Retiros Espirituales – Capítulo 16 (primera parte)
De camino hacia EL Edén, el bus en que Pablo, su lider y compañeros iban, fue detenido en un retén de rutina de la policía… .
Carlos dio la orden a Adolfo de arrancar el bus directo a El Edén y así lo hizo, el vehículo comenzó su trayecto, todos íbamos muy callados y algo cansados, había sido una jornada algo intensa para unos más que para otros, nuestro líder no emitía palabra, iba ensimismado, no pidió a los castigados volver a ir de pie, se notaba aturdido y solo yo sabía el motivo, se le notaba dolorido, se acomodaba de todas las maneras posibles en su silla para evitar el roce con su culo recién azotado y sumado a esto, también se le notaba excitado, no hacía sino acomodar su abultada verga en esa trusa, era notorio que aún conservaba algo de erección y que está aún no le bajada, ¿cuánto diera por ser yo quien le baje esa arrechera?, ¡ufff!, mi verga volvió a la vida sin importar que hubiera acabado de descargar en la pared de aquella capilla, Carlos tuvo que ponerse de pie, su piel golpeada no le permitió seguir sentado y al hacerlo, pude ver con mayor nitidez su semierección, no sé si alguien más lo notó y este, al cruzar mirada conmigo, decidió agachar la cabeza y darme la espalda para evitar mi morboseo a esa verga que marcaba un muy buen tamaño debajo de esa túnica y esa licra, “!maldita sea!”, exclame entre dientes, aunque la vista de su culo no me disgustaba y más con la sobadera que tenía para apaciguar su ardor.
En esas estaba cuando el bus frenó y nos sorprendió a todos porque era muy pronto para detenerse, sabíamos que aún faltaba camino para nuestro destino final, Adolfo se paró se su asiento y le dijo con voz suave a su jefe que se trataba de un retén de policía, buscando con esto no alarmar a nadie y que él se encargaría.
Pasaron no más de 5 minutos, cuando el conductor del bus sube de nuevo y le informa a Carlos que hay que bajar para una requisa de rutina, este sale de su mutismo, logra exclamar: “!Dios mío, lo que faltaba!” y se baja para acompañar a su empleado, pasados otros pocos minutos, vuelve a subir solo y nos dice: “Señores, nos han detenido en un retén de rutina de la policía, nada de qué preocuparse, pero si les pido por favor disponibilidad y buena actitud para salir rápido de esto, si ustedes desean llegar ya a descansar, yo lo deseo aún más, así que colaboren con todo lo que les pidan, no quiero ningún tipo de impasse” y dicho esto, todos bajamos del bus para comenzar con la requisa colectiva, logré escuchar a Carlos decirle al Coronel Sanín, lo supe por el apellido pegado en su uniforme, que los documentos de identidad de todos los tenía en la casa finca, para que luego pasaran por ahí para mostrárselos y así evitar la multa, a lo que el policía le responde: “esto no será inconveniente, lo que si veo complicado es la vestimenta de todo su grupo, más viendo el estado de algunas túnicas y la evidencia tan clara en algunos de no llevar ropa interior, esto podría ser catalogado como exhibicionismo y nudismo en vía pública, y violación al artículo 33 del Código Nacional de Policía, comencemos con la requisa y luego miramos la multa por dicha exhibición”, mientras le ordena al Teniente García y al Patrullero González comenzar con dicha requisa.
