duros de excitación. Él los besó, lamiendo, succionando, mordiéndolos ligeramente, haciéndola jadear. Con la boca, recorrió su vientre, bajando cada centímetro que lo separaba de su entrepierna.

 

Alicia sentía el calor crecer en su interior, cada caricia de Tom era la antorcha que avivaba la llama que ya ardía en su interior. Sin pensarlo, abrió las piernas, permitiéndole el acceso a su intimidad. Tom  besó su vagina, la lamió, la acarició, despertando a la diosa del placer que se encontraba adormecida en su interior.

 

Mientas Alicia se abandonaba a las caricias de Tom, un ojo abierto en la cama de al lado. La curiosidad se apoderó de Jack, que ahora no podía evitar ver lo que sucedía. El silencio se rompió con los jadeos de la novia y el sonido húmedo de la boca de Tom en su sexo. Él se sentía incómodo, y al mismo tiempo, excitado, no quería que se dieran cuenta que había despertado.

 

Cuando Tom se detuvo por un instante, Alicia lo miró, con los ojos entrecerrados. «¿Qué pasa?» Susurró, ansiosa por que continuara. Él sonrió, su cara húmeda y brillante, y le susurró al oído. «¿Y si le damos un espectáculo?» Alicia se estremeció. La idea la excitó, a la par que la turbó. Mirando a su esposo con incredulidad, se dio la vuelta, mostrando su espalda a la cama de Jack.

 

Tom se deslizó detrás de ella, acariciando sus nalgas con las yemas de los dedos. Alicia sentía la presión crecer en su interior, la sensación de ser observada la excitaba aun más. Sin perder la oportunidad, Tom se acercó a su oído y le dijo: «Te dije que no habría problema.» Con un gemido, permitió que su esposo la penetrara, llenando su vagina con su miembro duro. Ella se movió contra él, cada embestida haciéndola sentir aun más viva, cada jadeo resonando en la habitación en silencio.

 

Pero la realidad pronto se impuso. La luz se encendió en la cama de invitados. «¿Qué… qué mierda…?» La confusión se dibujó en el rostro de Jack. Alicia se pegó a la almohada, avergonzada, con la cara roja. Sin embargo, Tom no se detuvo. Con un guiño malicioso a su padrino, continuó a un ritmo constante, cada movimiento de su cadera haciéndola gemir más.

 

Jack, aún atontado, se sentó en la cama, observando la escena sin saber qué pensar. Sus ojos se fijaron en los senos de Alicia que rebotaban al ritmo de la penetración, en su culo que se movía con cada empujón, en la cara de placer que su amigo reflejaba. A medida que la situación se volvía más real, la excitación de Tom se disparó.

 

Alicia se revolvió, su respiración agitada, sus ojos cerrados. Ella podía sentir la excitación de su esposo, la emoción que le producía que su padrino los viera. Tom agarró sus caderas y la penetró con más furia, la habitación se llenó del sonido de la carne chocando.

 

Y allí, con la luz brillando en la habitación, Alicia se dio la mayor de las sorpresas. La idea de ser espiada por Jack la excitaba. Ella empezó a moverse con más entusiasmo, gritando de placer, desafiando a la situación incómoda. Cada embestida la acercaba al clímax, y la tensión en la habitación se volvía palpable.

 

Con un rugido, Tom eyaculó, su semen llenando a Alicia. Ella se estremeció, agarrando las sábanas, y gritando su nombre. En la cama de al lado, Jack no podía creer lo que veía. El espectáculo continuó, Alicia se dio la vuelta, se agarró a su esposo y se montó encima de él. Sus ojos se cruzaron con los de Jack, la excitación en la cara de su padrino era evidente.

 

Alicia bajó su cara a la de Tom, besando su boca, saboreando la sal de su piel. Con la mirada fija en Jack, empezó a moverse, sus caderas bailando en el aire, su culo apretando la base del pene de Tom. Ella sabía que Jack la miraba, que su marido se lo ofrecía a la vista. Y le gustaba.

 

Mientas Alicia se movía, Tom se acercó a su oído. «¿Te gusta que lo vea?» Ella asintió, sus ojos cerrados, la boca abierta en un gesto de placer. «¿Quieres que se una?» Alicia se detuvo por un instante, su corazón acelerado. Siiiii «¿Estás segura?» Le susurró al oído. Ella asintió de nuevo, la idea de compartir su noche de bodas con su padrino era a la vez emocionante y desafiante.

 

Tom se sentó en la cama, su miembro aún erecto, y tomó a Alicia de la cintura. «Ven aquí.» Ella se acercó, su rostro rojo de excitación. Él le indicó que se pusiera de rodillas, y Alicia, sin perder la mirada a Jack, que ya se había acercado a la cama, obedeció. «Sigue moviéndote.» Ella se agachó, sus nalgas en el aire, su boca alrededor de la punta del pene de su marido.

 

Jack, que ya no podía contenerse, se despojó de sus ropas. Su miembro se erguía ante la visión de la esposa de su amigo, tan dispuesta a darle placer. Tom le pasó la mano por el muslo, acariciando suavemente, invitando a que se acercara. Con la boca seca, Jack se puso detrás de Alicia, su aliento caliente en la nuca.

 

Con la punta de su pene, Jack empezó a acariciar la entrada del ano de Alicia. Ella se estremeció, la sensación de la doble penetración la consumía. Tom la miraba, la sonrisa en su rostro se ensanchaba, el orgullo de que su esposa fuese tan abierta, tan sensual, le llenaba de excitación. «¿Estás preparada?» Preguntó Jack, su aliento jadeante en su oído. Alicia asintió, listo para la invasión.

