Retiros Espirituales – Capítulo 5
Pablo aplaza su castigo gracias a Sebastián y sus secuaces… .
Caminé silenciosamente hasta llegar a la casa y luego a mi habitación, encuentro que había dejado la luz prendida, algo que me haría dudar luego, la apago inmediatamente y me poso en la ventana para saber que seguía pasando ahí afuera y entonces veo pasar a los dos monitores, ambos iban solo con sus suspensorios puestos, Daniel aún llevaba la mordaza de tela en la boca, algo que me pareció de lo más morboso, caminaba torpemente, quejándose del dolor en su ano, en su mano su túnica o lo que quedaba de esta y limpiándose el semen de Adolfo que corría por sus piernas, Andrés lo acosaba para que caminara más rápido, este se limpiaba con su túnica su abdomen, pecho, mentón y boca y miraba a todas partes vigilando que nadie los viera.
Yo me quité la túnica como pude, me duché rápidamente para quitarme el sudor, lavar mi verga de la corrida que acababa de tener y meterme en mi cama más relajado pero la mente no me dejó dormir tranquilo, pensaba en Adolfo, no lo había visto desde la ventana, cosa que me hizo pensar en dos posibilidades, se había dirigido a la casa que vi en la tarde que se ubicaba detrás del ágora o había salido antes que los monitores hacia la casa finca y de ser así, era muy probable que me hubiera visto entrar, esa segunda me aterró, no me imaginaba siendo presa del conductor al saber algún secreto mío, adicionalmente, trataba de recordar algunas ventanas que vi con la luz prendida cuando regresaba a mi habitación, eso quería decir que aún habían alumnos despiertos y eso me hizo pensar que algunos de ellos me podían haber visto o espiado y esa idea me aterraba, una luz recordé verla entre las habitaciones 8 y 10, y la otra entre la 12 y la 14, la primera me angustió porque en una de esas estaba hospedado Sebastián y la segunda me aterrorizó porque se suponían que estaban vacías, habían sido habitadas por los tres expulsados, “¿por qué estaba entonces prendida una de sus luces?, ¿quién o quiénes podrían estar ahí y con qué propósito?”, pensé tratando de dormir, fue difícil pero al final lo logré.
A la mañana a siguiente rogué por dos horas más de sueño, me sentía agotado y mal dormido, hice pereza lo que pude y me levanté directo a la ducha, estaba ya más tranquilo hasta que me puse la túnica y pude ver el desastre, una mancha en la parte del pecho delataba mi recostada en aquel árbol y a la altura de mi verga otra mancha de semen seco, “¡Dios mío! Estoy en serios problemas”, pensé inmediatamente, “¿seré yo el próximo expulsado de El Edén o el próximo castigado en público como lo fueron Sebastián y sus lavaperros la mañana anterior?, me preguntaba en ese momento lleno de angustia, decidí mojar una toalla y pasarla húmeda sobre las manchas para disimular un poco, no logré mi objetivo pero algo se hizo y así decidí salir a desayunar, fui de los primeros en llegar y me senté distante para que nadie notara mi desastre, logré ver entrar a otros alumnos y al ver algunas túnicas con algunas manchas amarillentas de orina en la zona pélvica, otras con manchas de sudor en las axilas y otras con marcas de manos sucias, me tranquilicé un poco, era de esperarse, unas túnicas blancas usadas día y noche no iban a estar limpias todo el tiempo, pero esa tranquilidad duró poco, a los minutos sentí a alguien en mi espalda y diciéndome al oído: “¿con qué lo suyo es espiar y estar pendiente de lo que los demás hacen?, yo volteé inmediatamente y me encontré con Sebastián quien me continuó diciendo: “anoche vi por la ventana de mi cuarto como observaba algo que pasaba en ese jardín, vi cómo se pajeaba hasta venirse, seguro viendo algo morboso y sexual, cosa que a los maricas como usted les encanta y aunque a mí no me gustan los hombres, y manes como usted me dan asco, verlo ahí con ese culo que usted tiene, me provocó porque sé que está hambriento de esta verga”, mientras se la agarraba por encima de su túnica, “espero ansioso el momento en que usted dócilmente me busque para reventarle ese culo como nunca se lo han reventado o de lo contrario todo El Edén se enterará de sus andanzas y del incumplimiento al contrato, aquí yo no soy el único que merece ser castigado, ¿le quedó claro?”, término de decirme, cogiéndome de la cabeza y afirmando por con esta por mí, luego se sentó en una de las mesas del comedor.
