Riña de niños (4)
Combate de sumisión sexual entre niños.
Este capítulo está dedicado a Milenary y a Gyrlasspty
Episodio 1: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/dominacion-hombres/rina-de-ninos-nueva-version/
Episodio 2: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/dominacion-hombres/rina-de-ninos-2/
Episodio 3: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/dominacion-hombres/rina-de-ninos-3/
Extrañaba horrores a Florián y el amor que sentía por él aumentaba el odio hacia el que me lo había quitado. Entrenaba con la fiereza de un comando. Quería vengarme.
Pero una tarde Puskas me hizo llegar un inesperado mensaje de “Diablo”:
“No quise matar a tu amigo. Creí que en el hospital él se iba a recuperar. Te lo juro, no quería que pasara lo que pasó. Él fue un valiente y que se haya muerto es muy injusto. Lo siento mucho”.
– ¿Lo dice en serio?
– Yo creer sí –dijo Puskas, con su castellano primitivo.
No terminaba de aceptar que la forma en que Diablo le rompió el cuello a Florián hubiese sido un accidente.
– ¿Hay una investigación por la muerte de Florián? ¿Buscan testigos?
– Familia Florián ilegales. Policía importar un carajo.
– ¿Vas a ser mi manager, Puskas?
– No, irme lejos y hasta siempre.
Me quedé pensando. Papá había vuelto a conseguir trabajo en la construcción de una ruta. Mamá seguía limpiando casas. Lo único que yo hacía era entrenar y participar de torneos barriales. En el club te daban la ropa de entrenamiento, la comida y el transporte. Pero ni un centavo. Algo tenía que aportar en casa.
– Necesito un representante. ¿Conocés a alguien que sea buena gente?
– Rocky. Pero nunca se sabe.
– Sí, te entiendo- Mi admirado tío era un ejemplo de cómo te puede defraudar una persona. Acepté entrevistarme con Rocky.
Él había sido boxeador y ahora entrenaba a chicos en un club. Pero conocía el negocio de las riñas de niños. Le hablé de dinero.
– Podemos exigir un porcentaje de las apuestas para que aceptes pelear. De ese porcentaje, te llevás el 75% y yo el 25%.
– Eso suena bien, Rocky.
– Sí, pero no será mucho dinero. No te hagas ilusiones. Y si perdés no habrá un peso.
Agradecí que fuera honesto conmigo.
-Ya tenés un retador. La pelea es dentro de dos semanas.
—
Mi rival era “Patrick El irlandés”, un chico pelirrojo. Aunque era más bajo que yo, se lo veía fuerte, con hombros de boxeador y buenos abdominales. Era bastante guapo, tenía ojos azules, nariz respingada y pecas. Aunque él era novato, yo había perdido prestigio tras la humillante paliza que me había dado Bassembo, así que en las apuestas quedamos parejos.
Mientras me masajeaba la espalda, Rocky me dijo: “Terminalo rápido”.
El árbitro dio la orden. Los dos nos estudiamos. Patrick parecía más boxeador que luchador. Su estilo era parecido al de Florián. Sabía que debía pelear a corta distancia para impedirle usar sus puños.
Esquivé dos golpes y me abalancé sobre él, lo sujeté fuerte y lo hice rodar por encima de mi hombro. Su caída fue espectacular, pero se levantó de un salto. Volví a tirarlo, quedó en cuatro patas y entonces, lo tomé de la cintura, haciéndolo volar otra vez. Esta vez cayó boca arriba, aturdido.
Antes de que Patrick pudiera incorporarse, salté sobre él y rodeando su cuello con mi brazo, presioné para dejarlo sin aire.
El árbitro estaba agachado junto a nosotros: -Si te rendís, golpea el suelo tres veces con la mano.
El chico intentó zafar con todas sus fuerzas, pero yo, como una serpiente, me había envuelto en sus piernas y brazos, podía concentrar toda mi fuerza en ahogarlo. Mi cara estaba casi pegada a la suya. Vi como una lágrima se desprendía y surcaba su mejilla pecosa.
Finalmente, Patrick golpeó el suelo con desesperación, rindiéndose. Inmediatamente lo solté. El chico quedó en el piso, respirando como si hubiese salido del fondo del mar.
La pelea había durado tres minutos. El árbitro me declaró vencedor.
El público sacó sus celulares para no perderse detalle de la sumisión. El árbitro me trajo al chico vencido y nos recordó que yo tenía 8 minutos para hacerle lo que quisiera.
Apoyé mis manos en sus hombros, lo miré a los ojos y le hablé al oído: – ¿Estás bien?
