Se llamaba Daisy
Daisy, es el nombre que resuena en la cabeza de un profesor poseído por la intriga y la lujuria.
Todavía recuerdo la noche en que todo acabó, las lluvias habían ocasionado que el río creciera y se llevará el puente que había que cruzar para llegar al pueblo, eran más o menos las 11:30 de la noche, ni una sola alma vagaba por la calle en ese momento y menos con aquel aguacero. Las gotas frías de lluvia chocaban contra el vapor y el calor que emanaba del interior del auto con la calefacción encendida y quizás con la acción del momento, haciendo que los vidrios se empañen con un poco de lujuria. La armonía del sonido blanco que emite la lluvia se torna romántica con los gritos y gemidos que no cesan dentro del auto, la suspensión del vehículo estaba algo desgastada, debí haber hecho la revisión hace mucho, ahora el auto se mueve de aquí allá en una única posición estacionados a pocos metros de donde empezaba el ya barrido puente, dentro del automóvil el pecaminoso placer de un inicuo acto se desata con cada arremetida en los asientos de atrás.
Acostada boca arriba, con la camisa abierta por los botones rotos tras arrancarlos con furia dejan ver unos pechos en desarrollo, abundantes, redonditos y firmes, un poco muy desarrollados para su edad, dicen que las niñas de ahora se desarrollan antes de tiempo, y eso lo puedo confirmar tan solo con el tacto mientras la sujeto de su delgada y sensual cintura que acaban en unas modestas y eroticas caderas desnudarte, yo me encargue de arrebatarle la faldita y las bragas, las cuales yacían regadas en el interior del auto, creía haber visto sus braguitas colgadas en el espejo retrovisor y su falda tendida en el reposa brazos del asiento del piloto, ella mantiene las piernas abiertas, una suspendida por encima del reposa cuellos del asiento mientras que la otra está colgada sobre el porta brazos del asiento del copiloto, ambas piernas largas con unos muslos suaves, esponjosos y gorditos que dan ganas de chuparlos y morderlos con lujuria, sus piernas se estiran y tiemblan por los espasmos de cada arremetida de mi pene en el interior de su vagina mientras la penetro hasta lo más profundo de su ser, rascando las paredes tibias y húmedas en exceso de este manjar vuelto mujer.
Comienzo a acelerar el paso, ir más rápido y más profundo todavía, estaba a punto de acabar y sus piernas antes extendidas ahora me agarran con fuerza apoyándome a ir más adentro, decido recostarme sobre su pecho, mientras la veo a su rostro por un momento, ella no ha dejado de observarme desde que empezamos a hacer el amor, un rostro delgado y delicado de una tes pálida y suela como se fuese una delicada muñeca de porcelana que representa a una pura y sagrada santa, pero cuando ponía esos ojos verdes y esa sonrisa cargadas de pecado hacían que fuera imposible resistirse. Su cabellera rubia solía estar contenida por una coleta de caballo solía usar en el día a día, pero ahora yacía esparcida como sábanas desordenadas cubriendo lo que quedaba del asiento y la puerta del auto. La imagen es simplemente hermosa, digna de una obra de arte bella, sensual y erótica, cuando recuesto mi cabeza en su pecho me embriaga el olor de una mariposa recién pintada, una inocencia que había sido mancillada hace tiempo y que ahora volvía a vivir y morir con cada movimiento de mis caderas.
No puedo evitarlo, el instinto me transporta a una era más sencilla, en donde mi felicidad solo bastaba con estar acogido en el seno de una mujer, por ello empiezo a láser y chupar sus pechos, buscando los pezones para amamantar mi sed, por mucho que chupe no sale nada, así que chupo más fuerte y constante, haciendo que ella grite y se ahogue en gemidos de placer, sus pequeñas y delicadas manos me abrazan la nuca mientras me pega más a su pecho, el calor que emanaba todo ser era cómodo y acogedor, puedo sentir como ella intenta mover sus caderas a mi ritmo pero cada arremetida le roba las fuerzas en espasmos y temblores.
Finalmente tras un par de minutos más lo dejo ir todo dentro de ella, 6 chorros a presión son dejados con fuerza en su interior mientras ella es poseída por el orgasmo más grande y fuerte que ella jamás había sentido antes, quiere gritar pero se le escapa el aire y su grito se vuelve una profunda y larga bocanada de aire, la beso en la boca para ayudarla y nuestras lenguas se cruzan en una muestra de amor pura en este pecado impío.