Todos fuimos filados de cara al bus con las manos apoyadas en este para facilitar la requisa, yo fui uno de los primeros en salir de esto, fue más fácil de lo que pensé, el Patrullero González era un joven de no más de 19 años, rubio, con la piel muy blanca, delgado y de estatura promedio, al parecer recién graduado del colegio, por lo que deduje que estaba ahí prestando su servicio militar, no estaba de buena cara y realizaba las requisas de mala gana, por lo que ayudó a que mi requisa fuera rápida y sin ningún tipo de minucia, mientras que el Teniente García, por el contrario, un policía moreno de mediana edad, estaba cercano a los 40 años y se deducía un muy buen físico debajo de su uniforme, se tomaba su tiempo, comenzaba por las manos, para luego pasar por los hombros, pasando por pecho, espalda, abdomen, cadera y agachándose por las piernas hasta llegar a los tobillos, ahí detallaba su requisa y miraba hacia arriba para confirmar lo que y todos sabíamos, logré ver en él unas muecas de placer, distinto pasaba con el patrullero, quien al ver nuestros uniformes y la manera de llevarlos, ponía cara de displicencia y pasaba rápido al siguiente de nosotros.
Tanto teniente como Patrullero seguían en su labor, Carlos continuaba hablando con el coronel, un hombre de mayor edad que sus dos compañeros, rondando casi los 50 años, canoso, con un muy buen estado físico gracias a su trabajo físico durante años dedicado a la Policía Nacional, nuestro líder le estaba aclarando el porqué del uniforme, la visita al pueblo y otras cosa que tenían al policía un poco malgeniado y molesto, le habló de un permiso especial que tenía en El Edén, tramitado especialmente por la arquidiócesis del municipio y diciéndole que se lo mostraría apenas llegarán con nosotros a la finca, el Teniente por su parte estaba deleitándose con las requisas, subía sus manos por las piernas de mis compañeros hasta introducirlas por debajo de sus túnicas, justificando que tenía que requisar muy bien a cada uno de nosotros, vi algo de molestia en algunos, pero detrás del policía están Adolfo con cara de pocos amigos, nos recordaba o el pedido especial de Carlos al momento de bajar del bus, el Patrullero ya estaba llegando a los últimos dos de la fila, eran Camilo y Ricardo, quienes descansaron al ver que sus requisas habían sido ligeras, pero no contaban con que el Coronel llevaba unos minutos viendo la labor de sus subalternos y con furia de dirige al policía bachiller: “cree usted, Patrullero González, ¿qué esta es manera de realizar una requisa?, ¿esto fue lo que recibió usted en su etapa de inducción a la prestación de su servicio militar?”, el joven palideció y agachó la cabeza, “mire muy bien cómo se realiza una requisa para que nunca lo olvide y luego de yo hacerla, usted la hará de nuevo con estos dos jóvenes que tenemos acá”, las caras de Camilo y Ricardo fueron un poema y más cuando el Coronel comenzó a pasar sus manos por todos sus cuerpos y cuando subió de sus tobillos a sus caderas, este sin reparo, levantó sus túnicas, magreó sin pedir permiso sus culos, luego estiró los elásticos de sus interiores, para confirmar que no llevarán nada dentro y luego pasó a magrear sus vergas y güevas por encima de la tela de los mismos, ambos jóvenes intentaron oponerse violentamente, a lo que Coronel y ahora también el Teniente, con la ayuda de sus porras, bolillos o macanas, según cómo lo llamen en sus países, los estrujaron de cara al bus y amenazaron con multarlos e incluso detenerlos por desacato a la autoridad.
