Riña de niños (5 – Capítulo final)
Combates de sumisión sexual entre niños. Final de la serie..
Episodio 1: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/dominacion-hombres/rina-de-ninos-nueva-version/
Episodio 2: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/dominacion-hombres/rina-de-ninos-2/
Episodio 3: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/dominacion-hombres/rina-de-ninos-3/
Episodio 4: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/dominacion-hombres/rina-de-ninos-4/
Me llevaron a la comisaria en el patrullero.
– Soy menor… ¿No deberían estar mis padres?
– No sos sospechoso, Jonatán.
En la comisaría me hicieron esperar. Alguien importante tenía que entrevistarme. El lugar olía a detergente y a tabaco. Por fin llegó un hombre alto, de traje. Se encerró con el comisario y después me mandó a llamar.
– ¿Así que conocías al chico muerto?
– Sí, señor. Se llamaba Florián y éramos amigos.
– Alguien le rompió el cuello… y antes le machacó el brazo derecho, además de darle muchos golpes. Lo abandonaron desnudo en la guardia. ¿Qué sabés de eso?
El hombre de traje parecía hacer su trabajo, pero el comisario me taladraba con la mirada.
– ¿Puedo esperar a mis padres?
– No tenemos tiempo que perder – dijo el hombre de traje.
– ¡Entonces quiero un abogado…!
El hombre sonrió. El comisario mantenía su mirada amenazante.
– Esto no es la televisión, Jonatán. ¿Qué le pasó a Florián? ¿Acaso no era tu amigo?
– Yo lo quería mucho.
– ¿Y entonces, no querés que se haga justicia?
El comisario intervino: – Este chico es un desastre: no estudia, no trabaja. Vive en la calle. Yo no confiaría en él, doctor García. Son todos drogadictos, promiscuos y ladrones. ¡Lo que él diga no vale nada!
La última frase la dijo mirándome con odio.
– ¿Es verdad que no vas al colegio?
– Terminé la primaria y abandoné.
– No le daba la cabeza – se burló el comisario.
– Tal vez tiene razón, comisario – dijo García- Que se vaya a su casa. Nos va a hacer perder la mañana.
El hombre de traje salió del despacho. Entonces el comisario se abalanzó sobre mí y me zamarreó tan fuerte que me desgarró la camisa: – ¡Llegás a decir una palabra sobre la riña de niños y sos boleta! ¡No te hagas el héroe, pendejo!
Salí de la comisaría aterrado. Mi casa estaba lejos. Empecé a caminar, todavía temblando. A las tres cuadras un auto se detuvo a mi lado.
– Subite, Jonatán- me dijo García, que viajaba en el asiento trasero. Dudé. García observó mi camisa desgarrada y dijo: – ¿El comisario te amenazó, no es cierto? Es un corrupto de mierda. ¡Vamos! Te llevo a tu casa.
Cuando me senté en el coche, García me alcanzó unas fotos de Florián que no había visto. Su cuerpo desnudo abandonado en una camilla, desde distintos ángulos. Un primer plano de su cuello roto. Me puse a llorar.
– ¿Quién mató a tu amigo?
– Otro chico. Le dicen Diablo. No sé cómo se llama. Fue una pelea. Diablo dice que no quiso matarlo, pero le rompió el cuello.
– ¿Por qué peleaban?
– Por dinero. El comisario me dijo que si decía una sola palabra sobre esto me iba a matar. ¡Tengo miedo!
– Tranquilo… Se trata de riña de niños, ¿verdad? Les pagaban para pelear. Como si fueran gallos. Había apuestas, supongo.
Asentí.
– Tengo que mostrarte otra cosa. Me parece que ahora no tengo dudas, pero me vendría bien tu testimonio.
Sacó una notebook que decía “Poder Judicial”. Me mostró un video de cuando el senegalés me sometía. Mi cara, llorosa, estaba muy cerca de la cámara. Me estremecí.
– Ese sos vos.
– Sí.
– Este video pornográfico circula en Internet. ¿Tiene que ver con esas riñas?