Las palabras de ese troglodita me paralizaron, me sentí en su poder, me tenía en sus manos y eso me aterraba pero a la vez me excitaba, mi verga estaba al 100% y eran apenas las 8:10 am de mi segundo día de retiros, no podía creer lo que me estaba pasando, el desayuno no me entraba y aunque yo era consciente que esa era una de las posibles consecuencias de mi actuar, nunca me imaginé que alguien estuviera también espiando desde alguna de esas ventanas, ¡que equivocado estaba!.
Me tragué un pedazo de pan rápidamente y lo pasé con jugo de naranja y antes de que llegaran más alumnos, me fui para mi cuarto a asimilar o digerir o como ustedes lo quieran llamar, la amenaza que acababa de recibir, estaba realmente angustiado, además aún me faltaba enfrentar a Carlos con mi túnica sucia, está bien tenerla así por temas normales del uso diario, pero ¿cómo iba yo a justificar mi mancha ante el líder de los retiros espirituales?, me visualicé en frente de todos recibiendo el castigo que merecía o siendo expulsado de la casa finca, mi panorama no era el más alentador que digamos.
Estuve por 30 minutos dándole vueltas en mi cabeza a todo lo que me estaba pasando, esperando que fueran las 9:00 am para ir a nuestra primera actividad de ese día, traté también de recuperarme un poco de lo mal dormido que estaba pero no fue posible y faltando 10 minutos me levanté, me cepillé los dientes, acomode mi túnica viendo de nuevo la marca del árbol, recordándome mi penosa situación y salí rumbo al salón, esta vez se trataba de uno ubicado en el tercer piso de la zona edificada de la casa, llegué rayando la hora de inicio, este si contaba con sillas para sentarnos, estaba buscando donde sentarme y pude ver una especie de tarima en donde se encontraban Carlos y sus dos monitores, esta vez me sorprendió ver en sus túnicas unas correas de cuero en sus cinturas, ¡me imaginé lo peor!, crucé mirada con ambos monitores, sobre todo con Andrés quien al ver mi túnica sucia puso una cara de: “¿qué diablos pasó ahí?”, yo le quité la mirada y me encontré con la cara fúrica de Carlos, ya se la había visto el día anterior y supe que se me avecinaba lo peor, me iba a sentar cuando el líder me dice: “yo de usted no tomaría asiento, creo que nos debe una explicación a todos del significado de esa mancha en su túnica, así que venga inmediatamente al frente, cuando estén todos sentados y yo le dé la orden, nos cuenta esa mancha de donde salió y espero que tenga una muy buena explicación porque de lo contrario, usted ya conoce las consecuencias, ¿está claro señor Pablo?, yo afirmé con la cabeza y me dirigí al frente a esperar al resto de alumnos, Andrés me miro con cara de: “¿se lo dije?”, pero a la vez mostraba cara de preocupado, creo que estaba deduciendo donde había podido yo marcharme así y entre más me acercaba a esa tarima, más cara de preocupación ponía, ¿estaba claro para el monitor que yo había espiado su escenita de anoche con Adolfo y Daniel?.
Me paré donde se me indicó, esperé el momento de hablar, maquinando mil ideas pero no lograba concéntreme, solo pensaba en mi castigo, en esas entró Santiago quien al verme ahí se extrañó y me miró buscando respuestas, yo solo pude alzarle los hombros como niño regañado y al sentarse se señaló su pecho preguntándome con esa seña que le había pasado a mi túnica y Carlos interrumpió diciendo: “por favor tomen asiento rápido y las dudas que tengan pronto el señor aquí parado se las aclarara”, en esas estaban el resto de los que iban llegando cuando por la puerta entraron Sebastián, Manuel y Esteban, iban con sus túnicas y por debajo llevaban unos bombachos, sudaderas o como lo llamen en su país, sentí en mi espalda la respiración agitada de Carlos al verlos llegar así e inmediatamente, con voz enérgica, me mandó a sentar de nuevo no sin antes decirme que lo mío quedaba aplazado, esperó que los tres recién llegados escogieran donde sentarse y antes que se agacharan para hacerlo, les dijo con rabia: “señores, creí haber sido lo suficientemente claro con ustedes de cómo es que se debe llevar el uniforme en este lugar, saben que no deben tomar asiento y deben estar parados los tres de inmediato en esta tarima”, Manuel y Esteban miraron a Sebastián en modo de reclamo y caminaron al frente, este último los detuvo y dijo duro y retador: “ustedes no van a ningún lado, yo soy quien les da las órdenes y no este señor”, Carlos bufaba de la ira, solo se le alcanzó a escuchar: “no entendieron por las malas, pues entonces van a entender por las peores” y salió del salón.