-Yo, te cuidare a partir de ahora- le dije cuando finalmente terminamos de fundir nuestros labios para proceder a besarla en el cuello, y ella entre jadeos y espasmos me responde con una sonrisa pícara y sin vergüenza -más te vale, eres el primero que termino dentro de mí…- sus palabras se cortaron en el momento en que mis manos se posaron alrededor de su cuello.
Ella decía llamarse Daisy y tenía 16 años, esa misma noche murió, pero antes de continuar creo que debo contar el cómo esto ocurrió, cómo fue que Daisy vivió y llegó a ese momento, todo empezó cuando yo fui transferido a un pequeño pueblo alejado del centro de la ciudad, un pueblo que había pasado las vías de desarrollo y se encontraba relativamente alto en índices de infraestructura, permitiendo que existiera una escuela de prestigio académico pese a encontrarse en la falda de la montaña y sólo tener unos 600 habitantes, yo había acabado la universidad y la carrera de pedagogía ese mismo año a mis 22 años y ese mismo año iba a comenzar a enseñar en la única escuela del pueblo. Dicho pueblo vamos a llamarlo, pueblo Zapote.
Cuando llegué fui la sensación, la gente no estaba acostumbrada a que gente de otra parte viniera aquí, simplemente no era tan común por lo que en mi primera semana me visitó casi todo el pueblo y pude conocer a muchas personas, eso incluía a señoritas que veían en mí una fascinación nueva de conocer y coquetear con alguien muy distinto a los chicos a las que estaban acostumbradas, siempre me a gustado tratar a la gente con respeto y humildad, siempre fui del dicho que se logra más con miel que con jel. Lo que también causó que algunos maridos o novios se sintieran algo celosos, aunque honestamente no tenían de que preocuparse, no era lo suficientemente galán o guapo para pasar de ser solo el capricho del momento. Además tenía las cosas bien claras, yo había venido por la educación de los alumnos, todo iba relativamente bien, conocí a mis colegas de trabajo los cuales solo eramos yo y otros 5 profesores los que daríamos clases a todos los cursos y a mi jefe el director, el cual era un poco excéntrico para mi gusto.
Como decía todo iba bien, el primer día de clases me levante temprano para ir a momento de abrir la escuela, eran eso como las 5 de la madrugada y las calles estaban solitarias y bañadas con el rocío matinal, el ambiente era fresco y cómodo, supongo que son las ventajas de vivir en la falda de la montaña, iba concentrado en el ambiente hasta que algo llamó mi atención, había una luz en uno de los callejones que conectaba con la única panadería del pueblo, era común que estos establecimientos también funcionarán como las viviendas de estas personas asi que no era extraño que dichos locales fueran al mismo tiempo la casa del dueño, por lo que esa luz no debía ser extraña pero lo que llamó mi atención fueron los extraños sonidos que venían de allí y un extraño pero embriagante aroma.
Me asome sigilosamente y vi a don Berto, el panadero parado con la verga fuera delante de una bella joven que ya estaba de rodillas con la boca abierta y la lengua de fuera, la verga se don bergo estaba húmeda y untada de baba y lo que yo presumo era algo de semen, mientras que la boca de la chica desbordaba saliva por los labios y por el clima fresco se podía ver como exhalaba su aliento. -tengo tu desayuno, pero dijiste que también querías algo para el almuerzo?- pregunto entre jadeos don Berto, a lo cual la chica solo movía la cabeza en señal de aprobación -ya veo… veo que estas lista para otra ronda también, así que dame material- la verga de don Berto se notaba algo baja, supongo que ya había acabado una vez así que se quedó sin energías y necesitaba algún estímulo y vaya que esa chica se lo dio, ella estaba vestida con el uniforme se colegiala, el cual se veía algo desgastado pero todavía presentable, llevaba una camisa blanca que era complementada por un saco y una corbata, también llevaba una falda algo corta de cuadros, típica de cualquier instituto, sin cerrar la boca ni meter la lengua ella empezó por abrirse el saco y la camisa para dejar ver que no tenía brasier, pese a ser una chica en desarrollo tenía un par de tetitas algo modestas para su edad, las cuales obtuvieron un aspecto bastante erótico cuando la corbata del uniforme quedó atrapada en medio de ellas mientras ellas se peñizcaba los pezones mientras se retorcía y gemia. En ese momento admito que me quedé frío de lo que veía y también duró, muy duro! Por mi trabajo y los que haceres no había podido saciar mis necesidades últimamente y esa imagen simplemente era algo impactante.