– Sí, al que pierde, ya sabe… ¿Estoy en problemas?
– No, Jonatán. Sos una víctima, como Florián y los otros chicos. Alguien sube estos videos de porno duro entre niños… aunque ese moreno no es una criatura.
– Ese era mayor de edad.
– Estas filmaciones son un delito grave. ¿Vas a ayudarnos a atrapar a los responsables? ¿Lo harías por Florián?
– Lo tengo que pensar.
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Una tarde, al volver del gimnasio, me encontré con una escena espantosa. Mamá lloraba. Dijo que había venido el comisario con una orden judicial, buscando droga. Alguien me había denunciado como traficante. Hicieron salir de la casa a mamá y después de revolver hasta el último cajón y poner todo patas para arriba, salieron con unas bolsitas de polvo blanco, diciendo que volverían por mí.
– ¡Mamá, todo eso es mentira! ¡Nunca me metí con las drogas! ¡Ni siquiera tomo alcohol!
Ayudé a poner todo en orden. Algunas cosas se habían roto y hubo que tirarlas. Cuando papá volvió a la noche, le aseguré que todo era un malentendido. No era la primera vez que pasaba en el barrio. Pero yo sabía que el comisario estaba conectado con las riñas. Lo había hecho para intimidarme.
Busqué a Rocky. Le dije que quería desafiar a Diablo. Que sería un gran espectáculo. ¿Podía hacer los contactos? No me dio muchas esperanzas.
Sin embargo, unos días después, el gordo que se había enojado conmigo después de la pelea con el irlandés, me esperaba en la puerta del gimnasio de Rocky. Se llamaba Villota.
– Sé que Diablo mató a tu amigo. Supongo que te querés vengar.
– Así es.
– Sos un buen luchador, Jonatán. Vi tus tres peleas. Pero fuiste muy delicado con Florián y con Patrick. Eso echa a perder el espectáculo, la gente que va a ver a dos chicos pegándose no espera un final romántico. Les gusta el sexo duro. ¿Entendés?
Dije que sí.
– Si le ganás a Diablo, quiero que seas brutal con él. Como lo fue Bassembo con vos. ¡Esa sí que fue buena!
– No tendré compasión de Diablo.
– Arreglaré la pelea. Tengo algo para vos.
Me dio una foto de Florián. La habían tomado en un estudio. Con una provocadora sonrisa, miraba al fotógrafo con sus ojos verdes. Realmente mi amigo debió dedicarse a modelar.
—-
El día de la pelea, el recinto estaba como en los mejores tiempos. La música atronaba mientras el humo de las parrillas envolvía a la gente que iba entrando.
El gordo Villota había ideado algo especial para el evento. Además de hacer correr la historia de que Florián era mi novio y que yo iba a vengar su muerte, había cambiado las reglas. Al final de cada round, el ganador del asalto sometería al otro. Y como ni Diablo ni yo estábamos, según él, lo suficientemente “dotados”, el vencedor podría usar consoladores de gran tamaño para que la humillación de su rival fuera mayor.
En el vestuario, Rocky me ayudaba a vestirme cuando entró Diablo. El pelo le había crecido (antes estaba rapado) y se lo había teñido de blanco. Su manager olía a marihuana.
– ¿No le habrán dado merca a Diablo? – le dije en voz baja a Rocky.
– No me extrañaría. Aquí no hay antidoping.
No nos dijimos una palabra. Me hubiera gustado preguntarle si realmente él le mandó ese mensaje a Puskas, lamentando la muerte de Florián.
Cuando subimos al ring, me impresionó la cantidad de gente. Villota sonreía desde un sitio de privilegio. A su lado, en una mesa, había una colección de dildos y consoladores, algunos del tamaño de mi brazo. También había esposas, látigos y otros juguetes sexuales.
Se hizo un silencio. Entonces Diablo, con una gran sonrisa, levantó una foto ampliada de Florián y después, mirándome con desprecio, la hizo pedazos. Algunos lo abuchearon, otros celebraron la provocación. Las gradas eran un hervidero de apuestas.