El chico, un poco sorprendido por mi preocupación, asintió.
– Ahora hay que divertir a las fieras.
– ¿Me va a doler? – susurró Patrick, aterrado.
Necesitaba tranquilizar al chico. No tenía nada contra él y ahora no lo veía como un adversario, sino como un niño asustado.
– ¿Sabés besar de lengua?
Sabía. De pie, nos besamos con creciente pasión. Mientras nuestras lenguas se enroscaban, con una de mis manos le acariciaba la entrepierna y con la otra las nalgas. Él me rodeaba el cuello.
Después, le dije que se pusiera en cuatro y con mi lengua empecé a lamerle su agujerito. Sus suspiros de placer me animaron a trabajar rápido y profundo. Tenía un culito muy apetecible.
Mi lengua descansó cuando lo hice sentar sobre mi verga. El vaivén de nuestras pelvis solo se detenía cuando él se inclinaba y volvíamos a besarnos, lo que evidentemente le gustaba mucho.
Cambiamos de posición y, sosteniendo sus piernas, lo penetré de frente. Mientras lo embestía, puse atención en el cuerpo de Patrick. Su piel era muy suave, apenas tenía una pelusilla en las piernas y en el pubis. Parecía bastante menor de catorce años. Pero el chico lo estaba disfrutando, su erección era máxima y sin que yo lo tocara, eyaculó.
Quería otro final para mí. Me puse boca arriba en el suelo y le dije que me la chupara. Mientras lo hacía, él me acariciaba. Finalmente, llegó mi momento de gozar. Últimamente, mis descargas de semen eran más abundantes. Llené su boca. Nos quedaban un par de minutos más, que pasamos entre caricias y besos.
Cuando ya volvía al vestuario, un hombre gordo me abordó enfurecido: – ¿Acaso este es tu novio? ¡Queremos sexo rudo, amiguito! ¡Como lo hizo el senegalés contigo! ¡A lo bestia! El romanticismo no vende…
– ¡Dejalo en paz, idiota! – le gritó Rocky, apartándolo.
Antes de ducharnos, Patricio me contó que vivía muy lejos. Que, en efecto, practicaba boxeo, y que había aceptado pelear por dinero.
– Quiero comprarme una motocicleta, pero mis padres son pobres, así que estoy dispuesto a lo que sea para conseguir lo que falta. Pero esto no fue buena idea.
– Estabas asustado.
– Nunca había tenido sexo antes. Creí que me ibas a lastimar…
– ¿Cuántos años tenés?
– Dije que tenía catorce, pero todavía no cumplí trece.
Me sentí mal. Había peleado con un chico de doce, no era justo.
– ¿Quién fue el que te pagó?
– Ese gordo que se enojó con vos, el que te gritó recién.
No le pregunté cuánto le habían pagado.
– ¿Y si hubieras ganado? ¿Qué me habrías hecho?- quise saber.
– ¡Te habría obligado a chupármela!
– Vamos a las duchas- dije sonriendo.
Para su sorpresa, en la ducha me puse de rodillas y, tomándolo por las caderas, comencé a lamer su pene.
– ¡Eh, no tenés que…! – pero la sorpresa dejó paso al placer- Mmmm…Increíble…
Patricio había eyaculado mientras lo penetraba, así que disfrutó de una mamada “Premium” durante largos minutos antes de poder hacerlo otra vez.
Nos despedimos con un abrazo.
Rocky hizo cuentas conmigo. Tal como había dicho, no era mucho dinero. Alcanzaría para las compras de la semana. después me llevó a casa. La mentira, esta vez, había sido que tenía un torneo en un club lejano.
—-
Al día siguiente, muy temprano, unos golpes en la puerta me despertaron. Mis padres ya se habían ido a trabajar.
– ¡Policía! ¡Abran la puerta!
Me vestí a las apuradas y me acerqué a la ventana. En efecto, había dos agentes. Los conocía de vista, así que los dejé pasar.
-Mis viejos están trabajando.
-Te venimos a ver a vos.
Les pregunté si querían tomar mate. Aceptaron y puse el agua a calentar. Ellos se sentaron junto a la mesa y se quitaron las gorras.
– En unos minutos el agua va a estar lista.
– Mientras tanto, quisiéramos preguntarte algo. ¿Conocés a este chico?
Me mostraron una foto de Florián. Estaba acostado sobre una mesa metálica. Tenía los hermosos ojos verdes abiertos y una expresión de paz. Inmediatamente se me llenaron los ojos de lágrimas.
Los policías se miraron, pero no dijeron nada. Solo el vapor de la pava suspiraba desde la hornalla.
(Continuará)
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