Grande fue mi sorpresa cuando don Berto le dijo -Esa ya me la se. Dame algo mejor- ella asintió con la cabeza, se puso de pie solo para bajarse las bragas, las cuales por cierto eran negras, y se levantó la falda con la mano izquierda dejando dar un muy buen vistazo a unos carnosos y dilatados labios vaginales, rosaditos y expulsando pequeñas cantidades de fluido con su otra mano empezó a introducirse los dedos, uno desde pues de otro hasta llegar a meter 3 dedos, en el mete y saca salía cada vez más fluido de su muy húmeda vagina, yendo cada vez más y más rápido, el simple roce de sus dedos empezaba a hacer ruidos eroticos pero don Berto seguía sin estar convencido, yo estaba a punto de explotar, ya me dolía la verdad atrapada dentro de mis pantalones, entonces don Berto la tomó de la cintura y le dijo que apretara los muslos, ella tenía unos muslos gordetes y firmes que estaba mojados con sus propios fluidos, don Berto metió la verga entre ambos muslos y comenzó a meter y sacar mientras que metía sus dedos dentro de la vagina de la chica y con su otra mano la tomaba por el cuello cortandole la respiración.
-Eres toda una puta Daisy, te encanta así verdad zorra!- le decía mientras aumentaba su velocidad y apretaba más fuerte, ella solo alcanzaba dar algunos quejidos y arcadas mientras apretaba con sus manos los hombros de don Berto, hasta que por fin el disparo 3 chorros de semen entre sus muslos dejándolos manchados con su semilla y su fuerte olor, las piernas de Daisy temblaban mientras los dedos de don Berto seguían dentro de su vagina, los saco bruscamente y ella cayó de rodillas sin fuerzas, el olió sus dedos y después la obligó a lamerselos.
-Quien sabe que mierdas tenes en el chocho pemdejita, toma, aquí está lo acordado, y si quieres comer mañana más te vale hacerlo mejor, hoy tuve que ser yo el que hizo todo el trabajo.- le lanzó una bolsa llena de pan al suelo, se metió la verga a los pantalones y se metió a su casa sin mirar atrás. Daisy Todavía no había recuperado las fuerzas por completo, solo alcanzó a tomar la bolsa de pan y busco en donde había tirado por accidente sus bragas. Mi respiración se había agitado en ese momento, la tentación de hacerme una paja me había invadido desde el momento en el que ella se las quito, volteo a ver a la esquina desde la cual los había observado, por suerte me aparte a tiempo y continúe mi camino con premura antes que fuera visto.
Llegue finalmente a la escuela, el bicho de la duda no se había ido de mi, aquella imagen se había enterrado muy dentro de mí ser, aquella chica era como aquella letra de la canción que decía “uniforme de colegiala, en el cuerpo de una mujer” hasta ese momento no lo había entendido, pero después de eso, el solo recordarla semidesnuda me despertaba una ereccion, debía suprimir memoria, sobre todo ese día, no podía dejar que los alumnos me vieran con algo en mis pantalones. Pero mi duda seguía en pie, ¿quién era ella? Ese uniforme sin dudas es de esta institución, por ese aspecto yo diría que se trata de una chica de no más de 16, pero en los registros no había ninguna muchacha en los registros que respondiera al nombre de Daisy.
“Quizás solo fantaseaba despierto” pensé por un momento, la ceremonia de primer ingreso fue completada, las presentaciones de los maestros y los cursos habían finalizado, fui a mi aula, asignada como no a los de segundo año de humanidades, y todos los alumnos empezaron a tomar asiento, como era de costumbre el curso estaba ocupado por más señoritas que muchachos, en total unas 17 alumnas y 6 muchachos.
-muy bien chicos, yo sere su profesor este año, espero que podamos llevarnos muy bien, mi nombre es…- en ese momento alguien abrió la puerta del salón -Perdón Profe, llegué un poco tarde.- no podía creerlo, uniforme se colegiala en el cuerpo de mujer, una chica de entre 16 a 15 años, de tes pálida y piel suave como una delicada muñeca de porcelana, una cabellera rubia peinada con una cola de caballo con unos profundos y sensuales ojos verdes, con un cuerpo para pecar de piernas largas con buenos muslos, caderas anchas y cintura delgada con un color redondito y firme armada con un par de pechos generosos e igual de firmes había entrado a mi aula, definitivamente ella era mi Daisy.
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