Rocky me dijo: -Creo que sí está drogado. Va a ser difícil noquearlo. Tendrás que usar otras técnicas.
Salimos de nuestros rincones como dos fieras. Quería controlarlo para evitar el intercambio de golpes. Sin embargo, me alcanzó con un gancho en el hígado que me dejó malparado. En su sonrisa diabólica, observé que le faltaban los dos dientes que había perdido en la pelea contra Florián. Era como un mensaje de mi amigo. Eso me dio fuerzas.
Reaccioné y lo atrapé en una llave de lucha grecorromana. Logré voltearlo y lo inmovilicé poniendo mis rodillas sobre sus brazos. Con las manos libres, rodeé su cuello y empecé a presionar. Él se empezó a sacudir, pero no aflojé.
El árbitro se acercó y me dijo al oído: -Esta pelea tiene que durar tres rounds, hijo. Dejalo respirar.
Lo solté y Diablo se puso de pie, tosiendo. Antes de que se hubiera recuperado del todo, volví a dominarlo. Esta vez, hice palanca sobre sus brazos. Tensé al máximo sus músculos, tratando de causarle un desgarro. El chico estaba bañado en sudor, pero apenas se quejaba.
Volví a soltarlo y quedó en el suelo. Fui a mi rincón.
– Diablo está drogado -me dijo Rocky- un chico normal habría gritado. ¿Notaste que tiene la pija dura desde que se subió al ring? Sé cuidadoso.
Mi adversario, sabiendo que iba mal, empezó a lanzar golpes. Pude esquivarlos con facilidad, porque eran muy anunciados. La furia lo enceguecía.
Rocky me gritó que me apartara de él, pero le acerté un derechazo en la boca. Un diente salió volando. Diablo sangraba, pero estaba tan drogado que parecía un zombi. Seguía intentando pegarme, sin acertar.
El árbitro detuvo la pelea para detener la hemorragia. Quiso atacar pero lo detuve y empezamos a forcejear. Él tenía más fuerza, así que le hice una zancadilla y volví a dominarlo. Le pasé mis brazos debajo de los suyos y lo mantuve en tensión. Tenía mi cara apoyada en su espalda. Sentía el sabor salado de su sudor.
Sonó el gong.
-Ganaste el round- me dijo el árbitro- Tenés quince minutos.
Rocky me llamó- Hacele lo que quieras, pero no te canses. Falta mucho.
Esposé a Diablo con las manos en la espalda y lo tomé del cuello, como si fuera a estrangularlo.
– Estás drogado. ¿Qué te dieron?
– Me inyectaron. También viagra.
– Por eso la tenes dura. ¿Qué más te dieron?
– De todo…
El gordo Villota me hacía gestos para que empezara de una vez.
Lo que pensaba hacerle a Diablo era bastante terrible así que pedí gel íntimo y le unté abundantemente el trasero. Era redondo y firme.
Boca abajo, de rodillas y esposado, Diablo comprendió que lo que venía iba a ser duro. – ¡No quise matarlo! – sollozó, recuperando momentáneamente la lucidez.
Yo lo estaba penetrando frenéticamente con dos de mis dedos y metí el tercero. Gimió por la humillación, pero esto era solo el principio de su desgracia. Saqué mis dedos, y lo obligué a chuparlos.
Después, volví a su trasero. Girando mi mano como si fuese un tornillo, se la fui metiendo entera en el ano. Ahora sí, gritó de dolor. El público bramó, entusiasmado.
– ¡No me hagas eso…! – gemía- ¡Te juro que no lo quería matar…!
Ya le había metido mi mano hasta la muñeca. Más profundo hubiera sido peligroso. Sentía la calidez húmeda y viscosa de sus entrañas.
-Por favor… No sigas…- Ahora el chico rogaba, pero no paré hasta que se puso a llorar.
Cuando por fin saqué la mano, su agujero estaba tan dilatado que impresionaba. Pero el show debía continuar.
