Retorciéndome la voluntad. Episodio II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por marinerosado.
Retorciéndome la voluntad. Episodio II
Amanece el sol da sus primeros rayos de luz, un calor infernal toda la noche. Conservo puesto el mismo vestido de anoche, la misma ropa interior mancha de leche y sangre. Estoy al borde la cama, mientras más alejada del amo mejor. Se mueve, dice: donde estas puta, no te atrevas a levantarte si yo no te lo ordeno. Mantengo silencio sigo de lado dándole la espalda. Sus manos me tocan, me agarra por la cintura y de un tirón me pega a él. Siento su pene erecto pegado a mi nalga. Me dice: voltéate. Se pone boca arriba se retira la sabana que nos cubría a ambos. Está totalmente desnudo. Yo de frente a el acostada a su lado. Me dice: sácame la leche con tu boca. Sino vuelvo a romperte el culo. Inicio el acercamiento de mi boca a su miembro erecto. Los olores fuertes una combinación nauseabunda. Pero en esta situación lo mejor es obedecer. Inicio introduciéndolo en mi boca, cerrando los labios. Bajo despacio tragando esa masa de carne, pero él se desespera y aprieta mi cabeza hacia abajo logrando que me llegue lo más profundo posible. Hago arcadas por vomitar él no me suelta. Sigo con eso tocando mis amígdalas. Me falta el aire, me mareo y al fin suelta. Respiro sin sacármelo de la boca, pues no me atrevo a sacarlo. Continuo así hasta que llegan los movimientos convulsivos y se derrama en mi boca. Nuevamente trago esta masa salada y desagradable. Me dice: tomate tu desayuno puta.
Me pone boca abajo en la cama, levanta mi vestido e inicia una tanda de nalgadas por el simple hecho de golpearme. Todos los demás despiertan al oír los golpes y palmadas. Me arde la nalga, los muslos y me duele el culo. No puedo apretarlo del dolor. Me indica que me levante, que vamos al área de baño común donde todos los de ese bloque se bañan. Me obliga a ir en tacones y en el vestido. Me amenaza y dice: siempre iras vestida de mujer y con el tiempo que te feminice más. Camino con las esposas puestas a la espalda. Llego al baño, me autoriza a desnudarme y bañarme. Veo entre ojos que alguien le pasa algo a sus manos. Parece un pago. El hace un gesto afirmativo. Se acerca uno que no conozco. Me ala del brazo y me dice: inclínate y agárrate de la pared. Quedo inclinado del torso bajo la ducha con las nalgas hacia atrás. Me dice: abre bien esas piernas. Titubeo y el me golpea. Me abro lo más que puedo totalmente sin protección, vulnerable. Se agacha me lame el culo, trata de humedecerlo con saliva. Me dice: te dieron duro anoche, tu culo esta brotado e inflamado. Mejor para mí así estará más estrecho. Se levanta y me agarra por la cintura coloca su pene, lleva 2 intentos por penetrarme, un tercero y en el cuarto me lo mete. Todas las cicatrices se vuelven a abrir, el dolor es insoportable. Grito, los demás aplauden y alientan al violador a que me dé duro. Con sus embestidas casi me caigo. El piso resbaloso, los golpes de vaivén, las nalgadas y su pene flagelándome el culo parece una película de terror. Movimientos más violentos y se viene dentro de mí. Ni en mi mejor etapa de sexualidad había tenido tanto sexo de un día para otro, lo ridículo es que yo no tenía sexo solo era un utensilio para ellos.
Termino, me permitieron seguir bañándome. Termino me pasan una toalla bien gastada. Me seco lo mejor posible. Mi amo supervisa. Cuando acabo me indica donde está mi ropa. Cuando veo, es una minifalda de jeans y una blusita sin manga blanca, unos pantis tangas color rojo de encajes muy ajustado. Frente a mi duda, el me amenaza. Tomo la ropa, me cambio, busco los zapatos son unas sandalias con suelas corridas altas. Me visto, me subo encima de las sandalias camino y noto que es mucho más estable. Me colocan las esposas nuevamente con las manos hacia atrás. El amo me dice: vamos al área de metalúrgica. Caminamos un largo tramos, salimos al patio, están todos los presos. Camino al lado de mi amo, el me lleva como exhibiéndome, como mostrándome, definitivamente vendiéndome como una prostituta.
Todos me miraban, sabían que era la esclava de mi amo. Llegamos a un tipo de hangar donde los presos trabajaban materiales de metalúrgica. Se acercó a nosotros la misma persona que el día anterior me había amenazado con que nos veríamos este día. El mismo que me tomo las medidas. Le dijo a mi amo: está todo listo como habías ordenado. Continúa diciendo: el acuerdo es que yo elaboraba los hierros de marcar y me cobro con la puta. El amo le contesta: si podrás usarla luego de marcarla.
Ok de acuerdo dice el herrero. Indica: colóquenla sobre la mesa y atenle todas sus extremidades a las patas de la mesa. Atenla fuerte porque va a gritar más que una cerda. Atada fuerte boca abajo en una mesa de metal fría me encontraba a la espera de un acto sádico que solo a los animales se les hace. Esperaba ser marcada a fuego, quedando identificada de por vida como pertenecía de estos salvajes. El herrero le mostro a mi amo los utensilios de hierro con las marcas, cada uno con un tamaño específico para caber en las partes predestinadas por ellos. El calor era muy fuerte pues estaban encendidas una calderas a nuestro alrededor. Había fuego rojizo en una hornilla al lado de la mesa. Allí reposaba calentándose uno de los utensilios de mi marcación. No podía moverme, estaba aterrorizada. Le solicitaba que por favor no me lo hicieran. Pero de nada servían mis suplica esto era parte de mi proceso de sumisión y de tortura para convertirme en un alijo de persona sin voluntad al servicio de estos sádicos.