Pasaron unos minutos, el salón estaba tenso, Sebastián se sentía victorioso, los monitores agacharon la cabeza todo el rato que no estuvo su líder y de un momento a otro, entró Carlos acompañado por tres hombres jóvenes, uno moreno bastante alto y fornido y los otros dos pelicastaños, también bastantes fornidos pero no tan altos como el primero, los tres llevaban túnica azul clara, por lo que supuse eran de la cocina, estos de manera habilidosa sometieron a los tres involucrados, el moreno fue directo a Sebastián, por orden de Carlos y los otros dos se encargaron de Manuel y Esteban y los arrastraron al frente del salón, Sebastián era el único que ponía resistencia y al cocinero se le dificultó mucho su sometimiento, los otros dos estaba dóciles por lo que fue fácil llevarlos al frente y dejarlos ahí sin ninguna resistencia, entonces los dos pelicastaños ayudaron a someter al troglodita y llevarlo al frente, mientras esto ocurría pude ver a los dos monitores recibir órdenes de Carlos, dirigirse a la parte de atrás de la tarima y sacar unas cuerdas y unas barras de separación para tobillos y volver a su lugar, Carlos tomó uno de esas barras, se dirigió a los tres cocineros y entre estos tres amarraron cada punta de la barra con la correa a cada tobillo, Sebastián hacía de todo para evitarlo pero eran tres contra uno, tenían la pelea perdía, se revolcó en el piso, pataleó, dio puños como pudo pero al final quedó sometido en sus tobillos por este artefacto, después fue amarrado por sus muñecas con una de las cuerdas y al otro extremo de la cuerda estaba Carlos quien la lanzaba al techo en donde había una viga de madera que cruzaba de lado al lado el salón, esta dio la vuelta y al caer, el líder la pasó por una argolla que había en el piso de esa tarima, yo ahí me alarmé un poco, todo me parecía muy bien pensado, la tarima con hueco por dentro como un cajón para guardar cosas, la viga en el techo, las argollas en el piso, todo eso sumado a lo de anoche , “¿en qué lugar me encontraba?”, me volví a preguntar, pero la preocupación iba cargada de excitación, la escena ya me estaba pareciendo bastante morbosa.
Carlos tiró de la cuerda hasta templarla y comenzar a obligar a Sebastián a pararse, ya con este man de pie, con las manos completamente estiradas hacia arriba, anudó la cuerda en otra argolla y dio la orden para hacer lo mismo con Manuel y Esteban, con estos dos no hubo problema, ellos estaban dóciles y aceptando su destino resignadamente. Ya estando estos tres manes amarrados de manos y con los pies inmovilizados, Carlos dio la orden a los cocineros de retirase, pero estos lo miraron como pidiendo permiso para quedarse y el líder les dio luz verde, pero les recordó cuáles eran las condiciones, estos tres manes de túnica azul clara se ubicaron al fondo de la tarima y esperaron a que su líder continuara.