– ¡Ahora, putito, me la vas a chupar o te meto el brazo hasta el codo! ¡Sabés que soy capaz!
Lo puse de rodillas y él se esforzó por hacer un buen trabajo. Me aparté para que mi eyaculación le diera de lleno en la cara. Lo sujeté del pelo y volví a interrogarlo.
– ¿Fue a propósito?
– Florián era lindo. yo quería cogerlo – dijo, mientras mi semen le chorreaba por la frente y las mejillas- En serio, lo lamento.
– Abrí la boca.
Obedeció. Con mis dedos, recogí toda la leche que pude de su cara y la metí en su boca. Tragó todo.
Ya no quedaba más tiempo. El árbitro le quitó las esposas y cada uno fue a su rincón. Él caminaba arrastrando los pies.
Una repentina baja de tensión dejó por un momento a oscuras el lugar. Cuando la luz regresó, le dije a Rocky: -Tenés que irte.
– ¿Qué?
– Hacé lo que te digo. ¡Subite al auto y ándate lejos!
– ¿Pero por qué?
– No preguntes.
El segundo round comenzó. Diablo seguía con la pija dura, por efecto de las drogas. Caminaba como un sonámbulo, así que era una presa fácil. Fui por él. Mientras lo sujetaba con una llave de catch, vi como discretamente Rocky se alejaba.
Tenía inmovilizado a mi rival, que se retorcía tratando de librarse. Pero sus fuerzas se estaban acabando. La penetración brutal que había sufrido y la enfermiza erección que tenía, lo habían agotado. Lo dejé ponerse de pie. Como en cámara lenta, lanzó un golpe. Con un simple empujón en el pecho, lo volví a derribar.
Se quedó quieto, boca arriba, respirando dificultosamente, así que decidí aliviar su angustia haciéndole una paja. Sabía que si él eyaculaba sería el fin de la pelea y eso no era lo que el Gordo Villota tenía pensado. Pero ya no tenía importancia. Tomé ese pene tieso y empecé a masturbarlo.
El explosivo orgasmo de Diablo y la entrada de la policía federal se dieron al mismo tiempo.
—
Durante semanas, en todos los canales y radios se habló de la captura de una organización criminal que explotaba a menores. Villota fue condenado a tantos años de prisión que no saldría vivo de la cárcel. El comisario, que recibía dinero para proteger el negocio, se ahorcó antes de que lo detuvieran por corrupto. Diablo fue internado en un sanatorio psiquiátrico. No creo que salga de allí.
En el cementerio del barrio, la familia de Florián puso una pequeña lápida, con la cruz de la iglesia ortodoxa, a la que ellos pertenecían. Esa tumba es una de las más cuidadas del cementerio. Siempre hay flores frescas.
Aunque suene absurdo, me siento en el pasto y, en el silencio del cementerio, hablo con él. Como lo estoy haciendo ahora: -Tomé una decisión, amigo. No te rías: voy a retomar los estudios. ¿Qué te parece?
– ¿Estás hablando solo?
La que me habla es una chica. Al principio, no puedo verla bien porque el sol me da en los ojos. Cuando lo consigo, quedo sin aliento. Es guapísima.
– Soy Jénica, la hermana de Florián. ¿Sos el amigo de mi hermano? ¿Jonatán?
– Sí- digo, sorprendido.
– Me habló tanto de vos.
– ¿En serio? ¿Qué decía?
– Quería que nos conociéramos- dice sonriendo.
Se sienta a mi lado.
-Me parece que eso ya lo consiguió – digo. Siento su mano tibia sobre la mía. Una brisa nos acaricia el rostro, como una bendición.
FIN
Que bonito final.
Que morbo lo que le hicieron al diablo.
¡Muchas gracias, Milenary, por haber seguido esta serie y tomarte el tiempo para comentar!
De lo mejor que he leído en esta página. Felicidades!. Faltó en el final, un castigo al mezquino del tío, y un premio económico para ese muchacho y la familia de Florian.. Gracias. No dejes de escribir. Un abrazo!.
¡Muchas gracias por leer y comentar!