Me pareció un poco exagerada la reacción de los policías, pero no podía manifestar mi opinión, a menos que quisiera ganarme un problema con la autoridad, luego fue el turno de nuevo de González, este hizo cara de asco, no estaba muy de acuerdo con el accionar de sus jefes y a regañadientes, realizó las dos requisas, generando de nuevo la incomodidad de Camilo y Ricardo, sobre todo cuando fueron magreados burdamente, sus culos, vergas y güevas, generando de nuevo movimientos de bruscos y violentos que alertaron de nuevo a Sanín y García, acto seguido el Coronel se dirige con furia a Carlos y yo al estar cerca de ellos logro escuchar como le dice: “estos dos jóvenes deben ser multados y llevados en la patrulla a la estación de policía del pueblo”, Carlos un poco asustado responde: “no es necesario, solo hubo un poco de incomodidad en sus requisas pero al final dejaron que ustedes cumplieran con su trabajo”, Sanín molesto lo contradice: “no es solo por la requisa, sabe usted que los puedo detener por estar indocumentados y semidesnudos en vía pública, ¿cree usted, señor López, que estos no son motivos suficientes para llevarlos ahora mismo a la estación y que pasen la noche allí?, el líder asustado pero a la vez molesto, saca su lado dominante: “sabe usted que cuento con el aval de la arquidiócesis y del arzobispo de la capital, cardenal Aparicio y no querrá usted tener que rendirle cuentas a sus superiores por esto, lleguemos a un acuerdo y quedemos todos en paz”, Sanín se le nota en su rostro la furia, pero al parecer el documento de Carlos tenía poder, ambos se alejaron un poco más, lo que no me dejaba escuchar más y acto seguido vuelven a donde estábamos todos, le ordenan a Camilo y Ricardo dirigirse a la patrulla que estaba adelante de la camioneta de servicio de la policía y al resto del grupo subir al bus para dirigirnos por fin a Él Edén, yo me quedé quieto tratando de disimular un asomo de erección, la situación de la requisa me había llevado a excitarme imaginando un montón de cosas en mi cabeza y los tres policías, al pasar por mi lado, parece que lo notan, lo que escuchó a Sanín decir en voz alta: “al parecer esta situación está alterando las hormonas de sus alumnos, señor López, voy a tener que pasar otro día por su finca para cerciorarme de que tratan esos tales Retiros Espirituales” y continuó su camino.
Yo sospechando que algo iba a pasar y conociendo a Carlos y sus mañas, me refundí en el grupo, di la vuelta al bus por la parte de atrás y lo rodeé por el lado que daba a la autopista, de ahí pasé a la camioneta de la policía y subí a esta por la puerta de la maleta, ahí me escondí unos segundo y luego me ubique en la silla de tras, en medio de las dos sillas delanteras, que me daban visibilidad por el panorámico a la parte trasera de la patrulla, ya ahí se encontraban Camilo y Ricardo en compañía de Carlos, iban pegados a su líder asustados y buscando defensa y protección, González, el bachiller, se distanció un poco buscado perder visibilidad de la patrulla y Coronel y Teniente de dirigieron a mis dos compañeros, los hicieron apoyar de nuevo de cara a la patrulla y comenzaron la cuarta requisa de la noche de cada uno, esta vez lo hicieron despacio, se detuvieron en cada parte de esos cuerpos, magrearon pechos, espaldas, abdómenes, culos, piernas, pantorrillas y tobillos, y al volver a subir, sus manos se dirigieron por debajo de sus túnicas hacia sus culos, verga y güevas, García estaba dedicado a Esteban y Sanín a Camilo, repitieron la acción de los elásticos de sus interiores, pero esta vez, de un solo golpe, los bajaron hasta sus tobillos, estos dos intentaron oponerse pero esas porras fueron a dar en sus nucas y sus caras quedaron estrelladas contra el vidrio de esa puerta trasera, “quieticos, quieticos que tenemos que cerciorarnos que no lleven nada, ni drogas ni armas ni nada”, luego fueron volteados a la fuerza y quedaron mirando hacia la camioneta donde yo estaba, al parecer el reflejo de las lámparas de la autopista en el panorámico les impedía ver si había alguien adentro, una ventaja para mí que seguía de cerca todo lo que estaba pasando, Carlos continuaba en su lugar observando detenidamente lo que estos dos policías le hacían a sus alumnos, una que otra vez logré ver cómo se acomodaba su verga ya erecta debajo de esa licra, se notaba excitado e incómodo por no poder liberar su animal y eyacular allí mismo, estaba con toda esa excitación reprimida y acumulada desde la capilla y ahora le tocaba ver semejante escena tan morbosa sin poder hacer nada, mis dos compañeros reflejaban en sus rostros incomodidad, frustración y tristeza de verse ahí, a merced de estos dos policías.
Continuará…
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