Carlos tomó la palabra y comenzó diciendo: “me desgasté todo el día de ayer hablándoles de la importancia de la obediencia, prepare dos talleres para que ustedes aprendieran de este gran valor, les enfaticé ayer con un duro castigo como debe ser llevado el uniforme en este lugar y ustedes tres siguen sin hacer caso, lo más sencillo seria expulsarlos y hacer efectivo esa cláusula del contrato pero mi trabajo aquí es educar y que al final de estos retiros espirituales ustedes sean mejores seres humanos, pero con ustedes tres esa tarea cada vez se pone más difícil”, Carlos se ubicó al frente de Sebastián y le dice: “¿qué parte no quedó clara ayer… ¡y taz!, de un solo tirón, bajó la sudadera de este man hasta los tobillos… que el uniforme de El Edén solo es esta túnica blanca?”, Sebastián cabecea intentando golpear al líder pero este reaccionó y lo golpeó de gancho en su estómago, este se parte en dos por el golpe y comienza a toser, los otros dos lavaperros comienzan a llorar y Carlos los enfrenta y les dice que en ese lugar no hay espacio para llorones, “¿muy machitos para hacerle caso a su “líder” y rebelárseme pero muy hembritas para asumir las consecuencias?”, les pregunta mientras de manera más calmada también les baja sus sudaderas hasta los tobillos, el líder de El Edén chasquea los dedos y Andrés vuelve detrás de la tarima y le trae unas tijeras con las que amenaza a Sebastián poniéndole el filo en su cuello, este se logra asustar y ve como esas tijeras comienzan a cortar por el centro de su cuello la túnica blanca, luego cortan por sus hombros cada manga para que esta tela caiga al piso dejando a este man en unos bóxer negros igual de desgastados a los que tenía el día anterior, “no se preocupen por el uniforme, estos les serán repuestos al final de esta actividad, aunque debería dejarlos sin uniforme y obligarlos a estar en ropa interior el resto del retiro o por qué no, como Dios los trajo al mundo, al final estamos en El Edén, ¿no?, para ver si aprenden a obedecer”, Carlos le pasó las tijeras a Andrés y esté inmediatamente repitió el proceso de cortar la túnica en Manuel y Esteban quienes contenían el llanto, Sebastián por el contrario seguía con su mirada retadora como si disfrutara de lo que le estaban haciendo.
Yo estaba fascinado con lo que estaba viendo, Sebastián, un macho homofóbico, en bóxer, marcando un bulto de campeonato y totalmente sodomizado, Carlos aprovechándose de su poder y haciendo con estos tres lo que le daba la gana, tres cocineros jóvenes y cuajotes al fondo tocándose y disfrutando de la escena, dos machitos débiles casi empelota implorando piedad y esperando sumisamente su castigo y dos monitores a los que ya les conocía parte de sus perversiones, esto era más de lo que podía pedir, además que gracias a estos tres manes yo me había salvado de mi castigo o más bien, lo había aplazado, pero no quería pensar en eso, quería seguir disfrutando de ese momento, miré a mi lado y me encontré con Santiago quien sin expresión alguna también observaba, se dio cuenta que lo miraba y me dijo: “¿esto qué es?”, a lo que yo solo le respondí: “hmmm”.
En la fila delante del rugbier estaba un man más o menos de mi edad, lo recordé como David, un man divorciado, con tres hijos de 20, 18 y 15 años, dedicado al mercado de las jovencitas y llevado ahí por recomendación de su hija mayor, quien ya había participado en unos retiros espirituales en ese mismo lugar, este man tenía buen aspecto, se veía conservado para su edad, un físico cuidado sin estar cuajo y de tez trigueña, me llamó la atención porque estaba super pendiente de lo que estaba ocurriendo y tenía su mano por debajo de su túnica, pude ver sus bóxer en sus tobillos y descaradamente marcaba por encima de esa tela blanca una paja lenta pero fuerte, se podía ver por encima una verga gruesa pero no muy larga, el tono de su piel dejaba ver algo del contorno de esa herramienta, todo esto se estaba saliendo de control, un macho divorciado pajeandose frente a una escena completamente gay aprovechando que estaba sentado solo en esa fila de sillas pero consciente que era observado por todos los que estábamos ahí, yo ya no sabía a donde mirar, quedarme mirando la paja de este man me iba a regalar en cualquier momento una deslechada que lo iba a obligar a subirse la túnica y venirse ahí mismo en el piso en su mano o seguir cubriéndose con la tela y ver esa leche traspasarla, o volver la mirada al frente para saber que iba a continuar con el castigo a estos tres manes.
Opté por la segunda y volví mi mirada al frente, en ese momento Carlos se paró detrás de Sebastián, Daniel de Esteban y Andrés de Manuel, tal cual el día anterior y de un solo golpe arrancaron los bóxers de estos tres manes dejándolos completamente desnudos a los ojos de todos, di gracias a Dios de haber tomado esa decisión, ya tendría tiempo de volver con el trigueño a punto de su corrida y no perderme ese espectáculo, yo solo podía contener mi arrechera y seguir acomodándome mi verga erecta dentro de mi ropa interior.
Continuara…
Ufffffffff que rico relato,. Me encanta que cada vez mas hay mas exhibicionismo y exposición
Muchas gracias por tu comentario… Me anima a seguir con la historia! Espera pronto el capitulo 6…