Saco el herrero la primera pieza se subió en una silla, luego encima de la mesa donde yo estaba atada y desnuda. Se paró encima de mí, a mi lado sus botas tocaban mi cuerpo. No podía moverme, extreme mis fuerzas ayudado por la adrenalina pero de nada sirvió todo el esfuerzo y las suplicas. El marcador dijo: métanle sus pantis en la boca para que disminuyan la intensidad de ruido producido por sus gritos. Así lo hicieron cerrando mi nariz para que abriera la boca. Yo babeaba, llenaba la tela, gritaba, pedía auxilio pero nadie me ayudo. Dijo: quieta puta que va tu primera marca en el lado derecho de tu culo y bajo la tenaza y la descargo en mi nalga produciéndome una quemadura profunda, imborrable y permanente. Llore, grite hasta desfallecer. No hay dolor igual al de una quemadura, todas las neuronas y receptores de la piel mandan el mensaje de mayor dolor que un humano pueda resistir. Me convertían en un animal cualquiera haciéndome pasar por los mismos procesos de una cerdo o un caballo o cualquier animal de granja. El dolor no cesaba, claro era imposible que pasara. Un olor intenso a carne quemada inundo el lugar. Luego de determinar que había quedado lo suficientemente profundo para no borrarse jamás levanto el atizador dejando aquella marca quemante para siempre y un mensaje claro de lo que sería para ellos: SOY UNA PUTA.
Luego, sin dejar un minuto ni siquiera para respirar, el aticero pidió otro hierro para realizarme la segunda marca que me la colocaría en la parte baja de la espalda, con letras más grande, por encima de las nalgas. Sin compasión también la atizo sobre mi piel. Este dolor fue tan grande que llego el momento que me desmaye. Al rato me volvieron en sí, y reaccione frente al tremendo dolor que tenía. Esta vez me tatuaron a fuego: soy una cerda hazme lo que quieras.
Así continúe atada, me había orinado parece que perdí el control en el desmayo, y sin apiadarse tomo el último de los hierros y lo aplico en la parte trasera de mi cuello, para el cual también me desmaye. Volvieron a despertar y fui reaccionando más lento, sintiendo un dolor extremo en cada milímetro de mi piel que fue quemada. El olor a carne quemada era más fuerte, más nauseabundo, más insoportable. Continuaba atada en equis sobre la mesa de metal. Ya el aticero se había bajado y me dijo: como no puedes ver tu ultimo marcado te diré que te pusimos: soy esclava y sumisa.
El aticero dijo: ahora déjenme solo con ella, voy a cobrarme mi trabajo. Los demás salieron, el me desato, coloco nuevamente las esposas y me llevo alada hacia un cuarto de herramientas y almacenaje. Iba desnuda solo en zapatillas, me entro al almacén y me dijo: quiero convertirte en una verdadera cerda, sé que esto te va a doler y se hecho a reír. Añadió: no va ser tan doloroso como los tatuajes pero va a dolerte. Igual da que duela si se trata de convertirte en una alimaña. Mis nervios estaban de punta, asustado y resignado a tener que aguantar todas las bajezas y actos de sadismo a que soy sometida aun hoy.
Me ato con las esposas a un tubo, saco un punzón de metal, y me dijo: voy a esterilizarlo con fuego, así lo hizo delante de mí. Luego me hizo poner la cabeza en una mesa pequeña atrapando mi cabeza bajo una prensa. Fue apretando para dejarme inmóvil con la cabeza de lado. Tomo el punzón y lo acerco a mi nariz. Puso la punta filosa sobre el cartílago de mi nariz y presiono hasta atravesármela. El dolor fue intenso y distinto. Fuerte por la sensibilidad de la nariz. Drene líquido en cantidad junto a la sangre que me fluía del hueco que me habían abierto. Busco una argolla de metal como las que se le pone a un toro, más pequeña y más fina y la introdujo por el hueco en mi nariz. La sujeto y procedió a soldarla. Terminada su hazaña me soltó la cabeza y me dijo: ahora si estas como una cerda. Ya podremos dominarte por la nariz y echo una carcajada. Yo adolorida aun sin recomponerme estaba siendo testigo de mi transformación obligatoria de hombre a travesty, de travesty a cerda.
Me tomo y metió mi cabeza por la prensa hasta que mi pecho quedara atrapado en la prensa de manera que no pudiera moverme quedando con el torso doblado y el culo parado. Así sin mediar comenzó a cogerme volviendo a romper las pocas cicatrices que había logrado desarrollar en mi ano. Me dio como una bestia, mientras más duro más le excitaba. Yo estaba inmóvil y el solo me daba introduciéndome su miembro una y otra vez por detrás. No tenía un centímetro de mi cuerpo sin dolor tanto por fuera como por dentro. Tuve que soportar todas sus embestidas hasta que finalmente me lleno con todo su semen.
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