 

Y la invasión vino. Con cuidado, Jack empujó, llenando su cavidad anal. Alicia gritó, su cara enterrada en la almohada. El placer y el dolor se entrelazaron, creando un ciclón de sensaciones que la hicieron sentir que se desvanecería. Tom la agarró por el cuello, contemplando la escena. «Muévete, cariño.» Ella obedeció, su boca lamiendo la punta del pene de Tom, su culo apretando alrededor del de Jack.

 

Ambos hombres la penetraban, cada uno en su propia ritmo, cada uno buscando su propio clímax. Alicia se sentía llena, poseída, usada, y le encantaba. Su marido la miraba con ojos de deseo, sus manos en su cintura, guiando sus movimientos. Y Jack, su padrino, la tomó por los hombros, empujando cada vez más profundo en su culo.

 

El sonido de la carne chocando, los jadeos, los gritos ahogados de placer… todo se fundió en una sinfonía erótica que llenó la habitación. Alicia ya no sabía quién era, solo sentía, solo existía en el placer. Y en esos momentos, la noche de bodas se tornó en una celebración que no olvidarían jamás, una noche que marcaría el inicio de un matrimonio lleno de sorpresas y pasiones compartidas.

 

Cada embestida era un recordatorio de que la vida era un ciclo sin fin de descubrimiento y devoción. Ella se movía con frenesí, su boca llena del sabor salado del sexo de Tom, su culo acogiéndose a la dureza de Jack. Y en la cama de al lado, la luna de miel que ella soñaba, se hacía realidad de la forma más inimaginable, con la presencia de un tercero que la hacía sentir aun mas deseada.

 

Con un grito que se escuchó en el pasillo, Alicia se corrió, su vagina y su ano se contrajeron alrededor de los penes que la invadían. Tom la siguió, inundando su boca con su semen. Y Jack, que no podía resistir la tentación, se corrió dentro de su culo.

 

Cuando por fin se detuvieron, la habitación se sumergió en un silencio incómodo. Los tres se miraron, la respiración agitada, el sudor brillando en sus rostros. La realidad se desvaneció, y solo la intimidad y la conexión que compartían se hicieron presentes. «Feliz noche de bodas, Alicia.» Dijo Jack, con una sonrisa en la cara, y se acostó en la cama, agotado.

 

Alicia, aún temblando, se acurrucó contra su marido, la cara oculta en su pecho. «Lo siento.» Susurró. «No, no tienes que pedir disculpas.» Dijo Tom, acariciando su cabello. «Esto es lo que somos. Esto es lo que hacemos.» Y con esas palabras, la noche continuó, la pasión se desbordando, la intimidad redefiniéndose, la vida de la pareja recién casada adquiriendo un giro inesperado que solo el destino podía prever.

 

A medida que el alba se acercaba, la luz del amanecer se colaba por las cortinas, dibujando formas extrañas en las paredes. Tom y Alicia, exhaustos y satisfechos, se enroscaron el uno en el brazo del otro, la respiración lenta y profunda, cada uno pensando en lo que acaba de suceder. La presencia de Jack, que ahora dormía plácidamente en la cama de al lado, no parecía tan invasiva, sino más bien, natural.

 

Cuando el sol se alzaba por completo, la realidad empezó a aclararse en sus mentes. «¿Qué le vamos a contar a la gente?» Preguntó Alicia, preocupada. «Nada.» Dijo Tom con determinación. «Esto fue nuestro secreto. Nuestro inolvidable comienzo.» Alicia asintió, aceptando la propuesta, sabiendo que era lo correcto.

 

Cuando Jack despertó, la habitación olía a sexo y a la promesa de secretos compartidos. Se sentó en la cama, la cara aún roja por el alcohol y la emoción de la noche anterior. «¿Cómo estás?» Preguntó Tom, con una sonrisa tranquilizadora. «Mejor que ayer.» Contestó Jack, rascándose la barba descuidada. «¿Recuerdas lo que pasó?» Alicia lo miró, ansiosa por su respuesta.

 

«Lo recuerdo.» Dijo Jack, con un brillo en sus ojos que delataba el placer que había sentido. «Fue… inolvidable.» Alicia tragó saliva, temerosa de lo que pudieran pensar sus familiares y amigos. «Pero no se lo contaremos a nadie.» Dijo Tom, con la firmeza de un juramento. «Será nuestro secreto.» Y con eso, la tensión se rompió, reemplazada por la complicidad.

 

Jack se vistió, aún un poco atontado, y se despidió de la pareja. «Gracias por la habitación.» Dijo, con la mirada fija en Alicia. Ella le sonrió, una sonrisa que le decía «lo nuestro fue un regalo». Y con un guiño, la noche de bodas se cerraba con la promesa de muchas aventuras por venir.

 

A medida que se vestían, Tom se acercó a Alicia y la abrazó. «Eres la esposa perfecta.» Susurró en su oído. «¿Lo disfrutaste?» Ella levantó la mirada, su rostro aún rojo, y asintió. «Más de lo que puedes imaginar.» Y con eso, la pareja se dio la mano, listos para enfrentar lo que el futuro les deparara, sabiendo que nada podía romper la conexión que ahora tenían.

 

Fuera, el sol brillaba con la promesa de un nuevo comienzo. La vida continuaba, llena de risas y risas, de secretos y de pasiones desatadas. Y en la habitación de la suite del hotel, la noche de bodas se convertía en una leyenda, un recuerdo que solo los tres compartirían, una noche en la que la vida les mostró que a veces, las cosas no salen exactamente como se planean, sino que se convierten en algo aun más salvajemente hermoso.

54 Lecturas/26 julio, 2025/0 Comentarios/por Papillo1980
Etiquetas: amigos, anal, culo, hotel, mayor, semen, sexo, vagina
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